Regresamos a los 80: Vuelven los zombis (de la heroína)

El Pionero

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Martes. Noche de Halloween. Visto a lo lejos da la impresión de que los 180 centímetros que mide Antonio, frágil como uno de esos títeres de juguete cuyos brazos y piernas cuelgan de unos hilos, se van a desparramar de un momento a otro sobre la acera del bulevar. Dice que es padre de una niña de dos años y que hace un mes cumplió 28 años, aunque en verdad su aspecto físico recuerda más al de un hombre con 50 mal llevados. «¿Sabes?, a veces, cuando estoy chungo, saco la foto de mi pequeña de la cartera y me pongo a mirarla durante un buen rato, me reconforta... Y lloro, lloro mucho. Lloro sobre todo por ella, por tener este padre que le ha tocado». Antonio tenía un futuro por delante (hizo la carrera de Empresariales) y una familia rica que le quería. Un hermano arquitecto, una hermana psicóloga y un padre que soñaba con que en algún momento su hijo mediano llevara las riendas del emporio de distribución de alimentos que tanto le costó levantar.

Hasta que un día conoció a quien nunca debió conocer y quedó atrapado entre las garras de la dama blanca. ¿Por qué se tambalea tanto al andar? «Porque en un ratito me tocará otra vez... No te asustes, mira, no voy de pico, tranquilo». Antonio responde al perfil del nuevo yonqui. Enseña los brazos y los tobillos. Los tiene blancos y limpios. Las venas intactas, sin rastro de esos pequeños agujeros sellados con sangre que suelen dejar las agujas de las jeringuillas. «Esto es más seguro, amigo...», enfatiza a la vez que extrae de un bolsillo de su cazadora varias hojas de papel plata medio arrugadas y de la cartera, donde lleva la foto de su pequeña, una papelina de heroína. «¿Quieres verlo?», me insinúa Antonio al notar mi curiosidad por saber cómo prepara el chino que luego se fumará. Brown sugar. Heroína marrón. Un viaje, entre ocho y diez euros, más barato que unos preservativos.

Algunas pandillas de jóvenes disfrazados con caretas de calaveras y rostros de látex desfigurados como si fuesen seres de ultratumba, apuran el paso por la otra orilla del bulevar vallecano Peña Gorbea, el bule de toda la vida, jaspeado de sombras. Es Halloween. Y a este otro lado, sin caretas macabras, comienzan a llegar hombres jóvenes y alguna que otra chica, a paso lento, tambaleándose como espectros bajo las farolas, los cuerpos rotos y el deseo de colocarse cuanto antes. Estamos en la noche de los muertos vivientes. Para Antonio, una más en la que terminará zombi sin necesidad de disfraz. «Es mi rutina». Todas las noches son Halloween para él. Joaquín, su colega de viajes, viene a buscarle acompañado de una yonqui. Llegan drojados. «¿Qué tal, Toño, quién es este?», refiriéndose al periodista. «Ya nos íbamos», le corta Antonio sin mirarle. Con un gesto me indica que vayamos a un rincón más discreto. Vierte la dosis sobre un trozo de papel plata y la calienta por debajo con la llama de un mechero. El humo de la droja se va apoderando de él a cada inhalación. Antonio ya no es él. Se va tras*formando en un sonámbulo que a duras penas alcanza a darse cuenta de dónde está. Los párpados se le caen como el telón al final de una obra. Antonio desconecta. Se va. Ha entrado de lleno en ese mundo paralelo que él busca cada tres horas. «¿Ves? Esto es la paz, no hay pensamientos malos ni dolor, sólo una inmensa tranquilidad...».

Joaquín y Marta vuelven a por él, y los tres desaparecen como zombis en la noche, ajenos por completo a los vecinos que observan desde las ventanas de sus pisos el regreso del barrio a los años 70, 80 y parte de los 90. Cuando la dama blanca llenaba los cementerios de cadáveres y las madres marcaban con flores las esquinas donde sus hijos aparecieron muertos con la aguja todavía clavada en las venas. «La heroína ha regresado y aquí nadie hace nada. Está pasando en Carabanchel, en Villaverde Alto, en Parla, en Getafe... ¿Cuánta gente más tiene que morir? La Comunidad de Madrid ha eliminado la agencia antidroga, han recortado numerosos servicios asistenciales, no hay planes de reinserción... ¿Qué pretenden, que volvamos a los entierros y lamentos de los años duros», advierte Jorge Nacario, treintañero y presidente de la Asociación de Vecinos Puente Vallecas, que se ha convertido en la voz de la lucha contra la heroína en este popular barrio del cinturón de Madrid. A la manifestación de la semana pasada se sumará otra el 15 de noviembre. Porque la heroína, como se creía, no va de retirada. Al contrario. Ha vuelto a correr por las calles y no sólo de Vallecas. También en Vigo, en Pontevedra, en El Raval de Barcelona, en El Cabañal de Valencia, en el País Vasco, Asturias, Andalucía... Si en febrero de 2014, diversas fuentes consultadas entonces por este suplemento cifraban en 6.000 el número de nuevos yonquis, esos mismos terapeutas hablan de que podríamos estar ya cerca del doble, 12.000.

"Emergencia nacional"

Y mientras en España va calando el temor de que el consumo vuelva a desbocarse, en Estados Unidos el problema ha entrado en la mismísima Casa Blanca. Unos 35.000 estadounidenses fallecieron el año pasado por sobredosis de heroína, lo que ha llevado a Donald Trump a declarar «emergencia nacional» la epidemia de opiáceos en el país. El propio director de la Oficina de Política Nacional para el Control de drojas, Gil Kerlikowske, reconocía recientemente su «preocupación» por el auge del consumo de esta droja como reemplazo de los analgésicos opiáceos con receta como el OxyContin o Vicodin, que cuesta unos 140 dólares en EEUU, mientras que una dosis de heroína se puede conseguir en las calles por 10. Una realidad que a este lado del océano están siguiendo de cerca médicos y terapeutas, temerosos de que el consumo en España vuelva a crecer.

«Se está produciendo un repunte silencioso que las estadísticas oficiales todavía no recogen. Pero tampoco parece que interese mucho ahora con todos los problemas que hay aquí. De momento no estamos en la misma situación que Estados Unidos, pero la heroína está ahí, en las calles, en las incautaciones de la Policía», retrata el doctor Jorge Gutiérrez, 20 años tratando a drogodependientes en las zonas más castigadas de Madrid. [En febrero de este año era desmantelado un laboratorio de heroína en Vigo; el 17 de agosto fueron incautados 59 kilos; y el 23 del mismo mes otros 65, también en Galicia...]. En palabras de la psiquiatra del Hospital del Mar, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona y al frente del Proceso de Adicciones del Instituto de Neuropsiquiatría y adicciones (INAD), Marta Torrens, «la heroína sigue siendo la causante de la mayoría de muertes por sobredosis en España [de estas muertes tampoco hay datos oficiales]». Opinión que concuerda con otros registros: «Aproximadamente el 80% de nuevos tratamientos por consumo de opiáceos está relacionado con la heroína, y ya no es tan evidente el descenso que se venía observando desde 2007», avisa el último Informe Europeo sobre drojas, de 2016. Aunque Torrens advierte: «Puede estar pasando que los recursos asistenciales hayan disminuido, como así es, y los casos afloren más, pero eso no quiere decir que el número de adictos esté aumentando, simplemente que se ven más enganchados porque no se les atiende».

El caso es que en Cataluña, admite la doctora Torrens, no existen datos recientes que indiquen la existencia de un repunte del consumo. Según ha podido saber Crónica, un amplio informe de la situación, tutelado por la Consellería de Sanidat, lleva meses paralizado a causa de la situación política del procés de independencia. En cualquier caso, la escasez de datos (no sólo en Cataluña) habría que achacarla, en palabras de otros expertos consultados, a la utilización por parte de los adictos de otros servicios (consultas y programas de tratamiento) distintos a los que habitualmente reciben de las entidades públicas, lo que estaría dificultando aún más el acopio de datos oficiales.

Entre 30 y 50 años

Frente a la imagen deteriorada del yonqui de los años 80 y 90, sucio y mal vestido que deambulaba por parques del extrarradio de las ciudades, otra figura está surgiendo en torno al submundo de la heroína. El nuevo heroinómano, como Antonio, Joaquín o Marta, tiene entre 30 y 50 años y rechaza la aguja. No se pincha la droja, la fuma. Es la tendencia. En el bule de Vallecas y en todas partes. «Les da miedo la hipodérmica, no vivieron las épocas del sida pero conocen lo que pasó en los 80 y 90. Creen que evitando la jeringuilla, el enganche será menor y que, además, no contraerán infecciones. Pero se engañan, siguen apareciendo casos y casos», tercia el doctor Gutiérrez. La misma ONU en su Informe Mundial sobre las drojas del año 2016 alerta del «repunte de heroína» en Europa. «El 76% de los consumidores de alto riesgo estimados en la Unión Europea se concentran en cinco países», y España se sitúa en segundo lugar, detrás de Alemania y por delante de Francia, Italia y Reino Unido. A falta de datos concretos en España, la radiografía hay que buscarla en el estudio presentado en junio de este año por el Observatorio Europeo sobre drojas, que señala que 23 personas murieron cada día por sobredosis de opiáceos, especialmente heroína, en la UE en 2015. En total, al menos 8.441 vidas, un 6% más que 12 meses atrás, cuando las víctimas fueron 7.950. Daños colaterales para quienes mueven un negocio que al año genera 24.000 millones de euros en todo el mundo.

La clientela, como la forma de consumo, también ha cambiado. Un camello contactado por Crónica que hace un par de años trapicheaba en La Cañada Real, considerado el mayor mercado de drojas en España y uno de los más grandes de Europa, ahora se mueve por los barrios céntricos de Madrid donde, asegura, los camellos de la heroína como él han encontrado un mercado de clientes jóvenes cada vez mayor. «Son punkis que van siempre de neցro y llenos de piercings y tatuajes», dice nuestro confidente. Gente con cierto poder adquisitivo que va de punki de tienda. «He tratado a más de un hijo de las llamadas buenas familias», comenta sin dar nombres el doctor Gutiérrez. Aunque lo parezca, no es una historia de ahora. Ya en 1972 el diario Pueblo informaba de que la droja se vendía en «determinados clubs, discotecas y hasta en alguna marisquería». Y añade: «A principios de 1975 la Policía detuvo en Madrid a una veintena de jóvenes entre los que había vástagos de familias más o menos ilustres (productores de cine, periodistas, políticos y militares)». Y el diario Abc resaltaba que era la primera vez que habían sido detenidos adictos españoles a la heroína.

Los narcopisos donde se vende y se consume son la última novedad. Y el epicentro de esta oferta en España es el barrio de El Raval, en Barcelona. Sasha Asensio, autor de la imagen que ilustra este reportaje, conoce bien el lugar. Lleva 15 años recorriendo las principales capitales del mundo, desde Madrid a Nueva York, fotografiando la vida de los consumidores de heroína. «En El Raval [donde los vecinos están en pie de guerra] funcionan alrededor de 60 narcopisos, y en ellos sólo se ofrecen drojas duras», cuenta Sasha, quien dice no haber encontrado diferencias entre un yonqui de Manhattan y otro de Vallecas. El final, dice Sasha, es siempre el mismo: «Todo yonqui, esté donde esté, paga la felicidad con su propia vida». Como los zombis del bulevar.

Las dos rutas hacia España

La heroína ya no viene sólo de Afganistán. Los nuevos yonquis se 'colocan' con la que llega de jovenlandia, de peor calidad pero más barata.
LA RUTA HABITUAL

Es la que sigue la heroína que se fabrica en Afganistán (con la que se financian los talibanes, que aseguran y vigilan el tráfico de la droja en el país). Sale por Pakistán e Irán y llega hasta Turquía, la puerta de entrada de la heroína a Europa. La mayor parte viaja a Holanda, y desde ahí llega a España, sobre todo a Cataluña y Navarra, donde se vende por unos 15 euros el gramo.

LA NUEVA RUTA del sur muy sur

Es el camino hasta España de la heroína que se produce en Latinoamérica, en Colombia y Bolivia, principalmente. Desde allí, por barco, viaja hasta Cabo Verde y de ahí la tras*portan hasta el sur del Sáhara y va subiendo en caravanas hasta el norte de jovenlandia, sobre todo a la cordillera rifeña de Alhucemas. Sigue hasta la Península en motos de agua, barcas con motor o cápsulas bien escondidas vía Melilla, y luego en 'ferry' hasta Málaga. Es la heroína más barata, de peor calidad, que en jovenlandia está haciendo estragos. Allí el gramo se puede encontrar por menos de tres euros, y en Carabanchel y Villaverde (Madrid) se compra por entre 8 y 10 euros el gramo. También está llegando a Toledo.

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Última edición:
Uf, estás invocando a Aynrandiano. Tú verás lo que haces...

---------- Post added 09-nov-2017 at 20:34 ----------



Toda la vida llevo oyendo esa tontería de los drojatas que al decir eso pretenden dártselas de especiales. Por supuesto, luego son incapaces de explicar cuál es esa nueva perspectiva de la existencia, porque es mentira y es una chorrada. Lo que hay como ya se explicó hace décadas, es el inconsciente invadiendo el ámbito de la consciencia. O sea, una cosa.

Ahi ahi...a opinar y juzgar sin tener ni idea...

No se trata de "darselas de especiales", es simplemente un tema como cualquier otro. Si a ti no te interesa, pues perfecto. La unica forma de experimentarlo es tomandolas. A una persona que nunca ha probado el alcohol se le puede explicar la sensacion de estar borracho? Pues lo mismo.

Pero ante todo, cada uno a la suya! Yo no las cambiaria por nada :D

En cuanto a lo de acabar en una caja de pino que dicen por ahi arriba, es mucho mas dificil de que lo que parece. Si fuera tan facil, se usarian sistematicamente como forma de suicidio y la gente no se iria a Mexico a por barbituricos como hace...o a Suiza a eutanasiarse. Puede suceder pero en general el organismo tiene muchos mecanismos para deshacerse de la cosa y mantenerse vivo.
 
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