Clavisto
Será en Octubre
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- 10 Sep 2013
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Me chispé viendo "El día de la bestia" Lo pasé bien. Hacía años del último visionado. Era la una de la madrugada cuando apagué el ordenador para ir a la cama.
Desperté tarde y mal. Mezclar cerveza y whisky no es una buena idea; nunca lo fue o al menos yo no lo recuerdo.
Tomé un ibuprofeno con una cucharada de polen de flores, me duché y viéndome la cara en el espejo decidí afeitar la barba de dos días aunque ahora lo haga cada tres: más sería verme demasiado viejo.
Encendí el ordenador y un cigarrillo. Por el ventanal del salón penetraba la luz del nuevo día. El piso está orientado hacia el oeste, como la canción, así que hasta algo más allá del mediodía sólo recibo una especie de reflejo del sol.
Puse música techno a buen volumen (ya eran más de la diez), le eché de comer y beber a la gata y retomé el zafarrancho general: hoy tocaba el mobiliario de la cocina.
Fue hace unos días. Yo estaba sacando la compra del ascensor cuando la vecina de enfrente (una señora mayor) abrió su puerta tal y como si estuviese esperándome. Quizá antes había llamado a la mía, no lo sé. Pero resultó raro.
Llevará un año por aquí. Tengo buena relación con ella. A decir verdad es la mejor que he tenido en estos dieciocho años con el vecino de enfrente, pues no hay otro. Y no es que haya tenido malas con los demás sino que han sido prácticamente inexistentes. Un par de veces vino al bar con su hija y bebiendo hablamos de cosas interesantes.
- Kufisto -dijo con su agradable acento venezolano- ¿puedes ayudarme?
- ¿Qué le pasa?
- Estoy sin luz toda la mañana, no tengo batería en el teléfono y no puedo llamar a nadie.
- Espere un momento que deje esto.
Su piso parecía el Palacio Real comparado con el mío: todo impoluto, limpísimo, luminoso.
Miré el cuadro de la electricidad y volví al mío por ver si las teclas estaban en el mismo lugar. Yo tengo de electricista lo mismo que de estrella de rocanrol.
Todo estaba bien pero todo estaba mal. Era pulsar una de las teclas y saltar el automático. Así estuvimos un rato.
- Voy a llamar al número de teléfono que tiene aquí -le dije.
Llamé y como es normal no lo cogió más que el contestador automático. Era la hora de comer y esta gente está comiendo a todas horas.
- ¿Tiene usted -le pregunté- muchos electrodomésticos en marcha? -Esto es algo aprendido en el bar.
- No, no...
- ¿La lavadora, el lavavajillas, el horno?...
- ¡No, no...! Ven a la cocina.
Fuimos a la cocina. Podría comerse una ensalada en el suelo.
Y entonces fue cuando vi una plancha de asar conectada al enchufe.
- Quite el cable -le dije. Otra vez el bar.
Volvimos al cuadro eléctrico y se hizo la luz. Y no se apagó.
He metido todos los trastos en una sola habitación. He dejado un dormitorio listo para ser ocupado en cualquier momento. He lavado hasta las cortinas. He tirado una montaña de cosas a lo contenedores de sarama. Y he dejado algunas al lado por si a alguien le hacían falta, cosa que no tardaba en ocurrir pasada media hora. Ahora tengo tiempo para hacerlo.
- Ven por aquí, Kufisto -dijo Fernando dejando sus cosas al verme en la cola de las cajas del mayorista donde está de encargado .
- Hola, Fer.
- ¿Qué tal va eso, tío?
- De lujo.
- ¿Ya no quieres factura, no?
Reímos.
- ¿Ya tienes algo? -preguntó.
- Nada. Sólo quiero descansar.
Sonrió.
- ¿Sabes? Estoy hasta los huevones -Y mientras pasaba la compra por el lector electrónico me contó la última que había tenido hoy.
Y reí.
Desperté tarde y mal. Mezclar cerveza y whisky no es una buena idea; nunca lo fue o al menos yo no lo recuerdo.
Tomé un ibuprofeno con una cucharada de polen de flores, me duché y viéndome la cara en el espejo decidí afeitar la barba de dos días aunque ahora lo haga cada tres: más sería verme demasiado viejo.
Encendí el ordenador y un cigarrillo. Por el ventanal del salón penetraba la luz del nuevo día. El piso está orientado hacia el oeste, como la canción, así que hasta algo más allá del mediodía sólo recibo una especie de reflejo del sol.
Puse música techno a buen volumen (ya eran más de la diez), le eché de comer y beber a la gata y retomé el zafarrancho general: hoy tocaba el mobiliario de la cocina.
Fue hace unos días. Yo estaba sacando la compra del ascensor cuando la vecina de enfrente (una señora mayor) abrió su puerta tal y como si estuviese esperándome. Quizá antes había llamado a la mía, no lo sé. Pero resultó raro.
Llevará un año por aquí. Tengo buena relación con ella. A decir verdad es la mejor que he tenido en estos dieciocho años con el vecino de enfrente, pues no hay otro. Y no es que haya tenido malas con los demás sino que han sido prácticamente inexistentes. Un par de veces vino al bar con su hija y bebiendo hablamos de cosas interesantes.
- Kufisto -dijo con su agradable acento venezolano- ¿puedes ayudarme?
- ¿Qué le pasa?
- Estoy sin luz toda la mañana, no tengo batería en el teléfono y no puedo llamar a nadie.
- Espere un momento que deje esto.
Su piso parecía el Palacio Real comparado con el mío: todo impoluto, limpísimo, luminoso.
Miré el cuadro de la electricidad y volví al mío por ver si las teclas estaban en el mismo lugar. Yo tengo de electricista lo mismo que de estrella de rocanrol.
Todo estaba bien pero todo estaba mal. Era pulsar una de las teclas y saltar el automático. Así estuvimos un rato.
- Voy a llamar al número de teléfono que tiene aquí -le dije.
Llamé y como es normal no lo cogió más que el contestador automático. Era la hora de comer y esta gente está comiendo a todas horas.
- ¿Tiene usted -le pregunté- muchos electrodomésticos en marcha? -Esto es algo aprendido en el bar.
- No, no...
- ¿La lavadora, el lavavajillas, el horno?...
- ¡No, no...! Ven a la cocina.
Fuimos a la cocina. Podría comerse una ensalada en el suelo.
Y entonces fue cuando vi una plancha de asar conectada al enchufe.
- Quite el cable -le dije. Otra vez el bar.
Volvimos al cuadro eléctrico y se hizo la luz. Y no se apagó.
He metido todos los trastos en una sola habitación. He dejado un dormitorio listo para ser ocupado en cualquier momento. He lavado hasta las cortinas. He tirado una montaña de cosas a lo contenedores de sarama. Y he dejado algunas al lado por si a alguien le hacían falta, cosa que no tardaba en ocurrir pasada media hora. Ahora tengo tiempo para hacerlo.
- Ven por aquí, Kufisto -dijo Fernando dejando sus cosas al verme en la cola de las cajas del mayorista donde está de encargado .
- Hola, Fer.
- ¿Qué tal va eso, tío?
- De lujo.
- ¿Ya no quieres factura, no?
Reímos.
- ¿Ya tienes algo? -preguntó.
- Nada. Sólo quiero descansar.
Sonrió.
- ¿Sabes? Estoy hasta los huevones -Y mientras pasaba la compra por el lector electrónico me contó la última que había tenido hoy.
Y reí.