El Pionero
Alcalde y presidente de Fútbol Paco premium
jovenlandesatalaz, un día soleado, en una calle tranquila. Ahí es donde nos recibe Raquel Alonso que, desde hace diez años, vive el horror de las consecuencias del yihadismo. Ella es la exmujer de un yihadista, Nabil Benazzou, miembro de la Brigada Al Andalus. A él lo detuvieron en el año 2014 por integración en una organización terrorista.
Desde ese momento, en nuestro país se han identificado 70 células yihadistas y se han detenido a unos 182 yihadistas. Uno de ellos, el marido de Raquel. Ella, víctima de una situación hartamente difícil de vivir, a día de hoy preside la Asociación contra el Radicalismo Extremista y Víctimas Indirectas (Acreavi) y acaba de publicar su segundo libro, “El Enemigo sin rostro”, donde relata la tortura de tres años de convivencia con él.
A Nabil lo detuvieron una noche, a las 4:30 de la madrugada, y Raquel pensaba que estaban robando en su casa. Ella no tenía ni idea, a pesar de que había visto claramente las señales de radicalización de su esposo, de que él era terrorista. Se enteró cuando le informaron en medio de la detención y cuando se levantó el secreto de sumario.
Todo empezó mucho antes, cuando conoció a Nabil en una discoteca, "como cualquier pareja". A ella le encantaba el intercambio de culturas que proponía su esposo, y su familia se convirtió "en su segunda familia". Poco sabía que, pocos años más tarde, iba a utilizar la finca de su familia en Ávila para entrenar con otros yihadistas.
Comienza la radicalización y el miedo
Todo empezó a cambiar cuando el padre de Nabil murió. Él, que lo único que cumplía de su religión era el ramadán, decidió empezar a ir a la mezquita para "rezar por el alma de su padre". Raquel no vio nada raro en eso, pero no sabía que su vida empezaría a cambiar.
Comenzó ir a la mezquita una vez al día y, paulatinamente, lo hizo cinco veces. Si viajaba por trabajo, buscaba cualquier mezquita para no dejar de ir. Eso se trasladó a su familia, y les prohibió ver la televisión, a su hija ir con uniforme, a Raquel maquillarse, y empezó a adoctrinar a sus hijos.
Cuando Raquel subió a casa después de comprar el pan, vio a su hijo con una cara descompuesta que jamás olvidaría. Él decía que no le podía decir que había visto, porque entonces "me iba a pasar algo malo a mí". Cuando Nabil fue a la mezquita, le contó, con horror, lo que había visto.
"Me dijo, 'me ha sentado y me ha enseñado vídeos de decapitaciones, de cómo tienen que inmolarse los jóvenes y tenemos que luchar por los hermanos fiel a la religión del amores en Siria'" decía.
A su hija, también la adoctrinaba. "Le obligaba a rezar, me decía que si antes de comer no había rezado, no le diese de comer. Me hizo quitar imágenes de casa, sin alcohol, ni lechón, y lo peor fue el adoctrinamiento" expresaba.
"Cuando ella llegaba a la mezquita la cogía un hombre en brazos y que le preguntaban cuándo se iba a casar. A mi hija ya la tenía comprometida, desde los seis años, con un yihadista" explicaba. Había prometido al resto de terroristas que su hijo iría con él a Siria.
Así fue cómo se alejó de su propia familia, empezó a despreciar a su mujer, y solo se preocupaba de llevar a sus hijos a la mezquita. Ella, presa del miedo, decidió fingir una conversión al Islam, y, al hacerlo, su hija la abrazó "feliz, porque ya no tenía que ir nunca al infierno".
Un alivio cuando detuvieron a su marido, aunque fue entonces cuando comenzó el miedo. Porque ella testificó contra él y el resto de terroristas en el juicio, y eso "no me lo perdona jamás".
El miedo y las amenazas después de diez años
Cuando lo detuvieron, se cambió de barrio y de colegio, aunque las amenazas nunca pararían. "Teníamos al principio dos árabes en la puerta de mi casa. Al principio se quedaban mirando y a la semana, cuando salíamos, nos llamaban infieles, que no pusiéramos denuncias" contaba.
"Seguimos con esa presión, no solo estaban en la puerta, también en el colegio de mis hijos y uno llamó a mi hija en el patio, ella asustadísima me dijo que había un señor que vino al patio y se fue corriendo a la profesora. Yo estaba aterrorizada porque hubo un intento de secuestro. Hace tres días la siguieron y grabaron, le quitaron el móvil" decía con mucha angustia.
Las amenazas no han cesado, les llegan cartas y les dicen que sus hijos son "de Alá". Ella tiene la patria potestad de sus hijos, pero tiene miedo porque él ha salido de la guandoca.
Desde ese momento, en nuestro país se han identificado 70 células yihadistas y se han detenido a unos 182 yihadistas. Uno de ellos, el marido de Raquel. Ella, víctima de una situación hartamente difícil de vivir, a día de hoy preside la Asociación contra el Radicalismo Extremista y Víctimas Indirectas (Acreavi) y acaba de publicar su segundo libro, “El Enemigo sin rostro”, donde relata la tortura de tres años de convivencia con él.
A Nabil lo detuvieron una noche, a las 4:30 de la madrugada, y Raquel pensaba que estaban robando en su casa. Ella no tenía ni idea, a pesar de que había visto claramente las señales de radicalización de su esposo, de que él era terrorista. Se enteró cuando le informaron en medio de la detención y cuando se levantó el secreto de sumario.
Todo empezó mucho antes, cuando conoció a Nabil en una discoteca, "como cualquier pareja". A ella le encantaba el intercambio de culturas que proponía su esposo, y su familia se convirtió "en su segunda familia". Poco sabía que, pocos años más tarde, iba a utilizar la finca de su familia en Ávila para entrenar con otros yihadistas.
Comienza la radicalización y el miedo
Todo empezó a cambiar cuando el padre de Nabil murió. Él, que lo único que cumplía de su religión era el ramadán, decidió empezar a ir a la mezquita para "rezar por el alma de su padre". Raquel no vio nada raro en eso, pero no sabía que su vida empezaría a cambiar.
Comenzó ir a la mezquita una vez al día y, paulatinamente, lo hizo cinco veces. Si viajaba por trabajo, buscaba cualquier mezquita para no dejar de ir. Eso se trasladó a su familia, y les prohibió ver la televisión, a su hija ir con uniforme, a Raquel maquillarse, y empezó a adoctrinar a sus hijos.
Cuando Raquel subió a casa después de comprar el pan, vio a su hijo con una cara descompuesta que jamás olvidaría. Él decía que no le podía decir que había visto, porque entonces "me iba a pasar algo malo a mí". Cuando Nabil fue a la mezquita, le contó, con horror, lo que había visto.
"Me dijo, 'me ha sentado y me ha enseñado vídeos de decapitaciones, de cómo tienen que inmolarse los jóvenes y tenemos que luchar por los hermanos fiel a la religión del amores en Siria'" decía.
A su hija, también la adoctrinaba. "Le obligaba a rezar, me decía que si antes de comer no había rezado, no le diese de comer. Me hizo quitar imágenes de casa, sin alcohol, ni lechón, y lo peor fue el adoctrinamiento" expresaba.
"Cuando ella llegaba a la mezquita la cogía un hombre en brazos y que le preguntaban cuándo se iba a casar. A mi hija ya la tenía comprometida, desde los seis años, con un yihadista" explicaba. Había prometido al resto de terroristas que su hijo iría con él a Siria.
Así fue cómo se alejó de su propia familia, empezó a despreciar a su mujer, y solo se preocupaba de llevar a sus hijos a la mezquita. Ella, presa del miedo, decidió fingir una conversión al Islam, y, al hacerlo, su hija la abrazó "feliz, porque ya no tenía que ir nunca al infierno".
Un alivio cuando detuvieron a su marido, aunque fue entonces cuando comenzó el miedo. Porque ella testificó contra él y el resto de terroristas en el juicio, y eso "no me lo perdona jamás".
El miedo y las amenazas después de diez años
Cuando lo detuvieron, se cambió de barrio y de colegio, aunque las amenazas nunca pararían. "Teníamos al principio dos árabes en la puerta de mi casa. Al principio se quedaban mirando y a la semana, cuando salíamos, nos llamaban infieles, que no pusiéramos denuncias" contaba.
"Seguimos con esa presión, no solo estaban en la puerta, también en el colegio de mis hijos y uno llamó a mi hija en el patio, ella asustadísima me dijo que había un señor que vino al patio y se fue corriendo a la profesora. Yo estaba aterrorizada porque hubo un intento de secuestro. Hace tres días la siguieron y grabaron, le quitaron el móvil" decía con mucha angustia.
Las amenazas no han cesado, les llegan cartas y les dicen que sus hijos son "de Alá". Ella tiene la patria potestad de sus hijos, pero tiene miedo porque él ha salido de la guandoca.
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