Rebatiendo el pacifismo.

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Pikete Alternativo: Rebatiendo a un pacifista




Rebatiendo a un pacifista


Lo que se obtiene con violencia,
solamente se puede mantener con violencia
M. Gandhi.


Cualquier persona con dos dedos de frente sabe que la situación de la India de 1947 no se corresponde en absoluto con la España de 2012. No veo en qué podría ayudarnos Ghandi cuando, a diferencia de él, nosotros queremos sustituir un sistema económico por otro. De todos modos me sorprende que tú, siendo ‘’de izquierdas’’ y anti-sistema, cites a un individuo conservador, nacionalista y de derechas que no tuvo ninguna intención de llevar a cabo una revolución. ¿Vas a hacerle caso a un tipo que decía que los ciudadanos europeos debían resistir al fascismo de forma pacífica?

Sobre él, digamos que en un primer momento se puso del lado de la socialdemocracia inglesa, aprobando la colonización en ciertos países (África, concretamente). Esto no sirvió para contar con la clemencia del imperio británico, que siguió humillando y marginando a sus compatriotas. Entonces Ghandi comienza a enfrentarse a la opresión de la raza blanca, condena la industrialización occidental (un disparate), reivindica la superioridad jovenlandesal de la India con un tono racista (ahimsa), presenta a Dios de su parte y termina liderando un nacionalismo religioso. Al respecto te recomiendo el libro de Domenico Losurdo La cultura de la no-violencia.

Losurdo explica, por ejemplo, que la descolonización de la India se hizo en pleno proceso de descolonización mundial con un imperio británico agotado por la guerra mundial. Irlanda logró su independencia mediante su sangrienta guerra logró la independencia 25 años antes. El miedo a repetir esa experiencia es lo que hizo a Inglaterra reconocer la independencia de la India sin oponer demasiada resistencia. Pero no es este el tema que nos ocupa.

Dicho esto, la cita es del todo acertada: lo que se obtiene con violencia solamente se puede mantener con violencia. Pero puede obtenerse el poder con violencia, reprimir a la clase dominante hasta extinguirla, y luego no volver a usar la violencia (no hay nadie a quien reprimir). Eso pretendemos los comunistas.


La proliferación de huelgas, manifestaciones y concentraciones en nuestro país pidiendo una tras*formación de nuestra sociedad, más justicia social y una democracia más real, ha puesto sobre la mesa otros debates igual de interesantes. Uno de ellos, el cómo realizar esa revolución, es el que más se está oyendo últimamente. En este trabajo, trataré de explicar por qué, a mi juicio, es mediante la no violencia como se debería exigir ese cambio, exponiendo argumentos sobre los que apoyar mi postura e intentando, asimismo, aclarar el error en el que incurren aquellos que defienden los métodos violentos.



En su manifiesto comunista, el sociólogo Karl Marx, ya analizó los problemas sociales que el sistema capitalista comportaba. La sociedad quedaba fuertemente dividida en dos clases muy diferenciadas: Proletariados y burgueses. El dinero se ponía por primera vez por encima del ser humano, dando más valor a lo material que a las relaciones afectivas y sentimentales y el proletariado quedaba rebajado a un instrumento con el que producir capital y sostener el modo de vida burgués.

Más de cien años después, este sistema capitalista no sólo no ha disminuido sino que ha evolucionado, convirtiéndose en algo más grande.



No es que el sistema capitalista sea ‘’algo más grande’’. Es que a finales del siglo XIX, con la inevitable creación de los monopolios, se pone fin a la libre empresa, y por tanto ahora menos capitalistas concentran más poder, pero no es que sean más grandes. Si a esto le añadimos que a cada crisis gran parte de la burguesía desaparece siendo su riqueza absorbida por los capitalistas ‘’supervivientes’’, podemos deducir que el poder económico cada vez se concentra en más manos.

Algo a lo que llamamos neoliberalismo o capitalismo salvaje.

Algo a lo que los socialdemócratas llaman neoliberalismo o capitalismo salvaje. Los comunistas sabemos que es capitalismo del de siempre, sólo que hoy es más difícil de domesticar.

El capitalismo siempre es ‘’salvaje’’, siempre busca el beneficio de forma anárquica sin importar lo que pueda acarrear para el ser humano. Lo que tú y los tuyos (los socialdemócratas, que militan en el PSOE y en Izquierda Unida) llamáis capitalismo de rostro humano, que debe ser lo contrario del capitalismo salvaje, no es otra cosa que un capitalismo amenazado por la revolución social y por el campo socialista al que no le quedó otra que crear un Estado del bienestar, apoyándose en la explotación del tercer mundo, para mantener a las masas calmadas. Desaparecido el campo socialista y el peligro de una revolución social, el capitalismo se apresura a desguazar el débil Estado del bienestar del que disfrutabamos. No veo porqué no iban a hacerlo si la mayor oposición que se encuentran son un ejército de payasos (literalmente) que buscan manifestarse pacificamente para que los medios burgueses hablen bien de ellos.

Nosotros hemos estado viviendo un capitalismo artificial, ‘’domesticado’’ por la lucha obrera y el socialismo. Mientras, el resto del mundo vivía el capitalismo ‘’salvaje’’ del que hablas.

El análisis que hizo Marx en su manifiesto sigue valiendo para nuestro siglo. Frente a este sistema cíclico de burbujas y crisis, es la clase media y el proletariado quienes más sufrimos, viendo como, el estado de bienestar por el que llevamos luchando más de cien años, es destruido para defender unos derechos burgueses que ya han quedaron desfasados hace mucho. Es el momento de cambiar.

Marx jamás habló de clases medias. Como mucho, de una aristocracia obrera que recibe buenos salarios gracias a que los empresarios de sus países explotan a la clase trabajadora del tercer mundo por sueldos bajísimos. Así, los obreros occidentales forman un gran mercado interior que permite crear una sociedad de consumo relativamente estable.

¿Qué quiere decir que los derechos burgueses quedaron desfasados?

Sin embargo, en el momento en que aceptamos que un cambio social es necesario, nos encontramos con la “pregunta del millón”: El cómo. ¿Cómo realizar esa revolución social que nos lleve a un sistema más democrático, más justo? Y la respuesta nos llega de la mano de dos posturas: La postura violenta y la de la no violencia. El mismo nombre nos indica una clara antítesis desde el principio. Una contraposición que se deja ver muy a menudo en las discusiones del día a día de las manifestaciones.

La violencia ha estado ligada al poder desde hace siglos.

Desde hace milenios. Todo poder necesita de la violencia para mantenerse. Esto es así desde que aparecen las primeras sociedades de clases (en las que existe una clase dominante y una clase dominada), en las cuales ‘’los de arriba’’ necesitan de mecanismos de represión (ideológica y física) para que ‘’los de abajo’’ acepten sin rechistar su condición.

Esto comienza con las primeras ciudades, en las cuales una ‘’casta’’ controla a los agricultores y se apropian de su producción. Los trabajadores viven esclavizados. Para controlarles, para que no se rebelen, se hacen necesarios aparatos ideológicos (como la religión, que asegura que el explotador es un semi-Dios y por tanto un ser inviolable frente al cual solo cabe la sumisión) y físicos (ejército, policía).

El mismo Weber afirmaba que el estado, que se basaba en la dominación de unos pocos sobre la población, no se podía sostener sin la llamada “violencia legítima”, ya que, de ser así, la sociedad entraría en una situación anárquica, ausente de estado. Hobbes defendía la teoría del Homo Homini Lupus, es decir: el hombre, para el hombre, lobo es, siendo el monarca quien, por medio de la violencia, podría garantizar la seguridad de sus súbditos. De esta manera, y en referencia a la historia, el hombre da por supuesto que la violencia es natural a él, inherente a su persona.

Leemos los periódicos, encendemos las noticias y sólo vemos sufrimiento y guerras, actos de extrema violencia en contra del ser humano y también, del resto de seres vivos.

Si le sigues la pista a todo ese sufrimiento, a los actos contra los demás seres vivos y a todas esas guerras que salen por televisión te darás cuenta de que, en general, se deben al sistema capitalista. Esto sin generalizar, claro.

Este es uno de los primeros argumentos que se da a favor de usar métodos violentos: Siempre se ha hecho. Forma parte de la naturaleza del ser humano. Y volvemos la cabeza atrás en la historia y vemos que, en parte es cierto, siempre se ha utilizado la violencia. Para derrocar estados y sistemas, en nombre de religiones y de dioses, por razones económicas... No obstante, es un argumento pobre pues, se tiene que tener en cuenta que la guerra no forma parte del hombre, sino que, como los coches o las camisetas de algodón de tres euros, es uno de sus inventos. Quién fue el primero, o cómo comenzó a usarse es algo que no se sabe. Lo que sí sabemos es que somos el único animal del globo terráqueo en usarla para solucionar nuestros problemas.

Totalmente de acuerdo. Ese argumento no tiene base científica.

Otro error en el que caen a la hora de defender los métodos violentos, es el de pensar que, el que siempre se hayan utilizado, signifique que son el único medio o el medio más efectivo. Pero, aunque sí se pueden considerar, de alguna manera, el medio más rápido, la historia nos ha demostrado que no son la única manera de lograr objetivos y que, además, como desarrollaré a lo largo de este trabajo, no son legítimos para conseguir esa justicia social por la que luchamos.

Si leemos el capítulo tercero del manifiesto comunista, Marx nos introduce en el segundo argumento. Ese en el que se iguala a la no violencia con la no acción. La última página de ese capítulo entra en detalles de cómo el alemán nos ve a aquellas personas que abogamos por una vía pacífica. Y, quizás, de todas las cosas que nos han llamado, la más curiosa sea la de “hippies”. Nos consideran los “hippies” del siglo veintiuno y están esperando a que coloquemos margaritas en las porras de los policías. Pero la no violencia no sólo va de “hippies” o de margaritas o de sentarse en el suelo levantando las manos gritando “estas son nuestras armas”, sino que va mucho más allá.

Es lógico que se reproche la actitud de quienes, con su inoperancia o sus métodos inefectivos, permite que sigan en el poder quienes dan el pasaporte de hambre, hacen guerras y crean millones de parados. Las ideas absurdas deben ser reprochadas, sea un ‘’hippie’’ o un comunista quien propone métodos absurdos.

De entrada, para entender esta postura pacifista, deberíamos comprender el motivo que nos lleva a elegirla por encima de la violencia: La dignidad, al contrario que la guerra o la violencia, sí que es inherente al ser humano.

No hay nada inherente al ser humano, no tenemos ‘’naturaleza’’. Tu dignidad, la que te lleva a defender la no-violencia, no existía hace un siglo ni existe hoy en algunas sociedades.

La dignidad cuenta con dos grandes características: La libertad de elección, que es el libre albedrío de las personas y la libertad jovenlandesal, el libre desarrollo de la propia personalidad. En otras palabras, toda persona es digna, no importa lo que haya hecho, dicho o como piense.

Es decir, Hitler y sus amigos eran personas dignas, no importa lo que hayan dicho o cómo piensen. Démosles una flor. Lo mismo con los banqueros que desahucian o con las corporaciones que crean guerras y golpes de Estado.

Con esta afirmación, además, podemos dar por incorrecto lo que se consideraría tercer argumento a favor de utilizar la violencia: el tan común “se lo merecen”, que no es más que una de las maneras de legitimar su acción.

De acuerdo con esto. El argumento de ‘’se lo merecen’’ es totalmente menso e improductivo.

El artículo uno de la declaración universal de los derechos del ser humano dice así: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Sí, y es una buena premisa. Pero no olvides que esta Declaración (que es muy bonita, pero no puede llevarse a la práctica en el capitalismo) fue escrita por los mismos que no tuvieron ningún inconveniente en organizar matanzas de fascistas y que mientras la redactaban mandaban ahorcar a altos cargos nazis. Churchill, por ejemplo, hablaba en 1943 de ‘’gasear las ciudades alemanas’’.

Con este artículo, estamos impidiendo que caigamos en una sociedad donde impere el “ojo por ojo. Diente por diente” y, por lo tanto, no valga que el “se lo merecen” legitime una acción violenta contra ninguna persona, sea presidente de gobierno, director de banco o un simple ciudadano.

Sin duda sería del todo indeseable que cayesemos en una sociedad donde impere la venganza. En ningún momento un comunista ha hablado de que los capitalistas merezcan la fin.

La lucha no violenta se basa, políticamente hablando, en el siguiente postulado: El ciudadano no siempre tiene que obedecer a lo que se le ha mandado y puede, incluso, realizar actos que se consideran prohibidos.

Evidentemente, si damos por hecho que las leyes oprimen a la clase trabajadora y sirven a la burguesía, no tendríamos que tener inconveniente en incumplirlas.

En su libro La lucha política no violenta, criterios y métodos, el pacifista Gene Sharp, fundador del centro Einstein para la paz, establecía cuáles eran las fuentes del poder del estado, entre las que se encontraban la autoridad, los recursos humanos (número de gente que obedece al gobernante y coopera con él), los recursos materiales y las sanciones (el poder coactivo de la clase dominante). Todas estas fuentes dependen de manera fundamental y necesaria de los ciudadanos: De su obediencia al gobernante y su cooperación con él. La autoridad, los recursos humanos… ninguna de estas fuentes vale nada sin la obediencia y la cooperación. Por eso, la no violencia tendrá como objetivo destruir de forma pacífica esa relación entre ciudadano y estado, consiguiendo que el pueblo dé la espalda a quien le gobierna de forma injusta.

Precioso. Díselo a los españoles que en 1936 se atrevieron a desobedecer pacíficamente las leyes de la burguesía, la Iglesia y los terratenientes. O también a los estudiantes alemanes de La Rosa Blanca que desobedecieron pacíficamente a las autoridades nazis (fueron decapitados). O a los chilenos de izquierdas que ganaron las elecciones en 1973. La no-violencia sólo les sirvió para ser fusilados por la burguesía y sus secuaces.

Como dice el Sharp: “el opresor se tiene que ver mal”, es decir, es él, y no el pueblo, el que tiene que contar con la desaprobación pública.

Enorme error. El opresor, el burgués, no es ciego. Puede perfectamente ver que sus acciones son perjudiciales para el ser humano. Los que especulan con alimentos en Chicago saben perfectamente que sus acciones cooperan con el hambre en el tercer mundo. Los policías, cuando pegan o torturan, son perfectamente conscientes de lo que están haciendo. Aznar con sus políticas belicistas tenía en contra al 80% del PP y al 90% de la población española, y sin embargo siguió adelante con sus peripecias en Irak. Rajoy tiene hoy la desaprobación de la mayoría de los españoles, y puede ver que sus políticas son pan para el banquero y hambre para el trabajador, pero ahí sigue. ¿Crees de verdad que a Amancio Ortega le preocupa ‘’el mal’’ que pueda acarrear la explotación a niñas indias en fábricas textiles? ¿O que los dirigentes de Halliburton lloraron la fin de casi un millón de iraquíes y se plantearon dejar de ser ‘’malos’’?

No olvides que lo que cuenta para el burgués es el beneficio económico, no el mal que puedan acarrear sus prácticas (ejemplos hay de sobra).

El opresor siempre se ve mal, no es orate ni ciego.

Aquí es donde entra en juego otra de las razones para el uso de la no violencia: si sólo es el estado el que usa la violencia para oprimir al pueblo, y no el pueblo para defenderse, logrará, sin ayuda de nadie, que se vuelvan en su contra la opinión pública y privada. Se verá perversos, rastrero, tanto en el ámbito nacional como en el internacional.

Es decir, que los trabajadores, al ver que existe la represión, se volverán automáticamente anti-capitalistas. Entonces, ¿porqué la mayoría sigue siendo pro-sistema?

Das por hecho que la opinión pública es libre y autonóma, que si alguien ve a policías pegando se volverá de pronto un revolucionario. Olvidas que quienes controlan la opinión pública son los aparatos ideológicos del Estado (medios, escuela…) y que estos son radicalmente pro-sistema. Los medios no son testigos, sino que, estando en dependencia económica con la burguesía, se posicionan siempre a favor de esta. No hay más que ver sus contenidos. Como mucho se habla de ‘’excesos policiales’’, pero jamás se hace un discurso anti-sistema. ¿Cómo iban a hacerlo los medios, que viven precisamente del sistema?

Hace poco fueron asesinados por la policía 45 mineros en huelga en Sudáfrica, algo totalmente infame. Y yo por ahora no he visto ninguna revuelta allí.

La no violencia atacará el propio esqueleto del estado, destruyéndolo por dentro, mientras que, si se usa la violencia, esta sólo conseguirá acabar con su lado físico que, al fin y al cabo, puede ser reemplazable.

¿Atacará? ¿Cómo? ¿Cómo la no-violencia puede destruir al Estado, que cuenta con tanques y un ejército de antidisturbios? ¿Para qué destruir el Estado directamente? ¿Las bayonetas que nos reprimen se van a volver de repente de nuestro lado? Esto no tiene ningún sentido ni se ha dado jamás en la Historia.

La no violencia tiene tres tipos elementales de acción: La protesta y persuasión, la no cooperación y la intervención no violenta. La primera de ellas, la protesta y persuasión, no llega a ser acciones contundentes como la nocooperación o la intervención, sino que son meras declaraciones verbales, acciones simbólicas que tienen como objetivo influir. Se trata de mostrar tu desconformidad con el poder. No es un ataque claro, sino que con este primer paso, simplemente, dejas ver que no estás de acuerdo con quien te oprime e intentas persuadirle y convencerle para que deje de hacer aquello por lo que nos quejamos. Ejemplos de protesta o persuasión son los discursos públicos, artículos de opinión en los periódicos o las caricaturas y viñetas.

La protesta es necesaria para persuadir a los trabajadores y convencerles de que se unan a nosotros. No para intentar convencer al opresor, que como mucho se tomará una copa de champán al vernos. ¿Funcionaron las masivas protestas contra la guerra de Vietnam en EEUU? No, la matanza continuó, y encima los manifestantes eran respondidos con porrazos y bayonetas, muriendo varios de ellos. ¿Funcionaron las masivas manifestaciones del 15M para derrocar al poder establecido?

Da la impresión de que realmente crees posible convencer al ladrón de que deje de robar, o al imperialista de que deje de invadir. Si el burgués deja de actuar como tal se arruina, no es que sea malvado, tan sólo defiende sus intereses.

Tu eres lo que los comunistas llamamos una persona utópica: alguien que hace caso omiso de la realidad y cree que es posible algo que los hechos han demostrado imposible, como que la burguesía se vuelva buena al ver lo mala que es.

El segundo tipo de acción, la no cooperación tiene dos elementos fundamentales: el boicot y la huelga. El primero se basa en la no participación, la no pertenencia y el segundo en no ayudar, no trabajar. La no cooperación puede ser de tres tipos: La no cooperación social: La exclusión y castigo dirigidos a personas, como el boicot social para obligar a personas a que se unan a la causa, o también el boicot religioso (la excomunión); la no cooperación con eventos sociales, costumbres… y el retiro del sistema social. Un ejemplo de este último sería el movimiento “toma tu casa” del pasado catorce de octubre. El segundo tipo de no cooperación es la no cooperación económica que a su vez se divide en boicot económicos (negarse a vender, comprar o distribuir determinados bienes y servicios) y huelgas (que pueden se oficiales, convocados por sindicatos o “paros locos”).

Me parecen acciones muy legítimas y que sin duda debemos apoyar, pero por sí solas no tumbarán al capitalismo. Pueden servir para crear mayoría, pero no dudes de que seran satanizadas por los medios y por ende rechazadas por parte de la población.

Para terminar, la no cooperación política tendría como objetivo la desintegración de un gobierno, o que este dejase de funcionar. Los métodos de la no cooperación política pueden ser: El rechazo a la autoridad, la no cooperación con el gobierno, acciones alternativas a la obediencia… Es en este tipo de no cooperación donde nos encontraremos con la desobediencia civil sobre la que escribió Thoreau y con la que Gandhi consiguió la independencia de India, y que significa no acatar aquellas normas contra las que se quiera luchar por su grado de injusticia.

Claro, hombre. Ghandi consiguió la independencia de la India (independencia formal, no económica) no cooperando con el gobierno (que por cierto estaba totalmente debilitado). ¿En qué libro de Historia has leído esto? ¿Cómo es posible que alguien coherente proponga para la España de hoy métodos de hace 60 años que se dieron en un país en guerra con un gobierno desgastado? ¿Contamos con el apoyo de potencias imperialistas como Japón o EEUU? Ghandi sí, pero ‘’por desgracia’’ nosotros no. Lenin contó con gran ‘’apoyo’’ del imperialismo alemán, por ejemplo. Los españoles no contamos con esa suerte. Cada situación requiere una estrategia concreta.

Por último, el tercer tipo de acción, la intervención, es la forma no violenta más directa para cambiar una situación. Se divide en intervención negativa e intervención positiva. La primera destruye o modifica patrones de conducta, políticas, relaciones o instituciones mientras que, la segunda, establece nuevos. Es por ser el tipo más directo de los tres, por lo que las sanciones y las represalias llegarán antes y con más fuerza y vehemencia. Ejemplos intervención son las huelgas de hambre o las ocupaciones no violentas. Como se puede observar, estos tres tipos (La protesta y persuasión, la no cooperación y la intervención) son acciones que necesitan una gran disciplina

Las recientes huelgas de hambre en Palestina o en China no sólo no han sido relatadas por la televisión sino que no han servido de nada. La única huelga de hambre que conmociona a la población es la que hace el ‘’disidente’’ cubano.


A cada situación corresponden una serie de métodos de lucha, esto es importante comprenderlo. En España también se han hecho numerosas huelgas de hambre, todas sin éxito y sin apoyo mediático. Esto no quiere decir que no debamos echar mano de ellas en un contexto determinado.

Las ocupaciones de plazas o casas pueden ser muy útiles para encontrar sitios donde debatir y crear hegemonía ideológica. Pero insisto: estos métodos no pueden por si sólos hacer caer al sistema capitalista.

Por otro lado, es cierto aquello que decía Marx de que las clases dominantes controlan los grandes medios de comunicación.

Controla los medios de ideologización: la religión, el sistema educativo etc. No sólo la prensa. Si creamos una cooperativa e invertimos suficiente capital en ella, los trabajadores podríamos controlar un medio de comunicación. No toda la prensa tiene porqué estar en manos de la clase dominante, a no ser que esta sea particularmente autoritaria.

Incluso cadenas tan progresivas como la sexta, se moderan enormemente a la hora de ir en contra del estado y, por desgracia, eso es un factor que afecta a nuestro objetivo. Pero no lo vuelve imposible. “No hay camino para la paz, la paz es el camino” dijo Gandhi.

La paz es el objetivo, no el medio. Y eso de que La Sexta, un canal que manipula de forma descarada sobre Cuba, Venezuela o Ecuador, es progresista, no se lo cree nadie.

La paz no es la ausencia de guerra, no es un objetivo, sino que es una filosofía de vida, una manera de actuar, de pensar, una forma de vivir.

La paz es la ausencia de clases sociales, dado que siempre que estas existan habrá una lucha entre ellas.

Las maneras de actuar, pensar o vivir son distintas en cada época y dependen de lo que nos inculquen los aparatos ideológicos que, como ya se ha dicho en muchas ocasiones, están al servicio de la clase dominante. También los faraones egipcios les decían a los esclavos que debían ser pacíficos y no rebelarse. Los obispos cristianos, más de lo mismo. Hoy son los medios quienes nos educan en la sumisión.

Tu pacifismo es una idea pro-sistema que te ha sido inculcada desde pequeña, igual que a todos. No es que seas ‘’digna’’, es que eres sumisa. El pacifismo es un ideal que le sirve al poder para mantenernos controlados y así legitimarse y mantenerse. Nos hablan de que debemos ser pacíficos mientras reprimen huelgas e invaden países a cañonazos. Aceptas, inconscientemente, que el monopolio de la violencia debe tenerlo el Estado, que es peligroso (¿para quién?) que los trabajadores poseamos armas con las que luchar.

La no violencia lleva trabajo, requiere sacrificio y temple.

Una frase más propia del cura que te pide que pongas la otra mejilla que de una revolucionaria.

No es un camino fácil. Sus resultados, además, siempre se hacen de rogar.

Te suplico que me cites algún logro de la no-violencia en un país como España: con fuerzas represivas bien organizadas y una burguesía autoritaria y acostumbrada a echar mano de los militares.

Los resultados de la no-violencia existen: se pueden lograr algunas mejoras dentro del capitalismo o centrar la atención mediática en tal o tal otro aspecto, pero de nada nos sirve si queremos reemplazar el capitalismo por otro sistema.

Es muy sencillo perder la esperanza o no verle el sentido. Es por eso que mucha gente sólo ve eficaz la violencia: sus resultados son inmediatos.

Los resultados de la violencia no son inmediatos. La burguesía, armada con sus bayonetas, tardó siglos en tomar el poder. Revueltas obreras armadas ha habido miles, y la mayoría han sido rechazadas por el ejército capitalista.

La violencia no es el método más rápido, es el único posible para que la clase dominada pueda tomar el poder. La Historia así lo demuestra.

Sin embargo, no se debe confundir rapidez con eficacia. Hay que tener en cuenta que no se puede pretender defender un modelo justo y democrático si se ha utilizado medios degradantes y violentos para conseguirlo. Cuando se trata de la vida y la integridad de las personas, el fin no justificará nunca los medios.

Cuando los bolcheviques, que tomaron el poder con las armas (no podía ser de otro modo), le dieron el voto a la mujer, el derecho a la autodeterminación a todas las naciones oprimidas por el Zar, y el poder de las fábricas a los trabajadores, ¿estaban siendo injustos?

Cuando la burguesía tomó el poder en Francia con las armas (no podía ser de otro modo), implantó el sufragio universal (no desde un primer momento) y permitió la difusión de ideas progresistas y científicas, ¿estaba siendo injusta?

Cuando los Aliados, especialmente el Ejército Rojo, tomaron el poder en Alemania en 1945 mediante fusilamientos, bombardeos y torturas (no podía ser de otro modo), liberando a los judíos y reestableciendo la democracia burguesa (en el Oeste) e implantando el socialismo (en el Este), ¿estaban siendo injustos?

Los republicanos que cogieron las armas contra el fascismo en lugar de darles una flor, o hacer una huelga contra ellos, ¿estaban siendo incoherentes, injustos?

En muchas ocasiones, el fin justifica los medios. Si las mujeres sufragistas hubiesen sido pacíficas y sumisas frente al machismo hoy no podrías votar. Si los obreros hubiesen hecho manifestaciones y huelgas de hambre en lugar de organizar marchas armadas, atentados, conatos de revolución y huelgas indefinidas hoy trabajarías 16 horas al día.

En definitiva, la no violencia, es en mi opinión, el único medio para llevar a cabo esta revolución. Por encima de cualquier ideología, de cualquier forma de pensar, somos personas y, como personas, tenemos dignidad.

El capitalismo nos arrebata esa supuesta dignidad propia al ser humano. Por eso queremos derrocarlo, y me temo que sólo podemos hacerlo mediante la lucha armada.

Por eso, en el momento en el que se levante la mano contra otro individuo, da igual el motivo, se habrá perdido toda razón que se haya podido tener. Espero que con este trabajo, haya podido, no ya convencer, pero sí sembrar una pequeña semilla a favor del pacifismo en la conciencia de mis lectores.

Esperemos que tus lectores no te hagan ningún caso.

Una revolución consiste en que la clase social dominada (en nuestro caso los trabajadores) derroque a la clase social dominante (en nuestro caso, la burguesía). Este proceso no puede llevarse a cabo de forma no-violenta por el sencillo hecho de que la clase dominante siempre defenderá sus privilegios.

Creo conveniente decir que los comunistas dejamos absolutamente claro que estamos a favor de la tras*formación pacífica de la sociedad, que estamos dispuestos a luchar por esa tras*formación pero, al mismo tiempo, advertimos que la clase dominante luchará para defender su poder y privilegios con las armas.

Es decir; deseamos totalmente tomar el poder de forma pacífica sin derramar ni una gota de sangre, pero también, dado que estudiamos la Historia y analizamos las cosas en profundidad, somos perfectamente conscientes de que esto es una utopía. Hoy en día, en España, con una burguesía que no ha dudado en apoyar al fascismo y al nazismo y que cuenta con total impunidad política, es fácil prever que una revolución pacífica es imposible. Nada más vieran peligrar su poder, las clases dominantes españolas utilizarían a la Iglesia y a los medios de comunicación para desatar el repruebo contra nosotros, provocando un conflicto civil. Esto es evidente e irrefutable. No hay más que ver sus reacciones ante la victoria de Chávez o las acciones de Gordillo.

Todos los métodos que has propuesto citando a Ghandi o a otros autores son perfectamente útiles para unirnos y para ganar fuerzas, pero no nos sirven para nuestro objetivo final: sustituir la sociedad capitalista por una sociedad democrática (que nosotros llamamos socialista) basada en la propiedad social de los medios de producción, en la democracia obrera y en la promulgación de valores como la solidaridad, el pacifismo, la justicia o la tolerancia.
 
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En su caso creemos el Ad Hominem bien justificado, ya que este trae implicito más de un centenar de años de prueba y crítica a sus creencias e ideologías. Hemos visto a muchos como usted, y repetirse no es de caballeros.

Yo no tengo ni 30, ¿me juzga por lo que hice hasta hace 4 años? ¿Cuantos de esos que ahora dicen "que no nos representan" votaron en su dia al PSOE, o al PP?

Simplemente alguien que se decepciona en lo que ha confiado y acaba radicalizandose, tan humano como entendible.

Tan humano como los que son de ideas fijas toda la vida y no los cambias ni a tiros. Simplemente.



Y si no les importa, de lo que hablamos es de este texto.


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M. Gandhi.


Cualquier persona con dos dedos de frente sabe que la situación de la India de 1947 no se corresponde en absoluto con la España de 2012. No veo en qué podría ayudarnos Ghandi cuando, a diferencia de él, nosotros queremos sustituir un sistema económico por otro. De todos modos me sorprende que tú, siendo ‘’de izquierdas’’ y anti-sistema, cites a un individuo conservador, nacionalista y de derechas que no tuvo ninguna intención de llevar a cabo una revolución. ¿Vas a hacerle caso a un tipo que decía que los ciudadanos europeos debían resistir al fascismo de forma pacífica?

Sobre él, digamos que en un primer momento se puso del lado de la socialdemocracia inglesa, aprobando la colonización en ciertos países (África, concretamente). Esto no sirvió para contar con la clemencia del imperio británico, que siguió humillando y marginando a sus compatriotas. Entonces Ghandi comienza a enfrentarse a la opresión de la raza blanca, condena la industrialización occidental (un disparate), reivindica la superioridad jovenlandesal de la India con un tono racista (ahimsa), presenta a Dios de su parte y termina liderando un nacionalismo religioso. Al respecto te recomiendo el libro de Domenico Losurdo La cultura de la no-violencia.

Losurdo explica, por ejemplo, que la descolonización de la India se hizo en pleno proceso de descolonización mundial con un imperio británico agotado por la guerra mundial. Irlanda logró su independencia mediante su sangrienta guerra logró la independencia 25 años antes. El miedo a repetir esa experiencia es lo que hizo a Inglaterra reconocer la independencia de la India sin oponer demasiada resistencia. Pero no es este el tema que nos ocupa.

Dicho esto, la cita es del todo acertada: lo que se obtiene con violencia solamente se puede mantener con violencia. Pero puede obtenerse el poder con violencia, reprimir a la clase dominante hasta extinguirla, y luego no volver a usar la violencia (no hay nadie a quien reprimir). Eso pretendemos los comunistas.


La proliferación de huelgas, manifestaciones y concentraciones en nuestro país pidiendo una tras*formación de nuestra sociedad, más justicia social y una democracia más real, ha puesto sobre la mesa otros debates igual de interesantes. Uno de ellos, el cómo realizar esa revolución, es el que más se está oyendo últimamente. En este trabajo, trataré de explicar por qué, a mi juicio, es mediante la no violencia como se debería exigir ese cambio, exponiendo argumentos sobre los que apoyar mi postura e intentando, asimismo, aclarar el error en el que incurren aquellos que defienden los métodos violentos.



En su manifiesto comunista, el sociólogo Karl Marx, ya analizó los problemas sociales que el sistema capitalista comportaba. La sociedad quedaba fuertemente dividida en dos clases muy diferenciadas: Proletariados y burgueses. El dinero se ponía por primera vez por encima del ser humano, dando más valor a lo material que a las relaciones afectivas y sentimentales y el proletariado quedaba rebajado a un instrumento con el que producir capital y sostener el modo de vida burgués.

Más de cien años después, este sistema capitalista no sólo no ha disminuido sino que ha evolucionado, convirtiéndose en algo más grande.



No es que el sistema capitalista sea ‘’algo más grande’’. Es que a finales del siglo XIX, con la inevitable creación de los monopolios, se pone fin a la libre empresa, y por tanto ahora menos capitalistas concentran más poder, pero no es que sean más grandes. Si a esto le añadimos que a cada crisis gran parte de la burguesía desaparece siendo su riqueza absorbida por los capitalistas ‘’supervivientes’’, podemos deducir que el poder económico cada vez se concentra en más manos.

Algo a lo que llamamos neoliberalismo o capitalismo salvaje.

Algo a lo que los socialdemócratas llaman neoliberalismo o capitalismo salvaje. Los comunistas sabemos que es capitalismo del de siempre, sólo que hoy es más difícil de domesticar.

El capitalismo siempre es ‘’salvaje’’, siempre busca el beneficio de forma anárquica sin importar lo que pueda acarrear para el ser humano. Lo que tú y los tuyos (los socialdemócratas, que militan en el PSOE y en Izquierda Unida) llamáis capitalismo de rostro humano, que debe ser lo contrario del capitalismo salvaje, no es otra cosa que un capitalismo amenazado por la revolución social y por el campo socialista al que no le quedó otra que crear un Estado del bienestar, apoyándose en la explotación del tercer mundo, para mantener a las masas calmadas. Desaparecido el campo socialista y el peligro de una revolución social, el capitalismo se apresura a desguazar el débil Estado del bienestar del que disfrutabamos. No veo porqué no iban a hacerlo si la mayor oposición que se encuentran son un ejército de payasos (literalmente) que buscan manifestarse pacificamente para que los medios burgueses hablen bien de ellos.

Nosotros hemos estado viviendo un capitalismo artificial, ‘’domesticado’’ por la lucha obrera y el socialismo. Mientras, el resto del mundo vivía el capitalismo ‘’salvaje’’ del que hablas.

El análisis que hizo Marx en su manifiesto sigue valiendo para nuestro siglo. Frente a este sistema cíclico de burbujas y crisis, es la clase media y el proletariado quienes más sufrimos, viendo como, el estado de bienestar por el que llevamos luchando más de cien años, es destruido para defender unos derechos burgueses que ya han quedaron desfasados hace mucho. Es el momento de cambiar.

Marx jamás habló de clases medias. Como mucho, de una aristocracia obrera que recibe buenos salarios gracias a que los empresarios de sus países explotan a la clase trabajadora del tercer mundo por sueldos bajísimos. Así, los obreros occidentales forman un gran mercado interior que permite crear una sociedad de consumo relativamente estable.

¿Qué quiere decir que los derechos burgueses quedaron desfasados?

Sin embargo, en el momento en que aceptamos que un cambio social es necesario, nos encontramos con la “pregunta del millón”: El cómo. ¿Cómo realizar esa revolución social que nos lleve a un sistema más democrático, más justo? Y la respuesta nos llega de la mano de dos posturas: La postura violenta y la de la no violencia. El mismo nombre nos indica una clara antítesis desde el principio. Una contraposición que se deja ver muy a menudo en las discusiones del día a día de las manifestaciones.

La violencia ha estado ligada al poder desde hace siglos.

Desde hace milenios. Todo poder necesita de la violencia para mantenerse. Esto es así desde que aparecen las primeras sociedades de clases (en las que existe una clase dominante y una clase dominada), en las cuales ‘’los de arriba’’ necesitan de mecanismos de represión (ideológica y física) para que ‘’los de abajo’’ acepten sin rechistar su condición.

Esto comienza con las primeras ciudades, en las cuales una ‘’casta’’ controla a los agricultores y se apropian de su producción. Los trabajadores viven esclavizados. Para controlarles, para que no se rebelen, se hacen necesarios aparatos ideológicos (como la religión, que asegura que el explotador es un semi-Dios y por tanto un ser inviolable frente al cual solo cabe la sumisión) y físicos (ejército, policía).

El mismo Weber afirmaba que el estado, que se basaba en la dominación de unos pocos sobre la población, no se podía sostener sin la llamada “violencia legítima”, ya que, de ser así, la sociedad entraría en una situación anárquica, ausente de estado. Hobbes defendía la teoría del Homo Homini Lupus, es decir: el hombre, para el hombre, lobo es, siendo el monarca quien, por medio de la violencia, podría garantizar la seguridad de sus súbditos. De esta manera, y en referencia a la historia, el hombre da por supuesto que la violencia es natural a él, inherente a su persona.

Leemos los periódicos, encendemos las noticias y sólo vemos sufrimiento y guerras, actos de extrema violencia en contra del ser humano y también, del resto de seres vivos.

Si le sigues la pista a todo ese sufrimiento, a los actos contra los demás seres vivos y a todas esas guerras que salen por televisión te darás cuenta de que, en general, se deben al sistema capitalista. Esto sin generalizar, claro.

Este es uno de los primeros argumentos que se da a favor de usar métodos violentos: Siempre se ha hecho. Forma parte de la naturaleza del ser humano. Y volvemos la cabeza atrás en la historia y vemos que, en parte es cierto, siempre se ha utilizado la violencia. Para derrocar estados y sistemas, en nombre de religiones y de dioses, por razones económicas... No obstante, es un argumento pobre pues, se tiene que tener en cuenta que la guerra no forma parte del hombre, sino que, como los coches o las camisetas de algodón de tres euros, es uno de sus inventos. Quién fue el primero, o cómo comenzó a usarse es algo que no se sabe. Lo que sí sabemos es que somos el único animal del globo terráqueo en usarla para solucionar nuestros problemas.

Totalmente de acuerdo. Ese argumento no tiene base científica.

Otro error en el que caen a la hora de defender los métodos violentos, es el de pensar que, el que siempre se hayan utilizado, signifique que son el único medio o el medio más efectivo. Pero, aunque sí se pueden considerar, de alguna manera, el medio más rápido, la historia nos ha demostrado que no son la única manera de lograr objetivos y que, además, como desarrollaré a lo largo de este trabajo, no son legítimos para conseguir esa justicia social por la que luchamos.

Si leemos el capítulo tercero del manifiesto comunista, Marx nos introduce en el segundo argumento. Ese en el que se iguala a la no violencia con la no acción. La última página de ese capítulo entra en detalles de cómo el alemán nos ve a aquellas personas que abogamos por una vía pacífica. Y, quizás, de todas las cosas que nos han llamado, la más curiosa sea la de “hippies”. Nos consideran los “hippies” del siglo veintiuno y están esperando a que coloquemos margaritas en las porras de los policías. Pero la no violencia no sólo va de “hippies” o de margaritas o de sentarse en el suelo levantando las manos gritando “estas son nuestras armas”, sino que va mucho más allá.

Es lógico que se reproche la actitud de quienes, con su inoperancia o sus métodos inefectivos, permite que sigan en el poder quienes dan el pasaporte de hambre, hacen guerras y crean millones de parados. Las ideas absurdas deben ser reprochadas, sea un ‘’hippie’’ o un comunista quien propone métodos absurdos.

De entrada, para entender esta postura pacifista, deberíamos comprender el motivo que nos lleva a elegirla por encima de la violencia: La dignidad, al contrario que la guerra o la violencia, sí que es inherente al ser humano.

No hay nada inherente al ser humano, no tenemos ‘’naturaleza’’. Tu dignidad, la que te lleva a defender la no-violencia, no existía hace un siglo ni existe hoy en algunas sociedades.

La dignidad cuenta con dos grandes características: La libertad de elección, que es el libre albedrío de las personas y la libertad jovenlandesal, el libre desarrollo de la propia personalidad. En otras palabras, toda persona es digna, no importa lo que haya hecho, dicho o como piense.

Es decir, Hitler y sus amigos eran personas dignas, no importa lo que hayan dicho o cómo piensen. Démosles una flor. Lo mismo con los banqueros que desahucian o con las corporaciones que crean guerras y golpes de Estado.

Con esta afirmación, además, podemos dar por incorrecto lo que se consideraría tercer argumento a favor de utilizar la violencia: el tan común “se lo merecen”, que no es más que una de las maneras de legitimar su acción.

De acuerdo con esto. El argumento de ‘’se lo merecen’’ es totalmente menso e improductivo.

El artículo uno de la declaración universal de los derechos del ser humano dice así: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Sí, y es una buena premisa. Pero no olvides que esta Declaración (que es muy bonita, pero no puede llevarse a la práctica en el capitalismo) fue escrita por los mismos que no tuvieron ningún inconveniente en organizar matanzas de fascistas y que mientras la redactaban mandaban ahorcar a altos cargos nazis. Churchill, por ejemplo, hablaba en 1943 de ‘’gasear las ciudades alemanas’’.

Con este artículo, estamos impidiendo que caigamos en una sociedad donde impere el “ojo por ojo. Diente por diente” y, por lo tanto, no valga que el “se lo merecen” legitime una acción violenta contra ninguna persona, sea presidente de gobierno, director de banco o un simple ciudadano.

Sin duda sería del todo indeseable que cayesemos en una sociedad donde impere la venganza. En ningún momento un comunista ha hablado de que los capitalistas merezcan la fin.

La lucha no violenta se basa, políticamente hablando, en el siguiente postulado: El ciudadano no siempre tiene que obedecer a lo que se le ha mandado y puede, incluso, realizar actos que se consideran prohibidos.

Evidentemente, si damos por hecho que las leyes oprimen a la clase trabajadora y sirven a la burguesía, no tendríamos que tener inconveniente en incumplirlas.

En su libro La lucha política no violenta, criterios y métodos, el pacifista Gene Sharp, fundador del centro Einstein para la paz, establecía cuáles eran las fuentes del poder del estado, entre las que se encontraban la autoridad, los recursos humanos (número de gente que obedece al gobernante y coopera con él), los recursos materiales y las sanciones (el poder coactivo de la clase dominante). Todas estas fuentes dependen de manera fundamental y necesaria de los ciudadanos: De su obediencia al gobernante y su cooperación con él. La autoridad, los recursos humanos… ninguna de estas fuentes vale nada sin la obediencia y la cooperación. Por eso, la no violencia tendrá como objetivo destruir de forma pacífica esa relación entre ciudadano y estado, consiguiendo que el pueblo dé la espalda a quien le gobierna de forma injusta.

Precioso. Díselo a los españoles que en 1936 se atrevieron a desobedecer pacíficamente las leyes de la burguesía, la Iglesia y los terratenientes. O también a los estudiantes alemanes de La Rosa Blanca que desobedecieron pacíficamente a las autoridades nazis (fueron decapitados). O a los chilenos de izquierdas que ganaron las elecciones en 1973. La no-violencia sólo les sirvió para ser fusilados por la burguesía y sus secuaces.

Como dice el Sharp: “el opresor se tiene que ver mal”, es decir, es él, y no el pueblo, el que tiene que contar con la desaprobación pública.

Enorme error. El opresor, el burgués, no es ciego. Puede perfectamente ver que sus acciones son perjudiciales para el ser humano. Los que especulan con alimentos en Chicago saben perfectamente que sus acciones cooperan con el hambre en el tercer mundo. Los policías, cuando pegan o torturan, son perfectamente conscientes de lo que están haciendo. Aznar con sus políticas belicistas tenía en contra al 80% del PP y al 90% de la población española, y sin embargo siguió adelante con sus peripecias en Irak. Rajoy tiene hoy la desaprobación de la mayoría de los españoles, y puede ver que sus políticas son pan para el banquero y hambre para el trabajador, pero ahí sigue. ¿Crees de verdad que a Amancio Ortega le preocupa ‘’el mal’’ que pueda acarrear la explotación a niñas indias en fábricas textiles? ¿O que los dirigentes de Halliburton lloraron la fin de casi un millón de iraquíes y se plantearon dejar de ser ‘’malos’’?

No olvides que lo que cuenta para el burgués es el beneficio económico, no el mal que puedan acarrear sus prácticas (ejemplos hay de sobra).

El opresor siempre se ve mal, no es orate ni ciego.

Aquí es donde entra en juego otra de las razones para el uso de la no violencia: si sólo es el estado el que usa la violencia para oprimir al pueblo, y no el pueblo para defenderse, logrará, sin ayuda de nadie, que se vuelvan en su contra la opinión pública y privada. Se verá perversos, rastrero, tanto en el ámbito nacional como en el internacional.

Es decir, que los trabajadores, al ver que existe la represión, se volverán automáticamente anti-capitalistas. Entonces, ¿porqué la mayoría sigue siendo pro-sistema?

Das por hecho que la opinión pública es libre y autonóma, que si alguien ve a policías pegando se volverá de pronto un revolucionario. Olvidas que quienes controlan la opinión pública son los aparatos ideológicos del Estado (medios, escuela…) y que estos son radicalmente pro-sistema. Los medios no son testigos, sino que, estando en dependencia económica con la burguesía, se posicionan siempre a favor de esta. No hay más que ver sus contenidos. Como mucho se habla de ‘’excesos policiales’’, pero jamás se hace un discurso anti-sistema. ¿Cómo iban a hacerlo los medios, que viven precisamente del sistema?

Hace poco fueron asesinados por la policía 45 mineros en huelga en Sudáfrica, algo totalmente infame. Y yo por ahora no he visto ninguna revuelta allí.

La no violencia atacará el propio esqueleto del estado, destruyéndolo por dentro, mientras que, si se usa la violencia, esta sólo conseguirá acabar con su lado físico que, al fin y al cabo, puede ser reemplazable.

¿Atacará? ¿Cómo? ¿Cómo la no-violencia puede destruir al Estado, que cuenta con tanques y un ejército de antidisturbios? ¿Para qué destruir el Estado directamente? ¿Las bayonetas que nos reprimen se van a volver de repente de nuestro lado? Esto no tiene ningún sentido ni se ha dado jamás en la Historia.

La no violencia tiene tres tipos elementales de acción: La protesta y persuasión, la no cooperación y la intervención no violenta. La primera de ellas, la protesta y persuasión, no llega a ser acciones contundentes como la nocooperación o la intervención, sino que son meras declaraciones verbales, acciones simbólicas que tienen como objetivo influir. Se trata de mostrar tu desconformidad con el poder. No es un ataque claro, sino que con este primer paso, simplemente, dejas ver que no estás de acuerdo con quien te oprime e intentas persuadirle y convencerle para que deje de hacer aquello por lo que nos quejamos. Ejemplos de protesta o persuasión son los discursos públicos, artículos de opinión en los periódicos o las caricaturas y viñetas.

La protesta es necesaria para persuadir a los trabajadores y convencerles de que se unan a nosotros. No para intentar convencer al opresor, que como mucho se tomará una copa de champán al vernos. ¿Funcionaron las masivas protestas contra la guerra de Vietnam en EEUU? No, la matanza continuó, y encima los manifestantes eran respondidos con porrazos y bayonetas, muriendo varios de ellos. ¿Funcionaron las masivas manifestaciones del 15M para derrocar al poder establecido?

Da la impresión de que realmente crees posible convencer al ladrón de que deje de robar, o al imperialista de que deje de invadir. Si el burgués deja de actuar como tal se arruina, no es que sea malvado, tan sólo defiende sus intereses.

Tu eres lo que los comunistas llamamos una persona utópica: alguien que hace caso omiso de la realidad y cree que es posible algo que los hechos han demostrado imposible, como que la burguesía se vuelva buena al ver lo mala que es.

El segundo tipo de acción, la no cooperación tiene dos elementos fundamentales: el boicot y la huelga. El primero se basa en la no participación, la no pertenencia y el segundo en no ayudar, no trabajar. La no cooperación puede ser de tres tipos: La no cooperación social: La exclusión y castigo dirigidos a personas, como el boicot social para obligar a personas a que se unan a la causa, o también el boicot religioso (la excomunión); la no cooperación con eventos sociales, costumbres… y el retiro del sistema social. Un ejemplo de este último sería el movimiento “toma tu casa” del pasado catorce de octubre. El segundo tipo de no cooperación es la no cooperación económica que a su vez se divide en boicot económicos (negarse a vender, comprar o distribuir determinados bienes y servicios) y huelgas (que pueden se oficiales, convocados por sindicatos o “paros locos”).

Me parecen acciones muy legítimas y que sin duda debemos apoyar, pero por sí solas no tumbarán al capitalismo. Pueden servir para crear mayoría, pero no dudes de que seran satanizadas por los medios y por ende rechazadas por parte de la población.

Para terminar, la no cooperación política tendría como objetivo la desintegración de un gobierno, o que este dejase de funcionar. Los métodos de la no cooperación política pueden ser: El rechazo a la autoridad, la no cooperación con el gobierno, acciones alternativas a la obediencia… Es en este tipo de no cooperación donde nos encontraremos con la desobediencia civil sobre la que escribió Thoreau y con la que Gandhi consiguió la independencia de India, y que significa no acatar aquellas normas contra las que se quiera luchar por su grado de injusticia.

Claro, hombre. Ghandi consiguió la independencia de la India (independencia formal, no económica) no cooperando con el gobierno (que por cierto estaba totalmente debilitado). ¿En qué libro de Historia has leído esto? ¿Cómo es posible que alguien coherente proponga para la España de hoy métodos de hace 60 años que se dieron en un país en guerra con un gobierno desgastado? ¿Contamos con el apoyo de potencias imperialistas como Japón o EEUU? Ghandi sí, pero ‘’por desgracia’’ nosotros no. Lenin contó con gran ‘’apoyo’’ del imperialismo alemán, por ejemplo. Los españoles no contamos con esa suerte. Cada situación requiere una estrategia concreta.

Por último, el tercer tipo de acción, la intervención, es la forma no violenta más directa para cambiar una situación. Se divide en intervención negativa e intervención positiva. La primera destruye o modifica patrones de conducta, políticas, relaciones o instituciones mientras que, la segunda, establece nuevos. Es por ser el tipo más directo de los tres, por lo que las sanciones y las represalias llegarán antes y con más fuerza y vehemencia. Ejemplos intervención son las huelgas de hambre o las ocupaciones no violentas. Como se puede observar, estos tres tipos (La protesta y persuasión, la no cooperación y la intervención) son acciones que necesitan una gran disciplina

Las recientes huelgas de hambre en Palestina o en China no sólo no han sido relatadas por la televisión sino que no han servido de nada. La única huelga de hambre que conmociona a la población es la que hace el ‘’disidente’’ cubano.


A cada situación corresponden una serie de métodos de lucha, esto es importante comprenderlo. En España también se han hecho numerosas huelgas de hambre, todas sin éxito y sin apoyo mediático. Esto no quiere decir que no debamos echar mano de ellas en un contexto determinado.

Las ocupaciones de plazas o casas pueden ser muy útiles para encontrar sitios donde debatir y crear hegemonía ideológica. Pero insisto: estos métodos no pueden por si sólos hacer caer al sistema capitalista.

Por otro lado, es cierto aquello que decía Marx de que las clases dominantes controlan los grandes medios de comunicación.

Controla los medios de ideologización: la religión, el sistema educativo etc. No sólo la prensa. Si creamos una cooperativa e invertimos suficiente capital en ella, los trabajadores podríamos controlar un medio de comunicación. No toda la prensa tiene porqué estar en manos de la clase dominante, a no ser que esta sea particularmente autoritaria.

Incluso cadenas tan progresivas como la sexta, se moderan enormemente a la hora de ir en contra del estado y, por desgracia, eso es un factor que afecta a nuestro objetivo. Pero no lo vuelve imposible. “No hay camino para la paz, la paz es el camino” dijo Gandhi.

La paz es el objetivo, no el medio. Y eso de que La Sexta, un canal que manipula de forma descarada sobre Cuba, Venezuela o Ecuador, es progresista, no se lo cree nadie.

La paz no es la ausencia de guerra, no es un objetivo, sino que es una filosofía de vida, una manera de actuar, de pensar, una forma de vivir.

La paz es la ausencia de clases sociales, dado que siempre que estas existan habrá una lucha entre ellas.

Las maneras de actuar, pensar o vivir son distintas en cada época y dependen de lo que nos inculquen los aparatos ideológicos que, como ya se ha dicho en muchas ocasiones, están al servicio de la clase dominante. También los faraones egipcios les decían a los esclavos que debían ser pacíficos y no rebelarse. Los obispos cristianos, más de lo mismo. Hoy son los medios quienes nos educan en la sumisión.

Tu pacifismo es una idea pro-sistema que te ha sido inculcada desde pequeña, igual que a todos. No es que seas ‘’digna’’, es que eres sumisa. El pacifismo es un ideal que le sirve al poder para mantenernos controlados y así legitimarse y mantenerse. Nos hablan de que debemos ser pacíficos mientras reprimen huelgas e invaden países a cañonazos. Aceptas, inconscientemente, que el monopolio de la violencia debe tenerlo el Estado, que es peligroso (¿para quién?) que los trabajadores poseamos armas con las que luchar.

La no violencia lleva trabajo, requiere sacrificio y temple.

Una frase más propia del cura que te pide que pongas la otra mejilla que de una revolucionaria.

No es un camino fácil. Sus resultados, además, siempre se hacen de rogar.

Te suplico que me cites algún logro de la no-violencia en un país como España: con fuerzas represivas bien organizadas y una burguesía autoritaria y acostumbrada a echar mano de los militares.

Los resultados de la no-violencia existen: se pueden lograr algunas mejoras dentro del capitalismo o centrar la atención mediática en tal o tal otro aspecto, pero de nada nos sirve si queremos reemplazar el capitalismo por otro sistema.

Es muy sencillo perder la esperanza o no verle el sentido. Es por eso que mucha gente sólo ve eficaz la violencia: sus resultados son inmediatos.

Los resultados de la violencia no son inmediatos. La burguesía, armada con sus bayonetas, tardó siglos en tomar el poder. Revueltas obreras armadas ha habido miles, y la mayoría han sido rechazadas por el ejército capitalista.

La violencia no es el método más rápido, es el único posible para que la clase dominada pueda tomar el poder. La Historia así lo demuestra.

Sin embargo, no se debe confundir rapidez con eficacia. Hay que tener en cuenta que no se puede pretender defender un modelo justo y democrático si se ha utilizado medios degradantes y violentos para conseguirlo. Cuando se trata de la vida y la integridad de las personas, el fin no justificará nunca los medios.

Cuando los bolcheviques, que tomaron el poder con las armas (no podía ser de otro modo), le dieron el voto a la mujer, el derecho a la autodeterminación a todas las naciones oprimidas por el Zar, y el poder de las fábricas a los trabajadores, ¿estaban siendo injustos?

Cuando la burguesía tomó el poder en Francia con las armas (no podía ser de otro modo), implantó el sufragio universal (no desde un primer momento) y permitió la difusión de ideas progresistas y científicas, ¿estaba siendo injusta?

Cuando los Aliados, especialmente el Ejército Rojo, tomaron el poder en Alemania en 1945 mediante fusilamientos, bombardeos y torturas (no podía ser de otro modo), liberando a los judíos y reestableciendo la democracia burguesa (en el Oeste) e implantando el socialismo (en el Este), ¿estaban siendo injustos?

Los republicanos que cogieron las armas contra el fascismo en lugar de darles una flor, o hacer una huelga contra ellos, ¿estaban siendo incoherentes, injustos?

En muchas ocasiones, el fin justifica los medios. Si las mujeres sufragistas hubiesen sido pacíficas y sumisas frente al machismo hoy no podrías votar. Si los obreros hubiesen hecho manifestaciones y huelgas de hambre en lugar de organizar marchas armadas, atentados, conatos de revolución y huelgas indefinidas hoy trabajarías 16 horas al día.

En definitiva, la no violencia, es en mi opinión, el único medio para llevar a cabo esta revolución. Por encima de cualquier ideología, de cualquier forma de pensar, somos personas y, como personas, tenemos dignidad.

El capitalismo nos arrebata esa supuesta dignidad propia al ser humano. Por eso queremos derrocarlo, y me temo que sólo podemos hacerlo mediante la lucha armada.

Por eso, en el momento en el que se levante la mano contra otro individuo, da igual el motivo, se habrá perdido toda razón que se haya podido tener. Espero que con este trabajo, haya podido, no ya convencer, pero sí sembrar una pequeña semilla a favor del pacifismo en la conciencia de mis lectores.

Esperemos que tus lectores no te hagan ningún caso.

Una revolución consiste en que la clase social dominada (en nuestro caso los trabajadores) derroque a la clase social dominante (en nuestro caso, la burguesía). Este proceso no puede llevarse a cabo de forma no-violenta por el sencillo hecho de que la clase dominante siempre defenderá sus privilegios.

Creo conveniente decir que los comunistas dejamos absolutamente claro que estamos a favor de la tras*formación pacífica de la sociedad, que estamos dispuestos a luchar por esa tras*formación pero, al mismo tiempo, advertimos que la clase dominante luchará para defender su poder y privilegios con las armas.

Es decir; deseamos totalmente tomar el poder de forma pacífica sin derramar ni una gota de sangre, pero también, dado que estudiamos la Historia y analizamos las cosas en profundidad, somos perfectamente conscientes de que esto es una utopía. Hoy en día, en España, con una burguesía que no ha dudado en apoyar al fascismo y al nazismo y que cuenta con total impunidad política, es fácil prever que una revolución pacífica es imposible. Nada más vieran peligrar su poder, las clases dominantes españolas utilizarían a la Iglesia y a los medios de comunicación para desatar el repruebo contra nosotros, provocando un conflicto civil. Esto es evidente e irrefutable. No hay más que ver sus reacciones ante la victoria de Chávez o las acciones de Gordillo.

Todos los métodos que has propuesto citando a Ghandi o a otros autores son perfectamente útiles para unirnos y para ganar fuerzas, pero no nos sirven para nuestro objetivo final: sustituir la sociedad capitalista por una sociedad democrática (que nosotros llamamos socialista) basada en la propiedad social de los medios de producción, en la democracia obrera y en la promulgación de valores como la solidaridad, el pacifismo, la justicia o la tolerancia.
 
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