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ATARAXIO

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¿Qué hay detrás del aparente "conflicto" que supone que la gaysidad haya "sobrevivido" a la evolución?

¿Quién no ha leído a estas alturas que los bonobos, esos parientes cercanos de los chimpancés tan “sociales”, pasan buena parte de su día practicando sesso, con individuos de su sesso o del otro, como sistema de cohesión social?1 ¿O no sabe de las “sorprendentes” parejas de dos hembras de albatros de Laysan, que pasan sus vidas juntas empollando bemoles, montando el nido y alimentando a los polluelos? ¿O de las interminables congas de machos de Drosophila melanogaster cortejándose unos a otros a causa de tener mutado un gen llamado Fruitless?

No hay que ser especialmente perspicaz para darse cuenta de que los comportamientos “gayses” (dirigir el interés sensual a individuos de tu mismo sesso) existen, además de en la nuestra, en decenas de especies animales.

El inventario recoge animales de muy diversos taxones: anfibios, insectos, gasterópodos, aves…. y, por supuesto, mamíferos2. Algunos de los animales de estas especies viven en grandes grupos sociales (como el bisonte) o en solitario (como el sapo común). Y en ellas los comportamientos gayses a veces se observan entre dos machos (como en el gorgojo de la harina), entre dos hembras (como en el hominido japonés), o en ambos sexos (como en los delfines nariz de botella).

En muchos de estos animales, si no en todos, es difícil atribuir estos comportamientos a causas “no naturales”, a motivos relacionados con su “libertad personal” o como consecuencia de una situación traumática durante su crecimiento. Estos comportamientos son, casi con completa seguridad, fruto de su fisiología, de sus genes y de la interacción de éstos con su medio ambiente. De su biología, en definitiva, porque fundamentalmente no hay muchas más causas a la vista.

¿Tiene sentido preguntarse si ocurre lo mismo en los humanos? ¿Hay algo innato, biológico, en nuestro comportamiento gays? ¿Somos en esto como el resto de animales? Seguro que muchos de ustedes han oído que la gaysidad no se elige, que es biología. ¿Hasta qué punto es esto cierto?

¿Cuánto de innato tiene la gaysidad?

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Para comprobar cuánto hay de innato en el comportamiento gays humano hemos de emplear unas herramientas diferentes de las que se emplean con otros animales, por motivos evidentes. El método a seguir consiste en preguntar a seres humanos sobre su identidad sensual/actividad sensual/preferencia sensual (en diferentes estudios se consideran distintas maneras de medir la “gaysidad”, porque las diferentes maneras de considerar esto tienen ventajas y desventajasNOTA) y ver si hay diferencias entre gayses y no (medido de distintas maneras) a la hora de presentar determinados caracteres.

Si los motivos de la gaysidad (o, más estrictamente, de la no heterosexualidad) no guardan relación con la biología, no debería haber diferencias en caracteres biológicos entre seres humanos que difieran en estos aspectos de la sexualidad. Y, al contrario, una asociación nos hace pensar que quizá haya algo biológico detrás. Actualmente está bastante claro que algunos factores relacionados con la biología sí son diferentes entre personas con diferentes grados de hetero/gaysidad (a lo largo del texto, por sencillez, utilizaremos gays como sinónimo de no heterosexual). Por un lado hay factores que guardan relación con los niveles hormonales y, también, hay factores relacionados con la herencia genética. Vayamos por orden.

En primer lugar hay que tener en cuenta los resultados relacionados con una variable que en principio nos resulta bastante absurdo que esté ligada a la sexualidad. Esta variable es el denominado cociente 2D:4D, el resultado de dividir la longitud del segundo dedo (el índice) y el cuarto dedo (el anular). Este cociente tiende a ser mayor en mujeres que en hombres, debido a que los dedos se hacen más o menos largos durante el desarrollo fetal dependiendo de las cantidades intrauterinas relativas de hormonas femeninas y masculinas (a mayor testosterona presentan las madres en el ambiente fetal, más largo es el anular respecto al índice).

Este fenómeno se ha observado en animales de laboratorio3, en estudios con personas que producen hormonas sensuales en exceso o que no responden a ellas4 y en análisis de niveles de hormonas en el líquido amniótico de mujeres gestantes5, y se considera fiable como sistema de medir los niveles de hormonas durante el desarrollo fetal6.

Los embriones de mamífero se desarrollan por defecto como hembras y es necesario que un aumento en los niveles de testosterona durante el desarrollo, dependiendo del sesso cromosómico del embrión, masculinice los fetos macho (en el caso de los seres humanos el pico de testosterona se da entre las semanas 7 y 24 de gestación). Estos altos niveles de testosterona afectan, a su vez, a la longitud relativa de los dedos. Por ello, los hombres suelen presentar un índice 2D:4D más bajo que las mujeres7.

En el tema que nos ocupa, los hombres gayses suelen tener un índice 2D:4D mayor que los heterosexuales y las mujeres gayses un índice 2D:4D menor que las heterosexuales, aunque el resultado suele ser más consistentes en las mujeres8. Parece entonces que los niveles de hormonas sensuales de los fetos durante su desarrollo embrionario afectan, en cierta medida, a su sexualidad cuando son adultos.

La probabilidad de que un hombre sea gays aumenta con el número de hermanos varones mayores que tenga
En este mismo sentido, que relaciona hormonas durante el desarrollo y sexualidad, encontramos un efecto en el orden de nacimiento en hombres gayses. Básicamente lo que está bien descrito es que la probabilidad de que un hombre sea gays aumenta con el número de hermanos varones mayores que el hombre tiene9 10. Y, curiosamente, esto sigue ocurriendo aunque los hermanos no convivan bajo el mismo techo durante su infancia. Y, sin embargo, no ocurre cuando los hermanos mayores son hijos de diferente progenitora (adoptados, o de matrimonios previos del padre11).

El efecto es tal que por cada hermano mayor aumenta la probabilidad en hombres de ser gays en un 33-48%12. Esto no quiere decir que uno de cada tres hermanos menores sea gays, sino que la probabilidad de ser gays, que viene a ser en torno al 2%, aumenta al 3% en segundos y al 5% en terceros hermanos (datos obtenidos promediando diferentes estudios).

La explicación, claro, parece tener que ver con la progenitora. Se propone que la memoria del sistema inmune materno (estimulada por algo específico de los bebés varón) hace que en sucesivos hijos varón su desarrollo neuronal típico masculino cambie a un desarrollo menos masculinizado13, aunque esta hipótesis no se ha comprobado experimentalmente. En cualquier caso, un rasgo biológico (el número de hermanos varones que te precede) tiene, de nuevo, un efecto sobre la sexualidad que desarrollarán los adultos.
 
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