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Alexander Etkind: “Rusia tal y como la conocemos no sobrevivirá a esta guerra”
En entrevista con Infobae, el historiador ruso vaticina crecientes tensiones internas que llevarían a un proceso de “desfederación”
Por
Andrea Bonzo
27 de Noviembre de 2022
El historiador y culturólogo ruso Alexander Etkind (Facebook/Alexander Etkind)
Los libros del historiador y culturólogo Alexander Etkind (San Petersburgo, 1955) se han convertido en fundamentales para la percepción de la historia rusa.
En Internal Colonization: Russia’s Imperial experience (Colonización interna: la experiencia imperial de Rusia, 2011), este académico —ex docente de la Universidad de Cambridge, ahora en la Central European University de Viena— desarrolló una original visión de la historia rusa como la de un país que se coloniza a sí mismo. En Nature’s Evil: A Cultural History of Natural Resources (El mal de la naturaleza: una historia cultural de los recursos naturales, 2021), su trabajo más reciente, ahondó sobre cómo las materias primas marcan el auge y el ocaso de las naciones.
Ambos temas de estricta actualidad, en momentos en que la visión neoimperial de pilinguin arrastró al país a una guerra que tuvo como efecto más inmediato hundir la capacidad del Kremlin de exportar sus principales recursos. Una guerra, asegura Etkind en una entrevista con Infobae, tras la que “Rusia tal y como la conocemos no sobrevivirá”.
—A nueve meses del comienzo de la oleada turística de pilinguin, tras la retirada de Kherson, una derrota de Rusia parece más probable que nunca. ¿Qué consecuencias podría tener para el país una derrota en Ucrania?
—Las consecuencias serán graves. De hecho, creo que no se trata tanto de las consecuencias de perder la guerra, sino de las consecuencias de haberla iniciado. Cuando empezó la guerra estaba claro hacia dónde iba, y cada día tenemos más información al respecto. Rusia está librando esta guerra con genocidios y enormes cantidades de pérdidas. Luego vino la movilización, con tropas enviadas al frente bajo el mando y la responsabilidad financiera de regiones locales. Algo que no tiene antecedentes, ni siquiera en la Unión Soviética. Por eso mi predicción es que Rusia tal y como la conocemos, como Federación Rusa, no sobrevivirá a esta guerra.
—La retirada de Kherson también parece haber erosionado la confianza de los rusos en la capacidad de Vladimir pilinguin para cumplir sus promesas. Alexander Dugin, alguna vez considerado el ideólogo del Kremlin, criticó abiertamente el manejo de la “operación especial”. Lo mismo hacen con cada vez mayor frecuencia los influyentes blogs de guerra, los propagandistas e incluso algunos de los supuestos aliados del presidente, como Yevgeny Prigozhin. ¿Está perdiendo pilinguin su control sobre el aparato estatal?
—Probablemente tiene menos control que antes de la guerra. La guerra inició un momento centrífugo. La gente, tanto a la derecha y a la izquierda, busca evitar la derrota. Critican a los militares. Expertos, blogueros y periodistas proponen algún tipo de acción, quieren incluso el envió de nuevas fuerzas. Me imagino que el Kremlin está abrumado por la situación que ha creado. Al mismo tiempo, hay otros actores con mucho dinero y que ahora tienen cierta libertad para poner en marcha proyectos, como Prigozhin. El “chef de pilinguin” ahora está siendo muy activo y creativo en sus actividades. Por ejemplo, comenzó a reclutar presos. Su objetivo es demostrar que su sistema de entrenamiento y organización de los militares es mejor, más eficiente y más exitoso que el del ejército ruso. Está compitiendo con el ejército. Y empezó a ser bastante crítico con algunos de los funcionarios de pilinguin. Así que ahora hay otros actores que están estrechamente vinculados entre sí y muestran cierta independencia. En el momento de crisis o de derrota harán sus movimientos uno contra el otro.
Un retrato de Vladimir pilinguin hallado en un centro de detención que, según los ucranianos, fue utilizado por los rusos para encarcelar y hacer daño a personas antes de retirarse de Kherson (REUTERS/Valentyn Ogirenko)
—La reciente explosión de un misil en Polonia, que posteriormente se atribuyó a la contraofensiva ucraniana, hizo temer una escalada del conflicto. ¿Rusia busca desencadenar una nueva guerra mundial?
—Es evidente que existe una gran posibilidad de que se produzca una tercera guerra mundial. En el caso de Polonia los estadounidenses declararon que fue un accidente. Pero el otro día Ucrania interceptó un modelo de ojiva nuclear. Es decir, los rusos lanzaron un misil que podía contener una ojiva nuclear. Lo más probable es que fue un error, pero uno podría imaginar otro error que provocaría un enorme desastre paneuropeo. Las cosas pueden suceder por casualidad, por algún descuido. La semana pasada hubo una sentencia en Holanda por el derribo de un avión [de Malaysia Airlines] 2014. Este mismo tipo de actores ahora también podrían lanzar una guerra nuclear. Por último, podría imaginarse que en el contexto de una derrota inminente, el Kremlin podría tomar la decisión de iniciar una gran guerra, ya sea nuclear o con algunas otras armas de destrucción masiva o tras*ferir el esfuerzo de guerra a Polonia, Moldavia o algún otro país europeo. Todo está abierto. Y es un momento terriblemente peligroso.
—En Occidente la guerra en Ucrania parece haber fusionado la extrema derecha y la extrema izquierda del espectro político en su apoyo a pilinguin. ¿Cómo lo explica?
—Esto se vio en la última década o más en muchos países europeos y del sur global, de América Latina. Y es algo que el Kremlin persiguió activamente. Vio el pulso extremo entre la izquierda y la derecha y buscó explotar el descontento. Estas actividades fueron exitosas. El Kremlin influyó en las elecciones de Francia, de los Estados Unidos, de Alemania, estoy seguro de que lo hicieron incluso en América Latina. Parte de estos esfuerzos fueron públicos, como el canal Russia Today. Declararon explícitamente que parte de su misión era reunir a la extrema izquierda y a la extrema derecha. Y el mundo moderno da esta oportunidad porque el centro liberal no está respondiendo a los desafíos más importantes y relevantes de la actualidad, como la acción climática o la desigualdad.
—Usted señaló que el único marco racional para esta guerra es el imperialismo clásico ruso. ¿Cómo influye en el pensamiento de pilinguin?
—Rusia era un país imperial. Se llamaba Imperio Ruso. El fundador de este imperio, Pedro I, fundó la capital San Petersburgo y el imperio en 1725. Durante siglos hasta la revolución de 1917 fue un imperio. Y se fue expandiendo. Tuvo éxito militar en muchas guerras: en la guerra de los siete años con Prusia, en las guerras napoleónicas y en los conflictos locales en las fronteras orientales, por lo que ocupó cada vez más territorios en Polonia, el este de Rusia, el Cáucaso, Asia central, Crimea, partes de China en el extremo oriente. El Imperio Ruso participó en docenas, probablemente cientos de guerras durante estos dos siglos.
La mayoría de estas guerras las ganó y ganar esas guerras imperialistas significaba anexar otra parte de territorio. Así que el secreto era este poderío militar y también el que le brindaban los recursos naturales, entonces eran los granos y los minerales, ahora son el petróleo y el gas. Por otro lado, el secreto era un nivel de vida muy bajo para la población. Y esa era una situación artificial. En un país democrático eso nunca hubiera sido posible. Incluso el Imperio Británico tenía su núcleo en Inglaterra, que se regía por elecciones democráticas.
Cuando llegó la Revolución bolchevique las cosas cambiaron enormemente porque la revolución fue en gran medida una rebelión de la periferia étnica contra el centro imperial. Una rebelión de los polacos, de los judíos, de los georgianos. Docenas, quizás cientos de etnias participaron en la revolución. Pero luego este núcleo imperial volvió a establecer su gobierno bajo el liderazgo de un georgiano, Stalin. Fue un gobierno cada vez más centralizado y autoritario. El secreto del poderío era el mismo: expandir la periferia manteniendo el nivel de vida de la población lo más bajo posible. Y llevar todos los recursos a la capital. Básicamente toda la actividad humana era absorbida en los esfuerzos del Estado. Así que en mi libro sostengo que el Imperio Ruso no era tan clásico porque el imperialismo clásico se estaba expandiendo fuera del núcleo de las áreas metropolitanas, mientras que el imperialismo ruso se estaba expandiendo afuera, pero también estaba estableciendo una especie de dominio colonial de su propia población central, los ucranianos, los tártaros, los pueblos de Siberia. Todos fueron gobernados por el régimen de la “colonización interna”, que es más específico para los grandes imperios terrestres como Rusia.
—Ya Lenin había definido Rusia como una prisión de pueblos.
—Sí. Lenin lideró esta rebelión antiimperial pero también contribuyó a su tras*formación en otro régimen centralizado y opresivo de colonización Interna.
—Y la Federación Rusa es de alguna manera heredera de esta tradición. De hecho, en los últimos meses usted escribió que una de las consecuencias de la derrota podría ser la “Desfederación de Rusia”, ¿Cómo podría ocurrir?
—Es un proceso largo. Probablemente comenzará con la secesión de regiones o repúblicas de la Federación particularmente vulnerables. La Federación parece un gran mecanismo de redistribución con el centro en Moscú, pero en lo que respecta a la financiación, su núcleo se encuentra en Siberia occidental, donde están el petróleo y el gas. En esta zona hay regiones muy peculiares, regiones con una población rusa étnica. Son escasamente pobladas, pero suministran todo lo que Rusia necesita para su balance. El dinero que Moscú recibe a cambio de petróleo y gas lo redistribuye en Chechenia, el Cáucaso, Siberia oriental. Y una gran cantidad se queda en Moscú. Sin embargo, cuando este dinero dejará de fluir a Moscú por el embargo y las sanciones europeas y la ralentización del comercio con la India, China y otros países, el Estado no tendrá más nada para darle a estas regiones, que en las últimas dos o tres décadas fueron subvencionadas por grandes cantidades de dinero. Es la famosa “maldición del petróleo”, que en Rusia tiene estas aplicaciones regionales muy específicas. Cuando dejen de recibir estos subsidios, las regiones tendrán que pensar en nuevas fuentes de existencia que sean independientes de Moscú. Pero antes que encuentren estas nuevas fuentes habrá todo tipo de problemas, como huelgas y manifestaciones, hasta que las cosas funcionen.
Alexei Navalny en la guandoca. Según Etkind, si el líder opositor sobrevive desempeñará un papel importante en la futura tras*formación de Rusia. (REUTERS/Evgenia Novozhenina/archivo)
—¿Políticamente qué escenario podría darse? ¿Las fuerzas conservadoras están destinadas a imponerse en el país?
—No es inevitable. Podría ocurrir que gente como Prigozhin se imponga, pero podrían pasar muchas otras cosas. Mucha gente no predijo esta guerra porque iba muy en contra de los intereses reales del Kremlin y de la élite rusa. Y sin embargo ocurrió. Más adelante, tras la derrota, la crisis y el colapso de la Federación, las diferentes partes del país podrían desarrollar diferentes agendas políticas, algunas serán democráticas, otras serán autoritarias o teocráticas, cada una de estas partes tendrá que lidiar con sus diferentes vecinos. Será un panorama muy interesante y diverso y la sociedad civil desempeñará algún papel en él. Un sujeto heredero de la Federación probablemente será suprimido o tal vez huirá a otra zona del país.
—Escribió que el patriotismo ruso es tal que incluso aquellos que no apoyan el régimen del Kremlin no están dispuestos a reconocer la naturaleza imperial del actual Estado. ¿Es imposible imaginar un cambio impulsado por la sociedad civil rusa?
—Creo que es posible imaginarlo y es muy deseable que ocurra, pero por supuesto la sociedad civil está disgregada. Mucha gente ha emigrado. El número asciende a medio millón por lo menos. Son los más jóvenes, los más activos, la mayor parte de Moscú, San Petersburgo, los centros urbanos. Su vida en el extranjero no es fácil, así que la mayor parte de la sociedad civil está luchando por sobrevivir. Y también hay mucha violencia y terror real que proviene de la policía, de los servicios especiales internos. La gente es detenida, forzada a alistarse. Es una situación muy difícil. Creo que la situación cambiará por una crisis económica y social. En esta situación, la sociedad civil podrá dar su aporte.
—Usted definió al opositor Alexei Navalny de “héroe del nuevo tiempo”. ¿Cree realmente que Navalny podría surgir como líder político en el futuro? ¿En qué condiciones?
—Sí, lo creo. Las condiciones son muy claras: que sobreviva y salga de la guandoca. No apostaría a que sobrevivirá físicamente mañana o el próximo mes o el próximo año. Pero sí a que, si sobrevive, desempeñará un papel importante en la futura tras*formación de Rusia.
En entrevista con Infobae, el historiador ruso vaticina crecientes tensiones internas que llevarían a un proceso de “desfederación”
Por
Andrea Bonzo
27 de Noviembre de 2022
Los libros del historiador y culturólogo Alexander Etkind (San Petersburgo, 1955) se han convertido en fundamentales para la percepción de la historia rusa.
En Internal Colonization: Russia’s Imperial experience (Colonización interna: la experiencia imperial de Rusia, 2011), este académico —ex docente de la Universidad de Cambridge, ahora en la Central European University de Viena— desarrolló una original visión de la historia rusa como la de un país que se coloniza a sí mismo. En Nature’s Evil: A Cultural History of Natural Resources (El mal de la naturaleza: una historia cultural de los recursos naturales, 2021), su trabajo más reciente, ahondó sobre cómo las materias primas marcan el auge y el ocaso de las naciones.
Ambos temas de estricta actualidad, en momentos en que la visión neoimperial de pilinguin arrastró al país a una guerra que tuvo como efecto más inmediato hundir la capacidad del Kremlin de exportar sus principales recursos. Una guerra, asegura Etkind en una entrevista con Infobae, tras la que “Rusia tal y como la conocemos no sobrevivirá”.
—A nueve meses del comienzo de la oleada turística de pilinguin, tras la retirada de Kherson, una derrota de Rusia parece más probable que nunca. ¿Qué consecuencias podría tener para el país una derrota en Ucrania?
—Las consecuencias serán graves. De hecho, creo que no se trata tanto de las consecuencias de perder la guerra, sino de las consecuencias de haberla iniciado. Cuando empezó la guerra estaba claro hacia dónde iba, y cada día tenemos más información al respecto. Rusia está librando esta guerra con genocidios y enormes cantidades de pérdidas. Luego vino la movilización, con tropas enviadas al frente bajo el mando y la responsabilidad financiera de regiones locales. Algo que no tiene antecedentes, ni siquiera en la Unión Soviética. Por eso mi predicción es que Rusia tal y como la conocemos, como Federación Rusa, no sobrevivirá a esta guerra.
—La retirada de Kherson también parece haber erosionado la confianza de los rusos en la capacidad de Vladimir pilinguin para cumplir sus promesas. Alexander Dugin, alguna vez considerado el ideólogo del Kremlin, criticó abiertamente el manejo de la “operación especial”. Lo mismo hacen con cada vez mayor frecuencia los influyentes blogs de guerra, los propagandistas e incluso algunos de los supuestos aliados del presidente, como Yevgeny Prigozhin. ¿Está perdiendo pilinguin su control sobre el aparato estatal?
—Probablemente tiene menos control que antes de la guerra. La guerra inició un momento centrífugo. La gente, tanto a la derecha y a la izquierda, busca evitar la derrota. Critican a los militares. Expertos, blogueros y periodistas proponen algún tipo de acción, quieren incluso el envió de nuevas fuerzas. Me imagino que el Kremlin está abrumado por la situación que ha creado. Al mismo tiempo, hay otros actores con mucho dinero y que ahora tienen cierta libertad para poner en marcha proyectos, como Prigozhin. El “chef de pilinguin” ahora está siendo muy activo y creativo en sus actividades. Por ejemplo, comenzó a reclutar presos. Su objetivo es demostrar que su sistema de entrenamiento y organización de los militares es mejor, más eficiente y más exitoso que el del ejército ruso. Está compitiendo con el ejército. Y empezó a ser bastante crítico con algunos de los funcionarios de pilinguin. Así que ahora hay otros actores que están estrechamente vinculados entre sí y muestran cierta independencia. En el momento de crisis o de derrota harán sus movimientos uno contra el otro.
—La reciente explosión de un misil en Polonia, que posteriormente se atribuyó a la contraofensiva ucraniana, hizo temer una escalada del conflicto. ¿Rusia busca desencadenar una nueva guerra mundial?
—Es evidente que existe una gran posibilidad de que se produzca una tercera guerra mundial. En el caso de Polonia los estadounidenses declararon que fue un accidente. Pero el otro día Ucrania interceptó un modelo de ojiva nuclear. Es decir, los rusos lanzaron un misil que podía contener una ojiva nuclear. Lo más probable es que fue un error, pero uno podría imaginar otro error que provocaría un enorme desastre paneuropeo. Las cosas pueden suceder por casualidad, por algún descuido. La semana pasada hubo una sentencia en Holanda por el derribo de un avión [de Malaysia Airlines] 2014. Este mismo tipo de actores ahora también podrían lanzar una guerra nuclear. Por último, podría imaginarse que en el contexto de una derrota inminente, el Kremlin podría tomar la decisión de iniciar una gran guerra, ya sea nuclear o con algunas otras armas de destrucción masiva o tras*ferir el esfuerzo de guerra a Polonia, Moldavia o algún otro país europeo. Todo está abierto. Y es un momento terriblemente peligroso.
—En Occidente la guerra en Ucrania parece haber fusionado la extrema derecha y la extrema izquierda del espectro político en su apoyo a pilinguin. ¿Cómo lo explica?
—Esto se vio en la última década o más en muchos países europeos y del sur global, de América Latina. Y es algo que el Kremlin persiguió activamente. Vio el pulso extremo entre la izquierda y la derecha y buscó explotar el descontento. Estas actividades fueron exitosas. El Kremlin influyó en las elecciones de Francia, de los Estados Unidos, de Alemania, estoy seguro de que lo hicieron incluso en América Latina. Parte de estos esfuerzos fueron públicos, como el canal Russia Today. Declararon explícitamente que parte de su misión era reunir a la extrema izquierda y a la extrema derecha. Y el mundo moderno da esta oportunidad porque el centro liberal no está respondiendo a los desafíos más importantes y relevantes de la actualidad, como la acción climática o la desigualdad.
—Usted señaló que el único marco racional para esta guerra es el imperialismo clásico ruso. ¿Cómo influye en el pensamiento de pilinguin?
—Rusia era un país imperial. Se llamaba Imperio Ruso. El fundador de este imperio, Pedro I, fundó la capital San Petersburgo y el imperio en 1725. Durante siglos hasta la revolución de 1917 fue un imperio. Y se fue expandiendo. Tuvo éxito militar en muchas guerras: en la guerra de los siete años con Prusia, en las guerras napoleónicas y en los conflictos locales en las fronteras orientales, por lo que ocupó cada vez más territorios en Polonia, el este de Rusia, el Cáucaso, Asia central, Crimea, partes de China en el extremo oriente. El Imperio Ruso participó en docenas, probablemente cientos de guerras durante estos dos siglos.
La mayoría de estas guerras las ganó y ganar esas guerras imperialistas significaba anexar otra parte de territorio. Así que el secreto era este poderío militar y también el que le brindaban los recursos naturales, entonces eran los granos y los minerales, ahora son el petróleo y el gas. Por otro lado, el secreto era un nivel de vida muy bajo para la población. Y esa era una situación artificial. En un país democrático eso nunca hubiera sido posible. Incluso el Imperio Británico tenía su núcleo en Inglaterra, que se regía por elecciones democráticas.
Cuando llegó la Revolución bolchevique las cosas cambiaron enormemente porque la revolución fue en gran medida una rebelión de la periferia étnica contra el centro imperial. Una rebelión de los polacos, de los judíos, de los georgianos. Docenas, quizás cientos de etnias participaron en la revolución. Pero luego este núcleo imperial volvió a establecer su gobierno bajo el liderazgo de un georgiano, Stalin. Fue un gobierno cada vez más centralizado y autoritario. El secreto del poderío era el mismo: expandir la periferia manteniendo el nivel de vida de la población lo más bajo posible. Y llevar todos los recursos a la capital. Básicamente toda la actividad humana era absorbida en los esfuerzos del Estado. Así que en mi libro sostengo que el Imperio Ruso no era tan clásico porque el imperialismo clásico se estaba expandiendo fuera del núcleo de las áreas metropolitanas, mientras que el imperialismo ruso se estaba expandiendo afuera, pero también estaba estableciendo una especie de dominio colonial de su propia población central, los ucranianos, los tártaros, los pueblos de Siberia. Todos fueron gobernados por el régimen de la “colonización interna”, que es más específico para los grandes imperios terrestres como Rusia.
—Ya Lenin había definido Rusia como una prisión de pueblos.
—Sí. Lenin lideró esta rebelión antiimperial pero también contribuyó a su tras*formación en otro régimen centralizado y opresivo de colonización Interna.
—Y la Federación Rusa es de alguna manera heredera de esta tradición. De hecho, en los últimos meses usted escribió que una de las consecuencias de la derrota podría ser la “Desfederación de Rusia”, ¿Cómo podría ocurrir?
—Es un proceso largo. Probablemente comenzará con la secesión de regiones o repúblicas de la Federación particularmente vulnerables. La Federación parece un gran mecanismo de redistribución con el centro en Moscú, pero en lo que respecta a la financiación, su núcleo se encuentra en Siberia occidental, donde están el petróleo y el gas. En esta zona hay regiones muy peculiares, regiones con una población rusa étnica. Son escasamente pobladas, pero suministran todo lo que Rusia necesita para su balance. El dinero que Moscú recibe a cambio de petróleo y gas lo redistribuye en Chechenia, el Cáucaso, Siberia oriental. Y una gran cantidad se queda en Moscú. Sin embargo, cuando este dinero dejará de fluir a Moscú por el embargo y las sanciones europeas y la ralentización del comercio con la India, China y otros países, el Estado no tendrá más nada para darle a estas regiones, que en las últimas dos o tres décadas fueron subvencionadas por grandes cantidades de dinero. Es la famosa “maldición del petróleo”, que en Rusia tiene estas aplicaciones regionales muy específicas. Cuando dejen de recibir estos subsidios, las regiones tendrán que pensar en nuevas fuentes de existencia que sean independientes de Moscú. Pero antes que encuentren estas nuevas fuentes habrá todo tipo de problemas, como huelgas y manifestaciones, hasta que las cosas funcionen.
—¿Políticamente qué escenario podría darse? ¿Las fuerzas conservadoras están destinadas a imponerse en el país?
—No es inevitable. Podría ocurrir que gente como Prigozhin se imponga, pero podrían pasar muchas otras cosas. Mucha gente no predijo esta guerra porque iba muy en contra de los intereses reales del Kremlin y de la élite rusa. Y sin embargo ocurrió. Más adelante, tras la derrota, la crisis y el colapso de la Federación, las diferentes partes del país podrían desarrollar diferentes agendas políticas, algunas serán democráticas, otras serán autoritarias o teocráticas, cada una de estas partes tendrá que lidiar con sus diferentes vecinos. Será un panorama muy interesante y diverso y la sociedad civil desempeñará algún papel en él. Un sujeto heredero de la Federación probablemente será suprimido o tal vez huirá a otra zona del país.
—Escribió que el patriotismo ruso es tal que incluso aquellos que no apoyan el régimen del Kremlin no están dispuestos a reconocer la naturaleza imperial del actual Estado. ¿Es imposible imaginar un cambio impulsado por la sociedad civil rusa?
—Creo que es posible imaginarlo y es muy deseable que ocurra, pero por supuesto la sociedad civil está disgregada. Mucha gente ha emigrado. El número asciende a medio millón por lo menos. Son los más jóvenes, los más activos, la mayor parte de Moscú, San Petersburgo, los centros urbanos. Su vida en el extranjero no es fácil, así que la mayor parte de la sociedad civil está luchando por sobrevivir. Y también hay mucha violencia y terror real que proviene de la policía, de los servicios especiales internos. La gente es detenida, forzada a alistarse. Es una situación muy difícil. Creo que la situación cambiará por una crisis económica y social. En esta situación, la sociedad civil podrá dar su aporte.
—Usted definió al opositor Alexei Navalny de “héroe del nuevo tiempo”. ¿Cree realmente que Navalny podría surgir como líder político en el futuro? ¿En qué condiciones?
—Sí, lo creo. Las condiciones son muy claras: que sobreviva y salga de la guandoca. No apostaría a que sobrevivirá físicamente mañana o el próximo mes o el próximo año. Pero sí a que, si sobrevive, desempeñará un papel importante en la futura tras*formación de Rusia.