Seguimos para 1984: Insultos, palizas y violaciones: la violencia machista que esconde el teatro clásico

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“Por Zeus, que si ya les hubieran dado dos o tres palos en los morros como a Búpalo, no les quedarían ya ganas de hablar”. “Si no te callas, a golpes te dejaré el pellejo hecho unos astutas”. “¿Y si te hago polvo a abrazos, qué?”. “Si no te largas, por bonita que seas, te voy a dar una buena zurra”. Amenazas de este tipo, siempre proferidas por hombres contra mujeres, eran habituales en las comedias grecolatinas y no cuesta encontrarlas en las obras de Aristófanes, Menandro y Plauto, los tres autores más representativos del género. No eran solo un recurso humorístico, sino un reflejo de la realidad, pues así como las tragedias estaban protagonizadas por personajes idealizados, las comedias estaban pobladas por gente corriente, de manera que su estudio ofrece más pistas sobre cómo era la vida cotidiana en aquella sociedad que otras formas literarias como la épica, la lírica, la oratoria, la filosofía o la mencionada tragedia, donde las clases medias y bajas solo aparecían como objeto de rechazo o burla. Eran las sitcoms de la época.

El volumen Mujer y violencia en el teatro antiguo, editado por Catarata, reúne cinco ensayos de filólogos clásicos que analizan el repertorio grecolatino desde una perspectiva de género. No solo para constatar que la ideología patriarcal estaba firmemente arraigada en el mundo clásico, sino para explorar las raíces de determinados comportamientos que todavía hoy perduran: la violencia física y verbal como medida de control y sometimiento de las mujeres, la violación como arma de guerra institucionalizada y la legitimación de la explotación sensual. “Nuestra intención es ofrecer una referencia sólida sobre la que comparar cuánto hemos avanzado. Porque a pesar de que es evidente que hemos evolucionado en muchos ámbitos, la violencia machista sigue siendo sistémica y está normalizada en nuestros esquemas de pensamiento. Por ejemplo, una situación que aparece a menudo en estas comedias es el miedo de las mujeres a salir a la calle solas: eso todavía ocurre hoy”, comenta Rosario López Gregoris, coordinadora del libro y autora de uno de los ensayos.

En su ensayo, López Gregoris se centra en las comedias romanas de Plauto (La comedia de la olla, Las tres monedas, La comedia de la cesta, El mercader o Truculento, entre otras) y extrae ejemplos muy ilustrativos. Por un lado, en el ámbito del matrimonio es muy palpable la violencia verbal. Es frecuente que los maridos tachen a sus esposas de controladoras, gastonas y de vida “demasiado larga”. En Las tres monedas se desarrolla la siguiente conversación:

—¿Y tu mujer cómo anda? ¿Cómo está de salud?

—Mejor de lo que yo desearía.

—Me alegro de que por suerte para ti esté viva y sana, por Hércules.

—Creo que te alegras de mis desgracias, por Hércules.

El diálogo es humorístico, pero deja ver la misoginia imperante. Lo alarmante, como recuerda López Gregoris, es que esa misma estructura de relación sigue aflorando en muchas ficciones contemporáneas, como la conocida serie española de televisión Escenas de matrimonio. Recordemos que esta serie, emitida entre 2007 y 2009, se componía de escenas independientes que mostraban las discusiones de tres parejas de diferentes edades y fue reprobada por el Instituto de la Mujer en 2007 por “reproducir los estereotipos sobre roles”, “tras*mitir un comportamiento de pareja” que incluye “insultos y vejaciones” y “mostrar a la mujer como origen de la infelicidad del hombre”.

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En Plauto encuentra también la filóloga ejemplos de violencia física continuada contra las esclavas (“necesitamos es una esclava que sepa tejer, que sepa moler, cortar leña, hilar la lana, barrer la casa, que se aguante con los azotes y que guise diariamente la comida de la casa”, dice un personaje en El mercader), explotación sensual de siervas o hijas y violaciones de jóvenes ciudadanas que quedan generalmente justificadas por la ebriedad.

La filóloga Begoña Ortega Villaro explora en otro capítulo del libro la comedia ateniense, representada por Aristófanes y Menandro. Se manifiestan aquí también variadas formas de misoginia, violencia sensual y violaciones, con una frecuencia que parece demostrar que todo ello estaba legitimado y extendido en la sociedad. Pero la autora hace además una observación interesante respecto a dos de las obras de Aristófanes más representadas en la actualidad, Lisístrata y La asamblea de las mujeres, en las que de manera insólita para la época las mujeres deciden intervenir en la esfera política: en Lísitrata emprenden una huelga sensual para exigir el fin de la guerra, mientras que La asamblea de las mujeres toman el Parlamento para instituir una especie de régimen protocomunista. Las versiones contemporáneas suelen hacer una lectura feminista de ambos textos, pero lo cierto es que Aristófanes no tuvo esa intención. “La intención de esas combativas mujeres no es aniquilar y reemplazar a los hombres, sino solucionar el problema para poder volver a sus casas con ellos y reestablecer el orden tradicional. El final es completamente patriarcal”, escribe Ortega Villaro.

A estos dos ensayos dedicados por entero al repertorio cómico se añade en un tercero en el que Luis Unceta Gómez ofrece un análisis lingüístico de las distintas formas de violencia verbal de los personajes masculinos de Plauto. El cuarto capítulo del libro, firmado por Marta González González, sale del ámbito de la comedia para explorar cómo se manifiestan estas formas de violencia machista en la tragedia: en este género se advierte sobre todo una sistemática institucionalización de la violación como arma de guerra. En Las troyanas, Suplicantes y Andrómaca, entre otras, queda claro que las guerras no terminaban cuando un bando de hombres mataba a otro, sino cuando los vencedores capturaban y poseían a sus mujeres. Un modo de proceder tan arraigado que aún hoy es un arma de guerra en muchas regiones del mundo. El volumen se cierra con un texto de Rosario Cortés Tovar que también sale del ámbito de la comedia para mostrar cómo un personaje perteneciente a la esfera mítica, Dido, poderosa reina de Cartago, desciende al mundo de los mortales al caer en las trampas del amor romántico tras conocer a Eneas.

Más allá de su agudo análisis del pasado, Mujer y violencia en el teatro antiguo ofrece claves para mirar el presente. “Cualquier texto clásico contiene una doble lectura: una contextualizada —es decir, lo que quiso contar el autor en su tiempo— y otra actual que habla del presente a través del pasado”, explica López Gregoris. “Nuestros viejos escenarios, Grecia y Roma, en consecuencia, hablan de migración, huida, de guerra, violaciones y dolor, de ira y venganza, de incomprensión y silenciamientos, de insultos y palizas contra la mujer. Serán viejos, pero asusta su vigencia. Y por ello, conviene que volvamos sobre ellos”, concluye en su prólogo.


Insultos, palizas y violaciones: la violencia machista que esconde el teatro clásico | Babelia | EL PAÍS (elpais.com)
 
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