Qué ardor de estomago da la justicia española

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Madmaxista
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Así es Borja el altruista: condenado a 2 años de guandoca y 180.000 euros tras salvar a una mujer que pateaban en la cabeza


El golpe de infortunio del joven malagueño que auxilió a una mujer que estaba siendo atracada y tiene que ir a la guandoca. No puede pagar la indemnización. La sentencia es firme.
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Borja tiene hoy 26 años, tenía 22 cuando ocurrió todo. CRÓNICA
Escena 1. Un chico escucha a sus padres. Sobre los valores. Ayudar a los demás, creer en la solidaridad. Hacer lo correcto. Ese muchacho, de rostro ovalado, facciones rectas, de esas que dan dulzura al rostro. Ojos claros, mirada firme. Que le va estupendamente en el colegio británico al que lo han matriculado. El hijo que cualquiera quisiera tener. Poco a poco va ganándose la vida. Supera sus crisis personales, económicas... Se ha hecho adulto pero aún tiene espíritu de niño. Con el paso de los años, le siguen describiendo igual. Inteligente, bonachón, guapo... Y aparece lo que, en las obras narrativas, se llama peripecia, el punto trágico que cambia todo. A las 07:45 horas del 8 de febrero de 2.015, Borja ve a María Jesús. Dos desalmados, Pedro Toro Timeo e Isabel Cano, delincuentes habituales, la golpeaban sin parar. Le roban el bolso a María Jesús, quien iba a su puesto de trabajo un domingo cualquiera. Mas es uno que cambiará la vida de Borja. No puede evitarlo, no mira hacia otro lado, y va corriendo a por Pedro Toro. Son de la misma estatura, cerca del metro ochenta ambos. Pedro es más grueso, con más envergadura y está envalentonado por la cocaína que lleva en el cuerpo.
Borja, de tan solo 22 años, logra pillarle. El caco, de 41, le intenta golpear. El veinteañero, más rápido y atlético, le esquiva, le da un par de abrazos y recupera el bolso. Regresa con María Jesús -su única preocupación era si estaba malherida-, la había dejado acompañada con las dos chicas con quienes él volvía de su trabajo. Los tres la arroparon hasta su destino, para protegerla por si los rateros quisieran vengarse. María Jesús, sobre su ángel: «Le agradeceré toda la vida».
Pero, como en las tragedias griegas, el delincuente cae mal. Pasa dos días en coma. Muere... Tras una investigación policial y judicial, esta semana se conoce la sentencia, la más cruel posible para el altruista Borja: dos años de guandoca efectiva y 178.000 euros de indemnización a las hijas de Pedro, a quienes el padre había dejado de lado por una vida perdida por la delincuencia y las drojas.
El chico que, en cualquier otra circunstancia sería un héroe condecorado, ingresará pronto en la guandoca -irremediablemente- por homicidio imprudente.
Reconstruimos su historia, con documentos oficiales, con los testimonios dados en el juicio, con las propias frases de Borja -las que ha dicho ante los tribunales y a su gente-, sobre lo ocurrido y sobre cómo ve la vida tras ese momento.
La resolución judicial, firme ya, ha escandalizado a la sociedad, a personajes de la talla del escritor Arturo Pérez Reverte, que no se ha quedado silente y que ha tuiteado con su habitual de color ironía: «Ahí, ahí. Duro con ellos. Quién le mandaba meterse en problemas, con lo tranquilo que podía haberse quedado mirando, como hacemos casi todos». Sí, no pudo. Sintio que tenía que ayudar y lo hizo.
Escena 2. Borja es malagueño, lleva sangre guerrera andaluza y británica. Nació a finales de 1992. Se crió en un entorno familiar pleno de cariño. Querido por sus compañeros de clase, creció siendo un chico sensible y parco, sobre el que todos consideraban que podía hacer lo que quisiera en la vida. Ama el mar, deportista, no es raro verlo domando las olas. Rubio, de complexión fuerte, es un bonachón. «Un tío fuerte y guapo», le describen quienes le conocen. Mide unos 177 centímetros de estatura. Trabajaba, en aquel 2015, en una discoteca. Noemí Cobos, excompañera de trabajo: «Habla idiomas y -entonces- trabajaba llevando a gente al reservado». Nunca quiso ser una carga para sus padres. Siempre trabajó.
Estudiante ahora de Derecho y Económicas, a pesar de todo, quiere continuar. Y quizás acabar esta doble titulación en la guandoca. Así le alientan, se da él fuerza, para ganar tiempo. Desde que ocurrió lo del bolso, ha vuelto a ser agente inmobiliario, un trabajo que había realizado desde que cumplió 18. Su familia casi se arruina con la crisis. Ahora que están remontando, justo le cae la condena... Borja ya lo ha aceptado, esperará lo más que pueda y, tras eso, que todo pase en la guandoca. Sobre su actual estado de ánimo, le ha dicho a los suyos repetidas veces: «No me lo creo. No me lo creo.... Aunque me he hecho la idea de que voy a ingresar a prisión, no lo entiendo». Es que, en su cabeza, no había otra respuesta que ir en auxilio. «A pesar de lo que ha ocurrido, no me arrepiento de haber ayudado a esa mujer, la estaban pateando en la cabeza. Creo que hice lo correcto».
Escena 3. Han pasado 231 semanas -cuatro años y cinco meses- desde que salvó a María Jesús y ha tenido tiempo de reflexionar sobre si volvería a hacer lo mismo. De pensar en su sentencia una y otra vez. En ella se dice que ha cometido «un delito de homicidio imprudente por la ejecución por parte del acusado -Borja- de una acción sin la diligencia debida, cual fue propinar dos abrazos al fallecido, que hubieron de ser suficientemente intensos como para producirle las lesiones que experimentó Pedro (además del traumatismo craneoencefálico, la rotura maxilar, del frenillo y de una pieza dental)».
"A PESAR DE LO QUE HA OCURRIDO, NO ME ARREPIENTO DE HABER AYUDADO, LA ESTABAN PATEANDO LA CABEZA... CREO QUE HICE LO CORRECTO... NO LE REPROCHO NADA A LOS JUECES. Y A LA FAMILIA DE ÉL YA LE PEDÍ PERDÓN... AHORA DESPUÉS DE LO QUE HA PASADO NO SÉ SI LO HARÍA IGUAL... PERO SI SÉ QUE ME COSTARÍA MUCHÍSIMO MIRAR HACIA OTRO LADO"
Ha tenido que leer, con su abogado, frases del juzgado que suenan casi a burla cuando uno se enfrenta, en una pelea, con un delincuente en busca y captura: «No se observa una necesidad racional de utilizar la fuerza para impedir o repeler la agresión materializada previamente por el fallecido contra un tercero, pudiendo el mismo haber utilizado otros medios o formas para auxiliar». Como, por ejemplo, llamar a las autoridades, que además ya habían incumplido con detener a Pedro Toro Tineo, pues estaba requerido para entrar en la guandoca.
De no haber estado el presunto delincuente en la calle, nada hubiera sucedido. Pero la culpa es, según la sentencia, únicamente suya. Añaden, siempre responsabilizando a Borja: «Finalmente cabe resaltar que el desproporcionado resultado es consecuencia de su comportamiento y, no cabe duda, conforme a los parámetros de la lógica natural en el comportamiento humano, que debió prever el mismo».
Escena 4. Para la decisión tomada por el Juzgado de lo Penal Nº 9 de Málaga, apenas se tomaron en cuenta los antecedentes penales y médicos de Pedro Toro. Repasemos... En mayo de 2014, se estrella con su coche al quedarse dormido tras consumir heroína y cocaína. En ese accidente había estrellado su cabeza con el cristal. En abril de 2011, le detectaron un túnel en la piel que supuraba pus. Entonces consumía 15 miligramos de metadona al día y había padecido fractura de mandíbula. Su mente y cuerpo estaban destrozados por el consumo de drojas y múltiples heridas previas.
El informe que hace la Policía y el Ministerio del Interior sobre sus crímenes es aún peor. Toro Tineo -nacido el 6 de agosto de 1972 en Málaga- era un delincuente perseguido. Tenía una requisitoria del 27 de enero de 2015 -12 días antes de que pateara en la cabeza a María Jesús, de que pelease con Borja- para su detención e ingreso en prisión ordenada por el Juzgado de Marbella. Sus últimos delitos conocidos y comprobados son: robo con fuerza, el 04 de octubre de 2013; el 26 de marzo de 2014, hurto; el 17 de septiembre de 2014, hurto, resistencia y desobediencia; el 19 de octubre de 2014, ídem; el 19 de octubre de ese mismo año, robo con violencia; el 15 de mayo de 2009, delito contra la salud pública; el 17 de abril de 2012, falsificación de documentos...
Revisado su prontuario, era evidente que resultaba un peligro social. Nada de esto se tomó en cuenta. Tampoco que no hubiera pruebas de que se preocupase de la familia, que apareció de repente. Que se presentó como acusación particular. Que pidió -solicitud aceptada por fiscal y juez- una indemnización de 180.000 euros. Suma que el joven no puede pagar.
Escena 5. Borja ha reflexionado sobre lo vivido, lo sufrido. «Ahora después de lo que ha pasado no sé si lo haría igual... No sé cómo reaccionaría. Pero si sé que me costaría muchísimo mirar hacia otro lado...», ha dicho a sus allegados. «Sé que esto me ha cambiado la vida». Expresó durante el procedimiento su posición personal sobre lo que pasó: «Nunca quise apiolar a esa persona. Ni se me pasó por la cabeza. Lo lamento». En pleno juicio pidió perdón a la familia. Está grabado. Fue espontáneo. Algo no planeado con su abogado Alfredo Herrera Rueda, quien está profundamente afectado por lo sucedido ya que le conoce desde niño. Mutis.
Borja ha decidido no hablar estos días con los medios. Se ha negado a pelear más... «No le reprocho nada a los jueces... Sí, me he enterado del apoyo que he recibido, estoy impresionado. Pero sólo quiero pasar página», ha comentado en petit comité. Eso es todo. No lo hace a pesar de que han querido contactar con él distintas organizaciones para solicitar el indulto. Ni por las múltiples llamadas recibidas en el bufete Herrera para ayudar a pagar la indemnización. Cabeza en alto.
Se queda quizá con la frase dicha por María Jesús, la mujer a la que ayudó desinteresadamente, sin conocerla de nada. «Le estaré agradecida toda mi vida. Se portó muy bien conmigo. Él y las chicas que le acompañaban». Lo suelta así, porque, como apuntó en todas sus declaraciones judiciales sobre Toro y su otra agresora, Isabel Cano, pareja de Pedro, «no entiendo porqué me seguían pateando en la cabeza si ya tenían el bolso». Ella también llevó a juicio a Isabel Cano. Ni siquiera ha entrado en prisión.
Hay una foto en las redes sociales de Borja. Es como le describen: ojos brillantes, vitales, directos a la cámara. Fijamente. Sin mirar a otro lado.


CODA.


Dos quinquis están dando patadas en el suelo a una señora para robarle el bolso. El chaval de 22 años sale en su defensa. Le arrea un par de sopapos a uno de los quinquis, cae mal y se mata. La justicia mete en la guandoca al valiente y le exige 180.000 euros para los vástagos del ladrón.

¿ Pero puede haber más hijoputez en la justicia española ? Tenemos una justicia infesta de progresismo que persigue al español, blanco y heterosexual. Vosotros podéis ser los siguientes.
 
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