En el primer día de clase, el profesor de Derecho Internacional Público anunció a Àlex y a sus compañeros que se referiría siempre a España como "el Estado fascista español".
Alberto di Lolli
Àlex es un joven catalán, estudiante de un doble grado en Empresariales y Derecho en la Universidad Autónoma de Barcelona. En su primer día de clase de este curso académico, el profesor titular de Derecho Internacional Público anunció a Àlex y a sus compañeros de asignatura que en sus lecciones se referiría siempre a España como "el Estado fascista español". Así aparece, sistemáticamente, España, en los exámenes escritos que sus estudiantes han de aprobar para graduarse.
Añadió el profesor que no le importaba lo que dijeran los votantes de Ciudadanos, a los que calificó de "inútiles". En medio de una tormenta de improperios, excretó que le daba igual lo que pensaran los "estultoes de los de derechass". Circulan por internet varias ristras de dislates de parecido jaez, atribuidas al mismo docente. Desde su primer contacto con el alumnado, quería dejar claro que la mera existencia de una disidencia democrática al independentismo catalán le provocaba la combustión espontánea de la barretina que luce, con mirada inquietante, en su foto de perfil institucional.
El joven Àlex esperó pacientemente a que el profesor concluyera su diatriba. En privado, le pidió, por favor, que de allí en adelante se abstuviera de insultar a los constitucionalistas, pues él mismo se había sentido interpelado por sus palabras. El docente le afeó que tratara de "censurarle", no sin antes obsequiar a su pupilo con el sambenito de ser "peor que los franquistas". Al día siguiente, delante del resto de la clase, le llamaría "patético" por pertenecer a la plataforma juvenil constitucionalista S'ha Acabat!.
La surrealista sucesión de acontecimientos es sintomática del delirio de irrealidad que se vive en la burbuja universitaria indepe. La fanática indignación del profesor delata su desafiante certeza de impunidad. En efecto, en su ecosistema mental, lo escandaloso no eran ni sus insultos, ni sus descalificaciones, ni su extemporánea violencia verbal en el ejercicio de la docencia, sino la civilizada osadía de Àlex al sugerirle educadamente un poco de tolerancia y modales académicos.
Desde hace más de una década trabajo como profesor titular en una universidad británica. Durante este tiempo, también he tenido la oportunidad de representar a compañeros de varias nacionalidades como sindicalista académico, en múltiples casos de expediente disciplinario, despido y similares, por motivos de lo más variopintos.
Desde esta experiencia, puedo asegurar que un caso como el que nos ocupa sería impensable en una universidad de otro Estado democrático. Los insultos al alumnado, el señalamiento del discrepante y el adoctrinamiento resultan indefendibles hasta para el más corporativista de los activistas sindicales. Si se produjera un caso así en mi universidad, lo único que podría hacer por él sería tratar de obtener un finiquito digno y una cláusula de confidencialidad que disimulara alegando, siendo piadosos, un episodio de locura tras*itoria.
En la Cataluña post-procés, sin embargo, una parte dominante de la opinión condona las conductas totalitarias y señala al oprimido mientras celebra al victimario. Los jóvenes de S'ha Acabat! no quieren ser héroes, pero corren el peligro de que, haciendo los demás la vista subida de peso, les obliguemos a serlo. Ellos solo aspiran a estudiar, y a vivir, en paz y en libertad. Algunos, como Àlex, estudian Derecho y son partidarios, ¡tamaña rebeldía!, de que se cumplan las leyes. Por ello han sufrido acoso y agresiones. Hasta se han llegado a recoger firmas contra ellos en los campus catalanes.
Su caso, por desgracia, no es anecdótico. Es la culminación de un proceso, este sí perfectamente planificado y ejecutado, de creación de un sistema educativo militantemente nacionalista en todas las etapas de formación. Desde el Programa 2000 de los gobiernos de Jordi Pujol hasta la proclamación, por la hoy fugada Clara Ponsatí, de que la educación catalana ya era, de hecho, una estructura de estado independiente, se ha consolidado un modelo a duras penas compatible con la pluralidad y libertad propias de un sistema democrático.
La lengua y la historia como elementos de separación identitaria y destrucción nacional son solo dos de los ladrillos de un muro que se extiende desde la educación primaria hasta la universidad. Como quien oye llover, hemos conocido casos tan sangrantes como el de la niña agredida por una profesora por dibujar una bandera de España. Hemos visto cómo profesores de secundaria como Francisco Oya sufrían expedientes y suspensiones de sueldo por complementar sus programas con materiales de contrastado rigor académico que dejaban mal a los catalanistas.
Y, por supuesto, no podemos olvidar el papel de la escuela en los acontecimientos de octubre de 2017, cuando directores de colegios entregaron, simbólica y físicamente, las llaves de los centros para la celebración de un referéndum ilegal; cuando se avergonzó en las aulas a los hijos de guardias civiles; o cuando, durante las campañas electorales, las universidades públicas se llenan de simbología independentista, contraviniendo la preceptiva neutralidad política de los espacios públicos y erosionando aún más la calidad democrática de las instituciones catalanas.
Por la dignidad de nuestra propia profesión, y por el deber jovenlandesal de amparar a estos jóvenes, ha llegado el momento de proclamar ¡S'ha acabat! Hoy, cientos de docentes e investigadores de todo el mundo, integrados en las asociaciones Foro de Profesores y Universitaris per la Convivència y comprometidos con la democracia, nos dirigimos al rectorado de la Universidad Autónoma de Barcelona para que ampare y proteja a estos chicos. Su causa es la de la libertad. Su legado, la primera y única asociación juvenil constitucionalista de Cataluña. Su lucha, por un futuro en el que ningún estudiante sea agredido, acosado o insultado por sus ideas.
"¡Ni un paso atrás!", reza uno de los lemas de S'ha Acabat! Caminamos orgullosos junto a ellos. Ni un paso atrás, chicos. La mejor lección de vida en nuestros campus universitarios es la esperanza de libertad que vosotros nos dais todos los días.
Carlos Conde Solares es profesor de Historia de España en la Universidad de Northumbria (Reino Unido), negociador del sindicato académico University and College Union y coordinador de la Asociación Foro de Profesores.
S'ha Acabat! Ni un paso atrás
Alberto di Lolli
Àlex es un joven catalán, estudiante de un doble grado en Empresariales y Derecho en la Universidad Autónoma de Barcelona. En su primer día de clase de este curso académico, el profesor titular de Derecho Internacional Público anunció a Àlex y a sus compañeros de asignatura que en sus lecciones se referiría siempre a España como "el Estado fascista español". Así aparece, sistemáticamente, España, en los exámenes escritos que sus estudiantes han de aprobar para graduarse.
Añadió el profesor que no le importaba lo que dijeran los votantes de Ciudadanos, a los que calificó de "inútiles". En medio de una tormenta de improperios, excretó que le daba igual lo que pensaran los "estultoes de los de derechass". Circulan por internet varias ristras de dislates de parecido jaez, atribuidas al mismo docente. Desde su primer contacto con el alumnado, quería dejar claro que la mera existencia de una disidencia democrática al independentismo catalán le provocaba la combustión espontánea de la barretina que luce, con mirada inquietante, en su foto de perfil institucional.
El joven Àlex esperó pacientemente a que el profesor concluyera su diatriba. En privado, le pidió, por favor, que de allí en adelante se abstuviera de insultar a los constitucionalistas, pues él mismo se había sentido interpelado por sus palabras. El docente le afeó que tratara de "censurarle", no sin antes obsequiar a su pupilo con el sambenito de ser "peor que los franquistas". Al día siguiente, delante del resto de la clase, le llamaría "patético" por pertenecer a la plataforma juvenil constitucionalista S'ha Acabat!.
La surrealista sucesión de acontecimientos es sintomática del delirio de irrealidad que se vive en la burbuja universitaria indepe. La fanática indignación del profesor delata su desafiante certeza de impunidad. En efecto, en su ecosistema mental, lo escandaloso no eran ni sus insultos, ni sus descalificaciones, ni su extemporánea violencia verbal en el ejercicio de la docencia, sino la civilizada osadía de Àlex al sugerirle educadamente un poco de tolerancia y modales académicos.
Desde hace más de una década trabajo como profesor titular en una universidad británica. Durante este tiempo, también he tenido la oportunidad de representar a compañeros de varias nacionalidades como sindicalista académico, en múltiples casos de expediente disciplinario, despido y similares, por motivos de lo más variopintos.
Desde esta experiencia, puedo asegurar que un caso como el que nos ocupa sería impensable en una universidad de otro Estado democrático. Los insultos al alumnado, el señalamiento del discrepante y el adoctrinamiento resultan indefendibles hasta para el más corporativista de los activistas sindicales. Si se produjera un caso así en mi universidad, lo único que podría hacer por él sería tratar de obtener un finiquito digno y una cláusula de confidencialidad que disimulara alegando, siendo piadosos, un episodio de locura tras*itoria.
En la Cataluña post-procés, sin embargo, una parte dominante de la opinión condona las conductas totalitarias y señala al oprimido mientras celebra al victimario. Los jóvenes de S'ha Acabat! no quieren ser héroes, pero corren el peligro de que, haciendo los demás la vista subida de peso, les obliguemos a serlo. Ellos solo aspiran a estudiar, y a vivir, en paz y en libertad. Algunos, como Àlex, estudian Derecho y son partidarios, ¡tamaña rebeldía!, de que se cumplan las leyes. Por ello han sufrido acoso y agresiones. Hasta se han llegado a recoger firmas contra ellos en los campus catalanes.
Su caso, por desgracia, no es anecdótico. Es la culminación de un proceso, este sí perfectamente planificado y ejecutado, de creación de un sistema educativo militantemente nacionalista en todas las etapas de formación. Desde el Programa 2000 de los gobiernos de Jordi Pujol hasta la proclamación, por la hoy fugada Clara Ponsatí, de que la educación catalana ya era, de hecho, una estructura de estado independiente, se ha consolidado un modelo a duras penas compatible con la pluralidad y libertad propias de un sistema democrático.
La lengua y la historia como elementos de separación identitaria y destrucción nacional son solo dos de los ladrillos de un muro que se extiende desde la educación primaria hasta la universidad. Como quien oye llover, hemos conocido casos tan sangrantes como el de la niña agredida por una profesora por dibujar una bandera de España. Hemos visto cómo profesores de secundaria como Francisco Oya sufrían expedientes y suspensiones de sueldo por complementar sus programas con materiales de contrastado rigor académico que dejaban mal a los catalanistas.
Y, por supuesto, no podemos olvidar el papel de la escuela en los acontecimientos de octubre de 2017, cuando directores de colegios entregaron, simbólica y físicamente, las llaves de los centros para la celebración de un referéndum ilegal; cuando se avergonzó en las aulas a los hijos de guardias civiles; o cuando, durante las campañas electorales, las universidades públicas se llenan de simbología independentista, contraviniendo la preceptiva neutralidad política de los espacios públicos y erosionando aún más la calidad democrática de las instituciones catalanas.
Por la dignidad de nuestra propia profesión, y por el deber jovenlandesal de amparar a estos jóvenes, ha llegado el momento de proclamar ¡S'ha acabat! Hoy, cientos de docentes e investigadores de todo el mundo, integrados en las asociaciones Foro de Profesores y Universitaris per la Convivència y comprometidos con la democracia, nos dirigimos al rectorado de la Universidad Autónoma de Barcelona para que ampare y proteja a estos chicos. Su causa es la de la libertad. Su legado, la primera y única asociación juvenil constitucionalista de Cataluña. Su lucha, por un futuro en el que ningún estudiante sea agredido, acosado o insultado por sus ideas.
"¡Ni un paso atrás!", reza uno de los lemas de S'ha Acabat! Caminamos orgullosos junto a ellos. Ni un paso atrás, chicos. La mejor lección de vida en nuestros campus universitarios es la esperanza de libertad que vosotros nos dais todos los días.
Carlos Conde Solares es profesor de Historia de España en la Universidad de Northumbria (Reino Unido), negociador del sindicato académico University and College Union y coordinador de la Asociación Foro de Profesores.
S'ha Acabat! Ni un paso atrás
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