¿Usted va a fumar, verdad jefe?”, pregunta el camarero con un cenicero en la mano. “Aquí fuma todo dios”, responde el jefe, o sea, Rosendo Mercado, mientras apura una cerveza. Acaba de recibir un disco de oro (“oro tiene poco, ni siquiera un poco de chapa. Esto ahora se hace artesanal, pegando cuatro fotos”), matiza El Gran Wyoming, maestro de ceremonias de la entrega del premio recogido por Rosendo por las ventas del DVD en directo grabado en Las Ventas en septiembre de 2014. El acto se celebra en el Barclayscard Center de Madrid, donde el 22 de diciembre el cantante madrileño cierra la gira que le ha mantenido en escena los dos últimos años.
Pregunta. En la rueda de prensa que acaba de ofrecer le han hecho seis preguntas y tres tenían que ver con su retirada. Qué ganas tiene la gente de que se vaya.
Respuesta. No sé si tiene más ganas la gente o yo (risas). Es inevitable. Son muchos años y quitando los cuatro de siempre, Rolling y demás, ya no sé si se corresponde con lo que se lleva. Pero mi intención es seguir haciendo discos, incluso con el andador por delante. Y mientras el cuerpo me lo permita, hacer directos.
P. En España, jubilado Miguel Ríos, ha quedado usted como el abuelo del rock. ¿Le gusta el papel?
R. Qué remedio. Lo que sí quisiera, y Miguel lo ha hecho muy bien, es no abusar. Supongo que tocar es una enfermedad. Pero yo he parado de tocar últimamente durante un par de ratos y eso de que llegue julio o agosto y no verte en la carretera… No sabes lo que hacer, estás desubicado. Me gustaría ser consciente de ello y el día que no esté en condiciones dejarlo, y no abusar porque puedes acabar dando una imagen infame de un personaje que de alguna manera ha tenido sentido. Y no quiero que deje de tenerlo.
P. Tiene 61 años, lleva más de 40 en activo y, de repente, hace la gira más exitosa de su carrera.
R. Para mí ha sido inesperado. He tenido muchos altibajos y son necesarios. De no haberlos tenido no sé si estaría aquí. Esto me va a dar pie a aguantar el tirón que me quede con alegría. Pero el éxito se pasa enseguida y vuelves al terreno oscuro del rock en este país.
“Lo que ocurre en este país con la cultura es una infamia”
P. Su intención hace un tiempo era irse de Madrid, a un pueblecito de Burgos. Y allí, sopitas y buen vino.
R. Sí, pero no puedo permitirme irme de Madrid de momento. Pero hay meses orates que no haces nada y el cuerpo me pide relajo y cortar el césped en las horas muertas. Nunca hubiera pensado que tenía sentido, lo de cortar el césped, pero lo tiene.
P. ¿Sigue teniendo algo que contar?
R. Hay muchas cosas que contar. Pero en este país vivimos una etapa, que parece durar toda la vida, en la que hay mucho que decir y que contradecir. Ahora mismo estamos en un momento de ebullición y de cambio importante y todo eso afecta. El rock tiene esa parte de implicación en lo común. Y no es solo contar lo bonito o lo feo que a mí me parece el mundo. Hay muchas cosas que cambiar. Hay mucho material para seguir largando.
P. Cuando publica su último disco en estudio, Vergüenza torera (2013) dice que las letras son duras porque le había superado el momento político y social que se vivía.
R. Y sigo superado. Soy bastante ajeno a la política pero llevo unos años, quizá por viejo, que me afectan mucho las cosas que no son sanas. Y hay mucha gente que no está en condiciones de tirar palante y mucha otra gente a la que le rezuma las narices que eso ocurra. Y estos son precisamente los que controlan. Y esto me pica mucho más que antes.
P. En la canción que da título al disco escribe: “Qué cosa de país”.
“La única fórmula que tenemos es el voto. Es eso o las barricadas”
R. Este país es un encanto. la gente es maravillosa y la cosa la generan cuatro elementos que sobran, que no nos dejan vivir. Vamos a ver si hay otra cosa más adelante, pero esta ya nos la sabemos.
P. Le dan un premio por vender discos en un país que no compra discos. Desconcertante.
R. Ahora dan estos premios por vender una cantidad irrisoria. El disco como tal ya es para fetichistas. Ojalá se recupere el vinilo, que es el formato apetecible. Si lo recuperan cuatro, pues se lo van pasar como dios.
P. Para ayudarles hay un ministerio de Cultura…
R. ¿Hay un ministerio de Cultura?
P. El que tiene el IVA cultural en el 21%.
R. Este ministerio es una anécdota. Sabemos cuando pasa a ser una anécdota. Y no se trata de echar flores a los anteriores. Pero lo que está pasando ahora con la cultura es una infamia. Habrá que esperar a las elecciones.
Rosendo en Madrid. / Bernardo Pérez (EL PAÍS)
P. Nunca hizo campaña para un partido. ¿Quizá porque, como cantaba usted en una canción de Víctor Manuel, “con un voto no cambiamos casi nada”?
R. Pero es que el único formato que tenemos es el voto. Es la única forma. Es eso o a las barricadas. Por eso es importante votar y votar. Cada uno a su libre albedrío. Y mucho más, muchísimo más, saber lo que se vota.
P. Usted escribió “majete, no todo el que saca mete”. Era un visionario.
R. (Risas). Éramos visionarios todos, pero a mí me tocaba decirlo. Lo que estaba ocurriendo, y ha seguido ocurriendo, era muy evidente.
P. También ha escrito: “Acorralar para acometer no es un buen principio de autoridad”. Miles de personas viven acorraladas a las puertas de Europa a la espera de que la autoridad decida acometerles.
R. Cuando analizas esas cosas que ocurren, lo ves, lo sientes y yo desde la música las cuento, porque la música es el medio de comunicación más sano y más divertido que hay. Por eso me parece un desperdicio que haya fulanos por ahí cantando insensateces cuando hay tantas cosas que decir, y darle un soplo a quien necesita que le dé el aire en la cara.
P. Estaba usted en Leño y era muy beligerante con La Movida.
R. Porque es que entre aquellos grupos y nosotros no había tonalidad. Porque la movida fue una campaña promocional de Madrid como ciudad. Se aprovechó lo más colorido que había para ofrecer, chavales que no sabían lo que tenían entre manos. Nosotros, que llevábamos años peleando por comprar una guitarra, porque te llevaran a tocar a algún sitio y te pagaran algo, y de repente llega la apisonadora y decide que tú estás pasado de moda y que lo que mola es lo otro.
P. Ya por entonces mimaba usted sus letras. Si hubiera cantado “quiero ser un bote de Colón” igual le habría ido mejor.
R. Pero es que yo no me divertía cantando insensateces. Yo puedo contar algo a alguien que tenga interés para él o para mí, pero cantarle la nada es un desperdicio. Y tener una máquina de promoción invirtiendo en eso me resultaba muy doloroso.
P. Esa gente desapareció y Leño acabó siendo un grupo de culto. Ahora lo es usted, al que respeta todo el mundo.
R. Quizá me respetan porque no estoy en los medios constantemente pero sí en el circuito. No quiero salir en los medios. Salir hoy en la tele significa que voy a estar una semana saludando a medio barro, a gente que nunca veo. Quiero tocar y hacer mi música. Yo solo soy un fulano, una patata que va por la calle como todo el mundo y que no tiene nada más que ofrecer.
rock and roll:
Pregunta. En la rueda de prensa que acaba de ofrecer le han hecho seis preguntas y tres tenían que ver con su retirada. Qué ganas tiene la gente de que se vaya.
Respuesta. No sé si tiene más ganas la gente o yo (risas). Es inevitable. Son muchos años y quitando los cuatro de siempre, Rolling y demás, ya no sé si se corresponde con lo que se lleva. Pero mi intención es seguir haciendo discos, incluso con el andador por delante. Y mientras el cuerpo me lo permita, hacer directos.
P. En España, jubilado Miguel Ríos, ha quedado usted como el abuelo del rock. ¿Le gusta el papel?
R. Qué remedio. Lo que sí quisiera, y Miguel lo ha hecho muy bien, es no abusar. Supongo que tocar es una enfermedad. Pero yo he parado de tocar últimamente durante un par de ratos y eso de que llegue julio o agosto y no verte en la carretera… No sabes lo que hacer, estás desubicado. Me gustaría ser consciente de ello y el día que no esté en condiciones dejarlo, y no abusar porque puedes acabar dando una imagen infame de un personaje que de alguna manera ha tenido sentido. Y no quiero que deje de tenerlo.
P. Tiene 61 años, lleva más de 40 en activo y, de repente, hace la gira más exitosa de su carrera.
R. Para mí ha sido inesperado. He tenido muchos altibajos y son necesarios. De no haberlos tenido no sé si estaría aquí. Esto me va a dar pie a aguantar el tirón que me quede con alegría. Pero el éxito se pasa enseguida y vuelves al terreno oscuro del rock en este país.
“Lo que ocurre en este país con la cultura es una infamia”
P. Su intención hace un tiempo era irse de Madrid, a un pueblecito de Burgos. Y allí, sopitas y buen vino.
R. Sí, pero no puedo permitirme irme de Madrid de momento. Pero hay meses orates que no haces nada y el cuerpo me pide relajo y cortar el césped en las horas muertas. Nunca hubiera pensado que tenía sentido, lo de cortar el césped, pero lo tiene.
P. ¿Sigue teniendo algo que contar?
R. Hay muchas cosas que contar. Pero en este país vivimos una etapa, que parece durar toda la vida, en la que hay mucho que decir y que contradecir. Ahora mismo estamos en un momento de ebullición y de cambio importante y todo eso afecta. El rock tiene esa parte de implicación en lo común. Y no es solo contar lo bonito o lo feo que a mí me parece el mundo. Hay muchas cosas que cambiar. Hay mucho material para seguir largando.
P. Cuando publica su último disco en estudio, Vergüenza torera (2013) dice que las letras son duras porque le había superado el momento político y social que se vivía.
R. Y sigo superado. Soy bastante ajeno a la política pero llevo unos años, quizá por viejo, que me afectan mucho las cosas que no son sanas. Y hay mucha gente que no está en condiciones de tirar palante y mucha otra gente a la que le rezuma las narices que eso ocurra. Y estos son precisamente los que controlan. Y esto me pica mucho más que antes.
P. En la canción que da título al disco escribe: “Qué cosa de país”.
“La única fórmula que tenemos es el voto. Es eso o las barricadas”
R. Este país es un encanto. la gente es maravillosa y la cosa la generan cuatro elementos que sobran, que no nos dejan vivir. Vamos a ver si hay otra cosa más adelante, pero esta ya nos la sabemos.
P. Le dan un premio por vender discos en un país que no compra discos. Desconcertante.
R. Ahora dan estos premios por vender una cantidad irrisoria. El disco como tal ya es para fetichistas. Ojalá se recupere el vinilo, que es el formato apetecible. Si lo recuperan cuatro, pues se lo van pasar como dios.
P. Para ayudarles hay un ministerio de Cultura…
R. ¿Hay un ministerio de Cultura?
P. El que tiene el IVA cultural en el 21%.
R. Este ministerio es una anécdota. Sabemos cuando pasa a ser una anécdota. Y no se trata de echar flores a los anteriores. Pero lo que está pasando ahora con la cultura es una infamia. Habrá que esperar a las elecciones.
Rosendo en Madrid. / Bernardo Pérez (EL PAÍS)
P. Nunca hizo campaña para un partido. ¿Quizá porque, como cantaba usted en una canción de Víctor Manuel, “con un voto no cambiamos casi nada”?
R. Pero es que el único formato que tenemos es el voto. Es la única forma. Es eso o a las barricadas. Por eso es importante votar y votar. Cada uno a su libre albedrío. Y mucho más, muchísimo más, saber lo que se vota.
P. Usted escribió “majete, no todo el que saca mete”. Era un visionario.
R. (Risas). Éramos visionarios todos, pero a mí me tocaba decirlo. Lo que estaba ocurriendo, y ha seguido ocurriendo, era muy evidente.
P. También ha escrito: “Acorralar para acometer no es un buen principio de autoridad”. Miles de personas viven acorraladas a las puertas de Europa a la espera de que la autoridad decida acometerles.
R. Cuando analizas esas cosas que ocurren, lo ves, lo sientes y yo desde la música las cuento, porque la música es el medio de comunicación más sano y más divertido que hay. Por eso me parece un desperdicio que haya fulanos por ahí cantando insensateces cuando hay tantas cosas que decir, y darle un soplo a quien necesita que le dé el aire en la cara.
P. Estaba usted en Leño y era muy beligerante con La Movida.
R. Porque es que entre aquellos grupos y nosotros no había tonalidad. Porque la movida fue una campaña promocional de Madrid como ciudad. Se aprovechó lo más colorido que había para ofrecer, chavales que no sabían lo que tenían entre manos. Nosotros, que llevábamos años peleando por comprar una guitarra, porque te llevaran a tocar a algún sitio y te pagaran algo, y de repente llega la apisonadora y decide que tú estás pasado de moda y que lo que mola es lo otro.
P. Ya por entonces mimaba usted sus letras. Si hubiera cantado “quiero ser un bote de Colón” igual le habría ido mejor.
R. Pero es que yo no me divertía cantando insensateces. Yo puedo contar algo a alguien que tenga interés para él o para mí, pero cantarle la nada es un desperdicio. Y tener una máquina de promoción invirtiendo en eso me resultaba muy doloroso.
P. Esa gente desapareció y Leño acabó siendo un grupo de culto. Ahora lo es usted, al que respeta todo el mundo.
R. Quizá me respetan porque no estoy en los medios constantemente pero sí en el circuito. No quiero salir en los medios. Salir hoy en la tele significa que voy a estar una semana saludando a medio barro, a gente que nunca veo. Quiero tocar y hacer mi música. Yo solo soy un fulano, una patata que va por la calle como todo el mundo y que no tiene nada más que ofrecer.
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