Seis tesis sobre la energía nuclear

yanin

Madmaxista
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1. El complejo nuclear es intrínsecamente totalitario

La aparente controversia respecto a la energía nuclear no es en realidad una cuestión de debate, sino en la medida que se remite a la cuestión subyacente del poder social. Su historia lo deja claro. Desarrollada, primero, como arma de guerra bajo el velo del secreto militar y, luego, con los esfuerzos coordinados de los grandes intereses empresariales, la energía nuclear nunca fue debatida públicamente hasta que la totalidad de la sociedad se vio ampliamente comprometida. En los orígenes de la carrera nuclear, cualquier oposición pública habría supuesto la acusación de traición. La tecnología y los materiales nucleares todavía se consideran una cuestión de estricta seguridad estatal.

En lugar de una auténtica discusión pública, las preocupaciones sobre esta peligrosa tecnología se han visto relegadas al margen gracias a la imposición del monólogo de la propaganda y del patriotismo. Para los conspiradores de la energía nuclear, hablar de ello es una cortina de humo. No es una cuestión de decisiones técnicas o de simple procedimiento, de análisis de “coste/beneficio” o de valoración de riegos que haya que conceder a expertos o a ciudadanos bien educados. La vida es una cosa, la palabrería, la jerga sin sentido y la mistificación al servicio de la explícita dominación es otra. En las dos últimas décadas, los extravagantes reclamos llevados a cabo por la utopía tecnológica y la abundancia sin límites se han visto socavados.

El sueño de la energía nuclear se ha convertido mayormente en una pesadilla de terribles accidentes, despilfarros deslumbrantes y el interminable problema del residuo nuclear. Con todo, la discusión pública permanece poco más o menos como una diversión táctica por lo que respecta a los encargados de gestionar la industria nuclear; una manera de cambiar periódicamente el traje del emperador con el objeto de hipnotizar a la población. Están dispuestos a continuar haciéndolo a toda costa. El hecho es que la energía nuclear es necesariamente totalitaria. Desde el principio, los tecnócratas nucleares experimentaron con poblaciones enteras, como los médicos dementes de Buchenwald, un incontable número de gente fue tratada como objetos de experimentos secretos. De igual modo, a poblaciones enteras y ciudades como Los Angeles se les suministró una determinada dosis de lluvia radioactiva. Por su parte, hubo pueblos indígenas a los que se les sacó de su hábitat natural para que éste pudiera ser arrasado en pruebas nucleares y, del mismo modo, se dio el caso de soldados a los que se expuso a caminar por terrenos radiactivos con el objeto de comprobar los resultados a la exposición de las radiaciones. Estos son solo los experimentos de los cuales tenemos conocimiento y que ocurrieron no sólo en las dictaduras del Bloque del Este sino también en el “democrático” Occidente.

La energía nuclear no puede existir a no ser que sea en una sociedad basada en la división de clases o castas, según la cual un grupo ejerce la autoridad por sí mismo, incrementando su riqueza y poder a expensas del resto. La energía nuclear no puede operar más que bajo alguna forma de gobierno autoritario, a través de comisiones y policías que hagan cumplir y regular su poder. Por consiguiente, “discutir” los méritos o problemas de las centrales nucleares, ya sea con las compañías productoras de energía, ya sea con los burócratas del gobierno, es como debatir el significado que tiene la vida con un malo que nos retiene con un cuchillo en la garganta.

El asunto de la energía nuclear también complica de manera exponencial la cuestión del poder social. Incluso el sueño de abolir la energía nuclear comporta un potencial autoritarismo y control centralizado: la tecnología ha creado problemas tecnológicos y sociales que quizás no tengan una solución adecuada. No es solamente el problema de desmantelar las centrales nucleares lo que hace más necesario, si cabe, parar todo esto lo antes posible, sino que la urgencia viene dada, asimismo, por el enorme dilema que supone almacenar los actuales residuos nucleares e industriales, los que se producen hoy; en el momento de escribir esto, y mañana, cuando este artículo se lea.
 
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Yanin, os faltó una:

7. La energía nuclear fue, es y será el negocio ilícito más grande de la historia de la humanidad. Tengo pruebas de que las grandes compañías privadas nucleares están saboteando los proyectos de generación de energías libres en los países en vías de desarrollo. Así de tajante. Así de turbio.

Saludos
 
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