silverdaemon
Madmaxista
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OJO NO VALEN PISOS PACO NI MATERIAL DOMESTICO PACO, SOLO OBRAS DE ARTE.....
En casa Lucio mejor.
En Palencia nací, con amigos fieles,
un viaje emprendimos con nervios y sueños.
A Madrid nos llevó el deseo febril,
de comer en Casa Lucio, donde brilla el perfil.
Las mejores galas vestimos, con orgullo y fervor,
camisas largas en verano, buscando el sabor.
Llegamos al destino, con la ilusión en el pecho,
pero sin reserva, nos cortaron el trecho.
"¿Tienen reserva?", preguntó el camarero.
"No," dije yo, "no sabemos el número entero."
Con desdén nos miró, "aquí no pueden comer."
Mi primo Ceferino, comenzó a desfallecer.
Con lágrimas en los ojos, la cámara en mano,
salió Lucio, el creador, el gran veterano.
"¿Saben quién soy?", preguntó con arrogancia.
"¡Es Lucio!", gritó mi primo con gran elegancia.
"¿Quieren una mesa? La tendrán que ganar,"
y nos llevó a un cuarto, lejos de imaginar.
"En la gran ciudad, las cosas son distintas,"
se bajó los pantalones, con palabras concisas.
"El entrante en privado, deben probar,
estos son los bemoles de Lucio, si los quieren degustar."
Ceferino, eufórico, bajó como un águila,
y Lucio gritó, "¡Cateto, pero sin tanta prisa!"
Al final nos echaron, en la humillación,
tomamos el bus de vuelta, en amarga confusión.
Pero Ceferino, aunque fue una locura,
probó los bemoles de Lucio, en su extraña aventura.
Grande maestro, decimos con respeto,
aunque la anécdota, no fue un gran reto.
En casa Lucio mejor.
En Palencia nací, con amigos fieles,
un viaje emprendimos con nervios y sueños.
A Madrid nos llevó el deseo febril,
de comer en Casa Lucio, donde brilla el perfil.
Las mejores galas vestimos, con orgullo y fervor,
camisas largas en verano, buscando el sabor.
Llegamos al destino, con la ilusión en el pecho,
pero sin reserva, nos cortaron el trecho.
"¿Tienen reserva?", preguntó el camarero.
"No," dije yo, "no sabemos el número entero."
Con desdén nos miró, "aquí no pueden comer."
Mi primo Ceferino, comenzó a desfallecer.
Con lágrimas en los ojos, la cámara en mano,
salió Lucio, el creador, el gran veterano.
"¿Saben quién soy?", preguntó con arrogancia.
"¡Es Lucio!", gritó mi primo con gran elegancia.
"¿Quieren una mesa? La tendrán que ganar,"
y nos llevó a un cuarto, lejos de imaginar.
"En la gran ciudad, las cosas son distintas,"
se bajó los pantalones, con palabras concisas.
"El entrante en privado, deben probar,
estos son los bemoles de Lucio, si los quieren degustar."
Ceferino, eufórico, bajó como un águila,
y Lucio gritó, "¡Cateto, pero sin tanta prisa!"
Al final nos echaron, en la humillación,
tomamos el bus de vuelta, en amarga confusión.
Pero Ceferino, aunque fue una locura,
probó los bemoles de Lucio, en su extraña aventura.
Grande maestro, decimos con respeto,
aunque la anécdota, no fue un gran reto.