¡Que viene el tío Camuñas! o la historia del bandolero toledano que la tradición oral convirtió en héroe

Cirujano de hierro

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Francisco Sánchez ‘Francisquete' fue toda una leyenda de la Guerra de la Independencia española en este pueblo toledano que le rinde un nuevo homenaje este fin de semana como parte de su "orgullo local".


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José María Hinojosa ‘El Tempranillo’, Francisco Ríos ‘El Pernales’ o Francisco Sánchez ‘Francisquete’. Son nombres sonoros que se asocian al bandolerismo en España de hace más de dos siglos pero que hay quien los identifica con la figura de ‘Robin Hood’ en plena Guerra de la Independencia española contra la oleada turística napoleónica.

Nos quedamos con ‘Francisquete’, al que también conocemos con otro apelativo. Es ese personaje tantas veces citado para asustar a los más pequeños con aquello de “¡Que viene el tío Camuñas! Pero, ¿quién era y por qué recibió este sobrenombre?

Francisco Sánchez nació en 1762 en el pueblo toledano de Camuñas. De ahí el apodo. José María Moreno, cronista del cercano pueblo de Madridejos de donde era la mujer de ‘Francisquete’, aventura que “su profesión era la de correo, carrera que le serviría para convertirse posteriormente en el afamado guerrillero, debido a su agilidad a caballo y al conocimiento de la zona”.

Su fama quedó para la historia, pero no se olvida de la figura de su hermano, Juan Pedro Sánchez, “que tuvo que ser hombre notorio dentro de la villa de Camuñas”, descrita por Enrique Rodríguez Solís en ‘Los Guerrilleros de 1808’. El 21 de mayo de 1809, durante un asalto de los franceses a la casa donde se encontraban los hermanos, Francisco logró escapar, pero Juan Pedro fue alcanzado por los disparos. Fue retenido en el Ayuntamiento hasta que ser colgado una semana después “en una de las aspas del Molino Viejo (hoy Molino de la Unión)”.


Tras este y otros hechos, se cree que ‘Francisquete’ “recorrió los pueblos, llamó en su auxilio a algunos amigos, y bien pronto pudo contar con 30 hombres a caballo, tan hábiles tiradores como buenos jinetes, y comenzó contra los franceses una lucha a fin, una guerra sin cuartel”. Se habla de su “destreza y crueldad” contra el ejército invasor como origen de la famosa expresión: “¡Que viene el tío Camuñas!

El antropólogo Javier García Bresó cree que en el siglo XIX pudo servir de “aviso” a los invasores franceses, pero también lleva “implícito el temor que despertaba la presencia del personaje -un bandolero- en sus incursiones desde la sierra”.

Para saber quién era el personaje hay que tener en cuenta que en la España de finales del siglo XVIII y principios del XIX “ya había mucho bandolerismo que continuó coincidiendo con la oleada turística francesa”. La diferencia es que cambiaron sus objetivos. Los bandoleros iniciaron una guerra de guerrillas a falta, dice el antropólogo, de un ejército en España. La tradición oral se encargó de tras*mitir que “robaban a los franceses para ayudar a la gente”.

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García Bresó, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha, inició una investigación allá por el año 1998 en 90 de los 919 municipios de Castilla-La Mancha. “Mi ambición era recorrerlos todos, pero hasta ahí llegó la subvención de la Junta de Castilla-La Mancha”. Los resultados se recogieron en el libro ‘Cultura y pertenencia en Castilla-La Mancha. Notas Antropológicas’ (Añil, 2000).

Cuenta que una tarde de agosto llegó hasta Camuñas buscando información de los propios vecinos. “En la plaza de la Molineta, me encontré con varias personas mayores que me hablaron del ‘tío Camuñas’. Fue real, me explicaron”.

Al profesor le llama la atención “la metamorfosis que sufrió ‘Francisquete’ porque estaba claro que no era un pan bendito. Era un bandolero que se tras*formó en personaje popular en un pueblo que pasó muchas necesidades económicas, sociales y alimenticias. Los bandoleros se convirtieron en héroes porque repartían parte de lo que sacaban a los franceses. De otra forma el personaje quizá hubiera quedado como ladrón”.

Una de las evidencias que permiten pasar del mito al hombre real es su partida de defunción. García Bresó relata cómo Luis Andújar, el párroco de la Colegiata de Belmonte la encontró entre los papeles del templo y la terminó asociando a ‘Francisquete’. El bandolero había terminado en esta localidad conquense donde “fue apresado por los ‘migueletes’ -la Guardia Civil del siglo XIX- y posteriormente ahorcado”, según relata el antropólogo.


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Este fin de semana Francisco Sánchez recibe el homenaje de sus paisanos más de dos siglos después. El evento no es nuevo. En Camuñas llevan años celebrando la recreación histórica ‘El juramento del guerrillero’ en torno al personaje y a unos hechos que navegan entre lo real y la leyenda, con un amplio programa que busca fomentar el turismo y que incluye un "alegato por la paz".

Un busto de bronce obra de los Hermanos Peño preside hoy una de las plazas de Camuñas desde 1991. Está dedicado “al héroe” y los mitos, dice García Bresó, “siempre se exageran y si no, pensemos en el Cid Campeador que murió de viejo, aunque los romances digan otras cosas”.


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La investigación de este tipo de personajes pasó por “buscar el sentimiento de orgullo que existe en los pueblos en torno a su historia. Los indicadores pueden estar en un paisaje, en un edificio o en una persona”.


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La relación de Camuñas con ‘Francisquete’ es uno de los “ejemplos” de ese “orgullo local”, pero no es el único. El profesor cita casos como el de ‘El Especiero’ en Villafranca de los Caballeros (Toledo), ‘El Madrugador’ en Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real) o ‘El Cuchillero’ en Albacete.

En la actualidad, la generación de ‘mitos’ sigue otros derroteros, dice el investigador. “Internet nos ha destrozado las leyendas. Toda la literatura oral tras*mitida de generación en generación se pierde. Los niños ya no leen este tipo de referencias”.



¡Que viene el tío Camuñas! o la historia del bandolero que la tradición oral convirtió en héroe
 
Francisquete era de profesión correo, lo que le hacía un hombre ágil a caballo y buen conocedor del más pequeño rincón de los montes de Toledo.

Era el mes de abril del año 1804, cuando ya entre los políticos se dejaban ver los afrancesados seguidores de Napoleón Bonaparte. El alcalde de Camuñas era uno de ellos y no tenía intención de dejar al arbitrio del cura del pueblo la decisión sobre quien sería responsable de la organización y control de la fiesta del Corpus Christi ni el nombramiento de cofrades al efecto. Cura y alcalde acabaron poniéndose de acuerdo, a regañadientes del político, mientras el alcalde eligió como responsable de la cofradía del Santísimo Sacramento a Juan Pedro Sánchez Fernández, hermano de Francisquete.


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Este es el punto de partida, de algo que cambiaría radicalmente la vida de Francisco, puesto que cinco años después, con los franceses desplegados por toda España, uno de los concejales del ayuntamiento, seguidor del alcalde afrancesado, se dirigió a casa de los hermanos Sánchez con el fin de encausar a Juan Pedro. Era el 23 de abril de 1809. El hermano de Francisco no fue apresado aunque sí apareció asesinado el concejal en la puerta de su vivienda.

Unos días después, el 21 de mayo, se ejecutó un nuevo asalto a la casa de los hermanos Sánchez. Francisco logró escapar, pero a Juan Pedro lo alcanzaron y fue hecho prisionero en el Ayuntamiento de Camuñas. Pasados siete días de la detención, el hermano de Francisco fue ajusticiado por los franceses, que lo colgaron de una de las aspas del molino viejo (hoy molino de la unión).


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Enrique Rodríguez Solís cuenta lo que ocurrió horas después, de la siguiente manera: «Francisco, al saberlo, lloró lágrimas de sangre, y sobre el cadáver de su hermano juró no entregarse al sueño, ni probar alimento alguno, ni apagar la sed por mas devoradora que fuera, sin antes vengar a aquel mártir, cuyo valor y heroísmo habrían respetado los soldados de cualquier ejército que no fuera el de Napoleón«.

La fin de su hermano y la de su propio hijo Francisco de diez años de edad el 13 de julio de ese mismo año, fueron la espoleta que encendió la mecha para la nueva vida de «El tío Camuñas». Recorrió los pueblos de alrededor y llegó a reunir 30 amigos con los que comenzó la guerrilla encarnizada contra los franceses, tan odiados en aquel momento debido al expolio realizado por las tropas de Napoleón en iglesias, conventos, Ayuntamientos y en las casas de los campesinos. Esos mismos franceses que popularizaron su grito con miedo de ¡A cubierto que viene el Tío Camuñas¡ por la fama de despiadado que tenía Francisco, pero solo contra ellos en los que veía la venganza por la fin de su hermano.

Durante dos años actuó contra los franceses desde Madridejos hasta Despeñaperros. Comenzó en La Guardia y después en Puerto Lápice. Relevó al «Empecinado» en la escolta de las noticias que partían de Madrid a Andalucía. Pasó por Lillo dejando un rastro de bajas en las tropas francesas y consiguiendo muchos prisioneros. En Lillo los franceses ni siquiera lucharon, se entregaron directamente ante el temor de su destino. Apresó un convoy francés cargado de tabaco y pólvora. Robaron entre Consuegra y jovenlandesa las valijas del correo francés mientras las tropas de Napoleón huían despavoridas ante su presencia.


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Hizo frente a 400 soldados franceses que se dirigían de Alcázar de San Juan a Mota del Cuervo y consiguió que las tropas francesas salieran de El *******noso aunque se refugiaron en San Clemente. Francisco y sus amigos llegaron a Cuenca, consiguieron robar sal a los francess en Santa Cruz de la Zarza y se movieron por Saélices y Uclés. Quintanar de la Orden, Tarancón y Belmonte. Llegaron incluso hasta Toledo, donde robaron 30 toros que los franceses tenían preparados para una corrida. Después Tomelloso… Consuegra…

El 2 de noviembre los francess decretan su búsqueda y arresto, junto con la de su hijo Hilario. El día 12 de ese mismo mes consiguen rodearle en Belmonte los soldados al mando del general Armagnac. En aquella refriega fue herido y hecho prisionero. Un día después fue fusilado a los 49 años, tras dos de guerrilla, en la muralla de Belmonte y enterrado en la Iglesia Colegial de la localidad.

Para la historia quedará siempre una frase, entresacada de una de las cartas que escribió al general Nescencia: «Yo no he estudiado nada, pero sé por la luz natural, que un pueblo oprimido es un pueblo que sufre violencia«.


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EL TIO CAMUÑAS: «Un pueblo oprimido, es un pueblo que sufre violencia»
 
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