Modou, el refugiado senegalés que encontró una familia en Santiago: «A min chámame papá»
Es una de los 131 personas que vive en el centro de acogida que funciona en el antiguo colegio Junior's de Silvouta
Cando vimos chegar os autobuses dixen eu, ‘vaia o que nos van meter na aldea’». Lo dice Manuel de Castro a la entrada del antiguo colegio Junior’s en Silvouta ( Santiago), tras charlar sonriente con uno de los refugiados jovenlandeses que allí residen desde agosto y mientras saluda a otros que pasan a su lado. Porque bastó muy poco tiempo para que Manuel dejase atrás sus prejuicios: «Aos poucos días xa se veu que os rapaces son unha marabilla». Lo confirma su hija Lorena, que también señala que en un principio resultaba «chocante» su presencia en el lugar: «Pero hai que coñecelos para saber que son xente estupenda. A aldea está tranquila e contenta con eles, non teñen maldade. Están por aquí ao seu aire, e se lles falas póñense contentos, como que se lles ilumina a mirada», explica ilusionada ella misma.
Uno de ellos en especial se ha ganado un espacio en su familia. Se llama Modou, tiene 22 años y llegó a España desde Senegal hace nueve meses. Y desde el verano, es casi uno más en casa de los de Castro: «Vímolo un día diante da nosa casa, cuns papeis estudando español e falámoslle. Démoslle confianza e empezou a vir, séntese integrado e ven case todos os días pola tarde, cando ten libre, porque pola mañá estuda» castellano, cuenta Lorena. Y tercia Manuel, sonriente: «A min chámame papá, e á miña muller mamá».
A él, que se desplaza en silla de ruedas, lo acompaña a menudo en sus paseos por la aldea en la bicicleta de montaña que le regaló un trabajador del centro acuático próximo: «Ven pouco a pouco, ao meu paso. E acórdase do nome de todos os veciños, ten a aldea dominada». Comentan que Modou tiene claro que quiere quedarse en Santiago y empezar a trabajar: «Quere ser pintor, mecánico ou soldador».
Los residentes en Silvouta colaboraron con sus nuevos vecinos con la donación de ropa a este centro de acogida. No son los únicos. El equipo de baloncesto ADB Fontiñas se vio desbordado en su solicitud de zapatillas deportivas para los refugiados, recogiendo más de 150 pares usados en buen estado y otros 12 nuevos, y también integró a varios jóvenes jovenlandeses en sus entrenamientos, además de organizar algún torneo 3x3. Una práctica deportiva como alternativa de ocio a las enseñanzas de castellano que reciben cada día.
Entre los 20 y 30 años
Son 131 los refugiados de Mali, Senegal y Guinea que están en el antiguo Junior’s, en su mayoría de edades que van de 20 a 30 años, que se suman en Santiago a los 216 del Monte do Gozo. La ONG Rescate Internacional está a cargo de ambos centros, y en Silvouta son cerca de una veintena de personas las que trabajan, entre ellas dos profesoras de español.
Entre sus alumnos Ousmane, de 23 años y de Malí, quien comenta que llegó a El Hierro el pasado 3 de mayo; de allí pasó a un centro de Tenerife, hasta recalar en Santiago: «Aquí hace mucho frío y llueve mucho», dice con una sonrisa y poco castellano. Él era pescador en su país, y le gustaría poder dedicarse al mismo oficio aquí. Cree que hablar español es «muy difícil, poco a poco», se hace entender. Dejó en Malí a su familia, y apunta dificultades para hablar con ellos por la deficiente infraestructura de comunicaciones allá. Lo acompaña Harim, de Senegal, cinco meses en España. Señala que está contento, mientras va a las clases de castellano que tanto necesita.
Cáritas destinó más de 300.000 euros al convenio para los refugiados de Ucrania en el Monte do Gozo que acaba este mes
Cáritas destinó más de 300.000 euros al convenio establecido con el albergue Juan Pablo II del Monte do Gozo para cubrir desde abril del 2022 las necesidades de medio centenar de refugiados ucranianos allí alojados, convenio que acaba este mes. Desde Cáritas señalan que en este tiempo sus trabajadoras sociales, en colaboración con los servicios sociales municipales, trabajaron familia a familia para garantizarles una documentación en regla, la escolarización de los niños y la tarjeta sanitaria. Al tiempo, se les gestionaron prestaciones económicas como ingreso mínimo vital, Risga y la percepción aquí de las pensiones de su país. «Se ha analizado la situación de cada familia para garantizar que perciban todas las prestaciones a que tienen derecho», aseguran desde la entidad. A partir de noviembre, las refugiadas podrán seguir en el albergue, pero abonando sus propios gastos, o bien buscar otras opciones: «El último año ha habido muchísimas intervenciones, familia a familia, analizando su situación económica y laboral, y a cada una se le han ofrecido alternativas», con alguna persona que ha pasado a instalarse en viviendas de Cáritas, aseguran desde la entidad.Enrique Iglesias, presidente de Nenos de Ucraína e Galicia, apunta la difícil situación de las refugiadas: «Hay gente buscando piso, pero no encuentran, aunque tienen trabajo. No todas tienen ayudas económicas, y otras son insuficientes: una señora que cobra 60 euros de pensión de Ucrania, ¿qué hace con eso?». Pide implicación de Servizos Sociais y Cáritas, y subraya que no cambiaron las condiciones por las que se suscribió el convenio y se comprometió ayuda: la guerra sigue. Cuestiona que administraciones y entidades en su día «se hicieron la foto y quedó muy bonito. Pero hubo un compromiso y hay que buscar una solución».