Ser leal siempre. Admitir las violaciones hacia alemanas de los comunistas sovieticos

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el crimen de guerra premeditado contra los alemanes y alemanas de parte del ejercito sovietico comunista judio
Violaciones durante la ocupación de Alemania - Wikipedia, la enciclopedia libre

Violaciones durante la ocupación de Alemania
A medida que las tropas de los aliados, durante las últimas etapas de la Segunda Guerra Mundial, entraron y ocuparon Alemania, se llevaron a cabo violaciones masivas. Si bien la mayoría de estos crímenes fueron cometidos por militares soviéticos, se calcula que los ejércitos de Francia y EE. UU. también perpetraron miles de ellas.
Participantes
Militares soviéticos
Una oleada de violencia sensual sacudió Alemania durante los años 1944–45, cuando los aliados occidentales y el Ejército Rojo fueron ocupando territorios del Tercer Reich.
La mayor parte de los ataques fueron cometidos en la zona de ocupación soviética; se calcula que el número de mujeres forzadas por soldados soviéticos va de decenas de miles a dos millones. En muchos casos las mujeres eran forzadas repetidamente, algunas hasta 70 veces. Se cree que 100.000 mujeres fueron forzadas en Berlín, sobre la base de la creciente tasa de abortos en los meses siguientes y en informes contemporáneos de hospitales, con un número próximo a las 10.000 mujeres con resultado de fin tras las agresiones. El número total de mujeres muertas víctimas de violaciones en Alemania se calcula en 240.000. Antony Beevor lo describió como «el fenómeno de violaciones masivas más importante de la historia», y concluía que al menos 1'4 millones de mujeres fueron forzadas solo al este de Prusia, Pomerania y Silesia. Natalya Gesse afirma que soldados rusos violaban a mujeres alemanas de 8 hasta 80 años. Las mujeres rusas no quedan impunes en su participación de los hechos. En cambio, el veterano de guerra ruso Vsévolod Olímpiev afirmaría: «Se puede decir que las relaciones de los soldados soviéticos con la población alemana era indiferente y neutral. Nadie, al menos de mi regimiento, la asedió o tocó. Es más, si nos encontrábamos con una familia hambrienta con niños compartíamos nuestra comida con ellos sin ninguna palabra innecesaria.»
Después del verano de 1945, los soldados soviéticos sorprendidos violando civiles eran a menudo castigados, con penas que iban desde el arresto hasta la ejecución. No obstante, las violaciones continuaron hasta el invierno de 1947–48, cuando las autoridades de ocupación soviética confinaron las tropas solo a puntos de vigilancia y campamentos, separándoles completamente de la población residencial en la zona soviética de Alemania.
Según Alexander Statiev, si bien los soldados soviéticos respetaban a los ciudadanos de su propio país y a los de los países amigos, en las zonas hostiles se percibieron a sí mismos como conquistadores, y no como libertadores. Veían la violencia contra los civiles como un privilegio de los victoriosos. Statiev ejemplifica este fenómeno citando la actitud de un soldado soviético:
¡Véngate! ¡Tu eres un soldado vengador! [...] ¡Mata al alemán, y salta sobre la mujer alemana! ¡Así es como un soldado celebra la victoria!
Svetlana Aleksiévich publicó el libro La cara no femenina de la guerra, donde incluye memorias y experiencias de veteranos soviéticos en Alemania. Según un exoficial:
Éramos jóvenes, fuertes, y llevábamos cuatro años sin mujeres. Probábamos a pescar mujeres alemanas y... diez hombres violaron a una chica. No había suficientes mujeres; toda la población escapaba del Ejército Rojo. Así pues, cogíamos niñas de doce o trece años. Si lloraba, le poníamos una cosa en la boca. Creíamos que era divertido. Ahora no puedo entender como fuimos capaces de hacerlo. Un chico de buena familia... pero aquel era yo.
Una operadora telefónica del Ejército Rojo recuerda:
Cuando ocupábamos un pueblo, primero teníamos tres días para los saqueos y ... [violaciones]. Por descontado eso no era oficial. Pero después de tres días se te podía juzgar por hacerlo. [...] Recuerdo a una mujer alemana amada sin consentimiento, permaneciendo desnuda con una granada entre las piernas. Ahora siento lástima, pero no la sentía en aquel momento... ¿Piensas que fue fácil perdonar a los alemanes? Odiábamos ver sus casas blancas, limpias e intactas. Con rosas. Quería que sufrieran. Quería ver sus lágrimas. [...] Tuvieron que pasar décadas para que comenzara a sentir compasión por ellos.
Mujeres de Alemania del este que vivieron la guerra se refieren al memorial Parc Treptower, en Berlín, como la «tumba del forzador desconocido» en respuesta a las violaciones masivas del Ejército Rojo.

Militares estadounidenses
En Taken by Force, J. Robert Lilly estima en 11.040 el número de violaciones cometidas por soldados de los Estados Unidos en Alemania. Como en el caso de la ocupación de Francia después de la oleada turística del Día D, la mayoría de violaciones por parte de estadounidenses en la Alemania de 1945 eran violaciones en grupo cometidas por militares a punta de pistola.
Los estadounidenses tenían políticas para no fraternizar en territorios enemigos, y la frase «copular sin conversar no es fraternizar» se convirtió en un lema de las tropas estadounidenses. El periodista Osmar White, un corresponsal de guerra australiano que acompañó a las tropas estadounidenses durante la guerra, escribió:
Después de que la lucha pasase en tierras alemanas, hubo muchas violaciones por parte de las tropas de combate y por las que inmediatamente las seguían. La incidencia variaba de unidad a unidad según la actitud del oficial al mando. En algunos casos los delincuentes eran identificados, juzgados por tribunales militares, y castigados. La rama legal del ejército era reticente, sin embargo admitió que algunos soldados habían sido fusilados por ofensas sensuales brutales o pervertidas contra mujeres alemanas, particularmente si los soldados eran neցros. No obstante, se que es un hecho que muchas mujeres fueron forzadas por estadounidenses blancos. No se tomaron medidas contra los culpables. En un sector circuló un informe que citaba que un cierto comandante muy distinguido hizo el chiste «La copulación sin conversación no constituye fraternidad».
Una agresión sensual típica de personal estadounidense bebido marchando por territorio ocupado consistía en amenazar con armas a una familia alemana en su casa, forzando sexualmente a una o más mujeres de la misma, y acabar sacando a toda la familia a la calle.
El número de violaciones en el sector este de la zona ocupada llegó a su punto máximo en 1945, cuando se pasó de 18 acusaciones dentro del ejército en enero a 402 en marzo y 501 en abril, para comenzar a descender a 241 en mayo. Entre el 25% y el 50% de las denuncias terminaron en juicio y, de estos, entre un 33% y un 50% en condenas, con el índice de ejecuciones más alto de los ejércitos aliados. El alto índice de violencia contra la población femenina alemana y austriaca duró como mínimo hasta la primera mitad del año 1946, con cinco casos de mujeres alemanas encontradas muertas en cuarteles americanos solo en mayo y junio de 1946.
Los soldados neցros de la zona ocupada por Estados Unidos eran más susceptibles de ser acusados de violación, y de ser castigados más severamente. Heide Fehrenbach escribe que los soldados de tonalidad no estaban en absoluto libres de indisciplina, pero que los oficiales estadounidenses exhibieron un interés explícito en la raza del soldado a la hora de informar de tales comportamientos.
Carol Huntington consideró que los soldados americanos que violaban mujeres alemanas y después las obsequiaban con comida, podrían haber visto la acción como un acto de prespitación y no como una violación. Es probable que una de las causas del menor índice de violaciones esté en que gran parte de las relaciones eran consensuadas. Se calcula que el número de «niños de la ocupación» (Besatzungskinder), deseados o no, nacidos en la Zona de ocupación estadounidense ronda los noventa y cuatro mil, de los cuales el 2% o 3% eran mestizos y solían darse en adopción en más alta proporción. Solo cuando en diciembre de 1946 se permitieron los matrimonios mixtos se pudo normalizar en parte la situación, y unas 14 000 alemanas marcharon a Estados Unidos con sus esposos.

Militares franceses
Las tropas francesas tomaron parte en la oleada turística de Alemania, y una parte de la zona ocupada fue asignada a Francia.

Según Perry Biddiscombe, los franceses cometieron «385 violaciones en el área de Constanza; 600 en Bruchsal; y 500 en Freudenstadt». Soldados franceses hicieron una «orgía de violaciones» en el distrito de Höfingen, cerca de Leonberg. Según Norman Naimark, con respecto a las violaciones, las tropas francesas de jovenlandia se comportaban igual que las soviéticas, en particular durante el principio de la ocupación de Baden-Wurtemberg.

Referencias
Biddiscombe, Perry (2001). «Dangerous Liaisons: The Anti-Fraternization Movement in the U.S. Occupation Zones of Germany and Austria, 1945–1948». Journal of Social History 34 (3): 611-647. JSTOR 3789820.
Volver arriba ↑ Heineman, Elizabeth (1996). «The Hour of the Woman: Memories of Germany's "Crisis Years" and West German National Identity». American Historical Review 101 (2): 354-395. JSTOR 2170395.
Volver arriba ↑ Kuwert, P.; Freyberger, H. (2007). «The unspoken secret: sensual violence in World War II». International Psychogeriatrics 19 (4): 782-784. doi:10.1017/S1041610207005376.
↑ Saltar a: a b BBC - History - World Wars: The Battle for Berlin in World War Two
Volver arriba ↑ Hanna Schissler The Miracle Years: A Cultural History of West Germany, 1949–1968 [1]
Volver arriba ↑ Silence Broken On Red Army Rapes In Germany : NPR
Volver arriba ↑ William I. Hitchcock The Struggle for Europe The Turbulent History of a Divided Continent 1945 to the Present ISBN 978-0-385-49799-2
Volver arriba ↑ Atina Grossmann. A Question of Silence: The Rape of German Women by Occupation Soldiers October, Vol. 72, Berlin 1945: War and Rape "Liberators Take Liberties" (Spring, 1995), pp. 42–63 MIT Press. URL: A Question of Silence: The Rape of German Women by Occupation Soldiers on JSTOR
Volver arriba ↑ Helke Sander/Barbara Johr: BeFreier und Befreite, Fischer, Frankfurt 2005
Volver arriba ↑ Seidler/Zayas: Kriegsverbrechen in Europa und im Nahen Osten im 20. Jahrhundert, Mittler, Hamburg Berlin Bonn 2002
Volver arriba ↑ Sheehan, Paul (17 de mayo de 2003). «An orgy of denial in Hitler's bunker». The Sydney Morning Herald. Consultado el 7 de diciembre de 2010.
Volver arriba ↑ Beevor, Antony (1 de mayo de 2002). «They raped every German female from eight to 80». The Guardian (Londres).
Volver arriba ↑ Beevor, Antony (2003). The Fall of Berlin 1945 (en inglés). Penguin Books. ISBN 0142002801.
Volver arriba ↑ Bessel, Richard (2010). Germany 1945: From War to Peace (en inglés). Simon & Schuster. ISBN 1416526196.
Volver arriba ↑ On the Bloody Road to Berlin: Frontline Accounts from North-West Europe & the Eastern Front, 1944–45 por Duncan Rogers y Sarah Williams
Volver arriba ↑ Naimark, p. 92
Volver arriba ↑ Naimark, p. 79
Volver arriba ↑ Statiev, Alexander (2010). The Soviet Counterinsurgency in the Western Borderlands.

Bibliografía
Alexievich, Svetlana. У войны не женское лицо (en ruso). Moscou: Publicacions Vremya, 2008. ISBN 978-5-9691-0331-3.
MacDonogh, Giles (2010). Después del Reich. Barcelona: Círculo de Lectores. ISBN 978-84-672-3851-8.
Naimark, Norman M. The Russians in Germany: A History of the Soviet Zone of Occupation, 1945–1949. Cambridge: Belknap Press, 1995. ISBN 0-674-78405-7.

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Las alemanas sufrieron 860.000 violaciones de los aliados | Crónica | EL MUNDO

Las alemanas sufrieron 860.000 violaciones de los aliados

Elfriede fue forzada a los 14 años por soldados de EEUU

Hay un caso documentado de una niña de 7

Se sabía de los abusos de los rusos tras la II GM, pero menos de los de los americanos

Una investigación les adjudica 190.000 violaciones. Y recoge testimonios


ROSALÍA SÁNCHEZBerlín Actualizado: 08/03/2015 10:55 horas

"No había agua corriente y mi progenitora y yo habíamos salido a buscar agua con cubos. Al llegar al puente, los soldados americanos dijeron que mi progenitora debía pasar, pero que yo tenía que esperar allí. Mamá hizo ademán de volver atrás, pero la empujaron y la obligaron a atravesar el puente. Ella miraba hacia atrás sin perderme de vista, pero no podía hacer nada". Así relata Elfriede Seltenheim el momento en que las tropas de los aliados occidentales, que habían ocupado su pueblo en Ostbrandenburg, la arrancaron del seno de su familia.

Tenía 14 años en aquel mes de febrero de 1945. Una fotografía tomada unos días antes, a modo de celebración del final de la II Guerra Mundial, la muestra con una tímida sonrisa y dos trenzas doradas que caen sobre sus hombros. Desde allí fue trasladada a un barracón en el que los soldados estadounidenses la violaron innumerables veces, día y noche, durante cuatro semanas.

"No recuerdo haber gritado ni una sola vez. Estaba aterrada", dice. A sus 84 años, recuerda los hechos mientras limpia sus manos, una y otra vez, en la cobertura que protege el reposabrazos del sillón en el que repasa sus recuerdos. Cuando regresó a casa no se habló jamás del asunto, ni jamás desde entonces se le ha ocurrido reclamar ningún tipo de reconocimiento o indemnización. "Algo quedó muerto en mí", trata de explicar ahora. "Perdí la sonrisa para siempre. Después perdí las lágrimas. Y le voy a decir una cosa: se puede vivir sin sonreír, pero no se puede vivir sin llorar".

Setenta años después del final de la II Guerra Mundial sigue sin hablarse en voz alta en Alemania sobre las mujeres y niñas forzadas por las tropas de ocupación. La familia de Elfriede, como muchas otras, sentía terror a la llegada de las tropas rusas porque entre pueblos y ciudades viajaban rápidamente las historias sobre violaciones sistemáticas del ejército rojo. Los soldados americanos, sin embargo, fueron recibidos como liberadores y la propaganda ha dejado marcada en el ideario colectivo alemán la imagen del "amigo americano" como un soldado de ocupación que no cometió crímenes de guerra. La investigación de la historiadora alemana Miriam Gebhardt, cambia esa versión de la historia.

'Es sólo el prinicipio'

Gebhardt, que por primera vez pone cifras a las violaciones masivas, calcula 860.000 en los meses posteriores al fin de la guerra. Al menos 190.000 de ellas fueron perpetradas por soldados americanos. "Pero estas cifras son sólo la punta del iceberg. La cifra oscura seguramente es muy superior al doble porque muchas mujeres y niñas prefirieron no hablar nunca de ello por vergüenza", explica, al tiempo que señala que la publicación de su libro, Cuando llegaron los soldados, es "sólo el principio".

"Durante la primavera de 1945 las tropas americanas tomaron uno a uno los pueblos y ciudades de Oberbayern. En la mayor parte de ellos no encontraron resistencia alguna e incluso eran recibidos con banderas americanas en las calles, de forma que se instalaban en el ayuntamiento y después los soldados pasaban casa por casa. Efectuaban un primer registro en busca de combatientes o de armas y, una vez comprobado que estaban a salvo, comenzaban el pillaje. Se apropiaban de relojes, bicicletas, radios, gafas de sol, joyas y cualquier objeto que les gustase como souvenir. Después violaban a mujeres y niñas antes de marcharse". Así lo recuerda Charlotte W., que entonces tenía 18 años y que durante toda su vida ha asegurado que fue escondida a tiempo por sus padres.

"Esas mujeres han fingido que no ocurrió o han guardado silencio durante décadas por vergüenza. Es un síntoma común en la mayor parte de víctimas", explica Gebhardt, cuyo objetivo con esta investigación es propiciar un reconocimiento para estas mujeres y para su sufrimiento, hasta ahora ignorado por las autoridades alemanas y por su- puesto por los responsables.
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La mayor parte de las violaciones las llevaron a cabo soldados rusos, un aspecto más documentado en la Alemania occidental. Pero nada se sabía hasta el momento de las tropelías cometidas por los americanos. "Yo misma me he sorprendido por la dimensión de estos crímenes", admite la historiadora. Estas violaciones se prolongaron hasta 1955, cuando la región por fin recuperó su soberanía. Durante ese periodo de tiempo, 1.600.000 soldados estadounidenses estuvieron en territorio alemán.

Ni la administración alemana, inexistente, ni las tropas de ocupación llevaron registro de las violaciones. La mayor parte de las pruebas documentales las ha encontrado, explica, en los informes que realizó la Iglesia. El arzobispo de Múnich y Frisinga, ante lo que estaba ocurriendo en silencio, pidió a los sacerdotes llevar un registro puntual sobre las actividades de los ejércitos extranjeros en la región y sus efectos sobre las comunidades. A estos registros que se conservan en Múnich pertenecen, por ejemplo, las anotaciones de Michael Merxmüller, párroco del pueblo de Ramsau, que el 20 de julio de 1945 escribió: "Ocho niñas y mujeres forzadas, algunas de ellas en presencia de sus padres".

El 25 de ese mismo mes, el padre Andreas Weingand, de un pueblo al norte de Múnich, escribía: "Lo más triste durante su paso fueron las violaciones de tres mujeres: una casada, una soltera, y una niña virgen de 16 años y medio. Todas cometidas por soldados americanos fuertemente embriagados".

El padre Alois Schiml de Moosburg escribió el 1 de agosto de 1945: "Por orden del gobierno militar, una lista de todos los residentes y sus edades debe ser clavada en la puerta de cada casa. Como resultado de este decreto, (...) 17 niñas y mujeres (...) han debido ser llevadas al hospital, tras haber sido objeto de abusos sensuales repetidos".

La víctima más pequeña registrada en estos documentos fue una pequeña de siete años que contrajo una grave enfermedad venérea. La mayor, una mujer de 69 años.

"A menudo las tropas americanas pedían a las autoridades locales personal femenino, grupos de mujeres de 15 en 15, supuestamente para atender en las tareas de secretariado o cocina. Era un tipo de trabajo forzoso que a menudo encubría violaciones indiscriminadas. Los grupos de mujeres rotaban, eran sustituidas cada 15 días y cuando volvían a casa guardaban silencio incluso con sentimiento de culpa", describe la investigadora.

Además proliferaban las escapadas nocturnas en busca de mujeres indefensas. "Una noche llamaron a la puerta, eran siete soldados americanos armados. Exigieron que les preparasen comida y después violaron a mi abuela y a mi progenitora. Mi primo lo vio todo, pero nunca habló de ello. Mi progenitora y mi abuela tampoco", relata Maximiliane, que creció sin saber que era hija de uno de aquellos desalmados. "Comencé a sospechar cuando, ya universitaria, quise hacer un viaje de estudios a EEUU... A mi progenitora aquello la desestabilizó por completo y después de varios meses y de mucha tensión, mi primo me contó lo que había detrás de todo aquello".

Los soldados se vendían información, unos a otros, sobre en qué casas había mujeres y niños indefensos. "Lo que más me ha chocado todos estos años, desde que supe lo ocurrido, es que mi progenitora aceptó, sencillamente. En su concepción de las cosas, ella pertenecía al bando de los perdedores de la guerra y de alguna forma debía aceptar eso como un castigo. Nunca habló de ello", lamenta Maximiliane.

Bebés sin padres

Los embarazos fruto de aquellas violaciones son precisamente la base sobre la que la historiadora Gebhardt hace ahora sus proyecciones. Partiendo de que el 5% de los "niños de la guerra" nacidos de mujeres no casadas en Alemania y Berlín Occidental a mediados de la década de 1950 fueron el producto de una violación, da un total de 1.900 niños de padres estadounidenses. Atendiendo además a la estadística de la que se desprende que por cada nacimiento cabe suponer 100 violaciones, aparecen como resultado los 190.000 casos.

En los partes hospitalarios queda constancia de la brutalidad. "Además de forzadas, muchas mujeres eran azotadas con fustas y látigos o atacadas con armas blandas".

En documentos judiciales constan pruebas también de suicidios de niñas de 13 años tras ser víctimas de violaciones en grupo, bien colgándose de una viga de la casa o bien ingiriendo altas dosis de esencia de vinagre, los dos recursos más utilizados. "Mi sobrina de 13 años fue amada sin consentimiento en la habitación de al lado por 14 soldados rusos. A mi mujer la arrastraron hasta el granero y allí la violaron también. A la mañana siguiente, antes de dejar la granja, volvieron a hacerlo. Al abrir el granero encontramos su cuerpo destrozado", relata Otto H., que arrastró en su conciencia esa noche en una granja de Friedeberg, en Pomerania, el resto de su vida.

Después de los primeros meses de la guerra, en los que este tipo de abusos estuvo a la orden del día, proliferaron otro tipo de actos sensuales donde la frontera del consentimiento se vuelve mucho más difusa. El hambre y las precariedades de la postguerra llevaron a muchas alemanas a prostituirse por unas patatas con las que a menudo se alimentaba una familia. La propaganda estadounidense promovió la idea de que las mujeres alemanas se sentían atraídas por las tropas americanas, lo que sirvió como argumento machista para los excesos.

Gebhardt insiste en que el sentido de retirar el velo es la denuncia de la crueldad con la que los conflictos bélicos afectan a las mujeres, sin que ni siquiera la historia se ocupe de esclarecer esos hechos, que se pierden en el olvido y en la psicología más profunda de las sociedades.

---------- Post added 03-may-2016 at 02:42 ----------

http://www.elmundo.es/cronica/2002/329/1012823963.html

Domingo 3 de febrero de 2002 - Número 329
HISTORIA | II GUERRA MUNDIAL

Antony Beevor, autor de «Stalingrado», una novela que causó gran impacto internacional, ha realizado una minuciosa investigación sobre otro episodio de la II Guerra Mundial: la caída de Berlín. Su nuevo libro sacude las conciencias con las revelaciones de barbaridades cometidas por soldados rusos
forzadas por el ejército ruso

ALLAN HALL

El Reichstag, el Parlamento alemán, bombardeado por las tropas rusas durante la ocupación de Berlín, en la Segunda Guerra Mundial. El diario se descubrió entre las ruinas en llamas de Berlín, totalmente arrasada por el choque de dos ejércitos poderosos y desesperados.No había ningún nombre escrito en la portada, pero entre todas las historias de privaciones y luchas, una revelaba el infierno de una guerra que se acercaba a su apocalíptico final. La autora, una joven alemana, describía cómo había sido amada sin consentimiento por los soldados del Ejército Rojo, que avanzaba ávido de tomar la ciudad y de vengarse de los alemanes.

«Cierra los ojos, aprieta los dientes, no digas nada», garabateó la mujer, recordando cómo se había inducido al silencio para soportar la agresión. «Pero cuando la ropa interior cae rasgada y los dientes rechinan involuntariamente, la última prenda...Estoy paralizada. No siento ardor de estomago, sino una completa frialdad.Es como si mi espalda estuviera helada. Estoy mareada, tengo frío en la nuca. Antes de marcharse extrae algo del bolsillo y lo lanza sobre la mesa sin decir palabra; aparta la silla y sale dando un portazo. Ha dejado un paquete de tabaco arrugado.Es la propina».

Ha habido que esperar hasta ahora, 60 años después de que se produjera la violación de esta mujer anónima, para que se conozca la verdadera dimensión de la campaña de violaciones perpetrada por el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. El escritor británico Antony Beevor, ex oficial del Ejército cuya reconstrucción de la batalla de Stalingrado se convirtió en un éxito de ventas, está a punto de publicar un libro sobre la caída de Berlín. Al buscar entre archivos soviéticos, cuyo acceso había estado vedado a los historiadores hasta hace poco, Beevor descubrió una tormenta de venganzas que le dejó «totalmente consternado».

Se cree que unos dos millones de mujeres fueron forzadas, agredidas o asesinadas por los soldados del Ejército Rojo en su avance sobre Alemania, pero el libro de Beevor revelará horrores aún mayores. «Cuando el Ejército Rojo llegó a Berlín, los soldados ya consideraban a las mujeres una especie de botín carnal», afirma.«Creían que podían hacer lo que quisieran, ya que estaban liberando Europa».

En algunos casos las mujeres de una calle entera fueron forzadas: abuelas, embarazadas, incluso mujeres que se encontraban en su lecho de fin. Según el representante del Vaticano en Berlín, en octubre de 1945, seis meses después del final de la guerra, miles de mujeres permanecieron semanas escondidas en los tejados para eludir los saqueos y registros de los escuadrones del Ejército Rojo quienes, cuando se emborrachaban, avivaban su apetito sensual.

«Han forzado a mujeres de entre 10 y 70 años, e incluso a algunas de hasta 75 años», aseguraba el representante del Vaticano. Beevor ha descubierto aspectos todavía más siniestros: los rusos violaron incluso a reclusas liberadas de los campos de concentración, mujeres esqueléticas, vestidas de harapos. «Esto echa por tierra la idea de que los soldados sólo utilizaron la violación como una forma de venganza contra los alemanes», afirma. Sus comentarios ya han provocado polémica. El embajador ruso en Londres ha acusado al escritor británico de «blasfemar» contra el pueblo ruso. «Es una injuria contra el pueblo que salvó al mundo del nazismo», ha declarado indignado esta semana Grigory Karasin.

Pero para comprender los hechos de la caída de Berlín, es necesario conocer lo ocurrido antes. En su avance hacia Stalingrado, los alemanes abrieron una brecha de destrucción a lo largo de Rusia, una de las mayores infamias registradas en los anales de la guerra.El 30 de marzo de 1941, en un discurso pronunciado ante 200 altos mandos del Ejército alemán, Hitler explicaba a grandes trazos que la Operación Barbarrosa, la ofensiva contra la Unión Soviética, sería totalmente distinta a las guerras anteriores. «Debemos olvidar la camaradería entre combatientes», decretó. «Los comunistas no son camaradas, ni antes ni después de la batalla. Esta es una guerra de aniquilación. Venceremos al enemigo, pero si no comprendemos esto tendremos que volver a luchar contra los comunistas dentro de 30 años».

A las tres de la madrugada del 22 de junio de 1941 se desató la mayor ofensiva militar de la Historia. Tres millones de soldados cruzaron un frente de casi 1.600 kilómetros. Había comenzado el conflicto que, según Hitler, sería «una guerra sin normas».A finales de ese año, cuatro millones de rusos habían muerto en combate y otros 3,5 millones habían sido hechos prisioneros.El 97% moriría.

En su avance, los alemanes hicieron desaparecer del mapa 7.000 aldeas rusas. Los hombres fueron asesinados por los Escuadrones de Acción de las SS; las mujeres a menudo eran forzadas y enviadas a las fábricas alemanas a trabajar como esclavas o a campos de concentración o de exterminio. La mayoría de los niños eran ejecutados en cuanto llegaban a los campos de Treblinka, Sobibor, Belzec y, más tarde, Auschwitz-Birkenau.

En el campo de batalla, los soldados del Ejército Rojo no podían recurrir a la rendición. «No entendíamos cuando sacaban la bandera blanca en Francia, sabe, eso de rendirse», declaró un miembro de la SS de Das Reich durante los juicios celebrados tras la guerra. «En Rusia, cuando la gente se rendía simplemente les pasábamos por encima con los tanques». En la gran Leningrado, los nazis organizaron un asedio que se extendió durante 900 días, se cobró 1,5 millones de vidas y obligó a algunos ciudadanos a practicar el canibalismo. Con razón los rusos sentían un repruebo profundo hacia «el invasor fascista».

Y cuando la suerte de la batalla de Stalingrado cambió a favor del Ejército Rojo, que comenzó a avanzar, los rusos vivieron una verdadera pesadilla al pasar junto a casas destruidas, ciudades arrasadas y agujeros llenos de cadáveres. Esto avivó el afán de venganza, algo que Stalin fomentó de todas las formas posibles.

Los soldados del Ejército Rojo eran hombres duros mongoles, cosacos, tártaros y siberianos , no eran rusos occidentalizados de Leningrado o Moscú, hombres más moderados por influencia de la educación, o por su participación en el socialismo utópico del partido. De todos modos, las violaciones no fueron hechos generalizados desde el principio. Cuando entraron en territorio alemán, lo primero que los soldados decían era «Ur», es decir, reloj de pulsera. El saqueo o la destrucción de las posesiones de una burguesía que despreciaban eran para ellos prácticas legítimas.Pero pronto comenzaron a decir «Frau, Komma». Y durante el final apocalíptico del Tercer Reich, las mujeres y los niños tuvieron que pagar por los pecados de las SS, la Gestapo y los «einsaizgruppen», o escuadrones de la fin.

TAMBIÉN MORIBUNDAS
En la aldea de Dahlem, recuerda una mujer, «los rusos se colocaron en fila delante de un grupo de mujeres. Ni siquiera se daban cuenta de que algunas estaban agonizando, porque habían ingerido veneno o sufrían hemorragias internas. Los soldados les abrían la boca a la fuerza y las obligaban a tomar bebidas alcohólicas».

Anna Seddig, una joven de Prusia oriental que intentaba escapar de la guerra encinta y con su hijo de un año, Siegfried, fue otra víctima de los rusos. «Una noche, cuando buscábamos un lugar para refugiarnos, nos topamos con un grupo de soldados. Nos iluminaron con una linterna. Uno me dijo: "Te vamos a llevar a un lugar donde podrás pasar la noche". Era un refugio antiaéreo. Ahí me violaron, uno tras otro. Era como si estuviera muerta, tenía calambres por todo el cuerpo. Sientes da repelúsncia, sólo sientes da repelúsncia. Éramos blancos legítimos para los rusos. No sé cuántos hombres había, 10, 15...».

Muchos han intentado ocultar lo ocurrido. Cornelius Ryan, autor de The Last Battle, donde narra la caída de Berlín, descubrió que tras publicarse el libro en 1966 algunos editores lo presionaron para que eliminara pasajes como el siguiente: «Mientras continuaba la batalla, se producía otra ofensiva salvaje. Era encarnizada, personal. Las hordas rusas que llegaban tras los disciplinados veteranos del frente exigían el derecho de los conquistadores: las mujeres de los conquistados». «Úrsula Roester dormía en el sótano de una casa de Zehlendorf junto con sus padres, sus hijas gemelas de seis años, y Bernard, su hijo de siete meses, cuando cuatro soldados rusos golpearon la puerta con la culata de sus fusiles». «Registraron el refugio. Un soldado ruso encontró un frasco de perfume francés. Lo destapó, lo olió y lo derramó sobre su uniforme. Otro encañonó a los padres e hijos de Úrsula y los encerró en el sótano. A continuación, los cuatro se turnaron para violarla».

«Al día siguiente, a eso de las seis de la mañana, Úrsula estaba amamantando a su bebé cuando otros dos soldados rusos entraron en el sótano». «Intentó escapar por la puerta con su bebé en brazos. Pero estaba muy débil. Uno de los rusos le quitó el bebé y lo colocó en su cochecito. El otro la miró y sonrió. Ambos la violaron...».

El legado de la campaña de violaciones del Ejército Rojo es imperecedero.Para los soldados vencidos de las divisiones nazis, así como para los industriales, los banqueros y los altos cargos del partido que se habían pavoneado durante el apogeo del régimen, la violación de sus mujeres era la máxima humillación. Hanna Gerlitz, esposa de un banquero de Berlín, fue amada sin consentimiento por seis soldados rusos delante de su marido. «Cuando terminaron», recuerda, «dispararon sus fusiles al aire. Las otras personas que estaban en casa creían que me habían asesinado, hasta que les grité: "Estoy bien. Ya todo ha acabado"». Después tuve que consolar a mi esposo y ayudarlo a recobrar el valor. Lloraba como un niño».

El viaje hasta este infernal crisol de crueldad ha resultado traumático para Beevor, y le ha hecho pensar: «He llegado a la conclusión de que ante la falta de disciplina militar un hombre armado, deshumanizado tras dos o tres años de guerra, se convierte en la mayoría de los casos en un forzador en potencia».

Mientras, Berlín sigue reconstruyéndose con su nueva imagen de ciudad europea y quienes sufrieron llegan al final de sus vidas.Las cicatrices de Alemania van desapareciendo. A los rusos les es más difícil olvidar. En cada punto de las estepas donde los alemanes borraron del mapa una aldea, ahora hay una campana.Aún tocan a la crueldad del hombre cuando el viento bate las tierras sobre las que los alemanes marcharon triunfalmente, las mismas por las que más tarde se replegaron en la ignominia.

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http://edant.clarin.com/diario/2002/07/04/s-03801.htm





REVELACIONES DE UN LIBRO QUE SACUDE A EUROPA
La terrible historia de millones de alemanas forzadas por los rusos



Fue durante el avance hacia Berlín en 1945. Ahora se sabe que los rusos lo tomaban como una venganza.


Kate Connolly. THE OBSERVER. ESPECIAL PARA CLARIN.
Es uno de los dramas más trágicos y ocultos del siglo XX, pero ahora —medio siglo después— el libro de un historiador militar británico logró que muchas mujeres alemanas hablaran de él: los horrores vividos a manos de soldados soviéticos, que perpetraron violaciones en Alemania desde 1945 hasta 1949.

La odisea de estas mujeres salió a la luz gracias a Anthony Beevor, cuyo libro Berlín: The Downfall, 1945 (Berlín: La caída, 1945) se publicó el mes pasado y se convirtió en suceso.

En su best-séller, Beevor —un ex soldado británico— usa material inédito de los archivos rusos de Moscú y describe el terrible sufrimiento de unas dos millones de mujeres y niñas alemanas.

Entre las víctimas hubo mujeres que llegaron a ser figuras destacadas. Por ejemplo, Hannelore Kohl, esposa del ex canciller Helmut Kohl. La señora Kohl (se suicidó el año pasado) fue amada sin consentimiento a los doce años, cuando ella y su mamá no pudieron escapar en un tren que iba a Dresden.

El libro de Beevor tuvo una conmovedora recepción de las víctimas, muchas de las cuales viven en Gran Bretaña.

"Me habían ordenado enterrar a unos muchachos de la Juventud Hitleriana cuando ellos me encontraron", dice Martha Dowsey. "Seis soldados del Ejército Rojo con las caras tiznadas me tiraron al suelo junto a las tumbas y me violaron, uno tras otro". La mujer tiene ahora 81 años. Durante décadas, nunca había encontrado a nadie que creyera lo que le tocó vivir. Por años, se consideró que el Ejército Rojo era un grupo de héroes que había liberado a Alemania de los nazis.

Para Martha no fue así. "Eran agresivos, brutales. Nunca les conté esto a mis hijos; y mi esposo sólo supo que me había pasado algo horrible. Tuvo la delicadeza de no preguntar", dice en su casa de un barrio del sur de Londres.

Hace muy poco que Martha se armó de valor y habló. Y fue gracias al libro de Beevor. Las víctimas —a quienes Beevor señala que los rusos consideraban "botín de guerra" con el que compensar los crímenes de la Wehrmacht en Rusia— iban de los 12 a los 80 años de edad o más.

Una mujer alemana —Jutte, de Preston— le escribió a Beevor: "Muchas veces quise hablar de eso, pero sabía que nadie me creería o que interpretarían mi historia como un rapto de autocompasión. Lo que usted escribió es una forma de mostrar cómo se puede soportar el sufrimiento."

Una mujer a la que Beevor visitó en Berlín le contó que había apiolado a un soldado con su arma mientras él trataba de violar a su mamá. "Después —dice Beevor— me di cuenta de que el soldado la había forzado a ella y que ella luego había armado la historia y trataba desesperadamente de creerla."

En sus cartas, las mujeres confirmaron lo que describe Beevor en el libro en el sentido de que, para evitar correr la misma suerte que sus vecinas, muchas mataron a sus hijas y luego se suicidaron.

Para fines de la década de 1940 —las violaciones se sucedieron durante tres años o más— las tropas soviéticas habían sembrado desesperación. Según algunos informes, el 90% de las mujeres berlinesas había contraído enfermedades venéreas. Beevor cita declaraciones de un médico que le dijo que, de las aproximadamente 100.000 mujeres forzadas en Berlín, un 10% murió, la mayoría por suicidios. La tasa de mortalidad del casi millón y medio de mujeres forzadas en el este de Prusia, Pomerania y Silesia, dice, es más elevada.

En el caso de las embarazadas, se estima que el 90% abortó. Las que optaron por seguir con el embarazo, dieron al bebé en adopción porque no soportaban la vergüenza. En 1946, el 3,7% de los niños nacidos en Berlín eran hijos de rusos.

Helke Sander, militante izquierdista alemana y autora de Liberador y liberado, una extensa investigación sobre las mujeres forzadas que realizó en 1992, asegura que todavía se sienten las consecuencias.

"Hay mujeres que nunca pudieron hablar de esto y cuyos maridos se los prohíben. También están sus hijos, que ahora descubren que son producto de una violación. Finalmente, están los que tratan de averiguar la identidad de sus padres".


TRADUCCION: CECILIA BELTRAMOhíben. También están sus hijos, que ahora descubren que son producto de una violación. Finalmente, están los que tratan de averiguar la identidad de sus padres".llón y medio de mujeres forzadas en el este de Prusia, Pomerania y Silesia, dice, es más elevada.

En el caso de las embarazadas, se estima que el 90% abortó. Las que optaron por seguir con el embarazo, dieron al bebé en adopción porque no soportaban la vergüenza. En 1946, el 3,7% de los niños nacidos en Berlín eran hijos de rusos.

Helke Sander, militante izquierdista alemana y autora de Liberador y liberado, una extensa investigación sobre las mujeres forzadas que realizó en 1992, asegura que todavía se sienten las consecuencias.

"Hay mujeres que nunca pudieron hablar de esto y cuyos maridos se los prohíben. También están sus hijos, que ahora descubren que son producto de una violación. Finalmente, están los que tratan de averiguar la identidad de sus padres".

Berlín: La caída, 1945, despertó indignación en Rusia. El embajador ruso en Gran Bretaña lo calificó de "acto de blasfemia". El libro se publicará en Alemania en setiembre, y ya le dijeron a Beevor que lo más probable es que desate una tormenta. El diario Die Welt dijo que es "un golpe épico" que revela "una crónica desconocida de las atrocidades cometidas cuando el Ejército Rojo avanzó hacia Berlín".

Luego del revuelo que el libro provocó en Rusia, Beevor está preparado para la posibilidad de que haya un incidente diplomático entre Berlín y Moscú. "Es un tema muy delicado, y el gobierno alemán se muestra renuente a desenterrarlo por temor a perjudicar la nueva relación que estableció con pilinguin y el Kremlin", dice.

También llegará al mercado alemán en momentos en que ese país se encuentra inmerso en un debate sobre la "normalización", mediante el cual trata de abordar su historia de manera más amplia. Die Welt señala que después de "medio siglo de frío interior" durante el cual Alemania trató de reflexionar y expiar su pasado nancy pero prestó muy poca consideración a las penurias que vivieron sus ciudadanos, el libro de Beevor demuestra que, para seguir adelante, los alemanes tienen que evaluar no sólo su papel de verdugos, sino también el de víctimas.nterior" durante el cual Alemania trató de reflexionar y expiar su pasado nancy pero prestó muy poca consideración a las penurias que vivieron sus ciudadanos, el libro de Beevor demuestra que, para seguir adelante, los alemanes tienen que evaluar no sólo su papel de verdugos, sino también el de víctimas.ante, los alemanes tienen que evaluar no sólo su papel de verdugos, sino también el de víctimas.

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http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/05/150505_finde_violaciones_masivas_berlin_egn

El drama oculto de las violaciones masivas durante la caída de Berlín

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La actuación de las tropas de la Unión Soviética en la derrota de la Alemania nancy durante la Segunda Guerra Mundial es uno de los momentos más gloriosos de esa nación.
Sin embargo, 70 años después, la revisión de esos días finales de la guerra saca a relucir un ángulo oscuro de esa historia: las violaciones masivas de mujeres alemanas a manos de soldados soviéticos.
A continuación compartimos testimonios que, cabe la advertencia, algunos lectores pueden encontrar perturbadores.
El precio de Berlín
En las afueras de Berlín, en el parque Treptower, hay una estatua de unos 12 metros de alto, con la figura de un soldado soviético con una espada en la mano y una muchacha alemana en la otra, pisando una esvástica rota.
En fotos: La celebración del Día de la Victoria
Así simbolizan el lugar donde murieron 5.000 de los 80.000 soldados del Ejército Rojo caídos en Berlín entre 16 de abril y el 2 de mayo de 1945.
La colosal proporción del monumento refleja la escala del sacrificio. Resulta inevitable observar la inscripción que tiene la estatua donde se lee que el pueblo soviético salvo a la civilización europea del fascismo.
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No obstante, para muchos este memorial se llama La Tumba del forzador Desconocido.
Existen registros de innumerables casos de violaciones cometidas por tropas del Ejército Rojo en la capital alemana, aun cuando de esto no se habló en los años siguientes al final de la guerra, y particularmente es tabú en Rusia hasta la fecha.
Los medios rusos suelen calificar las violaciones masivas como mitos de Occidente, aunque muchos de los datos hallados han sido extraídos del diario de un joven soldado soviético.
El diario que narra el horror
Vladimir Gelfand era un joven teniente judío, proveniente de la región central de Ucrania, quien escribió con una franqueza brutal todos los pormenores de las atrocidades de la guerra desde 1941. A pesar de que el ejército había prohibido llevar diarios, por considerarlos un riesgo para la seguridad.
El manuscrito ha sido ampliamente publicado y pinta la situación caótica de la vida en su batallón, caracterizada por raciones perversoss de comida, piojos, antisemitismo y robos (donde se robaban hasta las botas a sus compañeros).
En febrero de 1945, Gelfand estaba destacado cerca de la represa del río Oder, donde el ejército se preparaba para el golpe final sobre Berlín. Ahí cuenta cómo sus camaradas rodeaban y aniquilaban batallones de mujeres alemanas combatientes.
"Las gatas alemanas que capturábamos decían que estaban vengando a sus maridos muertos", escribe el teniente. "Debemos destruirlas sin misericordia. Nuestros soldados sugieren apuñalarlas en sus genitales, pero yo solo las ejecutaría".
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Uno de los pasajes más reveladores lo escribió el 25 de abril, cuando ya habían llegado a Berlín. Gelfand cuenta que estaba dando vueltas en una bicicleta por el río Spree, cuando se topó con un grupo de alemanas que cargaban maletas y bultos.
Con su alemán precario preguntó a dónde iban y por qué habían abandonado sus hogares.
"Con horror en sus rostros me contaron lo que les había ocurrido la primera noche que arribó el Ejército Rojo a la ciudad", escribió.
"Me clavaron aquí", dijo una de las muchachas y se levantó la falda. "Toda la noche. Eran viejos y otros tenían espinillas. Todos se montaron por turnos. No menos de 20 hombres", dijo antes de estallar en lágrimas.
El teniente cuenta que la muchacha de repente se le tiró encima y le dijo: "Tú puedes acostarte conmigo. Haz lo que quieras conmigo, ¡pero solo tú!".
Para ese entonces ya los abusos y violaciones cometidas por los soldados alemanes en la Unión Soviética eran ampliamente conocidos durante los últimos cuatro años, lo cual Gelfand había conocido de primera mano mientras se abrían paso hacia Alemania.
Los alemanes atacaron primero
El hijo de Gelfand, Vitaly, cuenta que su padre vio cómo los soldados nazis acabaron con pueblos completos, matando incluso a niños pequeños. También vio evidencias de violaciones masivas.
El ejército alemán supuestamente era una fuerza bien organizada compuesta por arios que no contemplaban tener sesso con lo que ellos consideraban como subhumanos.
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No obstante, de acuerdo con el historiador de la Escuela de Altos Estudios de Economía en Moscú, Oleg Budnitsky, esa prohibición fue abiertamente ignorada.
De hecho, los oficiales nazis estaban tan preocupados por los casos de enfermedades venéreas que establecieron una cadena de burdeles militares a través de los territorios ocupados.
Es difícil constatar como fueran tratadas las rusas por los soldados alemanes, dado que la mayoría no sobrevivió a la ocupación, pero el Museo Ruso Alemán en Berlín, dirigido por Jorg Morre, muestra una fotografía del cadáver de una mujer tumbado sobre el suelo, tomada en Crimea por un soldado alemán.
"Luce como si ella hubiese sido asesinada al ser amada sin consentimiento o después. Su falda está levantada y sus manos están sobre su cara", dice Morre.
La hora de la venganza
Cuando el Ejército Rojo inició su marcha hacia Alemania, llamada por la prensa soviética como "la guarida de la bestia", se publican posters alentando a los soldados a mostrar su rabia: "Soldado: ahora estás en tierra alemana. Llegó la hora de la venganza".
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El historiador Antony Beevor cuenta que mientras realizaba su investigación para desarrollar el libro "La caída", en 2002, encontró documentos de violencia sensual en los archivos de la Federación Rusa. Habían sido recabados por la policía secreta y enviados a su jefe, Lavrentiy Beria, a finales de 1944.
"Estos fueron presentados a Stalin. Ahí están los reportes de violaciones masivas en Prusia Oriental, y de cómo las alemanas preferían apiolar a sus hijas y a ellas mismas para evitar ese destino", señala Beevor.
Adaptarse para sobrevivir
Otra fuente de información es el diario de la novia de un soldado alemán, donde se lee que las mujeres se adaptaban a terribles circunstancias con tal de sobrevivir.
Empezando el 20 de abril de 1945, diez días antes de que Adolfo Hitler se suicidara, la autora anónima describe las escenas de sus vecinos durante los bombardeos a Berlín.
La mujer cuenta que las personas corrían hacia el refugio que había en su edificio y menciona a un "joven de pantalones grises y lentes, que al mirarlo más de cerca resultó ser una mujer".
También describe a tres hermanas ancianas que permanecían abrazadas todo el tiempo y que solían bromear diciendo: "Mejor un Russky (ruso) encima, que en un Yank (yanqui) en la cabeza". En otras palabras, que era preferible una violación a ser pulverizadas por los bombardeos estadounidenses.
Cuando los soviéticos llegaron, las mujeres la pidieron a la diarista que usara su conocimiento del ruso para hablar con el oficial al cargo, así que ella salió del refugio y habló con él, pero éste solo se encogió de hombros. "Pasó lo que iba pasar de todas formas", escribió luego.
Los soldados aprovecharon que los vecinos se mantuvieron encerrados en el refugio para violarla brutalmente y casi estrangularla. Cuando los vecinos salieron, la encontraron con sus medias caídas hasta los zapatos. En la mano todavía tenía uno de los tirantes de su sostén.
Ella comenzó a gritarles: "¡Cerdos, dejaron que me violaran dos veces seguidas y me dejaron ahí tirada como si fuera sarama!", se lee en el diario.
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Luego comprendió que para mantenerse a salvo de las violaciones masivas tenía que encontrar un "lobo" que la protegiera. Comenzó una relación menos violenta y más tras*accional con un oficial de Leningrado.
"De ninguna manera puedo decir que me violara. ¿Lo hago por tabaco, azúcar, mantequilla, velas y carne en lata? Hasta cierto punto estoy segura. Además, mientras menos quiere de mí, más me gusta como persona", escribió.
El diario fue publicado en 1959 con el título "Una mujer de Berlín", pero generó fuertes protestas del público por considerar que el libro dañaba la reputación de las mujeres alemanas.
Nuevas denuncias 70 años después
El 70 aniversario del fin de la guerra trajo consigo nuevas investigaciones y denuncias de abusos sensuales cometidos por los Aliados –soldados estadounidenses, británicos, franceses y soviéticos-, que han comenzado a surgir.
Sin embargo, el sentimiento liberador para la mujeres se materializó en 2008 con el estreno de la película Anónima, una adaptación del libro "Una mujer de Berlín", produciendo un efecto catártico para muchas víctimas que habían permanecido en silencio hasta entonces.
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Una de ellas es Ingeborg Bullert, hoy de 90 años de edad. La mujer cuenta que cuando llegaron los soviéticos a su barrio en Berlín, había tanques en la calle. Como todos se refugió en el sótano de su edificio.
Una de las noches de bombardeo, salió del refugio y fue a buscar a su apartamento un pedazo de cuerda para colgar una lámpara. De repente la sorprendieron dos soldados soviéticos que la sometieron con pistolas.
"Me violaron los dos. Pensé que me matarían", recuerda. Ingeborg nunca contó su amarga experiencia, le parecía muy difícil decírselo a alguien. "A mi mamá le gustaba alardear con que a su hija no la habían trocado", relata.
Nunca se sabrá el número de víctimas
Solo entre junio de 1945 a 1946 hubo 995 peticiones de abortos en uno de los distritos de Berlín. Los archivos tienen reportes escritos a mano con escritura infantil, denunciando violaciones en la sala de sus casas frente a sus padres.
Pero probablemente nunca se sepa una cifra definitiva de víctimas. Fuentes de información de los tribunales militares permanecen clasificadas.
El congreso ruso aprobó una ley en la que cualquiera que denigre de la actuación de Rusia durante la Segunda Guerra Mundial enfrentará multas y hasta cinco años de prisión.
Vitaly Gelfand, hijo del diarista Vladimir, no niega que muchos soldados soviéticos mostraron valor y sacrificio durante la guerra, pero esa no es toda la historia.
"Si las personas no quieren conocer la verdad, se engañan ellos mismos. El mundo lo entiende, Rusia lo entiende y las personas que hacen esas leyes para difamar el pasado también lo entienden. No podemos avanzar hasta que no miremos atrás", concluye Vitaly.

---------- Post added 03-may-2016 at 03:05 ----------

http://www.exordio.com/blog/otros-temas/gabriele-koep.html#axzz47YAtUuXo

Gabriele Koepp: ¿Por qué tuve que ser una niña?
por ANDREAS el 9 MARZO, 2010
en OTROS TEMAS


Fuente: Gabriele Koepp: ¿Por qué tuve que ser una niña? — Blog de Exordio

Una mujer alemana se ha convertido en la primera de las estimadas 2 millones de víctimas de violación por soldados soviéticos en la Segunda Guerra Mundial, que ha tenido el valor de romper el tabú y hablar públicamente sobre los crímenes cometidos por el Ejército Rojo.

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El libro de Gabriele Koepp “Warum war ich bloß ein Mädchen?” (¿Por qué tuve que ser una niña?), sobre las violaciones llevadas a cabo por los soviéticos, mientras marchaban hacia Berlín, es el primero en ser publicado con el nombre real de la víctima.
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Los soldados soviéticos fueron alentados por su líder José Stalin a considerar la violación como un derecho, un botín de guerra, alegando que después que la oleada turística de Hitler, quedaron 26 millones de rusos muertos.
El gobierno de Rusia sigue negando los hechos.
‘Frau,’ komm – “Mujer, ven” – fue una frase que las mujeres temían escuchar de los soldados del Ejército Rojo.
En las semanas siguientes a la caída de Berlín, la epidemia de violaciones fue tan feroz que la Iglesia Católica consideró el aborto como una opción para algunas de las víctimas.
Incluso hoy en día, la señorita Koepp, con 80 años de edad, tiene problemas para dormir. Ella nunca tuvo un romance después de su horrorosa experiencia.
Dijo Koepp: “Yo no habría sido capaz de sentir algo de todos modos”. “Para mí, la sexualidad era sólo violencia”.
Sólo existe un testimonio de las violaciones en masa, hecha por una mujer de Berlín, que fue publicado después de la guerra. Su autora permaneció en el anonimato pero su veracidad está fuera de toda duda.
“Pero esa mujer tenía 30 años,” dijo la señorita Koepp. “Yo era poco más que una niña. Escribir esto no ha sido fácil, pero yo no tenía otra opción: ¿quién más podría hacerlo?”
El libro de la señorita Koepp habla por todas las víctimas.
Expertos, que entrevistaron a algunas de esas mujeres, dicen que fueron forzadas un promedio de 12 veces, mientras los 5 millones de soldados del Ejército Rojo avanzaban hacia la capital alemana en 1945.
Las edades de las víctimas oscilaban entre los ocho y los 90 años, con muchas violaciones que terminaban con la fin de la víctima.
Miss Koepp dijo a la revista Der Spiegel, que fue en la tarde del 25 de enero de 1945, cuando tenía 15 años, que su progenitora le dijo deben empacar rápidamente porque tienen que huir de los rusos.
Ellas vivían en Schneidemuhl, en la antigua región alemana de Pomerania que ahora es una ciudad polaca llamada Pila.
“En cierto sentido, me lanzó de cabeza al matadero,” dijo la señorita Koepp. Ella y su hermana se fueron al día siguiente a bordo de un tren de ganado que se suponía iba a dirigirse hacia Berlín.
Por alguna razón, el tren se fue en una dirección contraria y la locomotora fue rápidamente volada por la artillería rusa. “La puerta del vagón de carga estaba trancada por fuera”, dijo. “Me las arreglé para subir y arrastrarse fuera por una ventana. Mi hermana se quedó atrás y no la volví a ver más.”
Al día siguiente, en un pequeño pueblo, las tropas soviéticas recorrieron las casas en busca de presas.
Ella fue amada sin consentimiento dos veces ese día y dos veces a la mañana siguiente. Dijo que se escondió debajo de una mesa en un vestíbulo lleno de refugiados. Cuando los soldados llegaron al edificio, pidiendo a las niñas, las mujeres mayores gritaron: ‘¿Dónde está la pequeña Gabi?” y la sacaron de debajo de la mesa donde estaba escondida.
“Sentí el repruebo bullendo dentro de mí”, escribió. “Fui arrastrada a una casa saqueada. No tenía más lágrimas para llorar”, recordó.
“A la mañana siguiente, fueron las mujeres viejas las que me empujaron a los brazos de un poco agradable oficial. repruebo a fin a esas mujeres.”
Su calvario se prolongó por dos semanas hasta que fue acogida en una granja donde se escondió de los rusos.
Gabriele Koepp se reunió con su progenitora 15 meses más tarde en Hamburgo, pero dice que su progenitora se volvió fría con ella cuando trataba de hablar de su tragedia y vergüenza que le causaba.
Gabriele Koepp piensa que su progenitora sentía remordimientos por haber dejado que ella y su hermana escaparan solas de la casa.
El libro será traducido al Inglés a finales de este año.
Fuente:
MailOnLine: German victim is first to break silence on Red Army rapists after 65 years

---------- Post added 03-may-2016 at 03:11 ----------

http://losdiariosdewinston.blogspot.com.es/2010/08/botin-de-guerra_15.html

Botín de guerra
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“¡Maten! ¡Maten!. En la raza alemana no hay más que mal, ¡ni uno entre los vivos, ni uno entre los aun no nacidos, nada más que mal! Sigan los preceptos del camarada Stalin. Aniquilen a la bestia fascista de una vez por todas en su guarida. ¡Usen la fuerza y rompan el orgullo racial de esas mujeres alemanas! ¡Tómenlas como su botín de guerra! A medida que avancen, maten, nobles soldados del ejercito rojo.”

Comisario judío soviético Llya Ehrenburg


He escogido esta cita para mostrarte otro de esos acontecimientos que seguramente nunca te contaron en clase de Historia; se trata de la brutalidad sistemática y sin precedentes ejercida sobre las mujeres alemanas tras la Segunda Guerra Mundial por las tropas vencedoras mientras sus maridos e hijos permanecían recluídos como prisioneros de guerra. Esta es una parte de la historia de una población compuesta por mujeres, ancianos y niños a manos de los héroes que los liberaron.

Sin lugar a dudas el premio a la brutalidad se lo llevan las hordas asiáticas del ejército rojo, pero los aliados occidentales, como veremos, tienen mucho de que avergonzarse. No permita el destino que nuestra tierra sea nunca liberada por unos ejércitos de buenos como estos.

El artículo que viene a continuacion ha sido extraído del blog Nación y Raza. He dado con él casualmente mientras recopilaba información sobre las violaciones de mujeres alemanas y lo he encontrado tan interesante y bien documentado como para tras*cribirlo en su totalidad.

Botín de Guerra

Uno de los mayores crímenes del siglo XX, y probablemente el mayor crimen contra las mujeres en toda la historia, fueron la violaciones en masa que tuvieron que sufrir las mujeres europeas durante los últimos meses de la guerra y los primeros de la "paz". La mayoría de los forzadores fueron soldados del Ejército Rojo y sobre todo las tropas procedentes de las repúblicas asiáticas de la U.R.S.S. Pero hubo violaciones en todos los frentes, y también hubo forzadores entre americanos, ingleses y franceses. Todos ellos fueron unos criminales, sin lugar a dudas, pero su comportamiento estuvo permitido e incluso alentado por las políticas oficiales de los Aliados que buscaban crear un repruebo absoluto tanto contra Alemania y los alemanes, como contra todas las naciones de Europa que hubieran apoyado al Nacionalsocialismo o que simplemente se hubieran enfrentado al Comunismo.

No se puede contemplar toda la depravación y vicio que se abalanzó sobre las inocentes mujeres y niñas de Europa sin sentir auténtico ardor de estomago y repulsión. He aquí un crimen sobre el cual hasta las "políticamente correctas" feministas guardan un extraño silencio.

La primera documentación y recuento de este horrible crimen, perpetrado en la mayoría de los casos por esos a los que Franklin D. Roosevelt denominó "nuestro noble aliado soviético" se la debemos al Dr. Austin J. App, profesor y experto en literatura inglesa de la Universidad de Scranton y del LaSalle College, entre otros, y quien arriesgó su carrera para que la verdad pudiera ver la luz. En Abril de 1946, cuando publicó su trabajo "Ravishing the Women of Conquered Europe", su voz clamaba en el desierto de unos EE.UU. todavía borrachos de alegría y de "victoria". Aunque poco después, con el inicio de la "Guerra Fría", pudieran ver claramente que la derrota no había sido sólo de Alemania sino de toda Europa y de la Civilización Occidental en su conjunto.

Mientras el Ejercito Rojo avanzaba hacia ella, a principios de 1945, Berlín era una ciudad prácticamente sin hombres. De una población de 2.700.000 habitantes, en aquellos momentos, 2.000.000 eran mujeres. No resulta extraño que el temor a sufrir una agresión sensual recorriera la ciudad como una plaga. Los doctores eran continuamente asediados por pacientes en busca de información sobre la forma mas rápida de suicidarse y la demanda de todo tipo de venenos se disparó.

En Berlín se encontraba la Haus Dehlam, una institución de beneficencia que trabajaba como orfanato, maternidad y casa de acogida. Los soldados soviéticos entraron allí y violaron repetidamente a mujeres embarazadas y a otras que acababan de dar a luz. Y no fue un incidente aislado. Nadie puede saber con exactitud cuántas mujeres fueron forzadas, pero las estimaciones de los médicos hablan de aproximadamente 1.000.000, solo en Berlín, con rangos de edad que van desde los 10 años a los 70.

El 24 de Marzo de 1945, "nuestros nobles aliados soviéticos" entraron en Danzig. Una profesora de la ciudad de 50 años vio como una sobrina suya de 15 años era amada sin consentimiento siete veces y otra de 22 años lo era en quince ocasiones. Los oficiales soviéticos les dijeron a muchas mujeres que podrían estar a salvo en la bombardeada catedral de la ciudad. Una vez en la catedral, los soldados entraron allí, tocaron las campanas, hicieron sonar el órgano y convirtieron el lugar en un infierno en el cual alguna mujer llego a ser amada sin consentimiento hasta por treinta de aquellas bestias. Un sacerdote católico de Danzig declaro: "Violaron a muchachas y dispararon contra muchachos que trataban de defender a sus madres".

El arzobispo británico Bernard Griffin, realizó un viaje por Europa para observar por sí mismo lo que allí sucedía y dijo: "Solo en Viena violaron a 100.000 mujeres y no una vez sino varias, incluso a niñas y ancianas". Un sacerdote luterano alemán escribía en una carta al obispo de Chichester en Inglaterra el 7 de Agosto de 1945 describiéndole como "las dos hijas y la nieta (de tan solo diez años) de otro compañero sacerdote sufren gonorrea a causa de las violaciones" y que "a la señora "N." la habían asesinado por resistirse a una violación" mientras que su hija "fue amada sin consentimiento y después deportada a Siberia, supuestamente a Omsk, para adoctrinamiento".


El día después que "nuestros nobles aliados" entraran en Niesse, en Silesia, 182 monjas fueron forzadas y en la diócesis de Katowice se contaron 66 monjas embarazadas a consecuencia de violaciones. Otro cura informaba en el numero del 1 de Noviembre de 1945 de la revista "Nord Amerika": "en varios pueblos todas las mujeres, desde las ancianas a niñas de solo once años, fueron forzadas diariamente durante semanas por los rusos".

Pero no todos los forzadores lucían la estrella roja. El novelista John Dos Passos, escribía en la revista "Life" del 7 de Enero de 1945: "Lujuria, licor y saqueo, son la paga del soldado". Un soldado escribió a la revista "Time" el 12 de Noviembre de 1945: "Muchas familias americanas se horrorizarían si supieran cómo se están comportando "sus chicos" por aquí". Un sargento escribiría: "Nuestro propio ejército y el ejército inglés... también han tenido su parte en los saqueos y violaciones... estos terribles actos no son algo generalizado entre nuestras tropas, pero el porcentaje es lo bastante alto como para darle a nuestro ejército mala fama... a nosotros también se nos considera un ejercito de forzadores".

De acuerdo con un despacho de la AP del 12 de Septiembre de 1945 titulado "Prohibición de matrimonios entre americanos y alemanas", el gobierno del Presidente Roosevelt prohibió tajantemente el matrimonio con mujeres alemanas, reduciéndolas a ser únicamente "amantes" cuando no directamente cortesanas. En la revista "Time" del 17 de Septiembre de 1945 se informaba que las necesidades de condones del ejercito habían aumentado hasta los 50.000.000 de unidades POR MES. Cada condón iba acompañado de instrucciones gráficas para su uso. Es muy normal que entre los soldados se extendieran comentarios del tipo "Dales una lección a estas alemanas, ¡y pásatelo bien!". Estos fueron los "cruzados" que trajeron "la verdadera democracia" a Europa.

Para americanos y británicos las violaciones, aunque tácitamente permitidas por muchos oficiales, no eran una auténtica consigna de guerra, como en el caso de los soviéticos. Los soviéticos violaban a prácticamente toda mujer que tenía la desgracia de cruzarse en su camino, independientemente de su edad, condición e incluso nacionalidad. Pero para la mayoría de los americanos y británicos "pasarlo bien" dependía en gran medida de la "cooperación" de las mujeres alemanas y austriacas. Pero claro, cuando alguien está hambriento y sin casa, la "cooperación" se puede comprar por un poco de comida o unas monedas. El "Christian Century" del 5 de Diciembre de 1945 informaba que el "Teniente Coronel Gerald F. Beane nos ha asegurado que las violaciones no suelen ser un problema para la policía militar porque un poco de comida, una barra de chocolate o algo así... hacen la violación innecesaria. Piensen sobre eso, si quieren entender la situación en la que se encuentra Alemania". El "Weeckly Review of London" del 25 de Octubre de 1945, lo describe así: "Muchachas jóvenes, solas, vagan por las calles ofreciéndose a si mismas por comida o un lugar donde dormir... es muy sencillo, sólo tienen una cosa para vender y la venden... como forma de fin seguramente sea aún peor que la propia hambre".

Evidentemente todo esto es lo que las feministas denominan "esclavitud sensual". La política oficial de los Aliados creó las condiciones para que las madres alemanas que quisieran impedir que sus hijos murieran de hambre, tuvieran que acabar convirtiéndose en "señoritas de compañía" para las tropas de ocupación. El propio alto mando Aliado admitió que las raciones de comida que se les estaban entregando a los alemanes para todo un día, tenían menos calorías que un simple desayuno de un soldado.

En Stuttgar los "cruzados" del general Eisenhower violaron en una sola semana a más mujeres de las que los soldados alemanes violaron en toda Francia durante cuatro años de ocupación. De hecho, de todos los ejércitos beligerantes, fue el alemán el que tuvo menos casos de violaciones y saqueos. De hecho, el porcentaje de violaciones cometidas por los soldados alemanes en todos los territorios ocupados por Alemania durante la guerra, era menor que el de las cometidas por los soldados americanos estacionados EN SU PROPIO PAIS.

La "International News Service" de Londres, informaba el 31 de Enero de 1946 que las esposas de los soldados americanos que visitaran Alemania estaban autorizadas a vestir uniforme militar ya que "los soldados no quieren que sus esposas sean confundidas con "fraeuleins" por las otras tropas de ocupación". Un periodista del "New York World Telegraph" escribía el 21 de Enero de 1945: "Los soldados americanos ven a las mujeres alemanas como un botín, igual que las cámaras o las pistolas". El Dr. G. Stewart, del comité sanitario del general Eisenhower, informaba que en tan sólo seis meses de presencia americana en Alemania, las enfermedades venéreas se habían incrementado veinte veces respecto a los niveles de preguerra. Puede alguien imaginar algo parecido a esto ocurriendo en su país, en su ciudad, a su familia, a su esposa, a su hermana, a su hija.

Puede alguien imaginar lo que se siente cuando se es totalmente incapaz de parar ese horror, cuando ni siquiera se tiene la más mínima esperanza de que el crimen pueda llegar a ser castigado. Y esto nos lleva a una pregunta, ¿Para cuándo un juicio por "crímenes de guerra" contra estos carniceros y forzadores y contra los que incitaron la carnicería y la violación?.

Pocos recuerdan que en los años 40, los Aliados, seguían una política de "rendición incondicional", lo que significaba que Alemania estaba obligada a aceptar un gobierno de ocupación cuyas intenciones eran, en base al infame Plan Morgenthau, devolver a Alemania a las condiciones de vida de la Edad Media y reducir su población mediante el hambre. Vaya a una biblioteca y trate de conseguir un ejemplar del libro que escribió el secretario Morgenthau en 1945, "Germany is our problem" (Alemania es nuestro problema), editado por Harper and Brothers. En 1941, Theodore Kaufman escribió un libro titulado "Germany must perish" (Alemania debe perecer) que abogaba por la exterminación de toda la nación alemana mediante un programa de esterilización. Este libro, y sus teorías, fue recibido con gran aceptación por la prensa de los EE.UU. Otros libros, como el de Louis Nizer "¿What to do with Germany?" (¿Que hacer con Alemania?), también contribuyeron a crear una atmósfera de estridente repruebo anti-alemán.

La propaganda de guerra y la política oficial se combinaron para crear la imagen del alemán como un sub-humano que merecía sufrir un castigo eterno, cuando no la total aniquilacion. Churchill les diría a los alemanes en Enero de 1945: "Los Aliados no somos monstruos. Y se lo puedo decir, al menos, en nombre de las "Naciones Unidas", a Alemania... La paz, a través de la una rendición incondicional, traerá a Alemania y a Japón un inmenso e inmediato alivio a su sufrimiento y agonía".

En contra de estas mentiras, el Dr. Austin App nos muestra la verdad. Los Aliados, que no eran unos "monstruos", literalmente violaron a más mujeres europeas que cualquier otro ejército en toda la historia. Sometieron a Alemania al hambre. Bajo ordenes directas del general Eisenhower, fueron asesinados más de un millón de prisioneros de guerra alemanes. Obligaron a más de doce millones de personas a abandonar sus hogares, quitándoles sus tierras y todos sus bienes materiales. Arrebataron más de una cuarta parte de todas las tierras agrícolas de Alemania, se llevaron fábricas enteras. Incluso se llevaron el ganado y los aperos de labranza. Y después les dijeron que vivieran del campo. Mataron de hambre a más niños alemanes que judíos había en Alemania. Violaron y abusaron de millones de mujeres y niñas alemanas, austríacas, húngaras, etc...desde los 7 años a los 70. Consiguieron que murieran cinco veces más alemanes en un año de paz que en cinco años de guerra.

Pero sí, es verdad, ellos no eran unos "monstruos".

Más allá de cualquier consideración étnica o ideológica, la 2ª Guerra Mundial fue una guerra entre, por un lado, las élites que habían creado el Comunismo como una especie de "estación de paso" hacia un "Nuevo Orden Mundial" y aquellos que tuvieron el valor de enfrentarse a ese "Nuevo Orden Mundial". Fue una tragedia de proporciones inmensas, el que los Estados Unidos e Inglaterra fueron inducidos a pelear del lado del Comunismo y de sus amos.

Para consultar más información acerca de estos hechos recomiendo la lectura de dos libros.


"Una mujer en Berlín", cuya autora ha deseado permanecer en el anonimato, se tradujo pronto a varias lenguas, entre ellas el español, pero tardó cinco años en ver la luz en alemán, en su país y lengua de origen, y a través de una pequeña editorial suiza. La acogida fue fría. Las heridas estaban frescas, nadie quería recordar y la autora se mostraba despiadada en sus observaciones, muy alejada del tentador consuelo de la autocompasión.

Es el diario de una mujer que escribe para no volverse loca ante la enormidad del desastre que la rodea, un caos en el que las violaciones contínuas, que ella misma sufrió varias veces, son sólo un capítulo más del bíblico desplome y agonía de la ciudad que albergaba a los dirigentes del Tercer Reich.

El libro se convirtió en la película “Anónima: una mujer en Berlin".

"Berlín: La caída, 1945" del profesor Antony Beevor. El autor ha utilizado una gran cantidad de fuentes documentales, tanto oficiales como privadas para poder explicar una serie de cuestiones como son los padecimientos de la población civil alemana, sobre todo en Pomerania y Prusia Oriental, donde se dio un gran éxodo humano y donde las tropas soviéticas cometieron todo tipo de desmanes, totalmente condenables e injustificables.

De las mujeres forzadas en Berlín, un 10% murió, la mayoría por suicidios. La tasa de mortalidad del casi millón y medio de mujeres forzadas en el este de Prusia, Pomerania y Silesia, dice, es más elevada. En el caso de las embarazadas, se estima que el 90% abortó. Las que optaron por seguir con el embarazo, dieron al bebé en adopción porque no soportaban la vergüenza. En 1946, el 3,7% de los niños nacidos en Berlín eran hijos de rusos.

Se cree que unos dos millones de mujeres fueron forzadas, agredidas o asesinadas por los soldados del Ejército Rojo en su avance sobre Alemania, pero el libro de Beevor revelará horrores aún mayores. "Cuando el Ejército Rojo llegó a Berlín, los soldados ya consideraban a las mujeres una especie de botín carnal", afirma. "Creían que podían hacer lo que quisieran, ya que estaban liberando Europa". En algunos casos las mujeres de una calle entera fueron forzadas: abuelas, embarazadas, incluso mujeres que se encontraban en su lecho de fin. Según el representante del Vaticano en Berlín, en octubre de 1945, seis meses después del final de la guerra, miles de mujeres permanecieron semanas escondidas en los tejados para eludir los saqueos y registros de los escuadrones del Ejército Rojo quienes, cuando se emborrachaban, avivaban su apetito sensual.

Muchos han intentado ocultar lo ocurrido. Cornelius Ryan, autor de The Last Battle, donde narra la caída de Berlín, descubrió que tras publicarse el libro en 1966 algunos editores lo presionaron para que eliminara pasajes como el siguiente: "Mientras continuaba la batalla, se producía otra ofensiva salvaje. Era encarnizada, personal. Las hordas rusas que llegaban tras los disciplinados veteranos del frente exigían el derecho de los conquistadores: las mujeres de los conquistados". "Úrsula Roester dormía en el sótano de una casa de Zehlendorf junto con sus padres, sus hijas gemelas de seis años, y Bernard, su hijo de siete meses, cuando cuatro soldados rusos golpearon la puerta con la culata de sus fusiles. Registraron el refugio. Un soldado ruso encontró un frasco de perfume francés. Lo destapó, lo olió y lo derramó sobre su uniforme. Otro encañonó a los padres e hijos de Úrsula y los encerró en el sótano. A continuación, los cuatro se turnaron para violarla".

Este es sólo uno de esos acontecimientos que tus profesores de historia no creyeron que fuera necesario contarte.
 
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Que un soldado alemán violase a una mujer y no tuviera castigo era algo impensable.

Normalmente ante una denuncia de violación el soldado alemán se enfrentaba al pelotón de fusilamiento. En el ejército alemán no se andaban con tonterías y por algo que hoy calificamos como una falta de respeto te podía costar el batallón de castigo -fin al poco tiempo- o fusilamiento.
 
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