Sabíamos que Pablo Iglesias era un golfo zascandil, pero no tanto

halconx

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Sabíamos que Pablo Iglesias era un golfo zascandil, pero no tanto.

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No hay mejor ejemplo de estafa política que la que representa Pablo Iglesias. ¿Se habrán dado cuenta los estafados participantes en las movilizaciones del 15M que al final la sociedad que pensaban cambiar es la misma ciénaga de siempre, salvo por el detalle de que Pablo Iglesias e Irene Montero se hayan hecho millonarios y ejerzan hoy de lo que entonces reprobaban? Al final, la formación que nació con el 15-M se ha convertido en el proyecto personal de Pablo Iglesias. La misma historia de granujas y pardillos de siempre. La novela picaresca española (un subgénero literario narrativo en prosa entre el Renacimiento y el Barroco) habría tenido en Iglesias una valiosísima fuente de inspiración. Del «Lazarillo de Tormes» al «Jorobado de Galapagar».


Pablo Iglesias ha tocado el cielo mientras la gente que le aupó sigue hundida en el infierno. Y ya ni siquera esconde su insaciabilidad económica. Ahora quiere acabar con la limitación salarial para sus cargos públicos, establecida desde el nacimiento de la formación en 2014 en una cantidad máxima equivalente de tres Salarios Mínimos Interprofesionales (SMI) –además de complementos por personas a cargo–. También ha propuesto que los mandatos, incluido el suyo, puedan durar más de los doce años fijados ahora como límite, si lo permiten los militantes en una consulta.


Otro caso que define a Iglesias es el dinero recibido de los dirigentes narcotraficantes de Venezuela, un país devastado por el hambre y el terrorismo de Estado. ¿Qué le importa a un burgués millonario la realidad social y económica de un país a más de 7000 kilómetros de su suntuoso chalé de Galapagar?


Las contradicciones en Iglesias son permanentes. Su camaleonismo político le llevó a identificar a la exministra de Justicia, Dolores Delgado, con las cloacas del Estado, para terminar apoyando su nombramiento como fiscal general.


En el pasado, Pablo Iglesias criticó duramente a la Guardia Civil y a otros cuerpos y fuerzas de seguridad del estado. Dijo que eran matones al servicio de los ricos. Ahora esos “matones”, están a su servicio y vigilan su chalé las 24 horas del día.


También dijo que no quería a dirigentes políticos de IU, porque en 25 años habían sido incapaces de hacer nada. Es más, Iglesias calificó a los militantes de IU como Pitufos Gruñones, refiriéndose a que eran pequeños en tamaño, pero que trataban de imponer sus dogmas. Hoy, el jefe de los Pitufos Griñones se sienta en el Consejo de Ministros en representación de Podemos.


El principio de decir Diego donde ayer se decía digo lo mantuvo también con el apoyo al nombramiento del sociólogo José Félix Tezanos como presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), tras acusarle de ser parcial y de haber exigido su dimisión en el pasado.


El pasado octubre Podemos interpuso una denuncia ante la Junta Electoral Central (JEC) contra Tezanos por sus «declaraciones partidistas» en la revista «Temas». El presidente del CIS pedía en su artículo el voto para el PSOE. El hoy vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, expresó en Twitter que Tezanos «debería dimitir o ser cesado ipso facto».


Este tipo, en fin, tiene como profesión vivir del dinero público, pero como vocación busca azotar a las mujeres hasta que sangre, organizar a una diputada un escrache salvaje y abrazar a los herederos políticos de los pistoleros en el Congreso.


Y es que ningún otro líder político en España ha representado mejor que Pablo Iglesias ese chiste de Chumy Chúmez protagonizado por un progre que mira con desprecio a un grupo de obreros mientras se dice a sí mismo «a veces pienso que esta gente no se merece que me lea entero El capital».


Lo que en cualquier otro político habría pasado prácticamente desapercibido, se convirtió para muchos de los simpatizantes de Podemos en la prueba de que el partido era ya tan casta como el que más. Porque Pablo Iglesias y el resto de líderes de la formación habían hecho del orgullo de clase (la clase de «los de abajo» frente a la «casta extractiva» de «los de arriba») uno de los pilares de su acción política. Y eso a pesar de formar parte en su amplia mayoría de los estratos sociales más acomodados de la sociedad española, como demuestran los casos de Rita Maestre, Carolina Bescansa, Ramón Espinar, Íñigo Errejón o el mismo Pablo Iglesias.


La contradicción, insoslayable en algunos casos, fue toreada con mayor o menor fortuna por el partido hasta que Pablo Iglesias e Irene Montero pagaron 600.000 euros por un chalet con piscina y terreno de dos mil metros cuadrados en el acomodado barrio madrileño de Galapagar. No contentos con ello, forzaron a la militancia a avalar la compra mediante un esperpéntico referéndum que, como es público, arrojó el resultado deseado por la pareja.


Por otra parte, no existe mayor tabú entre la prensa española que el de la relación entre los humores sentimentales y sensuales del líder de Podemos con el devenir del propio Podemos. Cuando Iglesias finalizó su relación con Tania Sánchez, la relegó al gallinero del Congreso de los Diputados y sentó a su lado a su nueva pareja sentimental para convertirla en la número dos del partido, no hubo un solo medio de prensa, de radio o de TV en España que reaccionara tal y como habría reaccionado en el caso de que hubieran sido Mariano Rajoy, Albert Rivera o Santiago Abascal los que actuaran de esa manera.


Que del núcleo fundador de Podemos sólo quede ya al frente Pablo Iglesias tras purgar a todos aquellos que suponían el más mínimo peligro para su liderazgo sólo confirma que Podemos jamás ha sido un partido sino la aventura personal de un líder de ambiciones napoleónicas que inventó Podemos, que lo gobernará mientras él quiera y que, a su marcha, lo dejará todo «atado y bien atado».


Podemos no ha sido el primer partido de izquierdas español que se ha aliado con el nacionalismo de la extrema derecha burguesa catalana de ERC, Convergencia y la CUP con la esperanza de que esta actúe como la fuerza de choque que le quiebre las piernas al régimen del 78 y le permita ocupar al poder sin depender de ese molesto trámite llamado ‘elecciones democráticas’. Tampoco ha sido el primer partido que se ha creído ingenuamente las proclamas republicanas de un nacionalismo que primero fue constitucionalista, luego autonomista, luego federalista, luego independentista y ahora antifranquista, frentepopulista o lo que se tercie con tal de enmascarar sus verdaderas pulsiones primarias: el racismo y la insolidaridad fiscal.


Pero sí ha sido Podemos el primer partido capaz de reunirse, furgoneta con cristales tintados mediante, en la mansión de un multimillonario comunista con el beato líder de maneras jesuitas de una formación de ultraderecha nacionalista como ERC: una trama que haría las delicias conspiranoicas de un hipotético Oliver Stone de derechas. De lo hablado en aquella reunión no existen como es obvio pruebas escritas. Nadie duda, en cualquier caso, de que la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez hasta la Moncloa a lomos de una insólita alianza de nacionalistas supremacistas, filoetarras y populistas de extrema izquierda tuvo mucho que ver con ella.


¿Qué partido que gobierno en un país civilizado puede permitirse el lujo de una retórica de casa okupada como la del partido de Pablo Iglesias? Podemos no trajo el populismo a España, ese honor le corresponde a José Luis Rodríguez Zapatero. Pero sí fue el partido que abrazó con menos complejos las tácticas del populismo para ofrecerle a un público resentido con entelequias de trazo grosero como «el sistema», «el capitalismo» o «los poderosos» soluciones maniqueas envueltas en retórica revolucionaria y estética de litrona mañanera legañosa en la cafetería de una facultad de letras cualquiera.


No ha destacado Podemos por sus aportaciones a la ciencia política, jurídica o sociológica española, pero si por la agresividad de la verborrea, en muchas ocasiones grotesca, de personajes como Pablo Echenique, Juan Carlos Monedero o Teresa Rodríguez. Una Teresa Rodríguez que, tras negarse a aplaudir a las víctimas de ETA durante la investidura de Moreno Bonilla como presidente de la Junta de Andalucía, se atrevió a llamar «pistolero» a un Santiago Abascal que ha vivido la mayor parte de su vida amenazado por la banda terrorista nacionalista vasca. Es sólo un ejemplo de los muchos que atesora Podemos en su haber.


La mayor de las contradicciones de los líderes de Podemos es la que les lleva a presentarse a las elecciones de un país que aborrecen. Todos los países cuentan con un reservorio de ciudadanos refractarios a los grandes consensos democráticos, culturales y jovenlandesales del momento. Pero ningún partido como Podemos ha llegado a gobernar gracias a ellos y con la ayuda de ese segundo reservorio de ciudadanos que no se limitan a discrepar de esos consensos, sino que además pretenden destruir el Estado que los protege. Es decir con la ayuda de los nacionalismos regionales.


Sumemos al cóctel el desprecio de Podemos por esas clases populares que sus líderes consideraban de su propiedad y que ahora andan moviéndose en masa hacía Vox, un fenómeno habitual en los países de nuestro entorno más próximo, y la pregunta surge por sí sola. ¿Por qué Podemos gobierrna un país que odia habitado por unos ciudadanos a los que desprecia?
 
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de profesor 1000 eurista y cajera de Saturn a vida de ricos con chalet con piscina en menos que canta un gallo, la gente no se da cuenta? meparto:
 
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