¿Saben aquel que DUI?

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Madmaxista
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Jot Down Cultural Magazine

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El asunto es grave; el problema, muy serio. La Nochebuena va a ser partido de alto riesgo en un montón de hogares; una decena de personas han ido a la guandoca y todo esto nos está costando un pastón —hasta veintisiete mil millones se podrían perder, dice el Banco de España—. Pero si no estuviera ocurriendo de verdad, es decir, si el procés fuera ficción, sería una comedia, una obra maestra del humor. Qué personajes, qué diálogos… Ni a Berlanga se le hubiera ocurrido una película mejor.

Examinemos, por partes, los ingredientes del telefilme.

La trama

Partido liberal, nacionalista moderado, democristiano y de centroderecha pasa apuros por escalada de recortes y oleada de casos de corrupción del patriarca, Jordi (Pujol) I, y casi todo su clan. El líder, Artur Mas, al que en 2002 la independencia le parecía «un concepto anticuado», contraataca envolviéndose en la estelada. La jugada catapulta a partido independentista de pro (ERC) y fulmina a partido nacionalista moderado (CiU). Escarceo con amante anticapitalista engulle también a Mas. Ocupa la presidencia de la Generalitat un señor que no se lo esperaba porque no se había presentado a las elecciones: «Hace pocas horas era el alcalde de Girona y no había pensado que ahora estaría aquí, por tanto no he dispuesto del margen de tiempo para preparar el discurso», lamenta en su investidura. Se llama Carles Puigdemont, alias KRLS.

Gabriel Rufián se presenta en Madrid, en su escaño del Congreso de los diputados, con una impresora y convierte a Samsung en involuntario patrocinador de referéndum independentista: sí, las papeletas pueden imprimirse desde casa. Mariano Rajoy decide terminar todas sus frases diciendo que «el referéndum no se va a celebrar».

Son requisadas doce millones de papeletas, pero llegado el 1-O, los partidarios de la consulta consiguen burlar a la policía, la guardia civil y el CNI utilizando urnas made in China escondidas en casas de particulares e incluso en iglesias. Un párroco confiesa a La Vanguardia que se disfrazó de cura por si entraba la policía en la suya y les pillaba contando papeletas. Ese domingo por la tarde no había misa, pero el muy gamberro quería hacer ver que sí por si les pillaban en plena liturgia independentista. El referéndum no existe, pero haberlo, haylo: Generalitat 1- Gobierno 0.

Para impedir votaciones, las fuerzas de seguridad del Estado cargan con muchísima dureza. La foto que al día siguiente ilustra la consulta en gran parte de los medios internacionales es la de los brutales porrazos. 2-0. El referéndum se ha celebrado sin papeletas oficiales, ni junta electoral, ni censo fiable… A medianoche, el consejero Jordi Turull anuncia los resultados. Según su primer recuento, la suma de porcentajes da un 100,88%, el 90,09% de ellos a favor de la independencia. Artur Mas dice en una entrevista en el Financial Times que bueno, que para la independencia real, real, no están preparados. Puigdemont anuncia que asume el mandato para la independencia de Cataluña, bebe agua, tose y la suspende. Rajoy le pregunta que en qué quedamos. Puigdemont consigue escribirle una carta de cuatro folios sin aclararlo.

Entre tanto, son encarcelados los Jordis, a saber, el líder de la Asamblea Nacional Catalana y el de Òmnium Cultural, acusados de sedición. Se filtra que el preso que comparte celda con uno de los Jordis ha suplicado que le cambien porque no aguanta más la matraca independentista de su compañero. Instituciones Penitenciarias se apiada y accede. Primera gran grieta en el independentismo: la ANC convoca una butifarrada solidaria y los independentistas veganos protestan por discriminación. Días más tarde —ni para ti ni para mí— «ayuno por relevos» y punto.

El Parlament aprueba la independencia por voto secreto y setenta síes con casi toda la oposición (PP, PSC y Ciudadanos) fuera del hemiciclo. Rajoy activa el artículo 155 de la Constitución, sobre el que ya se habla en los bares con absoluta soltura; cesa a todo el Gobierno catalán y convoca elecciones en Cataluña el 21 de diciembre.

El vicepresidente cesado, Oriol Junqueras, hace entrar a las cámaras de televisión para escenificar que sigue trabajando moviendo frenéticamente unos folios en blanco sobre una mesa muy bonita. La Fiscalía General del Estado envía un comunicado anunciando las querellas contra Puigdemont y la mesa del Parlament con «Más dura será la caída» en el asunto. Se monta. La fiscalía dice que no seamos malpensados, que era el título de otro documento, ahora no se acuerdan de cuál, que no tenía nada que ver con Cataluña. Puigdemont abandona su recién proclamada república al día siguiente de presentarla en sociedad. Dice desde Bruselas que el artículo 155 es una cosa franquista, feísima, una gran injusticia, pero que asume las elecciones autonómicas que ha convocado Rajoy al aplicarlo. Responde a la prensa en cuatro de los cinco idiomas que sabe —salvo el rumano— y no acepta preguntas de medios españoles —salvo TV3 y RAC1—. A continuación se va a hacer turismo y selfies con nativas. Decide quedarse allí. Dice que es «president del Govern en el exili», lo que Joan Josep Nuet, exsecretario tercero de la mesa del Parlament, llama «el matrix».

La Audiencia Nacional envía a prisión preventiva a Junqueras y otros siete exconsellers de la Generalitat acusados de rebelión, sedición y malversación. El Tribunal Supremo deja libres bajo fianza a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, y a otros cuatro miembros de la cámara imputados por los mismos delitos tras asegurar que lo de la independencia era simbólico más que otra cosa y comprometerse a acatar la Constitución. Puigdemont, con una orden internacional de busca y captura, dice en una entrevista en el periódico belga Le soir que bueeeno, que si se van a poner así, que es posible otra solución que no sea la independencia.

Actores secundarios

Julian Assange. Fundador de Wikileaks, encerrado en la embajada de Ecuador en Londres desde 2012. Dice que el pueblo catalán tiene «derecho a la autodeterminación» y acompaña su declaración con la popular fotografía de un chino enfrentándose a los tanques en la plaza de Tiananmén en 1989: España es China. Pérez-Reverte le llama «perfecto petulante». Se lían a tortas en Twitter. El activista zanja: «Cataluña, al igual que latinoamericano Sánchez, no tolerará el abuso para siempre». A día de hoy no sabemos si se refería a Sancho Panza, Pedro Sánchez o latinoamericano Villa.

Pamela Anderson. Actriz canadiense, exvigilante de la playa, amiga entrañable de Julian Assange. Decide emitir un comunicado de nueve parrafazos para advertirle al mundo que ella está a favor de la independencia de Cataluña. Dice la socorrista: «Los catalanes se han sentido reprimidos durante mucho tiempo y tenían que hacer algo. El PP es el tipo de partido que trabaja sobre la provocación y durante una década ha mostrado a los catalanes y previamente a los vascos un dedo. Así que, obviamente, los catalanes sintieron que no había justicia (…) El Gobierno español ha sido totalmente petulante (…) La cuestión es si sería tal desastre que Cataluña fuera independiente. No es una mala idea si se maneja de forma adecuada y no es el fin del mundo. Creo que el futuro de Europa como continente de naciones Estado está obsoleto. Puedo imaginarme una Europa de regiones y de ciudades Estado (…) Lo que espero que salga de todo esto es que los catalanes tengan un referéndum y la oportunidad de decidir y también que la monarquía española se vaya, ya que ha demostrado ser totalmente inútil». Ea.

Antonio Tejero. Excoronel de la Guardia Civil, golpista, ochenta y cinco años. Escribe una carta a La Gaceta, que le presenta como «la cara visible» del 23-F, para explicar que lo suyo fue un golpecito comparado con lo que está pasando en Cataluña: «El 23-F pretendía conseguir un cambio de Gobierno que garantizara la unidad de la patria, dañada por la Constitución y los estatutos de autonomías que el presidente Suárez otorgó a Cataluña y vascongadas; sin embargo, el golpe de Estado que se está preparando en Cataluña quiere conseguir la ruptura de la región catalana del resto de la patria».

Álvaro de Marichalar. Excuñado de la infanta Elena, exrelaciones públicas de Pachá, exportavoz de UPyD, el más rápido en moto acuática. Se presenta en la plaza de Sant Jaume para defender la unidad de España al grito de «¡Generalidad dimisión! y «¡Viva el amor!». Acusa a «unos mozos» de secuestro. Ellos argumentan que lo metieron en el interior del Palau para que no le partieran la cara. El excuñado real termina detenido por desobediencia. Pocos días antes había sido expulsado —cómo sería la cosa— del Sálvame Deluxe por decir «insensateces», según Jorge Javier Vázquez.


La banda sonora

Los independentistas se quedan con el himno oficial de Cataluña, «Els Segadors», cuyo origen es un romance popular sobre la revuelta de los segadores catalanes en 1640 contra la presencia de soldados castellanos. Queda terminantemente prohibido Joan Manuel Serrat. Sí, se opuso a cantar en Eurovisión si no le dejaban hacerlo en catalán y se exilió en México en los últimos años del franquismo, pero es un «fascista» y un «traidor» por haber dudado del referéndum y «la tierra prometida». Eso incluye también a Víctor y Ana y a Sabina, la derechona. Un hombre de Barcelona decide provocar a sus vecinos separatistas poniendo cada noche a todo volumen «Que viva España», de Manolo Escobar. Se viene arriba y saca dos altavoces al balcón. Un guardia civil responde a un escrache cantando a todo pulmón un fandango. En esta categoría no nos nominarán a los Goya.

Decorado

Como el caché de los protagonistas es bastante alto —de los veinticincco mil a los ciento cincuenta mil euros de fianza— y teniendo en cuenta que se han ido de Cataluña un porrón de empresas, el presupuesto es limitado. Pediremos prestadas a los vecinos las banderas que cuelgan de los balcones y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado llegarán a Barcelona en el barco de Piolín, que nos hace precio.

Posibles finales


1. Todo fue un sueño, como en Los Serrano.

Puigdemont se despierta encharcado en sudor y en Girona, ciudad de la que sigue siendo alcalde. Como no las tiene todas consigo, pone TV3, donde en ese preciso momento sale un anuncio del Banco Sabadell. Aún temblando, cambia de canal. Todas las cadenas abren sus informativos con el informe de la fiscal anticorrupción Concepción Sabadell: «Ha quedado plena y abrumadoramente acreditada la existencia de la caja b del PP …». Abre su cartera para comprobar que sigue teniendo euros. Su mujer le pregunta si va a ir esa tarde al fútbol. ¿Te imaginas que el Girona le gana al Madrid? A Puigdemont le da la risa.

2. Matrix.

Puigdemont se despierta, encharcado en sudor, en un hotel de Bruselas. La calefacción se ha roto y jura que nunca volverá a un tres estrellas. Coge la libretita de cortesía del hotel y escribe Carles Puigdemont, president del Govern catalán en el exili hasta que se le acaba el papel. Llama entonces a recepción para pedir más libretas y más champú. Mientras se lo suben, escribe unas cositas en Twitter. Llama a Assange para preguntarle qué hace él en la embajada de Ecuador cuando se aburre. No le coge el teléfono. Le llama a él un amigo de la infancia furioso porque Messi se ha ido al Betis. Él intenta dialogar, pero su amigo no entra en razón. Finalmente, le grita botifler y cuelga.

3. Final abierto.

Puigdemont se despierta, encharcado en sudor, en el palacio de la Generalitat. Llegan unos policías a detenerle. En su declaración ante la juez dice que él no es mucho de criticar, que no quiere decir nada, pero que hay compañeros suyos del Govern que nada más declarar la independencia se largaron a otro país, y que eso no es serio. Que humildemente cree que debería tenerse en cuenta que él se ha quedado, que no huye de la justicia. Que si tienen que enviarle a prisión lo entiende, pero que se haga cargo la juez de que eso, fuera, se lo van a tomar fatal. Que, además, tiene que hacer campaña para las elecciones autonómicas del 21 de diciembre. Que si va a la guandoca gana seguro. Que ella sabrá.

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