Todoterreno
Lonchafinista
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Cultivaba Umberto Eco dos aficiones: blasonar de su biblioteca personal, con más de 50.000 volúmenes, y criticonear las redes sociales. «Twitter da derecho de palabra a legiones de fulastres» llegó a afirmar en cierta ocasión. Tengo para mí, sin embargo, que si Eco hubiese sabido explorar ciertos recovecos internáuticos habría exhibido una opinión algo distinta. Acaso habría comprobado que podía toparse con iluminaciones no menores que las hoy otorgadas por los libros.
De una de esas aportaciones vamos a hablar hoy aquí: la «PSOE state of mind». (El término posee género ambiguo, por lo que también está admitido decir «el PSOE state of mind»).
Revela la arqueología tuitera que el primero en usar tal expresión fue el avatar @MartinZamacois, allá por diciembre de 2019, y luego siguió utilizándola copiosa la usuaria @IzzyGirl86. También nos cuenta que en el último mes y medio se ha multiplicado exponencialmente su uso. Ello parece haber acaecido tras recurrir un servidor a tal término, un tanto profusamente, desde mediados de febrero pasado –tanto en el propio Twitter como en un par de podcasts (Extremo Centro y La ContraCrónica)–. De modo que uno siente cierta responsabilidad aquí de explicar a qué se refiere con semejante locución, por si pudiera servir de alivio a los perplejos y de regocijo a los que ya la usan.
Lo primero que hay que aclarar es que «PSOE state of mind» no significa pensar lo mismito que el PSOE o ni siquiera votar al PSOE. De hecho, el gran logro del PSOE state of mind es que consigue infiltrarse en las mentes de gente no solo ajena a tal partido político, sino que incluso pretende oponerse a él. El problema para esas personas es que pretenden luchar contra el PSOE aceptando las reglas, los prejuicios, incluso la terminología propia del PSOE. Y, claro, entonces se les hace muy cuesta arriba (Cayetana Álvarez de Toledo habla de un “tablero inclinado”) semejante labor. Eso sí es la PSOE state of mind.
Pongamos un ejemplo. El partido Ciudadanos pretende cosechar votos a costa, entre otros, del socialista. Y también, naturalmente, prefiere poseer él el poder antes que lo haga el PSOE. Como es lógico. Sin embargo, para alcanzar estas dos cosas, Ciudadanos cae a menudo en el PSOE state of mind, lo cual le dificulta sobremanera ver cumplidos ambos empeños.
Un caso claro es el uso de la palabra «ultraderecha». Ciudadanos suele aceptar la costumbre socialista de referirse a Vox
como «extrema derecha». Esta terminología está cargada, pues el PSOE nunca denominaría con el feo vocablo «ultraizquierda» a las formaciones del otro extremo del espectro político (aquellas con las que sí que se muestra favorable a pactar: Podemos, Bildu, IU…).
Ahora bien, cuando Cs acepta tildar de ultraderecha a Vox, lo que para el PSOE es una buena arma se convierte para ellos en un baldón. Pues Cs ha llegado a Gobiernos (en comunidades como Madrid o Andalucía, entre otros) precisamente gracias al voto favorable de Vox. Es decir, si Vox es ultraderecha y la ultraderecha (como es bien sabido) «mancha», entonces los que salen tiznados de tal terminología son los de Cs, no el PSOE. Has aceptado que el PSOE reparta etiquetas que a ti te perjudican y a él le benefician: he aquí el puritito PSOE state of mind.
Este PSOE state of mind no se estudia aún en las facultades de Ciencias Políticas ni en cursillos rápidos de marketing político; por eso probablemente gente que tanto sabe sobre qué tonalidad de corbata convendría más a cada candidato ignora luego sus efectos temibles. Si uno leyera a Sun Tzu, a George Lakoff o incluso a Wittgenstein, se guardaría luego mucho de tragarse el PSOE state of mind como hoy se lo traga lujurioso casi todo nuestro centroderecha. Si quieres combatir a tu enemigo, no puedes aceptar las reglas de tu enemigo. Cuando combates contra alguien, tu meta principal no debería ser atacarle a él, sino su estrategia. Estas viejas perlas de sabiduría son ignoradas sistemáticamente por los abducidos dentro del PSOE state of mind.
Otra clave para entenderlo es la proporcionada por mi amigo Fernando Díaz Villanueva en podcasts como este. Sostiene Fernando que nuestro PSOE es la nueva Falange: un partido capaz de poblar el 8M con sus consignas anticlericales y de figurar al mismo tiempo en la cabecera de una procesión de Viernes Santo si es socialista el alcalde del lugar. Un partido que acude sin empacho al Orgullo LGBT (e incluso se arroga la capacidad de decidir quién es digno o no de figurar en tal marcha), pero que al mismo tiempo sabe sacar a Carmen alopécico para meterse con los tras* (que, por si no estuviera claro, son los que aportan la T final de las citadas siglas LGBT). La habilidad de saber ser Gobierno y saber ser tu propia oposición, de saber ser las instituciones pero también la tras*gresión antiinstitucional, pertenece sin duda a nuestro PSOE. Y que todos aceptemos tan contradictorio juego es asimismo PSOE state of mind.
La PSOE state of mind se esparce como se expande cualquier gas por el vacío: sin apenas oposición. El PSOE state of mind es un pegajoso conjunto de ideas que ni siquiera nos damos cuenta de que tenemos (Ortega y Gasset las llamaría pues, según su famosa distinción, más bien creencias). Todos compramos pildoritas del PSOE state of mind (lo que Pedro Herrero y Fernando Sols han llamado “microsanchismos”) porque a menudo no hay otras sustancias, no hay otras ideas, en el mercado: mientras el PSOE ha logrado (vía educación y medios de comunicación subvencionados) que todo español, por el mero hecho de serlo, piense un poco como él, el centroderecha se dedica a mostrar gráficas de su buena gestión económica. Como si eso fuera a convencer a las masas imbuidas de PSOE state of mind. Como si no fuera ya PSOE state of mind aceptar tácito que lo único para lo que vales es para reflotar la economía, porque tu forma de pensar (tan conservadora, tan no socialista, tan poco española) debes ocultarla con cierto pudor.
Desde pequeñito he contemplado con perplejidad la PSOE state of mind. ¿Por qué todo el mundo acepta pensar como le viene bien a un partido con una trayectoria a menudo tan oscura como ese? Eso también es PSOE state of mind: que los socialistas exhiban orgullosos su historia, que incluye colaborar con la dictadura primorriverista o dar golpes de Estado durante la II República, y que ello se acepte resignadamente, un poco como toleramos las ventosidades de nuestros compañeros de cama.
No hay que irse tan lejos en el tiempo, de hecho: creo que de joven me vacunó de toda querencia por el PSOE state of mind saber que desde su Gobierno se secuestraba en los 80 a gente (caso Segundo Marey). O ver luego en los 90 a Felipe González, entre corrupción y corrupción, cuando iba a abrazar a los condenados por ello (el exministro José Barrionuevo o el exsecretario de Estado Rafael Vera) mientras entraban en la guandoca. Mi duda es por qué no quedó inmunizada también la mayoría de los españoles entonces. Cierto es que en ocasiones me descubro a mí mismo con algún microsanchismo (a veces entro justo en los debates en los que el PSOE quiere que entremos; a veces acepto algún estudio producido por su gigantesca maquinaria académica de ideas). Pero aun así me siento, por lo general, fuera del state of mind más español.
Esta extranjería no carece de consecuencias: hay mil y un departamentos universitarios, centros de estudio, fundaciones, think tanks, consultoras y medios de comunicación en los que jamás podré participar, solo porque habitan dentro de ese magma PSOE. Y todo el mundo nota enseguida que uno no tiene branquias para respirar en él. No me importa demasiado, empero. Fuera del PSOE state of mind hay una vida hermosa.
De hecho, mientras algunos noticieros intentan contarnos hoy los 53 millones que nuestro Gobierno (socialista) se gasta en rescatar una aerolínea de accionariado chavista, o las risas de los diputados del PSOE tras narrar uno de la oposición los avatares de su hija con síndrome de Down, yo me quedo de entre todas las noticias con las prometedoras exploraciones realizadas en el planeta Marte. Quién sabe sí, con algo de suerte y tecnologías, no podríamos trasladarnos allí algún día algunos; y fundar una Nueva España Marciana sin rastros (desintoxicación mediante) de microsanchismos ni PSOE state of mind. Quién sabe si no seríamos más prósperos y felices. Quién sabe si no nos daría igual que nuestros antiguos compatriotas nos llamaran entonces marcianos, pues ya nos lo llaman hoy siempre que intentamos vivir ajenos a la PSOE state of mind.
De una de esas aportaciones vamos a hablar hoy aquí: la «PSOE state of mind». (El término posee género ambiguo, por lo que también está admitido decir «el PSOE state of mind»).
Revela la arqueología tuitera que el primero en usar tal expresión fue el avatar @MartinZamacois, allá por diciembre de 2019, y luego siguió utilizándola copiosa la usuaria @IzzyGirl86. También nos cuenta que en el último mes y medio se ha multiplicado exponencialmente su uso. Ello parece haber acaecido tras recurrir un servidor a tal término, un tanto profusamente, desde mediados de febrero pasado –tanto en el propio Twitter como en un par de podcasts (Extremo Centro y La ContraCrónica)–. De modo que uno siente cierta responsabilidad aquí de explicar a qué se refiere con semejante locución, por si pudiera servir de alivio a los perplejos y de regocijo a los que ya la usan.
Lo primero que hay que aclarar es que «PSOE state of mind» no significa pensar lo mismito que el PSOE o ni siquiera votar al PSOE. De hecho, el gran logro del PSOE state of mind es que consigue infiltrarse en las mentes de gente no solo ajena a tal partido político, sino que incluso pretende oponerse a él. El problema para esas personas es que pretenden luchar contra el PSOE aceptando las reglas, los prejuicios, incluso la terminología propia del PSOE. Y, claro, entonces se les hace muy cuesta arriba (Cayetana Álvarez de Toledo habla de un “tablero inclinado”) semejante labor. Eso sí es la PSOE state of mind.
Pongamos un ejemplo. El partido Ciudadanos pretende cosechar votos a costa, entre otros, del socialista. Y también, naturalmente, prefiere poseer él el poder antes que lo haga el PSOE. Como es lógico. Sin embargo, para alcanzar estas dos cosas, Ciudadanos cae a menudo en el PSOE state of mind, lo cual le dificulta sobremanera ver cumplidos ambos empeños.
Un caso claro es el uso de la palabra «ultraderecha». Ciudadanos suele aceptar la costumbre socialista de referirse a Vox
como «extrema derecha». Esta terminología está cargada, pues el PSOE nunca denominaría con el feo vocablo «ultraizquierda» a las formaciones del otro extremo del espectro político (aquellas con las que sí que se muestra favorable a pactar: Podemos, Bildu, IU…).
Ahora bien, cuando Cs acepta tildar de ultraderecha a Vox, lo que para el PSOE es una buena arma se convierte para ellos en un baldón. Pues Cs ha llegado a Gobiernos (en comunidades como Madrid o Andalucía, entre otros) precisamente gracias al voto favorable de Vox. Es decir, si Vox es ultraderecha y la ultraderecha (como es bien sabido) «mancha», entonces los que salen tiznados de tal terminología son los de Cs, no el PSOE. Has aceptado que el PSOE reparta etiquetas que a ti te perjudican y a él le benefician: he aquí el puritito PSOE state of mind.
Este PSOE state of mind no se estudia aún en las facultades de Ciencias Políticas ni en cursillos rápidos de marketing político; por eso probablemente gente que tanto sabe sobre qué tonalidad de corbata convendría más a cada candidato ignora luego sus efectos temibles. Si uno leyera a Sun Tzu, a George Lakoff o incluso a Wittgenstein, se guardaría luego mucho de tragarse el PSOE state of mind como hoy se lo traga lujurioso casi todo nuestro centroderecha. Si quieres combatir a tu enemigo, no puedes aceptar las reglas de tu enemigo. Cuando combates contra alguien, tu meta principal no debería ser atacarle a él, sino su estrategia. Estas viejas perlas de sabiduría son ignoradas sistemáticamente por los abducidos dentro del PSOE state of mind.
Otra clave para entenderlo es la proporcionada por mi amigo Fernando Díaz Villanueva en podcasts como este. Sostiene Fernando que nuestro PSOE es la nueva Falange: un partido capaz de poblar el 8M con sus consignas anticlericales y de figurar al mismo tiempo en la cabecera de una procesión de Viernes Santo si es socialista el alcalde del lugar. Un partido que acude sin empacho al Orgullo LGBT (e incluso se arroga la capacidad de decidir quién es digno o no de figurar en tal marcha), pero que al mismo tiempo sabe sacar a Carmen alopécico para meterse con los tras* (que, por si no estuviera claro, son los que aportan la T final de las citadas siglas LGBT). La habilidad de saber ser Gobierno y saber ser tu propia oposición, de saber ser las instituciones pero también la tras*gresión antiinstitucional, pertenece sin duda a nuestro PSOE. Y que todos aceptemos tan contradictorio juego es asimismo PSOE state of mind.
La PSOE state of mind se esparce como se expande cualquier gas por el vacío: sin apenas oposición. El PSOE state of mind es un pegajoso conjunto de ideas que ni siquiera nos damos cuenta de que tenemos (Ortega y Gasset las llamaría pues, según su famosa distinción, más bien creencias). Todos compramos pildoritas del PSOE state of mind (lo que Pedro Herrero y Fernando Sols han llamado “microsanchismos”) porque a menudo no hay otras sustancias, no hay otras ideas, en el mercado: mientras el PSOE ha logrado (vía educación y medios de comunicación subvencionados) que todo español, por el mero hecho de serlo, piense un poco como él, el centroderecha se dedica a mostrar gráficas de su buena gestión económica. Como si eso fuera a convencer a las masas imbuidas de PSOE state of mind. Como si no fuera ya PSOE state of mind aceptar tácito que lo único para lo que vales es para reflotar la economía, porque tu forma de pensar (tan conservadora, tan no socialista, tan poco española) debes ocultarla con cierto pudor.
Desde pequeñito he contemplado con perplejidad la PSOE state of mind. ¿Por qué todo el mundo acepta pensar como le viene bien a un partido con una trayectoria a menudo tan oscura como ese? Eso también es PSOE state of mind: que los socialistas exhiban orgullosos su historia, que incluye colaborar con la dictadura primorriverista o dar golpes de Estado durante la II República, y que ello se acepte resignadamente, un poco como toleramos las ventosidades de nuestros compañeros de cama.
No hay que irse tan lejos en el tiempo, de hecho: creo que de joven me vacunó de toda querencia por el PSOE state of mind saber que desde su Gobierno se secuestraba en los 80 a gente (caso Segundo Marey). O ver luego en los 90 a Felipe González, entre corrupción y corrupción, cuando iba a abrazar a los condenados por ello (el exministro José Barrionuevo o el exsecretario de Estado Rafael Vera) mientras entraban en la guandoca. Mi duda es por qué no quedó inmunizada también la mayoría de los españoles entonces. Cierto es que en ocasiones me descubro a mí mismo con algún microsanchismo (a veces entro justo en los debates en los que el PSOE quiere que entremos; a veces acepto algún estudio producido por su gigantesca maquinaria académica de ideas). Pero aun así me siento, por lo general, fuera del state of mind más español.
Esta extranjería no carece de consecuencias: hay mil y un departamentos universitarios, centros de estudio, fundaciones, think tanks, consultoras y medios de comunicación en los que jamás podré participar, solo porque habitan dentro de ese magma PSOE. Y todo el mundo nota enseguida que uno no tiene branquias para respirar en él. No me importa demasiado, empero. Fuera del PSOE state of mind hay una vida hermosa.
De hecho, mientras algunos noticieros intentan contarnos hoy los 53 millones que nuestro Gobierno (socialista) se gasta en rescatar una aerolínea de accionariado chavista, o las risas de los diputados del PSOE tras narrar uno de la oposición los avatares de su hija con síndrome de Down, yo me quedo de entre todas las noticias con las prometedoras exploraciones realizadas en el planeta Marte. Quién sabe sí, con algo de suerte y tecnologías, no podríamos trasladarnos allí algún día algunos; y fundar una Nueva España Marciana sin rastros (desintoxicación mediante) de microsanchismos ni PSOE state of mind. Quién sabe si no seríamos más prósperos y felices. Quién sabe si no nos daría igual que nuestros antiguos compatriotas nos llamaran entonces marcianos, pues ya nos lo llaman hoy siempre que intentamos vivir ajenos a la PSOE state of mind.
Qué es la 'PSOE state of mind' (y por qué necesitas saberlo para entender España), por Miguel Ángel Quintana Paz
«La habilidad de saber ser Gobierno y saber ser tu propia oposición, de saber ser las instituciones pero también la tras*gresión antiinstitucional, pertenece sin duda a nuestro PSOE»
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