Rajoy, vete ya!. Queremos a donya Espe!

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Rajoy, Mayor y San Gil


Pablo Sebastián
El abandono, con sonoro portazo y sin la menor explicación, de la ponencia política del congreso del PP por parte de María San Gil —que fue, a todas luces, instigada por Jaime Mayor Oreja— ha empeorado la grave crisis por la que atraviesa este partido y de la que tiene la responsabilidad su presidente, Mariano Rajoy. El que, con ambición ciega para seguir en el cargo, está gestionando la derrota electoral y la preparación del citado congreso del PP con un cúmulo de errores, entre los que se incluye la promoción de sus amigotes, y el permanente aplazamiento de los problemas planteados. Todo ello a la espera de reunir un significativo número de apoyos a su candidatura de los delegados, que están recibiendo presiones del aparato y barones del partido que, como Camps y Arenas, se mantienen junto a Rajoy, convirtiéndose en cómplices de la crisis del PP y en los promotores del congreso a la búlgara, para evitar un debate abierto y democrático sobre el liderazgo, la estrategia política y el posicionamiento ideológico del partido, en esta legislatura que comienza.

El plante o el desplante de María San Gil constituye un hecho de la mayor gravedad, por cuanto la dirigente popular vasca goza de gran prestigio entre los militantes y barones del PP, y ha sido considerada una referencia jovenlandesal por todos. Incluso por el propio Rajoy, que pretendió que asumiera, durante las pasadas elecciones, el número dos de la lista de Madrid antes que, tras su negativa a abandonar el País Vasco, fuera sustituida por Manuel Pizarro, otro agraviado y marginado por Rajoy.

Y sorprende que María San Gil, sin dar las obligadas explicaciones sobre su discrepancia en el seno de dicha ponencia política, se haya prestado al espectáculo del suicidio colectivo del PP, sin lugar a dudas “envenenada” por su protector, Jaime Mayor Oreja, quien, despechado, está ocupando en el sector ultraconservador del PP —llamado “liberal-catolicismo”— el lugar que ha dejado Eduardo Zaplana, y lo tiene conectado con los agitadores de El Mundo y la COPE, tras los que se oculta la permanente candidatura de Esperanza Aguirre a la presidencia del PP.

En realidad, “la banda de los cuatro” del PP, de la que hablan los publicistas de Aguirre y a la que, con su natural desparpajo, hace mención la presidenta de Madrid, no son Arriola, González Pons, Lasalle y jovenlandesagas, sino más bien la propia Aguirre, Mayor Oreja, Jiménez Losantos y Pedro J. Ramírez, empeñados en controlar la presidencia y la estrategia del PP desde dentro y fuera del partido. Y ahora ha sido Mayor Oreja —habitual omnipresente en El Mundo y la COPE— quien aparece detrás de la rebelión de San Gil que ha conmocionado el partido, porque eleva el tono y sitúa el alcance de la crisis no ya en el campo de las luchas personales por el control del poder sino en el terreno de los principios, como ha dicho Ana Botella, la mujer de Aznar —que con toda seguridad no habla por su cuenta—, dando por sentado que si María San Gil ha abandonado la ponencia era porque se estaban poniendo en peligro “los principios” del Partido Popular, en relación con la política a seguir con los nacionalistas y el PSOE.

Y sorprende que San Gil se haya prestado, no ya a la discrepancia sino a un nuevo escándalo sin haber intentado aclarar previamente su problema con Rajoy. Pero puede que la culpa no sea suya sino del presidente del PP, que deja pudrir los problemas. Un Rajoy que siempre ha exhibido su desprecio y mal trato a los principales dirigentes y personalidades del PP, como pasó con Aznar, Rato, Cascos, Pizarro, Gallardón, Aguirre, Piqué, Matas, Costa, etc., aquí incluido el propio González Pons, a quien ahora Rajoy dice querer a su lado. Y no digamos lo que hizo con sus ex compañeros de legislatura, Acebes y Zaplana, entre otros, a los que dice no conocer porque pronto dirá cuál es su verdadero equipo, como si estos dos nunca lo hubieran sido. De ahí que parezca plausible que haya menospreciado, también, a San Gil.

Naturalmente, Rajoy piensa que cuando ponga sobre la mesa del congreso del PP —“éstos son mis poderes”, dirá— miles de firmas de compromisarios teledirigidos por el aparato del PP y barones afines, todos los problemas del partido y todos sus adversarios se esfumarán, como si fueran parte de una fantasmal aparición. Pero Rajoy se puede equivocar, por enésima vez, porque lo que ahora está en juego, además de su presidencia, es ni más ni menos que la unidad del PP. Porque tanto él como sus compañeros de viaje, Camps, Arenas y otros dirigentes regionales —y que se cuide Gallardón de no subirse a ese tren—, han creado las condiciones propicias para la ruptura, o para el falso cierre del congreso, si Rajoy llega indemne a esa cita para renovar su poder, lo que aún está por ver.

Sobre la cuestión que ha motivado el abandono de la ponencia política por parte de San Gil llama la atención su silencio, con el que parece decir que el PP se acerca al PSOE y los nacionalistas, precisamente cuando Zapatero se enfrenta a Ibarretxe y a Montilla, con un cambio del discurso global que el Partido Popular exhibió en las pasadas elecciones. Lo que la “banda de los cuatro” de Mayor Oreja presenta como alta traición a los principios del PP, instigada por los “palomas” del partido, mientras San Gil vuela hacia el campo de los halcones que defendió, en las pasadas elecciones, la estrategia de la crispación.
 
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Si San Gil se pone así, esto pinta muy mal. Como Rajoy se plantee cualquier clase de capitulación con el tema del terrorismo, los anti-PSOE lo vamos a meter en el saco de ZP. Chungo, chungo.

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