Leon S. Kennedy
Madmaxista
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Este es el me gusta la fruta que defendía bombardear Libia y Siria para que los genocidas yankis sigan adelante con sus planes.
Caretas fuera. Ayer ya sabíamos que CEOEdanos era el partido del club Bilderberg, pues hoy sabemos que poTemos es definitifvamente el candidato de la CIA directamente:
http://www.burbuja.info/inmobiliari...artido-patriotico-y-contrario-a-elite-mu.html
El Club BILDERBERG apuesta por CIUDADANOS para evitar “la insurgencia de un partido patriótico y contrario a la élite mundial
El Club Bilderberg apuesta por Ciudadanos para evitar
Y hoy esto:
https://twitter.com/Pablo_Iglesias_/status/664008980398784512
<blockquote class="twitter-tweet" lang="es"><p lang="es" dir="ltr">El filósofo <a href="https://twitter.com/SantiagoAlbaR">@SantiagoAlbaR</a>, una de las cabezas mejor amuebladas del país, formará parte de nuestra candidatura <a href="https://t.co/iXR1EKuLup">https://t.co/iXR1EKuLup</a></p>— Pablo Iglesias (@Pablo_Iglesias_) <a href="https://twitter.com/Pablo_Iglesias_/status/664008980398784512">noviembre 10, 2015</a></blockquote>
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Yo acuso a Santiago Alba Rico
sábado, 5 de noviembre de 2011
Yo acuso a Santiago Alba Rico
YO ACUSO A SANTIAGO ALBA RICO DE COMETER FRAUDE AL MEZCLAR SUS TEXTOS ENTRE COMUNISTAS E IZQUIERDISTAS
Por: Émile
Las pruebas: sus propias palabras.
Artículo: "Del mundo árabe a AMÉRICA Latina: ¿Qué pasa con Libia?"
Autores: Santiago Alba Rico y Alma Allende
URL: Rebelion. Del mundo
Extractos del artículo:
"un gran proceso emancipatorio mundial puede verse abortado por la implacable ferocidad de Gadafi, la intervención estadounidense y la poca clarividencia de América Latina..."
"si América Latina se alinea, por activa o por pasiva, con el tirano, no sólo los contagiosos avances populares, que lamen ya Europa y se han trasladado a Wisconsin, se verán irremediablemente detenidos, sino que se producirá una nueva fractura en el campo antiimperialista que los EEUU, siempre vigilantes, relojeros del mundo, aprovecharán para recuperar el terreno perdido..."
"antiimperialismo esquemático y sumario..."
"Los imperialistas son más inteligentes..."
"Gadafi no es ni un revolucionario ni un aliado, ni siquiera táctico, de los revolucionarios del mundo..."
"las plantillas universales de la lucha antiimperialista, con sus teorías de la conspiración y su paradójica desconfianza hacia los pueblos..."
"Eso cuando no apoyamos directamente, como el gobierno de Nicaragua, a un criminal cuyo contacto más liviano sólo puede manchar para siempre a cualquiera que se reclame de izquierdas o progresista..."
Y las dos frases que perseguirán durante lo que le reste de vida a Santiago Alba Rico:
"Habrá que oponerse a cualquier injerencia occidental, pero no creo, sinceramente, que la OTAN vaya a invadir Libia".
Y:
"No es la OTAN quien está bombardeando a los libios sino Gadafi".
Si queréis seguir vomitando. Aquí defiende (con cinismo e hipocresía, pero es lo que hace) el genocidio yanki en oriente medio:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=204380
http://www.cuartopoder.es/tribuna/2015/10/10/rusia-en-siria-y-la-nueva-promiscuidad-geopolitica/7630
Rusia en Siria y la nueva promiscuidad geopolítica
Y aquí defiende la traición de Tsiripas:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=202518
http://www.cuartopoder.es/tribuna/2...ia-y-el-reformismo-en-un-mismo-pais/7450<b />
Syriza, Grecia y el reformismo en un solo país
Más vomitonas pro-EEUU del personaje:
http://www.rebelion.org/mostrar.php?tipo=5&id=Santiago Alba Rico&inicio=0
Caretas fuera. Ayer ya sabíamos que CEOEdanos era el partido del club Bilderberg, pues hoy sabemos que poTemos es definitifvamente el candidato de la CIA directamente:
http://www.burbuja.info/inmobiliari...artido-patriotico-y-contrario-a-elite-mu.html
El Club BILDERBERG apuesta por CIUDADANOS para evitar “la insurgencia de un partido patriótico y contrario a la élite mundial
El Club Bilderberg apuesta por Ciudadanos para evitar
Y hoy esto:
https://twitter.com/Pablo_Iglesias_/status/664008980398784512
<blockquote class="twitter-tweet" lang="es"><p lang="es" dir="ltr">El filósofo <a href="https://twitter.com/SantiagoAlbaR">@SantiagoAlbaR</a>, una de las cabezas mejor amuebladas del país, formará parte de nuestra candidatura <a href="https://t.co/iXR1EKuLup">https://t.co/iXR1EKuLup</a></p>— Pablo Iglesias (@Pablo_Iglesias_) <a href="https://twitter.com/Pablo_Iglesias_/status/664008980398784512">noviembre 10, 2015</a></blockquote>
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Yo acuso a Santiago Alba Rico
sábado, 5 de noviembre de 2011
Yo acuso a Santiago Alba Rico
YO ACUSO A SANTIAGO ALBA RICO DE COMETER FRAUDE AL MEZCLAR SUS TEXTOS ENTRE COMUNISTAS E IZQUIERDISTAS
Por: Émile
Santiago Alba Rico es probablemente, entre todos los escritores y personajes conocidos que hemos mencionado y mencionaremos, uno de los más fraudulentos.
Hace ya muchos años que, en público y en privado, Santiago Alba Rico ataca las experiencias de los hombres, mujeres y países revolucionarios que han intentado emprender un camino socialista o redistributivo más justo.
Es un tipo tan ignorante como presuntuoso que, aunque posa como experto en temas de Medio Oriente, nada sabe de las culturas árabes ni de sus circunstancias políticas.
Su ignorancia le ha llevado a idealizar a los grupos terroristas prooccidentales que operan en Libia, Siria y otros países, ocultos bajo un disfraz 'revolucionario'.
Esta misma ignorancia la extiende al desconocimiento de la vida y la obra del Coronel Muammar al-Gaddafi, sobre cuya memoria ha vertido descomunales y peligrosas mentiras. Peligrosas, sí, porque uno de los pasos previos antes de la guerra de la OTAN contra Libia fue contar con el beneplácito, el desconcierto o la neutralización de la opinión pública occidental. La falsificación, la desinformación y la demonización de la imagen de Gaddafi propiciaron que la opinión pública tolerara la oleada turística de Libia y la fin no sólo del Coronel, sino de decenas de miles de libios.
Una de las muchas plumas y voces que demonizaron a Gaddafi y mintieron sobre la situación libia fue la de Santiago Alba Rico. Fue una de las más atendidas entre la llamada 'izquierda radical', por la reputación (inexplicable) de revolucionario anticapitalista que se ha ido ganando mediante sus artículos este bien acomodado burgués español.
Conscientemente o no, Alba Rico ha favorecido al orden imperialista desempeñando un papel quizá más importante que el de los intelectuales de derecha. Su reputación de radical izquierdista le permite llegar a un público en el que carecen de fuerza los escritores liberales y conservadores; la derecha más 'franca', para así decirlo.
Yo acuso al hipócrita burgués Santiago Alba Rico de cometer fraude al mezclar sus textos entre comunistas e izquierdistas.
No te queremos en Rebelión, Santiago. No te queremos en Kaos en la Red. No te queremos en Insurgente. No te queremos en Diagonal ni en Gara. Nos engañaste durante muchos años, pero ahora sabemos lo que eres y no permitiremos que sigas creándote una fama de 'izquierdista' a costa nuestra.
Como lectores y eventuales patrocinadores de publicaciones anticapitalistas, les exigimos a Rebelión, Kaos en la Red, Insurgente, Diagonal, Gara y cualquier otro medio solidario con la lucha antiimperialista, que no publiquen un solo artículo más proveniente de este vergonzoso estafador.
Cada vez que alguno de esos medios acceda a publicar un texto de tu autoría, Santiago, sobre el tema que sea, te haremos recordar el 2011. Te haremos recordar tu participación en la desmoralización de la izquierda. Te haremos recordar que has mentido. Que has expandido la ignorancia y el prejuicio. Le has servido al imperialismo como instrumento de propaganda. Tú también asesinaste a Gaddafi. Tú también asesinaste a Libia.
Hace ya muchos años que, en público y en privado, Santiago Alba Rico ataca las experiencias de los hombres, mujeres y países revolucionarios que han intentado emprender un camino socialista o redistributivo más justo.
Es un tipo tan ignorante como presuntuoso que, aunque posa como experto en temas de Medio Oriente, nada sabe de las culturas árabes ni de sus circunstancias políticas.
Su ignorancia le ha llevado a idealizar a los grupos terroristas prooccidentales que operan en Libia, Siria y otros países, ocultos bajo un disfraz 'revolucionario'.
Esta misma ignorancia la extiende al desconocimiento de la vida y la obra del Coronel Muammar al-Gaddafi, sobre cuya memoria ha vertido descomunales y peligrosas mentiras. Peligrosas, sí, porque uno de los pasos previos antes de la guerra de la OTAN contra Libia fue contar con el beneplácito, el desconcierto o la neutralización de la opinión pública occidental. La falsificación, la desinformación y la demonización de la imagen de Gaddafi propiciaron que la opinión pública tolerara la oleada turística de Libia y la fin no sólo del Coronel, sino de decenas de miles de libios.
Una de las muchas plumas y voces que demonizaron a Gaddafi y mintieron sobre la situación libia fue la de Santiago Alba Rico. Fue una de las más atendidas entre la llamada 'izquierda radical', por la reputación (inexplicable) de revolucionario anticapitalista que se ha ido ganando mediante sus artículos este bien acomodado burgués español.
Conscientemente o no, Alba Rico ha favorecido al orden imperialista desempeñando un papel quizá más importante que el de los intelectuales de derecha. Su reputación de radical izquierdista le permite llegar a un público en el que carecen de fuerza los escritores liberales y conservadores; la derecha más 'franca', para así decirlo.
Yo acuso al hipócrita burgués Santiago Alba Rico de cometer fraude al mezclar sus textos entre comunistas e izquierdistas.
No te queremos en Rebelión, Santiago. No te queremos en Kaos en la Red. No te queremos en Insurgente. No te queremos en Diagonal ni en Gara. Nos engañaste durante muchos años, pero ahora sabemos lo que eres y no permitiremos que sigas creándote una fama de 'izquierdista' a costa nuestra.
Como lectores y eventuales patrocinadores de publicaciones anticapitalistas, les exigimos a Rebelión, Kaos en la Red, Insurgente, Diagonal, Gara y cualquier otro medio solidario con la lucha antiimperialista, que no publiquen un solo artículo más proveniente de este vergonzoso estafador.
Cada vez que alguno de esos medios acceda a publicar un texto de tu autoría, Santiago, sobre el tema que sea, te haremos recordar el 2011. Te haremos recordar tu participación en la desmoralización de la izquierda. Te haremos recordar que has mentido. Que has expandido la ignorancia y el prejuicio. Le has servido al imperialismo como instrumento de propaganda. Tú también asesinaste a Gaddafi. Tú también asesinaste a Libia.
Las pruebas: sus propias palabras.
Artículo: "Del mundo árabe a AMÉRICA Latina: ¿Qué pasa con Libia?"
Autores: Santiago Alba Rico y Alma Allende
URL: Rebelion. Del mundo
Extractos del artículo:
"un gran proceso emancipatorio mundial puede verse abortado por la implacable ferocidad de Gadafi, la intervención estadounidense y la poca clarividencia de América Latina..."
"si América Latina se alinea, por activa o por pasiva, con el tirano, no sólo los contagiosos avances populares, que lamen ya Europa y se han trasladado a Wisconsin, se verán irremediablemente detenidos, sino que se producirá una nueva fractura en el campo antiimperialista que los EEUU, siempre vigilantes, relojeros del mundo, aprovecharán para recuperar el terreno perdido..."
"antiimperialismo esquemático y sumario..."
"Los imperialistas son más inteligentes..."
"Gadafi no es ni un revolucionario ni un aliado, ni siquiera táctico, de los revolucionarios del mundo..."
"las plantillas universales de la lucha antiimperialista, con sus teorías de la conspiración y su paradójica desconfianza hacia los pueblos..."
"Eso cuando no apoyamos directamente, como el gobierno de Nicaragua, a un criminal cuyo contacto más liviano sólo puede manchar para siempre a cualquiera que se reclame de izquierdas o progresista..."
Y las dos frases que perseguirán durante lo que le reste de vida a Santiago Alba Rico:
"Habrá que oponerse a cualquier injerencia occidental, pero no creo, sinceramente, que la OTAN vaya a invadir Libia".
Y:
"No es la OTAN quien está bombardeando a los libios sino Gadafi".
Si queréis seguir vomitando. Aquí defiende (con cinismo e hipocresía, pero es lo que hace) el genocidio yanki en oriente medio:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=204380
http://www.cuartopoder.es/tribuna/2015/10/10/rusia-en-siria-y-la-nueva-promiscuidad-geopolitica/7630
Rusia en Siria y la nueva promiscuidad geopolítica
Rusia en Siria y la nueva promiscuidad geopolítica
| Publicado: 10/10/2015 08:38
Santiago Alba Rico *
Santiago-Alba-RicoCuando la geopolítica habla, los pueblos callan. Nadie escucha ya al pueblo sirio. Nadie lo escucha, en primer lugar, porque una buena parte del mismo está muerta, o en el exilio, o tan aterrorizada que no se atreve a hablar. Pero nadie escucha al pueblo sirio, además, porque hace ya tiempo que ocurrió aquello que el levantamiento democrático de 2011 quería impedir: que su destino fuera decidido por dictadores, fuerzas extranjeras o fanáticos locales. Los revolucionarios no fueron ‘realistas’. Intentaron sacudirse el yugo de la criminal tiranía de los Assad sin pedir permiso ni anticipar las reacciones; sin comprender que el régimen los iba a hacer daño, tirotear y bombardear con barriles de dinamita; que las hipócritas potencias occidentales y las reaccionarios teocracias del Golfo iban a abandonarles o a contribuir a la militarización de la revuelta en favor de las facciones más fanáticas y radicales; y que los cínicos ‘anti-imperialistas’ (Rusia, Irán y Hizbullah) iban a proporcionar armas y hombres al dictador, sosteniéndolo en el poder y alimentando la salvífica geopolitización de la guerra.
Como confirmando la dolorosa constatación del lúcido y valiente Yassin Al-Hajj Saleh, quien definió la Siria de los Assad como “una sociedad-bomba”, cuatro años y medio después de las manifestaciones de Deraa, la permanencia del régimen está asociada a ese estallido permanente y ampliado que, además de dividir el territorio sirio, deja su futuro en manos de los diferentes verdugos que se lo disputan. Un chiste en internet sintetizaba amargamente la situación en un ficticio “programa de bombardeos para hoy”: a las 8 bombardeo estadounidense, a las 8.56 bombardeo ruso, a las 9.30 bombardeo francés, a las 10 bombardeo británico, a las 11 barriles de dinamita del régimen y una vez a la semana un bombardeo israelí (con pausas, claro, para el café y el almuerzo y ruedas de prensa periódicas del ministro al-Moaleem para exaltar “la soberanía siria”). Cuando la geopolítica se impone, todo ocurre ya en el aire, por encima de las casas sobre las que caen las bombas; y cada muerto ahí abajo significa el avance o el retroceso −como en la antigua mitología griega− de uno de estos ludópatas enfrentados.
La intervención de pilinguin en Siria revela sin duda el fracaso de las políticas de EEUU, siempre a remolque en Próximo Oriente, y concede ventaja a Rusia, hay que admitirlo, en este pulso interimperialista. Vishay Prashad ha podido describirlo, en términos ajedrecísticos, como un “gambito ruso en Siria”. Ahora bien, para que semejante ‘victoria’ nos alegre, es necesario incurrir en un espejismo y en un fanatismo. El espejismo tiene que ver con el ‘realismo’ geopolítico, del que hablaremos enseguida; el fanatismo con el apoyo entusiasta a uno de los ludópatas en este juego de fin.
La diferencia entre la izquierda y la derecha es la buena fe o, si se quiere, el justicierismo; la derecha estadounidense, por ejemplo, puede apoyar a un dictador o a un grupo yihadista (o al propio Assad, como Donald Trump) sin hacerse ninguna ilusión al respecto: son ‘nuestros me gusta la fruta’. La izquierda necesita apoyar siempre la justicia, el humanismo y el socialismo. De manera que ese sector de la izquierda que ha concentrado todo el mal y todo el poder del mundo en la política imperialista estadounidense, y que reduce todo su programa a regocijarse con sus traspiés sin medir las consecuencias, acaba por convertir −paradojas del impulso justiciero− a ‘nuestros me gusta la fruta’ en valedores de la justicia, el humanismo y el socialismo, lo que les obliga a un ejercicio de negacionismo éticamente da repelúsnte. Como quieren ser buenos y defender una causa buena, convierten a Assad en un ilustrado pacifista que se defiende de una ‘conspiración universal’ y niegan tranquilamente sus torturas y sus barriles de dinamita, responsables de la abrumadora mayoría de las muertes de civiles en Siria; y como quieren ser buenos y justos convierten a pilinguin en Lenin y su política intervencionista interesada y criminal en una iniciativa contra el terrorismo y por la paz, para lo que hay que negar la evidencia de que hasta el momento la abrumadora mayoría de sus acciones militares, como las del propio Assad, no han ido dirigidas contra el EI sino contra los rebeldes al norte y al sur de Lataquia (ellos sí combatientes contra el EI), y esto con el objetivo de asegurar militarmente el feudo territorial del régimen en un momento de claro retroceso y de facilitarle la cobertura para una contra-ofensiva. La supervivencia del EI −comodín de tantos actores en la región− es la única garantía de supervivencia, y la única fuente de legitimidad de la dinastía Assad.
Podemos alegrarnos de que un ludópata malo venga a pararle los pies al ludópata malo que tanto daño ha causado en esa zona del mundo, pero convertir esa alegría visceral en una ‘política anti-imperialista de izquierdas’ supone hacer malabares con los principios (para tras*formar a un ludópata en un ‘libertador’) e ignorar la realidad sobre el terreno. A los aficionados a los binarismos mitológicos y a los regüeldos de ‘guerra fría’ habrá que recordarles que ninguno de los bloques o países implicados representa una opción emancipadora ni para el pueblo sirio ni para la humanidad; y que, además, no hay dos bloques definidos y enfrentados cuya relación de rivalidad nos proporcione un criterio para orientarnos con seguridad en el conflicto. Dos ejemplos rápidos. Uno: Arabia Saudí apoyó el golpe de Estado en Egipto y la dictadura de Sissi, el cual apoya a Bachar Al-Assad, el cual es combatido por los Hermanos fiel a la religión del amores, que hasta que empezó la guerra en Yemen eran considerados por Arabia Saudí su principal enemigo. Dos: Rusia, que apoya a Irán, enemigo de Israel, recibe de Israel drones y formación técnica y coordina sus acciones en Siria con Netanyahu, quien votó en contra de condenar −para indignación de Washington− la anexión rusa de Crimea. Nunca la geopolítica ha sido más promiscua ni ha habido más sesso ocasional, ni con menos criterio ideológico, entre las potencias y subpotencias implicadas en el juego. Que EEUU se debilite y reciba golpes de aliados y rivales (ya no hay ni amigos ni enemigos, lo que dificulta la negociación política al mismo tiempo que impide una ‘guerra total’),−digo− sólo es bueno en sí mismo si con ello ganan las poblaciones y si la alternativa no es peor. Lo que desgraciadamente no es el caso.
Si va ganando Rusia ‘nosotros’ no vamos ganando; y mucho menos va ganando el pueblo sirio. De hecho, la intervención militar rusa directa, que se suma a la −hasta ahora− indirecta y a las otras muchas otras intervenciones multinacionales sobre el terreno, agrava sin duda el sufrimiento de los sirios y aumentará el número de desplazados y refugiados, pero puede complicar además la propia posición de pilinguin, momentáneamente ‘triunfante’. El ‘fantasma de Afganistán’ reaparece con fuerza en la imaginación del abigarrado campo anti-régimen, donde el claro alineamiento de pilinguin con Assad no sólo lo convierte en enemigo sino que, por eso mismo, lo inhabilita para presionar en cualquier negociación. Por lo demás, el avispero de milicias y fuerzas encontradas es de tal calibre, y los intereses tan espurios y reaccionarios (pensemos en Arabia Saudí o Turquía o, desde luego, en sus aliados EEUU y la UE), que nunca es descartable un choque más serio, aunque ninguna de las partes lo desee: cuando se negocia con bombazos, los bombazos acaban emancipándose de sus intenciones e imponiendo su propia hoja de ruta.
En Siria, en todo caso, se impone −es verdad− una salida realista. ¿Pero qué quiere decir ‘realismo’ allí donde inevitablemente, contra la voluntad de sus ciudadanos, se ha impuesto la ley de hierro de la geopolítica medio-oriental, y en su expresión más aguda y asfixiante: dictadura, intervenciones extranjeras y yihadismo fanático?
El realismo, a mi juicio, implica aceptar al menos estos cinco puntos, muy difíciles de conciliar entre sí:
Aceptar que la revolución ha fracasado, que la democracia ha salido ya derrotada frente a varias contrarrevoluciones convergentes y que de lo que se trata ahora es de salvar vidas.
Aceptar que sin Rusia e Irán, responsables en buena parte de lo que está pasando, no hay solución política; y que Rusia e Irán −cosa que han aceptado ya, con hipócrita y feroz ‘realismo’, los EEUU y la UE− imponen la supervivencia, al menos provisional, de Bachar Al-Assad y el régimen dictatorial.
Aceptar que sin Arabia Saudí, Turquía y las milicias religiosas ‘moderadas’ en concurso, responsables asimismo de lo que está pasando, tampoco hay solución; y que esas fuerzas no van a consentir la permanencia de Assad en el gobierno. Por no hablar de la dificultad de involucrar en un proceso con Assad a esa mayoría siria inocente, culpable solo de aspirar a un poco de libertad y dignidad y que ha visto por eso morir a sus hijos, padres y amigos bajo los barriles de dinamita o en las cárceles del régimen.
Aceptar que esta ‘solución imposible’ es la condición, y no al revés, para acabar con el Estado Islámico, al que las bombas muy selectivas de unos y otros nutren y justifican, cuando no sencillamente ignoran.
Aceptar, en términos generales, que no estamos en la guerra fría sino en un marco semejante al de la Primera Guerra Mundial, un matadero de enfrentamientos interimperialistas −pábulo de sectarismos y fanatismos identitarios con revisión de fronteras− en el que ni los pueblos de la zona ni la izquierda mundial ni la humanidad en general tienen nada que ganar.
Mientras no se comprenda que de realismo en realismo −como de oca en oca− acabamos en la Calavera y la Mazmorra; mientras no se comprenda que no hay nada más realista que un poco de democracia y de justicia social, el realismo seguirá imponiendo dolor, guerra y saqueo en Siria y en todas partes. No parece que ninguna de las fuerzas mellizas −cómplices y rivales− sobre el terreno, ni EEUU ni Rusia, ni Arabia Saudí ni Irán, ni ‘nuestros’ malos ni ‘nuestros’ buenos, vayan a aceptar este simple principio que los cuestiona a todos por igual.
(*) Santiago Alba Rico es filósofo y columnista.
| Publicado: 10/10/2015 08:38
Santiago Alba Rico *
Santiago-Alba-RicoCuando la geopolítica habla, los pueblos callan. Nadie escucha ya al pueblo sirio. Nadie lo escucha, en primer lugar, porque una buena parte del mismo está muerta, o en el exilio, o tan aterrorizada que no se atreve a hablar. Pero nadie escucha al pueblo sirio, además, porque hace ya tiempo que ocurrió aquello que el levantamiento democrático de 2011 quería impedir: que su destino fuera decidido por dictadores, fuerzas extranjeras o fanáticos locales. Los revolucionarios no fueron ‘realistas’. Intentaron sacudirse el yugo de la criminal tiranía de los Assad sin pedir permiso ni anticipar las reacciones; sin comprender que el régimen los iba a hacer daño, tirotear y bombardear con barriles de dinamita; que las hipócritas potencias occidentales y las reaccionarios teocracias del Golfo iban a abandonarles o a contribuir a la militarización de la revuelta en favor de las facciones más fanáticas y radicales; y que los cínicos ‘anti-imperialistas’ (Rusia, Irán y Hizbullah) iban a proporcionar armas y hombres al dictador, sosteniéndolo en el poder y alimentando la salvífica geopolitización de la guerra.
Como confirmando la dolorosa constatación del lúcido y valiente Yassin Al-Hajj Saleh, quien definió la Siria de los Assad como “una sociedad-bomba”, cuatro años y medio después de las manifestaciones de Deraa, la permanencia del régimen está asociada a ese estallido permanente y ampliado que, además de dividir el territorio sirio, deja su futuro en manos de los diferentes verdugos que se lo disputan. Un chiste en internet sintetizaba amargamente la situación en un ficticio “programa de bombardeos para hoy”: a las 8 bombardeo estadounidense, a las 8.56 bombardeo ruso, a las 9.30 bombardeo francés, a las 10 bombardeo británico, a las 11 barriles de dinamita del régimen y una vez a la semana un bombardeo israelí (con pausas, claro, para el café y el almuerzo y ruedas de prensa periódicas del ministro al-Moaleem para exaltar “la soberanía siria”). Cuando la geopolítica se impone, todo ocurre ya en el aire, por encima de las casas sobre las que caen las bombas; y cada muerto ahí abajo significa el avance o el retroceso −como en la antigua mitología griega− de uno de estos ludópatas enfrentados.
La intervención de pilinguin en Siria revela sin duda el fracaso de las políticas de EEUU, siempre a remolque en Próximo Oriente, y concede ventaja a Rusia, hay que admitirlo, en este pulso interimperialista. Vishay Prashad ha podido describirlo, en términos ajedrecísticos, como un “gambito ruso en Siria”. Ahora bien, para que semejante ‘victoria’ nos alegre, es necesario incurrir en un espejismo y en un fanatismo. El espejismo tiene que ver con el ‘realismo’ geopolítico, del que hablaremos enseguida; el fanatismo con el apoyo entusiasta a uno de los ludópatas en este juego de fin.
La diferencia entre la izquierda y la derecha es la buena fe o, si se quiere, el justicierismo; la derecha estadounidense, por ejemplo, puede apoyar a un dictador o a un grupo yihadista (o al propio Assad, como Donald Trump) sin hacerse ninguna ilusión al respecto: son ‘nuestros me gusta la fruta’. La izquierda necesita apoyar siempre la justicia, el humanismo y el socialismo. De manera que ese sector de la izquierda que ha concentrado todo el mal y todo el poder del mundo en la política imperialista estadounidense, y que reduce todo su programa a regocijarse con sus traspiés sin medir las consecuencias, acaba por convertir −paradojas del impulso justiciero− a ‘nuestros me gusta la fruta’ en valedores de la justicia, el humanismo y el socialismo, lo que les obliga a un ejercicio de negacionismo éticamente da repelúsnte. Como quieren ser buenos y defender una causa buena, convierten a Assad en un ilustrado pacifista que se defiende de una ‘conspiración universal’ y niegan tranquilamente sus torturas y sus barriles de dinamita, responsables de la abrumadora mayoría de las muertes de civiles en Siria; y como quieren ser buenos y justos convierten a pilinguin en Lenin y su política intervencionista interesada y criminal en una iniciativa contra el terrorismo y por la paz, para lo que hay que negar la evidencia de que hasta el momento la abrumadora mayoría de sus acciones militares, como las del propio Assad, no han ido dirigidas contra el EI sino contra los rebeldes al norte y al sur de Lataquia (ellos sí combatientes contra el EI), y esto con el objetivo de asegurar militarmente el feudo territorial del régimen en un momento de claro retroceso y de facilitarle la cobertura para una contra-ofensiva. La supervivencia del EI −comodín de tantos actores en la región− es la única garantía de supervivencia, y la única fuente de legitimidad de la dinastía Assad.
Podemos alegrarnos de que un ludópata malo venga a pararle los pies al ludópata malo que tanto daño ha causado en esa zona del mundo, pero convertir esa alegría visceral en una ‘política anti-imperialista de izquierdas’ supone hacer malabares con los principios (para tras*formar a un ludópata en un ‘libertador’) e ignorar la realidad sobre el terreno. A los aficionados a los binarismos mitológicos y a los regüeldos de ‘guerra fría’ habrá que recordarles que ninguno de los bloques o países implicados representa una opción emancipadora ni para el pueblo sirio ni para la humanidad; y que, además, no hay dos bloques definidos y enfrentados cuya relación de rivalidad nos proporcione un criterio para orientarnos con seguridad en el conflicto. Dos ejemplos rápidos. Uno: Arabia Saudí apoyó el golpe de Estado en Egipto y la dictadura de Sissi, el cual apoya a Bachar Al-Assad, el cual es combatido por los Hermanos fiel a la religión del amores, que hasta que empezó la guerra en Yemen eran considerados por Arabia Saudí su principal enemigo. Dos: Rusia, que apoya a Irán, enemigo de Israel, recibe de Israel drones y formación técnica y coordina sus acciones en Siria con Netanyahu, quien votó en contra de condenar −para indignación de Washington− la anexión rusa de Crimea. Nunca la geopolítica ha sido más promiscua ni ha habido más sesso ocasional, ni con menos criterio ideológico, entre las potencias y subpotencias implicadas en el juego. Que EEUU se debilite y reciba golpes de aliados y rivales (ya no hay ni amigos ni enemigos, lo que dificulta la negociación política al mismo tiempo que impide una ‘guerra total’),−digo− sólo es bueno en sí mismo si con ello ganan las poblaciones y si la alternativa no es peor. Lo que desgraciadamente no es el caso.
Si va ganando Rusia ‘nosotros’ no vamos ganando; y mucho menos va ganando el pueblo sirio. De hecho, la intervención militar rusa directa, que se suma a la −hasta ahora− indirecta y a las otras muchas otras intervenciones multinacionales sobre el terreno, agrava sin duda el sufrimiento de los sirios y aumentará el número de desplazados y refugiados, pero puede complicar además la propia posición de pilinguin, momentáneamente ‘triunfante’. El ‘fantasma de Afganistán’ reaparece con fuerza en la imaginación del abigarrado campo anti-régimen, donde el claro alineamiento de pilinguin con Assad no sólo lo convierte en enemigo sino que, por eso mismo, lo inhabilita para presionar en cualquier negociación. Por lo demás, el avispero de milicias y fuerzas encontradas es de tal calibre, y los intereses tan espurios y reaccionarios (pensemos en Arabia Saudí o Turquía o, desde luego, en sus aliados EEUU y la UE), que nunca es descartable un choque más serio, aunque ninguna de las partes lo desee: cuando se negocia con bombazos, los bombazos acaban emancipándose de sus intenciones e imponiendo su propia hoja de ruta.
En Siria, en todo caso, se impone −es verdad− una salida realista. ¿Pero qué quiere decir ‘realismo’ allí donde inevitablemente, contra la voluntad de sus ciudadanos, se ha impuesto la ley de hierro de la geopolítica medio-oriental, y en su expresión más aguda y asfixiante: dictadura, intervenciones extranjeras y yihadismo fanático?
El realismo, a mi juicio, implica aceptar al menos estos cinco puntos, muy difíciles de conciliar entre sí:
Aceptar que la revolución ha fracasado, que la democracia ha salido ya derrotada frente a varias contrarrevoluciones convergentes y que de lo que se trata ahora es de salvar vidas.
Aceptar que sin Rusia e Irán, responsables en buena parte de lo que está pasando, no hay solución política; y que Rusia e Irán −cosa que han aceptado ya, con hipócrita y feroz ‘realismo’, los EEUU y la UE− imponen la supervivencia, al menos provisional, de Bachar Al-Assad y el régimen dictatorial.
Aceptar que sin Arabia Saudí, Turquía y las milicias religiosas ‘moderadas’ en concurso, responsables asimismo de lo que está pasando, tampoco hay solución; y que esas fuerzas no van a consentir la permanencia de Assad en el gobierno. Por no hablar de la dificultad de involucrar en un proceso con Assad a esa mayoría siria inocente, culpable solo de aspirar a un poco de libertad y dignidad y que ha visto por eso morir a sus hijos, padres y amigos bajo los barriles de dinamita o en las cárceles del régimen.
Aceptar que esta ‘solución imposible’ es la condición, y no al revés, para acabar con el Estado Islámico, al que las bombas muy selectivas de unos y otros nutren y justifican, cuando no sencillamente ignoran.
Aceptar, en términos generales, que no estamos en la guerra fría sino en un marco semejante al de la Primera Guerra Mundial, un matadero de enfrentamientos interimperialistas −pábulo de sectarismos y fanatismos identitarios con revisión de fronteras− en el que ni los pueblos de la zona ni la izquierda mundial ni la humanidad en general tienen nada que ganar.
Mientras no se comprenda que de realismo en realismo −como de oca en oca− acabamos en la Calavera y la Mazmorra; mientras no se comprenda que no hay nada más realista que un poco de democracia y de justicia social, el realismo seguirá imponiendo dolor, guerra y saqueo en Siria y en todas partes. No parece que ninguna de las fuerzas mellizas −cómplices y rivales− sobre el terreno, ni EEUU ni Rusia, ni Arabia Saudí ni Irán, ni ‘nuestros’ malos ni ‘nuestros’ buenos, vayan a aceptar este simple principio que los cuestiona a todos por igual.
(*) Santiago Alba Rico es filósofo y columnista.
Y aquí defiende la traición de Tsiripas:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=202518
http://www.cuartopoder.es/tribuna/2...ia-y-el-reformismo-en-un-mismo-pais/7450<b />
Syriza, Grecia y el reformismo en un solo país
Syriza, Grecia y el reformismo en un solo país
Santiago Alba Rico
Cuarto Poder
Hace cien años, la combinación de un fuerte movimiento obrero internacional, una devastadora crisis económica y una guerra mundial estuvieron a punto de derribar el capitalismo europeo. Durante unos días -durante unos años, entre 1910 y 1925- pareció posible un cambio revolucionario global en Europa que finalmente, tras las derrotas en Alemania, Austria y Hungría, quedó acurrucado en Rusia. Como sabemos, fue este fracaso de la revolución europea que Lenin había ayudado a preparar la que llevó al debate fundamental de la experiencia soviética: la de si era posible -y realista y deseable- el socialismo en un solo país.
Cien años después hemos retrocedido mucho, hasta el punto de que -como dice Zizek– es más fácil representarse el fin del mundo que el fin del capitalismo (el cual, como declaraba una irónica pintada en una calle de Buenos Aires, “tiene los milenios contados”). El desprestigio histórico del comunismo (que destruyó a estalinistas y antiestalinistas por igual), los pactos sociales que, frente a la URSS, debilitaron materialmente “la conciencia de clase” europea, las tras*formaciones materiales en los procedimientos de acumulación y explotación y, tras el final de la Guerra Fría, las contrarreformas neoliberales que han desmantelado el Estado del bienestar, fundido en una sola pieza finanzas, política y mafia y construido a partir de ahí una Unión Europea en la que se citan -como garantía de legitimidad antropológica y electoral- un modelo de mercado laboral decimonónico y un modelo de consumo individual “universal”, todos estos factores -en fin- han acabado por imponer dos hechos difícilmente negables. El primero es el de que ni la población europea desea ni las estructuras político-económicas permiten una tras*formación revolucionaria inmediata del capitalismo y que, si la crisis no descarta el conflicto violento e incluso la guerra (que lame ya las fronteras de la UE) no hay hoy ninguna fuerza de izquierdas capaz de contrarrestar la beligerancia destructiva del rampante populismo de derechas. El segundo es que las contrarreformas neoliberales de las últimas décadas han desplazado tanto el eje de acumulación de poder político y económico que, por ejemplo, el programa democristiano de la postguerra mundial (y hasta el paternalismo social del dictador Franco) resultaría hoy de izquierdas e inasumible para las oligarquías europeas. Vivimos en una Europa definitivamente post-revolucionaria en la que, al mismo tiempo, el “reformismo” contiene una potencia conflictiva y movilizadora sin precedentes. Digamos entre paréntesis que la lectura que Laclau y Mouffe hacen del concepto gramsciano de “hegemonía” no es sino la tentativa de pensar la posibilidad de cambio en un mundo post-revolucionario.
Si aceptamos este marco, la cuestión no es ya, como hace cien años, la de si es posible el socialismo en un solo país; la pregunta es si es posible el “reformismo” en un solo país. Esta es, a mi juicio, la discusión que plantea el caso griego, con sus grandes esperanzas y sus grandes frustraciones. Recordemos que Syriza llegó al gobierno en una Grecia devastada por la deuda y que había perdido el 25% de su osamenta económica y que lo hizo con un programa de reformas keynesianas que implicaban la recuperación del sector público, la protección de los sectores más desfavorecidos y el fin de las políticas de austeridad, lo que presuponía a su vez una quita o renegociación de la deuda. En el referéndum de julio el pueblo griego dijo NO a la troica y la troica dijo NO al pueblo griego, imponiendo un acuerdo humillante y colonial que Tsipras firmó -digamos- contra la voluntad de sus ciudadanos con el pretexto de que no había “escapatoria”. En Grecia son pocos, incluso dentro de Syriza, los que han llamado “traidor” a Tsipras, pero sí los que han discutido esta pretensión, alejándose de las posiciones oficiales hasta el punto de separarse del partido y formar ahora una lista electoral -tras el anuncio de adelanto electoral- llamada Unidad Popular. La escisión, efecto colateral de la victoria alemana, es dramática para la izquierda griega y para la izquierda europea, pero obliga en todo caso a tratar de entender lo que está en juego.
¿No había alternativa económica a la firma del tercer rescate? Grandes economistas -con el propioVaroufakis a la cabeza- razonan bastante bien lo contrario y demuestran con rigor que dentro del euro, engrilletados al Banco Central Europeo y a la Europa germana, no hay posibilidad de supervivencia para Grecia. La alternativa, en todo caso, pasa por desconectarse en solitario del amo alemán, asumiendo, junto a una inicial vulnerabilidad económica quizás insostenible, una indudable vulnerabilidad política -con potenciales derivas impopulares y antidemocráticas. Los disidentes de Unidad Popular, cargados de razón económica, apuestan en definitiva por “el reformismo en un solo país”.
Frente a sus disidentes, Tsipras tampoco considera bueno el rescate y se siente sin duda -como cada griego que lo ha votado- humillado y deprimido; y probablemente comparte el análisis deLafazanis o del propio Varoufakis, pero considera con desesperada audacia que, atrapada en sus entrañas, Grecia sólo puede tras*formarse desde una Europa tras*formada y que, más allá del rechazo ciudadano a la salida del euro y de la envenenada liquidez inmediata que le proporcionará el rescate, para tras*formar la Europa que tranformará Grecia necesita tiempo y aliados. El adelanto electoral es, en este sentido, una maniobra arriesgada y astuta. Si las encuestas no mienten, una posible victoria de Tsipras, incluso más amplia, le puede permitir gobernar sin críticas internas y sin el apoyo contaminante de la oposición de derechas, muy debilitada y sin opciones electorales. Un gobierno de Syriza estable, que acepte el rescate pero que no renuncie al juego y que trate de generar contradicciones en la socialdemocracia europea (especialmente la francesa) a la espera de nuevos aliados, no anuncia necesariamente una pasokización (o una felipización) de Tsipras y su partido. Dentro de la UE hay otras opciones. Una vuelta al sistema monetario europeo anterior al euro, como preconiza, por ejemplo, Oskar Lafontaine, parece también razonable, pero sólo es posible tras*formando la relación de fuerzas en Europa. Para ello es fundamental, desde un punto de vista ideológico y pedagógico, romper la identificación capciosa -pilar de la propaganda alemana- entre euro y proyecto común europeo; y entre euro y desarrollo económico. Pero esto -entre los griegos como entre los españoles- también necesita tiempo y nuevas alianzas.
Los votantes griegos, en todo caso, han percibido muy bien que la verdadera discusión se ha entablado entre la razón económica, que APUESTA por el “reformismo en un solo país”, y la razón política, que apuesta por un “reformismo europeo”. Sólo así se explica la esquizofrenia que expresan las encuestas. El 77% de los griegos está descontento de su gobierno, al que reprocha la capitulación ante Alemania; y el 83% piensa que Syriza ha abandonado su programa. Y sin embargo, al mismo tiempo, el 33% piensa apoyar electoralmente a Tsipras, que obtendría una ventaja de 15 puntos sobre Nea Democratia, la segunda fuerza, lo que representa un porcentaje y una diferencia mayores que en las últimas elecciones. Digamos que la posición de Tsipras coincide con la de la mayor parte del pueblo griego: conciencia de derrota y decepción y apuesta, al mismo tiempo, por seguir la batalla, con fuerzas mermadas, en el marco de la UE.
En esta Europa definitivamente post-revolucionaria, Grecia delimita las alternativas muy modestas, y casi suicidas, a las que se enfrentan hoy las fuerzas del cambio: o reformismo casi imposible en un solo país o reformismo casi imposible en el interior de las instituciones europeas. Del caso griego retendría en todo caso algunas conclusiones muy rápidas:
Que en Europa sólo puede haber una revolución de derechas.
Que, a pesar de eso, la UE actual no va a permitir un reformismo de izquierdas.
Que la razón económica tiene razón.
Que la razón política también la tiene.
Que apoyar a Tsipras es tan importante como escuchar a Unidad Popular.
Que, más allá de los cálculos políticos, Tsipras ha vuelto a dar una lección de democracia en un continente en el que solo la democracia puede abrir el camino a las reformas “revolucionarias” colectivas.
Que por todo lo anterior la victoria o -al menos- el fortalecimiento electoral de Podemos en España es mucho más que una esperanza: es de una urgencia desesperada. Y que todos los obstáculos que pongamos desde nuestras propias filas a esa victoria retira obstáculos del camino avasallador de las contrarreformas capitalistas, las revoluciones derechistas y la yihadización antidemocrática de las luchas políticas y sociales. Invita poco al optimismo esta afirmación, pero lo cierto es que Podemos es hoy por hoy la única esperanza para Grecia y para el conjunto de Europa. En la Europa definitivamente post-revolucionaria la alternativa no es ya socialismo o barbarie ni reformismo o revolución sino reformismo o apocalipsis. Hagamos lo que podamos; nunca menos.
Santiago Alba Rico. Filósofo y columnista. Su última obra publicada es Islamofobia. Nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015).
Santiago Alba Rico
Cuarto Poder
Hace cien años, la combinación de un fuerte movimiento obrero internacional, una devastadora crisis económica y una guerra mundial estuvieron a punto de derribar el capitalismo europeo. Durante unos días -durante unos años, entre 1910 y 1925- pareció posible un cambio revolucionario global en Europa que finalmente, tras las derrotas en Alemania, Austria y Hungría, quedó acurrucado en Rusia. Como sabemos, fue este fracaso de la revolución europea que Lenin había ayudado a preparar la que llevó al debate fundamental de la experiencia soviética: la de si era posible -y realista y deseable- el socialismo en un solo país.
Cien años después hemos retrocedido mucho, hasta el punto de que -como dice Zizek– es más fácil representarse el fin del mundo que el fin del capitalismo (el cual, como declaraba una irónica pintada en una calle de Buenos Aires, “tiene los milenios contados”). El desprestigio histórico del comunismo (que destruyó a estalinistas y antiestalinistas por igual), los pactos sociales que, frente a la URSS, debilitaron materialmente “la conciencia de clase” europea, las tras*formaciones materiales en los procedimientos de acumulación y explotación y, tras el final de la Guerra Fría, las contrarreformas neoliberales que han desmantelado el Estado del bienestar, fundido en una sola pieza finanzas, política y mafia y construido a partir de ahí una Unión Europea en la que se citan -como garantía de legitimidad antropológica y electoral- un modelo de mercado laboral decimonónico y un modelo de consumo individual “universal”, todos estos factores -en fin- han acabado por imponer dos hechos difícilmente negables. El primero es el de que ni la población europea desea ni las estructuras político-económicas permiten una tras*formación revolucionaria inmediata del capitalismo y que, si la crisis no descarta el conflicto violento e incluso la guerra (que lame ya las fronteras de la UE) no hay hoy ninguna fuerza de izquierdas capaz de contrarrestar la beligerancia destructiva del rampante populismo de derechas. El segundo es que las contrarreformas neoliberales de las últimas décadas han desplazado tanto el eje de acumulación de poder político y económico que, por ejemplo, el programa democristiano de la postguerra mundial (y hasta el paternalismo social del dictador Franco) resultaría hoy de izquierdas e inasumible para las oligarquías europeas. Vivimos en una Europa definitivamente post-revolucionaria en la que, al mismo tiempo, el “reformismo” contiene una potencia conflictiva y movilizadora sin precedentes. Digamos entre paréntesis que la lectura que Laclau y Mouffe hacen del concepto gramsciano de “hegemonía” no es sino la tentativa de pensar la posibilidad de cambio en un mundo post-revolucionario.
Si aceptamos este marco, la cuestión no es ya, como hace cien años, la de si es posible el socialismo en un solo país; la pregunta es si es posible el “reformismo” en un solo país. Esta es, a mi juicio, la discusión que plantea el caso griego, con sus grandes esperanzas y sus grandes frustraciones. Recordemos que Syriza llegó al gobierno en una Grecia devastada por la deuda y que había perdido el 25% de su osamenta económica y que lo hizo con un programa de reformas keynesianas que implicaban la recuperación del sector público, la protección de los sectores más desfavorecidos y el fin de las políticas de austeridad, lo que presuponía a su vez una quita o renegociación de la deuda. En el referéndum de julio el pueblo griego dijo NO a la troica y la troica dijo NO al pueblo griego, imponiendo un acuerdo humillante y colonial que Tsipras firmó -digamos- contra la voluntad de sus ciudadanos con el pretexto de que no había “escapatoria”. En Grecia son pocos, incluso dentro de Syriza, los que han llamado “traidor” a Tsipras, pero sí los que han discutido esta pretensión, alejándose de las posiciones oficiales hasta el punto de separarse del partido y formar ahora una lista electoral -tras el anuncio de adelanto electoral- llamada Unidad Popular. La escisión, efecto colateral de la victoria alemana, es dramática para la izquierda griega y para la izquierda europea, pero obliga en todo caso a tratar de entender lo que está en juego.
¿No había alternativa económica a la firma del tercer rescate? Grandes economistas -con el propioVaroufakis a la cabeza- razonan bastante bien lo contrario y demuestran con rigor que dentro del euro, engrilletados al Banco Central Europeo y a la Europa germana, no hay posibilidad de supervivencia para Grecia. La alternativa, en todo caso, pasa por desconectarse en solitario del amo alemán, asumiendo, junto a una inicial vulnerabilidad económica quizás insostenible, una indudable vulnerabilidad política -con potenciales derivas impopulares y antidemocráticas. Los disidentes de Unidad Popular, cargados de razón económica, apuestan en definitiva por “el reformismo en un solo país”.
Frente a sus disidentes, Tsipras tampoco considera bueno el rescate y se siente sin duda -como cada griego que lo ha votado- humillado y deprimido; y probablemente comparte el análisis deLafazanis o del propio Varoufakis, pero considera con desesperada audacia que, atrapada en sus entrañas, Grecia sólo puede tras*formarse desde una Europa tras*formada y que, más allá del rechazo ciudadano a la salida del euro y de la envenenada liquidez inmediata que le proporcionará el rescate, para tras*formar la Europa que tranformará Grecia necesita tiempo y aliados. El adelanto electoral es, en este sentido, una maniobra arriesgada y astuta. Si las encuestas no mienten, una posible victoria de Tsipras, incluso más amplia, le puede permitir gobernar sin críticas internas y sin el apoyo contaminante de la oposición de derechas, muy debilitada y sin opciones electorales. Un gobierno de Syriza estable, que acepte el rescate pero que no renuncie al juego y que trate de generar contradicciones en la socialdemocracia europea (especialmente la francesa) a la espera de nuevos aliados, no anuncia necesariamente una pasokización (o una felipización) de Tsipras y su partido. Dentro de la UE hay otras opciones. Una vuelta al sistema monetario europeo anterior al euro, como preconiza, por ejemplo, Oskar Lafontaine, parece también razonable, pero sólo es posible tras*formando la relación de fuerzas en Europa. Para ello es fundamental, desde un punto de vista ideológico y pedagógico, romper la identificación capciosa -pilar de la propaganda alemana- entre euro y proyecto común europeo; y entre euro y desarrollo económico. Pero esto -entre los griegos como entre los españoles- también necesita tiempo y nuevas alianzas.
Los votantes griegos, en todo caso, han percibido muy bien que la verdadera discusión se ha entablado entre la razón económica, que APUESTA por el “reformismo en un solo país”, y la razón política, que apuesta por un “reformismo europeo”. Sólo así se explica la esquizofrenia que expresan las encuestas. El 77% de los griegos está descontento de su gobierno, al que reprocha la capitulación ante Alemania; y el 83% piensa que Syriza ha abandonado su programa. Y sin embargo, al mismo tiempo, el 33% piensa apoyar electoralmente a Tsipras, que obtendría una ventaja de 15 puntos sobre Nea Democratia, la segunda fuerza, lo que representa un porcentaje y una diferencia mayores que en las últimas elecciones. Digamos que la posición de Tsipras coincide con la de la mayor parte del pueblo griego: conciencia de derrota y decepción y apuesta, al mismo tiempo, por seguir la batalla, con fuerzas mermadas, en el marco de la UE.
En esta Europa definitivamente post-revolucionaria, Grecia delimita las alternativas muy modestas, y casi suicidas, a las que se enfrentan hoy las fuerzas del cambio: o reformismo casi imposible en un solo país o reformismo casi imposible en el interior de las instituciones europeas. Del caso griego retendría en todo caso algunas conclusiones muy rápidas:
Que en Europa sólo puede haber una revolución de derechas.
Que, a pesar de eso, la UE actual no va a permitir un reformismo de izquierdas.
Que la razón económica tiene razón.
Que la razón política también la tiene.
Que apoyar a Tsipras es tan importante como escuchar a Unidad Popular.
Que, más allá de los cálculos políticos, Tsipras ha vuelto a dar una lección de democracia en un continente en el que solo la democracia puede abrir el camino a las reformas “revolucionarias” colectivas.
Que por todo lo anterior la victoria o -al menos- el fortalecimiento electoral de Podemos en España es mucho más que una esperanza: es de una urgencia desesperada. Y que todos los obstáculos que pongamos desde nuestras propias filas a esa victoria retira obstáculos del camino avasallador de las contrarreformas capitalistas, las revoluciones derechistas y la yihadización antidemocrática de las luchas políticas y sociales. Invita poco al optimismo esta afirmación, pero lo cierto es que Podemos es hoy por hoy la única esperanza para Grecia y para el conjunto de Europa. En la Europa definitivamente post-revolucionaria la alternativa no es ya socialismo o barbarie ni reformismo o revolución sino reformismo o apocalipsis. Hagamos lo que podamos; nunca menos.
Santiago Alba Rico. Filósofo y columnista. Su última obra publicada es Islamofobia. Nosotros, los otros, el miedo (Icaria, 2015).
Más vomitonas pro-EEUU del personaje:
http://www.rebelion.org/mostrar.php?tipo=5&id=Santiago Alba Rico&inicio=0
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