Recuerdos de la tras*ición, Montejurra 76.

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En estos días en los que se pergeña dar otra vuelta más de tuerca a la Memoria Histórica y en que los revisionistas del 78 y del proceso prostituyente se han puesto vocingleros al calor de unos mediocres resultados electorales y el subsiguiente abrazo de un Judas, conviene recordar uno de esos "oscuros" episodios de nuestra muy inefable tras*ición, la romería de Montejurra en 1976.

Breves antecedente

En Montejurra, escenario de tres batallas, una durante la primera guerra y dos durante la tercera guerra carlista, venía celebrándose de hace décadas una anual subida a la cumbre, un vía crucis en que se oficiaba una misa y se rezaba por el alma de los requetés caídos. Hay que señalar que esta romería tiene su origen en 1939 con lo cual adquirían especial protagonismo los caídos en la guerra del 36. El espíritu de Montejurra, quizá de una forma demasiado romántica y afectada, llamada la montaña sagrada del carlismo, era de total unidad con las fuerzas del Movimiento, por lo menos hasta finales de los 60, la misma unidad por otro lado que estuvo presente en los duros años de combate de la II República y Guerra del 36.

España había pasado unos difíciles años 40, en los que a la infame presión internacional había que añadir una ofensiva interna azuzada desde el exterior y que se materializó en la práctica en una pinza formada por un lado con los magros sectores "disidentes" del Movimiento y por el otro con la acción del maquis que en el 44 había invadido por el valle de Arán España en la (coincidentemente como veremos) llamada Operación Reconquista. Estas fuerzas disidentes del Movimiento las constituían falangistas de carácter más o menos antifranquistas, carlistas y seguidores de Don Juan de Borbón; el atentado de Begoña, las maquinaciones y manifiestos varios de Don Juan y ciertas exhibiciones públicas de algunos carlistas contrarios al régimen fueron las acciones más reseñables de estos grupúsculos, sería largo detenerse en las anécdotas, baste decir que pudo verse a Don Juan con la boina roja en su exilio en Estoril. Desde luego a España todo esto supuso lo que a que un toro en la dehesa puede suponerle el picotazo de un mosquito, y la inmensa mayoría de falangistas, requetés y monárquicos alfonsinos permanecieron fieles a Franco, en un momento decisivo en el que el maquis y las maniobras soviéticas (que eran todo uno) eran una amenaza bastante más real.

Por lo dicho el carlismo y Montejurra no constituyeron oposición alguna a Franco hasta finales de los 60, cualquiera puede ver testimonios escritos y fotográficos de las concurridísimas romerias en las que sin ningún pudor se hacía ostentación de la bandera nacional (la española digo, precisión que hoy no está de más) y recuerdo de los caídos en la Cruzada del 36.



A finales de esa década de los 60 es cuando empieza a introducirse ese elemento, más subversivo que otra cosa, en forma de pancartas críticas con el régimen, principalmente a raíz de la elección del príncipe Juan, Juanito para la familia, el actual rey emérito, relegando obviamente al olvido al pretendiente carlista y a sus hijos.

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No obstante pese al primerizo carácter subversivo y a la posible presencia de "elementos extremistas" anunciada en la prensa todavía se mantendrán ciertas formas y apariencias carlistas, todavía no se ha sustituido la bandera española por los estandartes taifales, todavía está presente aunque diluido el recuerdo hacia los ideales de la Cruzada.

Actos de Montejurra (1968)

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El despecho por la elección del hijo de Don Juan, junto a los efluvios canábicos de la contracultura, Mayo del 68 y sus ecos en Europa y España llevarán a Carlos Hugo, el hijo primogénito del pretendiente Don Javier, a llevar al Partido Carlista por la senda de la democracia popular, la autogestión, el socialismo a la yugoslava (un sucedáneo políticamente correcto cuando se hacía tan evidente el fracaso del comunismo ruso) y la autonomía y autodeterminación de los pueblos de España o mejor las españas. En el 68 se formarían los terroristas GAC, Grupos de Acción Carlista, de inspiración etarra y de donde saldrían en pocos años algunos militantes de ETA. Tal giro ideológico poco tenía que ver con la tradición y doctrina carlista y se dará también entre los falangistas autodenominados auténticos, que como estos carlistas de izquierda carlohuguistas también mostrarán en sus actos ikurriñas y demás banderas taifales, y llegarán incluso a viajar a Cuba a reuniones internacionales de la juventud revolucionaria y comunista. Pero en honor del falangismo hay que recordar que estos auténticos (majaderos) fueron muy pocos, muchos menos que los carlohuguistas y que además su españolismo sincero les hizo abandonar pronto el uso de banderas anti-nacionales y la confraternización con los separatistas, justo lo contrario que los carlohuguistas que muy pronto abandonaron la bandera española y que desde entonces no han dejado de ir de la mano de los separatistas y comunistas.


Los sucesos del 1976.

Pero adelantémonos hasta 1976, ese año, ya muerto el Caudillo, las fuerzas subversivas se lanzan al asalto y destrucción de la Nación española, y Carlos Hugo y su camarilla preparan un Montejurra "unitario", por supuesto no con las fuerzas del Movimiento que habían abandonado, unitario con la izquierda comunista y por tanto separatista. A todo esto Don Javier seguía vivo y con un estado de salud bastante deteriorado y poco o nada podía hacer para oponerse, y Don Sixto, hermano menor de Carlos Hugo, tomaría las riendas del carlismo tradicional.

Carlos Hugo estaba preparando un Montejurra rojo (y no por la boina precisamente) en el que estaban invitados PCE, ORT, PSUC... en definitiva todo el rosario de siglas de partidos y partiduchos comunistas, leninistas, trotskistas, maoistas y demás ralea totalmente ajena al carlismo, no en vano el Partido Carlista formaba ahora parte de la Platajunta. Ante esta noticia, Don Sixto y sus partidarios, que ya se oponían abiertamente a la línea de Carlos Hugo empezaron a organizar lo que luego se llamó Operación Reconquista (sí como la de los maquis 30 años atrás).

En este punto es importante señalar como la izquierda, siguiendo directrices moscovitas, ha magnificado hasta el paroxismo cualquier operación o simple movimiento de la extrema derecha, convirtiendo simples acciones más o menos planificadas deprisa y corriendo y sin estrategia previa en maquiavélicas operaciones parapoliciales dirigidas por los tentáculos de la CIA y la OTAN.

La operación en realidad no pasaba de dos partes planificadas con bastante poco tino, la primera era la llegada de Don Sixto acompañado de un grupo de requetés y de partidarios de otras organizaciones, que si bien no eran carlistas estaban bastante más cerca del espíritu original de Montejurra que las cohortes rojas de Carlos Hugo. La segunda y más importante era la toma la noche anterior el alto de Montejurra e instalar allí un equipo de megafonía para que Don Sixto diera un discurso, las autoridades estaban avisadas y obviamente preparadas para la llegada de los dos grupos opuestos. Durante las semanas previas los hombres de Don Sixto intentaron hacer toda una labor de reclutamiento entre el carlismo español y en particular navarro, muchos pese al bandazo que había dado el partido seguían aferrados a una lealtad ciega al príncipe socialista, se vislumbraba ya la desidia que la sociedad vasca y navarra mostraría ante ETA y el separatismo años después.

El panorama era el siguiente, lo que había sido durante décadas un tradicional acto de homenaje a los requetés caídos en la Cruzada del 36 iba a convertirse en un acto de afirmación de la misma izquierda comunista y separatista a la que estos habían combatido y frente a ellos estaría un pequeño grupo de carlistas y de lo que entonces se llamaba "ultras" que pretendían evitar semejante agravio con su presencia. Era delirante.

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El resultado de la operación fueron los dos muertos, de dudosa filiación carlista, se dice que realmente eran comunistas invitados por Carlos Hugo, y una especie de resultado de tablas entre los dos grupos, los carlohuguistas no pudieron celebrar su acto con normalidad y los de Don Sixto no pudieron acceder a la cumbre para dar así Don Sixto el discurso.

Pero conviene detenerse en el detalle, el primer muerto, García Pellejero, se produjo antes de la ascensión a la cumbre, allí la turba de gente de izquierdas y carlohuguistas recibió entre insultos, pedradas y literalmente a palos al grupo de Don Sixto, que superado en número no tuvo otra que retirarse, las fotografías demuestran claramente este extremo:

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Y fue entonces ante una agresión a garrotazo limpio cuando se producen los disparos del famoso hombre de la gabardina, como también puede verse en las fotos:

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Así lo contó El País, nada sospechoso de afinidad hacía Don Sixto y los ultras:



Irache: primer enfrentamiento
A las diez menos cuarto de la mañana, momentos antes de iniciarse el Vía Crucis en la campa del monasterio de Irache, por la carretera de acceso procedentes del Hostal Irache, llegaban en formación militar un centenar de jóvenes, marcando el paso al Compás de unos tambores. Se identificaban con un brazalete que llevaba estampado el emblema de la Confederación Nacional de Combatientes, y sobre el brazalete un adhesivo redondo con las letras RS Requeté Seguridad en rojo sobre fondo amarillo.



Antes de llegar a la campa, un grupo de partidarios de Carlos Hugo les salió al paso. Primero se intercambiaron insultos: «Vendidos», «Carlos Hugo, libertad», «No pasareis»; «Don Sixto», «gente de izquierdas no», «Viva Cristo Rey». En cuestión de segundos llegaron a los palos. El grupo favorable a Sixto Enrique, manos enguantadas, atacó con porras amarillas; los de Carlos Hugo, con porras de madera, cayados y bastones. Fueron segundos de gran confusión. Se oyeron disparos. Varias personas cayeron al suelo con la cabeza ensangrentada. Un joven se dobla gritando, mientras se cubría el vientre con las manos.



En esto coinciden las crónicas que desde trascendieron desde la Comunión Tradicionalista y sus órganos afines, fueron recibidos a palos, las fotos no pueden ser más gráficas, junto al hombre de la gabardina uno de los ultras, con gafas de sol, parece levantar la mano en gesto de cubrirse, no se sabe si de alguna piedra u objeto lanzado por los gente de izquierdas.


El segundo muerto se produjo iniciada la subida, entre la niebla, nunca se supo quien disparo, si fue de los de Carlos Hugo o de los de Sixto, desde luego en ese ambiente de abierto enfrentamiento era algo bastante esperable y resulta absurdo que se utilicen los disparos de como argumento para reforzar la ya débil teoría complotista. Lo cierto es que un incontrolado de uno u otro bando lanzando tiros con un subfusil hacia la multitud es algo que en la época no desentonaría lo más mínimo.

Decía antes que la operación, en la que la histeria izquierdista ha querido ver incluso a la fantasmagórica Red Gladio, no fue planeada con demasiado tino, desde luego si simplemente se quería explotar el acto de provocación rojo lo ideal habría sido contra con Fuerza Nueva, que podría haber movilizado a muchísima más gente, y que años después demostraría más capacidad de acción en zonas muchos más complicadas, como San Sebastián. Si lo que se quería era criminalizar al carlismo de izquierdas nada era más contraproducente que darle dos víctimas que ahora podían exhibir en todos los medios.

La gris realidad era que no había más estrategia entonces que la de la izquierda subversiva, que había conseguido dos mártires más, García Pellejero, muerto en el enfrentamiento cerca del hostal Irache y Jiménez Santos, muerto en la subida al monte. Un esquema que volvería a repetirse más adelante, era fácil para la izquierda fabricar víctimas del fascismo, bastaba con un acto caldeado de provocación o directamente ataque contra los "fascistas" disfrazado de reivindicación antifranquista y democrática, es el caso el cine París dónde un navajero antifascista moría intentando apiolar a un militante de Fuerza Nueva. Aquella España era muy diferente y las fuerzas nacionales no dudaban en dar respuesta armada a los ataques y provocaciones de los antifascistas, ambiente muy diferente del que impera hoy, cuando la violencia callejera es monopolio exclusivo del bando rojo y ni la policía basta para proteger a los españoles de los CDR, escraches feministas o contramanifestaciones antifascistas.

También entonces el Jaro, delincuente común hoy reverenciado por la izquierda antifascista moría a escopetazos, a manos de un simple ciudadano, mientras cometía una de sus fechorías.

La desfachatez roja llega al paroxismo con el hombre de la gabardina, el pistolero Marín García-Verde, de quien dicen sin sonrojarse que su crimen quedó impune, y no solo ignoran que disparó contra una muchedumbre armada con palos y dispuesta al linchamiento. Marín se acogió a la misma amnistía a la que se acogieron varias decenas de terroristas comunistas de FRAP, Grapo y ETA, que habían cometido crímenes bastante más ignominiosos, y lo más importante, que no dudaron en pagarle al gobierno el favor provocando entre los años 78 y 80 la mayor oleada terrorista que jamás padeció España y envenenando para siempre la vida política española.
 
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