RedSixLima
Madmaxista
Zapatero, capitán del ‘Titanic’
Pablo Sebastián
La situación política y económica española es mucho más grave de lo que se temía. Así lo ha reconocido, por una parte, el vicepresidente Solbes al afirmar que “esta crisis es la más compleja que ha conocido”, utilizando ya la palabra crisis sin ambages y rodeos, y así se desprende de la asombrosa declaración del presidente Zapatero cuando, rebosante de optimismo y, en contra de lo que dice su vicepresidente, afirma que “el futuro de España es más progreso, más medidas sociales, más fortaleza económica y más igualdad entre hombres y mujeres”.
Lo de la fortaleza económica al día de hoy resulta imposible de vislumbrar, y lo de las medidas sociales, cuando se está derrumbando el empleo, y lo de la igualdad entre hombres y mujeres, son dos brindis a la galería de su base electoral, que pronto empezará a estar cansada de la literatura progresista y empezará, como ya lo está haciendo, a solicitar resultados que no aparecen por ninguna parte.
En cuanto al símil utilizado por Zapatero según el cual él no se subiría a un barco donde no exista la confianza plena en el capitán, puede acabar siendo de lo más desafortunado, porque da la impresión de que navegamos en el Titanic, con Zapatero de capitán, en plena euforia y viaje de placer, cuando en realidad el costado de la nave acaba de chocar con el afilado iceberg y el buque tiene abierta una vía de agua que lo puede hacer naufragar.
Estamos, pues, en una situación similar a aquella del 29 de diciembre del año 2006 cuando Zapatero declaró su proverbial optimismo sobre el final de ETA y a las pocas horas estalló una bomba en Barajas. Y el presidente, regresado con urgencia de Doñana, apareció ante los medios con cara de terror, desconcertado y prometiendo el fin de una negociación que, luego, él mismo reanudó en secreto en la primavera del 2007, engañando a todos y concluyendo en un estrepitoso fracaso.
Esto no puede seguir así, sobre todo porque la confianza ya no se genera con palabras porque la cruda realidad las funde como el hielo junto al fuego y la impresión que ofrece el presidente es la de un iluso temerario que no sabe dónde está ni a dónde va. Sobre todo cuando su propio vicepresidente económico, por fin, ha reconocido la gravedad de la crisis, y su ministro de Industria habla incluso de recesión, que es lo más aproximado a la verdad.
Si Zapatero se empeña en el discurso social, para atacar a la oposición y engañar a sus votantes, se volverá a equivocar y su imagen y credibilidad acabará por los suelos y rodando por una pendiente imparable como la que ya anuncian las encuestas. Lo que hay que hacer es precisamente al revés, o lo contrario: decir la verdad, cosa a lo que Zapatero no nos tiene al día de hoy acostumbrados, ni en esto ni en casi nada. Convencido de que su política de marketing y propaganda puede con todo, incluso con la verdad y hasta con la crisis económica y el paro. Esas verdades imparables que se cuelan en las familias de los españoles con dramatismo y preocupación, mientras el jefe del Gobierno sonríe y hace juegos de palabras que se volverán contra él, y contra todos los que se las hayan creído, porque esto de la crisis no hizo nada más que comenzar.
Pablo Sebastián
La situación política y económica española es mucho más grave de lo que se temía. Así lo ha reconocido, por una parte, el vicepresidente Solbes al afirmar que “esta crisis es la más compleja que ha conocido”, utilizando ya la palabra crisis sin ambages y rodeos, y así se desprende de la asombrosa declaración del presidente Zapatero cuando, rebosante de optimismo y, en contra de lo que dice su vicepresidente, afirma que “el futuro de España es más progreso, más medidas sociales, más fortaleza económica y más igualdad entre hombres y mujeres”.
Lo de la fortaleza económica al día de hoy resulta imposible de vislumbrar, y lo de las medidas sociales, cuando se está derrumbando el empleo, y lo de la igualdad entre hombres y mujeres, son dos brindis a la galería de su base electoral, que pronto empezará a estar cansada de la literatura progresista y empezará, como ya lo está haciendo, a solicitar resultados que no aparecen por ninguna parte.
En cuanto al símil utilizado por Zapatero según el cual él no se subiría a un barco donde no exista la confianza plena en el capitán, puede acabar siendo de lo más desafortunado, porque da la impresión de que navegamos en el Titanic, con Zapatero de capitán, en plena euforia y viaje de placer, cuando en realidad el costado de la nave acaba de chocar con el afilado iceberg y el buque tiene abierta una vía de agua que lo puede hacer naufragar.
Estamos, pues, en una situación similar a aquella del 29 de diciembre del año 2006 cuando Zapatero declaró su proverbial optimismo sobre el final de ETA y a las pocas horas estalló una bomba en Barajas. Y el presidente, regresado con urgencia de Doñana, apareció ante los medios con cara de terror, desconcertado y prometiendo el fin de una negociación que, luego, él mismo reanudó en secreto en la primavera del 2007, engañando a todos y concluyendo en un estrepitoso fracaso.
Esto no puede seguir así, sobre todo porque la confianza ya no se genera con palabras porque la cruda realidad las funde como el hielo junto al fuego y la impresión que ofrece el presidente es la de un iluso temerario que no sabe dónde está ni a dónde va. Sobre todo cuando su propio vicepresidente económico, por fin, ha reconocido la gravedad de la crisis, y su ministro de Industria habla incluso de recesión, que es lo más aproximado a la verdad.
Si Zapatero se empeña en el discurso social, para atacar a la oposición y engañar a sus votantes, se volverá a equivocar y su imagen y credibilidad acabará por los suelos y rodando por una pendiente imparable como la que ya anuncian las encuestas. Lo que hay que hacer es precisamente al revés, o lo contrario: decir la verdad, cosa a lo que Zapatero no nos tiene al día de hoy acostumbrados, ni en esto ni en casi nada. Convencido de que su política de marketing y propaganda puede con todo, incluso con la verdad y hasta con la crisis económica y el paro. Esas verdades imparables que se cuelan en las familias de los españoles con dramatismo y preocupación, mientras el jefe del Gobierno sonríe y hace juegos de palabras que se volverán contra él, y contra todos los que se las hayan creído, porque esto de la crisis no hizo nada más que comenzar.
