Decipher
¡Luchad! ¡Luchad! ¡Luchad!
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Deja de tocarte los huevones a dos manos y espabila.
Anoche cuando iba camino a casa la vi a lo lejos, iba con un grupo de rameras minifalderas medio borrachas, decidí acercarme para acecharla y esperar mi momento.
Cuando las demás se fueron y ella estaba abriendo la puerta del portal de su casa me acerqué a preguntarle si conocía una parada de taxis cercana; ella alzó su brazo y miró en dirección al extremo de la calle para indicarme, en ese instante le metí un abrazo que la hizo doblarse exhalando un ahogado quejido, la había dejado bruscamente sin aire y no pudo ni gritar.
De inmediato la metí en el portal, y en el cuartito donde el portero guarda las fregonas y demás material de limpieza me la ***é con furia de lechón ibérico. De cuerpo no está mal aunque tiene las carnes algo fofas y está bastante flaca, al amasarle las berzas se las noté como dos globos de cumpleaños a medio deshinchar, muy flácidas y con el pezón un poco metido p'adentro.
Fui bombeándola metiéndole el vergajo hasta los huevones y sacándoselo hasta la punta del pimpollo, su schoscho acusaba la edad y se lo noté bastante reseco así que escupí un par de gargajos, de estos con flema verduzca catarrera, en la raja para facilitar la amada.
Cuando noté que me venía el gusto ella se recuperó y trato de gritar, pero la tapé la boca y os juro que vi cómo al soltarle mi cremoso mondongo en las entrañas ella se orgasmó como una verdadera cortesana en celo... Toda su dignidad de feminista empoderada cayó a pedazos mientras gemía como una cortesana en celo y los ojos se le volteaban en blanco, incluso su schoscho palpitaba rítmicamente, como queriendo succionar mi corrida y llevarla a lo más hondo de su papo!
Terminé de vaciar mis fecundos huevones en su cuerpo y mientras ella se recuperaba del orgasmo, me acerqué a su oído y le dije con voz cariñosa y dulce: Toma guapa, esto es de parte de los hombres blancos heterosexuales de España.
Y extrayendo mi cuchillo de monte Aitor Oso neցro le hundí dos brutales cuchilladas al vientre, rápidas y muy profundas, haciendo que la jeta de esta frutarrona se tras*figurase en una mueca de asombro, terror y dolor. Intentó gritar pero sólo pudo emitir un inaudible gorgoteo mientras se llevaba las manos a la barriga, de la que comenzaban a rebosarse sus intestinos acompañados de una sangrada digna de una película gore ochentera.
Me separé de ella y la Dolera se desplomó como un pez al que le hubieran extraído el espinazo, el ambiente se impregnó de un olor entre el óxido metálico característico de la sangre y la cosa que brotaba de sus tripas rajadas...
Yo la miré a los ojos y solté una estentórea carcajada, mientras enfundaba mi ya morcillona platano de la que aún goteaba esperma. Me arreglé la ropa y me marché silbando a mi casa, con la satisfacción de haber realizado un servicio a la comunidad.