Israel Gracia
Madmaxista
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BardajiConexionDerechaEspañolaSionista
Rafael Bardají.
Montse Gil-Delgado Fernández.- La Universidad Complutense de Madrid ha dado grandes figuras a la política nacional actual. Desde Jorge Verstrynge hasta Pablo Iglesias, pasando por Íñigo Errejón, estudiaron Ciencias Políticas en la facultad madrileña. Casado se decantó por la Licenciatura de Derecho, que luego completó con el famoso máster de la Rey Juan Carlos. Al igual que Manuela Carmena, la inefable y prácticamente olvidada alcaldesa de Madrid. El ex presidente Aznar también cursó sus estudios de Derecho en la “complu”.
Un personaje salido de la cantera universitaria madrileña menos conocido por la opinión pública pero no por eso menos influyente en la política española es Rafael Bardají. En su curriculum figura su doble titulación en Sociología y Ciencias Políticas. además de referencias varias a su carrera profesional como politólogo, sociólogo, publicista y asesor especializado en política internacional. Y es que nuestro hombre ejerció como consejero de Aznar y asesoró a los ministros Eduardo Serra y Federico Trillo, ambos titulares de la cartera de Defensa en los gobiernos del PP.
Según cuentan, fue uno de los que aconsejó a Aznar sobre el posicionamiento español en la Guerra de Irak, que apoyó la intervención bajo el pretexto de las armas de destrucción masiva que nunca aparecieron, al menos oficialmente, y que concluyó con el derrocamiento de Sadam Hussein y su posterior ejecución en 2006.
Como buen analista supo interpretar el descontento que se generó en la sociedad cuando empezó a percibir el distanciamiento del PP de su esencia y de sus valores. Él mismo reconoce que “tiene una sensibilidad especial para saber qué temas funcionan en términos de atractivo político”, así que no le costaría detectar que se estaba gestando un movimiento patriótico que al hilo de los acontecimientos iba a experimentar una desconexión ideológica con el partido que hasta entonces mejor parecía representar las inquietudes de un amplio sector social, preocupado por la tendencia globalista y antipatriótica de la izquierda. Las posiciones políticas en la línea progresista ante las que el PP no pareció mostrar mucha oposición (más bien una velada adhesión), dejó un espacio vacío que el sistema rápidamente se encargó de llenar. Y supo aprovechar perfectamente el tirón de los mensajes hasta entonces “políticamente incorrectos”, contrarios, en apariencia al menos, al discurso monolítico oficial. Después de años de proclamas feministas, pro-inmi gración, y de sucesivas concesiones a los movimientos separatistas periféricos surge muy oportunamente el refugio para los patriotas, unas nuevas siglas que acogieron el descontento de muchos votantes de la derecha: en 2014 se funda VOX. Según el periodista Adolfo Moreno su historia puede dividirse en tres etapas. La primera, fundacional, gira alrededor de Alejo Vidal-Cuadras, ex presidente del PP en Cataluña y ex vicepresidente del Parlamento Europeo. La segunda comienza con la llegada al liderazgo del partido de Santiago Abascal y otros miembros vinculados a la Fundación Denaes, como Espinosa de los Monteros y Ortega Smith. La tercera etapa queda definida por el desembarco en Vox de Rafael Bardají.
Bardají, participando en un mitin de Vox.
Bardají, ligado oficialmente al PP y a la fundación FAES hasta 2016, ficha por las siglas verdes en marzo de 2018 y se estrena como flamante consejero del presidente del partido. Inmediatamente se incorpora al Comité Ejecutivo Nacional, algo que no deja de resultar curioso cuando según el mismo presidente de Vox, el partido es un movimiento social espontáneo que surge para dar voz a aquellos que durante años han sido silenciados. Sin embargo, los cargos dirigentes se reparten desde el principio entre figuras que no parecen salir precisamente del activismo social, sino de las filas de la vieja política que ha copado los puestos de poder desde la consolidación de la democracia. “El PP ya no defiende aquello en lo yo creo”, idea que se convirtió en eslogan para promocionar un partido que pese a que ha intentado colocarse en posiciones trasversales, aludiendo a su defensa de cuestiones “de sentido común” como repiten incesantemente, no ha podido desligarse de su imagen como versión del PP 2.0 tras la debacle ideológica de los populares durante la presidencia de Rajoy. Sin embargo Vox ha experimentado un crecimiento incesante desde la llegada de Bardají y su presencia en las instituciones ha resultado imprescindible para configurar diversos gobiernos autonómicos, algo que contradice los principios fundacionales del partido ya que uno de los grandes objetivos para los que supuestamente nació Vox era acabar con el modelo de estado autonómico. También es destacable su presencia actual en el Congreso, donde 52 diputados, algunos con más notoriedad que otros, han dejado claro que ya forman parte de un sistema que en principio parecían llamados a combatir.
A lo largo de su vida política, Bardají ha sido participante e incluso fundador de varios “laboratorios de ideas”, o agencias de colocación para políticos ociosos y pensadores cuyas reflexiones no despiertan demasiado interés más allá de la política, los llamados “think-tanks”. Fundó el Grupo de Estudios Estratégicos (GEES), participó en el Real Instituto Elcano y ejerció el como director de política internacional en la fundación FAES ligada al PP. Pero la campanada llega en 2010. “Bajo el liderazgo del ex primer ministro español José María Aznar, un grupo de alto nivel se reunió en París para lanzar un nuevo proyecto en defensa del derecho a existir de Israel”. Esto es lo que podrá leer si entra en la página web de la “Iniciativa De Amigos de Israel” (Friends of Israel Initiative). La iniciativa, según se puede leer en la Wikipedia, es “un esfuerzo internacional iniciado y liderado por Aznar, al que se fueron sumando diversos mandatarios y personalidades internacionales”. Pero varias fuentes sitúan a Bardají como el auténtico ideólogo del proyecto. También participaron en la fundación Pablo Casado, que entonces ejercía el cargo de director de gabinete de Aznar, y Carlos Bustelo, ministro con Suárez y candidato por Vox al Senado en las elecciones de 2019 por Madrid. Todo queda en familia.
La fecha en la que comienza su andadura este nuevo lobby pro israelí es curiosa porque da la casualidad que fue el 8 de septiembre, coincidente con la celebración del primer día del nuevo año hebreo 5771, el Ros Hashaná de 2010. Algunos estamos convencidos de que las casualidades no existen.
Así que el actual ideólogo de Vox es abiertamente sionista. En el portal del Club Libertad Digital pueden encontrar un artículo firmado por el mismo Bardají titulado: “Qué significa Israel para mí”, en el que explica cómo sintió la llamada del sionismo cuando a los 5 años su padre le llevó a ver una final de la Copa de Europa de baloncesto entre el Real Madrid y el Maccabi de Tel Aviv, lo que le dio pie a plantearse la duda existencial sobre cómo un país situado geográficamente fuera de Europa podía participar en competiciones europeas y en el festival de Eurovisión.
Imaginamos que más allá de la anécdota, los lazos que unen actualmente tanto a Bardají como al partido Vox con el país hebreo y sus intereses en el marco geoestratégico mundial van mucho más allá de jugar la liga europea de baloncesto y participar en el festival musical más rancio y cursi de los muchos que se celebran en el mundo.
BardajiConexionDerechaEspañolaSionista
Rafael Bardají.
Montse Gil-Delgado Fernández.- La Universidad Complutense de Madrid ha dado grandes figuras a la política nacional actual. Desde Jorge Verstrynge hasta Pablo Iglesias, pasando por Íñigo Errejón, estudiaron Ciencias Políticas en la facultad madrileña. Casado se decantó por la Licenciatura de Derecho, que luego completó con el famoso máster de la Rey Juan Carlos. Al igual que Manuela Carmena, la inefable y prácticamente olvidada alcaldesa de Madrid. El ex presidente Aznar también cursó sus estudios de Derecho en la “complu”.
Un personaje salido de la cantera universitaria madrileña menos conocido por la opinión pública pero no por eso menos influyente en la política española es Rafael Bardají. En su curriculum figura su doble titulación en Sociología y Ciencias Políticas. además de referencias varias a su carrera profesional como politólogo, sociólogo, publicista y asesor especializado en política internacional. Y es que nuestro hombre ejerció como consejero de Aznar y asesoró a los ministros Eduardo Serra y Federico Trillo, ambos titulares de la cartera de Defensa en los gobiernos del PP.
Según cuentan, fue uno de los que aconsejó a Aznar sobre el posicionamiento español en la Guerra de Irak, que apoyó la intervención bajo el pretexto de las armas de destrucción masiva que nunca aparecieron, al menos oficialmente, y que concluyó con el derrocamiento de Sadam Hussein y su posterior ejecución en 2006.
Como buen analista supo interpretar el descontento que se generó en la sociedad cuando empezó a percibir el distanciamiento del PP de su esencia y de sus valores. Él mismo reconoce que “tiene una sensibilidad especial para saber qué temas funcionan en términos de atractivo político”, así que no le costaría detectar que se estaba gestando un movimiento patriótico que al hilo de los acontecimientos iba a experimentar una desconexión ideológica con el partido que hasta entonces mejor parecía representar las inquietudes de un amplio sector social, preocupado por la tendencia globalista y antipatriótica de la izquierda. Las posiciones políticas en la línea progresista ante las que el PP no pareció mostrar mucha oposición (más bien una velada adhesión), dejó un espacio vacío que el sistema rápidamente se encargó de llenar. Y supo aprovechar perfectamente el tirón de los mensajes hasta entonces “políticamente incorrectos”, contrarios, en apariencia al menos, al discurso monolítico oficial. Después de años de proclamas feministas, pro-inmi gración, y de sucesivas concesiones a los movimientos separatistas periféricos surge muy oportunamente el refugio para los patriotas, unas nuevas siglas que acogieron el descontento de muchos votantes de la derecha: en 2014 se funda VOX. Según el periodista Adolfo Moreno su historia puede dividirse en tres etapas. La primera, fundacional, gira alrededor de Alejo Vidal-Cuadras, ex presidente del PP en Cataluña y ex vicepresidente del Parlamento Europeo. La segunda comienza con la llegada al liderazgo del partido de Santiago Abascal y otros miembros vinculados a la Fundación Denaes, como Espinosa de los Monteros y Ortega Smith. La tercera etapa queda definida por el desembarco en Vox de Rafael Bardají.
Bardají, participando en un mitin de Vox.
Bardají, ligado oficialmente al PP y a la fundación FAES hasta 2016, ficha por las siglas verdes en marzo de 2018 y se estrena como flamante consejero del presidente del partido. Inmediatamente se incorpora al Comité Ejecutivo Nacional, algo que no deja de resultar curioso cuando según el mismo presidente de Vox, el partido es un movimiento social espontáneo que surge para dar voz a aquellos que durante años han sido silenciados. Sin embargo, los cargos dirigentes se reparten desde el principio entre figuras que no parecen salir precisamente del activismo social, sino de las filas de la vieja política que ha copado los puestos de poder desde la consolidación de la democracia. “El PP ya no defiende aquello en lo yo creo”, idea que se convirtió en eslogan para promocionar un partido que pese a que ha intentado colocarse en posiciones trasversales, aludiendo a su defensa de cuestiones “de sentido común” como repiten incesantemente, no ha podido desligarse de su imagen como versión del PP 2.0 tras la debacle ideológica de los populares durante la presidencia de Rajoy. Sin embargo Vox ha experimentado un crecimiento incesante desde la llegada de Bardají y su presencia en las instituciones ha resultado imprescindible para configurar diversos gobiernos autonómicos, algo que contradice los principios fundacionales del partido ya que uno de los grandes objetivos para los que supuestamente nació Vox era acabar con el modelo de estado autonómico. También es destacable su presencia actual en el Congreso, donde 52 diputados, algunos con más notoriedad que otros, han dejado claro que ya forman parte de un sistema que en principio parecían llamados a combatir.
A lo largo de su vida política, Bardají ha sido participante e incluso fundador de varios “laboratorios de ideas”, o agencias de colocación para políticos ociosos y pensadores cuyas reflexiones no despiertan demasiado interés más allá de la política, los llamados “think-tanks”. Fundó el Grupo de Estudios Estratégicos (GEES), participó en el Real Instituto Elcano y ejerció el como director de política internacional en la fundación FAES ligada al PP. Pero la campanada llega en 2010. “Bajo el liderazgo del ex primer ministro español José María Aznar, un grupo de alto nivel se reunió en París para lanzar un nuevo proyecto en defensa del derecho a existir de Israel”. Esto es lo que podrá leer si entra en la página web de la “Iniciativa De Amigos de Israel” (Friends of Israel Initiative). La iniciativa, según se puede leer en la Wikipedia, es “un esfuerzo internacional iniciado y liderado por Aznar, al que se fueron sumando diversos mandatarios y personalidades internacionales”. Pero varias fuentes sitúan a Bardají como el auténtico ideólogo del proyecto. También participaron en la fundación Pablo Casado, que entonces ejercía el cargo de director de gabinete de Aznar, y Carlos Bustelo, ministro con Suárez y candidato por Vox al Senado en las elecciones de 2019 por Madrid. Todo queda en familia.
La fecha en la que comienza su andadura este nuevo lobby pro israelí es curiosa porque da la casualidad que fue el 8 de septiembre, coincidente con la celebración del primer día del nuevo año hebreo 5771, el Ros Hashaná de 2010. Algunos estamos convencidos de que las casualidades no existen.
Así que el actual ideólogo de Vox es abiertamente sionista. En el portal del Club Libertad Digital pueden encontrar un artículo firmado por el mismo Bardají titulado: “Qué significa Israel para mí”, en el que explica cómo sintió la llamada del sionismo cuando a los 5 años su padre le llevó a ver una final de la Copa de Europa de baloncesto entre el Real Madrid y el Maccabi de Tel Aviv, lo que le dio pie a plantearse la duda existencial sobre cómo un país situado geográficamente fuera de Europa podía participar en competiciones europeas y en el festival de Eurovisión.
Imaginamos que más allá de la anécdota, los lazos que unen actualmente tanto a Bardají como al partido Vox con el país hebreo y sus intereses en el marco geoestratégico mundial van mucho más allá de jugar la liga europea de baloncesto y participar en el festival musical más rancio y cursi de los muchos que se celebran en el mundo.