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Unos sostienen que nacemos con la mente como un lienzo en blanco; otros, en cambio, afirman que el ADN no sólo marca nuestro físico, sino también nuestra ideología
Lea las primeras páginas del libro 'Neuropolítica. Toxicidad e insolvencia de las grandes ideas'
Ve clarear la coronilla ante los espejos y la luz cenital del ascensor cuando el domingo acude a comer con su familia. Sentado a la mesa, su padre, alopécico frontispicio. Junto a él, su progenitora, que como todas las madres ejerce de agenda con más eficacia que el calendario de Google, pregunta si ya ha pedido cita para una colonoscopia. Recuerda lo dicho por el médico: que usted ya tiene casi 40 años y que es persona de riesgo por culpa del cáncer de colon de su padre. Usted contesta con un desganado «iré pronto» y ella contraataca con un «¡cuándo!». Las madres son siempre contraataques (de amor). Por supuesto, en la mesa se habla también de la liberación de Puigdemont, del máster de Cifuentes y de las chulerías testosterónicas de Trump y Kim Jong-un. Es una conversación de un domingo cualquiera, pero no está moderada por usted, ni siquiera por sus padres... sino por los genes. Al menos, parcialmente.La ciencia sabe con certeza que la genética determina nuestros rasgos físicos y fisiológicos, además de la probabilidad de sufrir algunas enfermedades. Pero, ¿podría ir más allá? Algunos investigadores se preguntan si la herencia biológica penetra en el mundo de las ideas y si, por tanto, incluso es capaz de influir en nuestras preferencias políticas.Adolf Tobeña, catedrático de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona, considera que los genes marcan trazas de nuestra tendencia hacia el progresismo o el conservadurismo. «Se puede decir que uno nace con predisposiciones a la izquierda o la derecha, que viene de fábrica», asegura. «Que esas prescripciones modulan las elecciones finales de la gente entre un 30% o un 40% como máximo. El resto son factores ambientales». Este peso génico en nuestra ideología es tratado por Tobeña en su reciente libro Neuropolítica. Toxicidad e insolvencia de las grandes ideas (EDLibros). Eso sí, remarca: «La biología no determina nada, simplemente abre abanicos de predisposiciones».
SE PUEDE DECIR QUE UNO NACE CON PREDISPOSICIONES A LA IZQUIERDA O LA DERECHA, QUE VIENE DE FÁBRICA"
Es decir, que este factor no tiene nada que ver con las preferencias por partidos políticos concretos. Uno no nace de Podemos o del PP. El mapa genético tan sólo determinaría si preferimos más el orden que la rebeldía o si nos inclinamos más hacia la igualdad que a la jerarquía, hacia el colectivo o el individuo. No es la primera vez que se afirma algo parecido. En 2015, una investigación de la Universidad de Singapur estudió el genoma de 1.771 alumnos de la etnia china Han y asoció un gen concreto a la actitud política a lo largo del eje liberal-conservador. Para los investigadores, el gen DRD4, crucial en la tras*misión de la dopamina, podría intervenir en nuestras decisiones políticas. Este neurotransmisor influye también en funciones neurológicas como la memoria y la creatividad.Cuatro años antes, en 2011, un equipo del Instituto de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de Londres realizó una resonancia magnética a 90 jóvenes que habían respondido previamente un cuestionario sobre preferencias políticas. La investigación, que fue impulsada desde su programa radiofónico por el actor Colin Firth (ganador de un Oscar por El discurso de rey), trataba de buscar una relación entre el cerebro y las opiniones de sus dueños. Según este estudio, aquellos que manifestaban ideas más conservadoras desarrollaban más la amígdala cerebral, órgano asociado a la gestión del miedo y con la aversión a asumir riesgos. Mientras, el cerebro de los partícipes más de izquierdas mostraban una mayor densidad en el cíngulo anterior, vinculado con la capacidad de adaptación a lo nuevo y a la incertidumbre.Es cierto que la investigación estableció una «fuerte correlación» entre la estructura del cerebro y la ideología política. Sin embargo, los científicos no pudieron identificar la causalidad entre ambos factores: es decir, si la forma del cerebro determina la ideología... o viceversa. Por lo tanto no hay nada concluyente.
Winston Churchill y Olof Palme, iconos de conservadores y socialdemócratas. BETTEMAN / SCANPIIX
Entre los múltiples escépticos del valor político de los genes se encuentra Nicolás Jouve de la Barreda, catedrático emérito de Genética en la Universidad de Alcalá (Madrid). En su opinión, muchos de los estudios citados tienden a confundir mente con cerebro. «Las ideas no tienen sustrato material», explica por teléfono. «La personalidad va en función de lo que se vive, es el poso de nuestras experiencias. Cuando nacemos la mente está en blanco». El ser humano cuenta con 100.000 millones de neuronas y cada una tiene 1.000 conexiones que forman un circuito. Semejante complejidad hace que el cerebro, a pesar de los avances de este siglo, sea tal vez no un desconocido, pero sí un familiar lejano a nuestros ojos. Ésa es una de las razones por las que los estudios de personalidad han tenido durante décadas un gran caladero y fijación en los gemelos. Biología y caracteres en una niebla de semejanzas y diferencias.Según Adolf Tobeña, los estudios sobre concordancia diferencial entre gemelos corroboran la vinculación del eje conservadurismo/ progresismo y diversos resortes de prescripción biológica. Una de las pruebas más célebres la efectuó Nicholas Martin en 1986 con miles de gemelos y su resultado sugirió que los genes ejercen una influencia importante en las preferencias políticas. La carga hereditaria, según Martin, tenía relevancia para influir en el posicionamiento ideológico ante temas como el aborto, el pacifismo, la pena de fin o, entre otros, la inmi gración ilegal. «La serie de resultados basados en grandes muestras gemelares indican que los factores genéticos podrían llegar a explicar alrededor de la mitad de las diferencias en ideología política», apunta Tobeña en su libro.
LAS RESPONSABILIDADES FAMILIARES SUELEN ABURGUESAR Y HACERNOS MÁS CONSERVADORES"
El problema al que se enfrentan estos experimentos es el mismo que el citado en los anteriores: resulta imposible descartar la influencia de los factores ambientales. Factores que para Imma Aguilar Nàcher, asesora de comunicación política y electoral, resultan imprescindibles. La experiencia, el entorno histórico y cultural y la familia moldean cualquier situación inicial que se plantee, sea esta de índole neuronal o biológica. «También, en muchos casos, los individuos evolucionan hacia otras creencias», dice. «Un ejemplo: las responsabilidades familiares suelen aburguesar y hacernos más conservadores».La plasticidad del cerebro en los primeros años de crecimiento es básica. «Sabemos que las decisiones libres tienen que ver en un 80% con la información subconsciente», explica el asesor en comunicación Antoni Gutiérrez-Rubí. «La zona consciente de nuestro cerebro es muy pequeña y la experiencia vital que determina nuestras decisiones intelectuales emotivas y racionales es muy vulnerable a nuestros prejuicios». Al margen de este debate genpolítico, en Orense viven dos hermanos gemelos, Nabor y Adrián González Fariñas. El primero es secretario general de las Xuventudes Socialistas de Galicia. El otro ocupa el mismo cargo en el Partido Popular de su localidad. A los 17 años, Adrián y Nabor tomaron sus respectivos caminos ideológicos.«Hemos vivido en la misma casa, fuimos al mismo colegio, a la misma universidad aunque a distinta facultad. Y nuestros padres son apolíticos: han votado a diferentes partidos», cuenta el socialista por teléfono. Su caso encarna lo difícil que es demostrar (o no) el vínculo entre genes e ideología. Lo que sí es seguro es que discuten de política sentados a la mesa. Como toda familia.
El poder de las emociones en política
El experto en neuromarketing político Francisco Misiego lo tiene claro: "Votamos más con las vísceras que con la razón". Ya Drew Westen, profesor de Psicología de la Universidad de Emory, teorizó en El cerebro político que la razón no dominaba las decisiones políticas. El votante no es una fría calculadora. Existe en política, según el asesor Antoni Gutiérrez-Rubí, un desprecio por el caudal emocional en la toma de decisiones que es equivocado. En una campaña manipular datos es grave pero rastreable. Sin embargo manipular emociones es complicadísimo de rastrear. "Las emociones son fácilmente vulnerables", apunta.
¿Pueden los genes decidir tu voto? | Historias
Lea las primeras páginas del libro 'Neuropolítica. Toxicidad e insolvencia de las grandes ideas'
Ve clarear la coronilla ante los espejos y la luz cenital del ascensor cuando el domingo acude a comer con su familia. Sentado a la mesa, su padre, alopécico frontispicio. Junto a él, su progenitora, que como todas las madres ejerce de agenda con más eficacia que el calendario de Google, pregunta si ya ha pedido cita para una colonoscopia. Recuerda lo dicho por el médico: que usted ya tiene casi 40 años y que es persona de riesgo por culpa del cáncer de colon de su padre. Usted contesta con un desganado «iré pronto» y ella contraataca con un «¡cuándo!». Las madres son siempre contraataques (de amor). Por supuesto, en la mesa se habla también de la liberación de Puigdemont, del máster de Cifuentes y de las chulerías testosterónicas de Trump y Kim Jong-un. Es una conversación de un domingo cualquiera, pero no está moderada por usted, ni siquiera por sus padres... sino por los genes. Al menos, parcialmente.La ciencia sabe con certeza que la genética determina nuestros rasgos físicos y fisiológicos, además de la probabilidad de sufrir algunas enfermedades. Pero, ¿podría ir más allá? Algunos investigadores se preguntan si la herencia biológica penetra en el mundo de las ideas y si, por tanto, incluso es capaz de influir en nuestras preferencias políticas.Adolf Tobeña, catedrático de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona, considera que los genes marcan trazas de nuestra tendencia hacia el progresismo o el conservadurismo. «Se puede decir que uno nace con predisposiciones a la izquierda o la derecha, que viene de fábrica», asegura. «Que esas prescripciones modulan las elecciones finales de la gente entre un 30% o un 40% como máximo. El resto son factores ambientales». Este peso génico en nuestra ideología es tratado por Tobeña en su reciente libro Neuropolítica. Toxicidad e insolvencia de las grandes ideas (EDLibros). Eso sí, remarca: «La biología no determina nada, simplemente abre abanicos de predisposiciones».
SE PUEDE DECIR QUE UNO NACE CON PREDISPOSICIONES A LA IZQUIERDA O LA DERECHA, QUE VIENE DE FÁBRICA"
Es decir, que este factor no tiene nada que ver con las preferencias por partidos políticos concretos. Uno no nace de Podemos o del PP. El mapa genético tan sólo determinaría si preferimos más el orden que la rebeldía o si nos inclinamos más hacia la igualdad que a la jerarquía, hacia el colectivo o el individuo. No es la primera vez que se afirma algo parecido. En 2015, una investigación de la Universidad de Singapur estudió el genoma de 1.771 alumnos de la etnia china Han y asoció un gen concreto a la actitud política a lo largo del eje liberal-conservador. Para los investigadores, el gen DRD4, crucial en la tras*misión de la dopamina, podría intervenir en nuestras decisiones políticas. Este neurotransmisor influye también en funciones neurológicas como la memoria y la creatividad.Cuatro años antes, en 2011, un equipo del Instituto de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de Londres realizó una resonancia magnética a 90 jóvenes que habían respondido previamente un cuestionario sobre preferencias políticas. La investigación, que fue impulsada desde su programa radiofónico por el actor Colin Firth (ganador de un Oscar por El discurso de rey), trataba de buscar una relación entre el cerebro y las opiniones de sus dueños. Según este estudio, aquellos que manifestaban ideas más conservadoras desarrollaban más la amígdala cerebral, órgano asociado a la gestión del miedo y con la aversión a asumir riesgos. Mientras, el cerebro de los partícipes más de izquierdas mostraban una mayor densidad en el cíngulo anterior, vinculado con la capacidad de adaptación a lo nuevo y a la incertidumbre.Es cierto que la investigación estableció una «fuerte correlación» entre la estructura del cerebro y la ideología política. Sin embargo, los científicos no pudieron identificar la causalidad entre ambos factores: es decir, si la forma del cerebro determina la ideología... o viceversa. Por lo tanto no hay nada concluyente.
Winston Churchill y Olof Palme, iconos de conservadores y socialdemócratas. BETTEMAN / SCANPIIX
Entre los múltiples escépticos del valor político de los genes se encuentra Nicolás Jouve de la Barreda, catedrático emérito de Genética en la Universidad de Alcalá (Madrid). En su opinión, muchos de los estudios citados tienden a confundir mente con cerebro. «Las ideas no tienen sustrato material», explica por teléfono. «La personalidad va en función de lo que se vive, es el poso de nuestras experiencias. Cuando nacemos la mente está en blanco». El ser humano cuenta con 100.000 millones de neuronas y cada una tiene 1.000 conexiones que forman un circuito. Semejante complejidad hace que el cerebro, a pesar de los avances de este siglo, sea tal vez no un desconocido, pero sí un familiar lejano a nuestros ojos. Ésa es una de las razones por las que los estudios de personalidad han tenido durante décadas un gran caladero y fijación en los gemelos. Biología y caracteres en una niebla de semejanzas y diferencias.Según Adolf Tobeña, los estudios sobre concordancia diferencial entre gemelos corroboran la vinculación del eje conservadurismo/ progresismo y diversos resortes de prescripción biológica. Una de las pruebas más célebres la efectuó Nicholas Martin en 1986 con miles de gemelos y su resultado sugirió que los genes ejercen una influencia importante en las preferencias políticas. La carga hereditaria, según Martin, tenía relevancia para influir en el posicionamiento ideológico ante temas como el aborto, el pacifismo, la pena de fin o, entre otros, la inmi gración ilegal. «La serie de resultados basados en grandes muestras gemelares indican que los factores genéticos podrían llegar a explicar alrededor de la mitad de las diferencias en ideología política», apunta Tobeña en su libro.
LAS RESPONSABILIDADES FAMILIARES SUELEN ABURGUESAR Y HACERNOS MÁS CONSERVADORES"
El problema al que se enfrentan estos experimentos es el mismo que el citado en los anteriores: resulta imposible descartar la influencia de los factores ambientales. Factores que para Imma Aguilar Nàcher, asesora de comunicación política y electoral, resultan imprescindibles. La experiencia, el entorno histórico y cultural y la familia moldean cualquier situación inicial que se plantee, sea esta de índole neuronal o biológica. «También, en muchos casos, los individuos evolucionan hacia otras creencias», dice. «Un ejemplo: las responsabilidades familiares suelen aburguesar y hacernos más conservadores».La plasticidad del cerebro en los primeros años de crecimiento es básica. «Sabemos que las decisiones libres tienen que ver en un 80% con la información subconsciente», explica el asesor en comunicación Antoni Gutiérrez-Rubí. «La zona consciente de nuestro cerebro es muy pequeña y la experiencia vital que determina nuestras decisiones intelectuales emotivas y racionales es muy vulnerable a nuestros prejuicios». Al margen de este debate genpolítico, en Orense viven dos hermanos gemelos, Nabor y Adrián González Fariñas. El primero es secretario general de las Xuventudes Socialistas de Galicia. El otro ocupa el mismo cargo en el Partido Popular de su localidad. A los 17 años, Adrián y Nabor tomaron sus respectivos caminos ideológicos.«Hemos vivido en la misma casa, fuimos al mismo colegio, a la misma universidad aunque a distinta facultad. Y nuestros padres son apolíticos: han votado a diferentes partidos», cuenta el socialista por teléfono. Su caso encarna lo difícil que es demostrar (o no) el vínculo entre genes e ideología. Lo que sí es seguro es que discuten de política sentados a la mesa. Como toda familia.
El poder de las emociones en política
El experto en neuromarketing político Francisco Misiego lo tiene claro: "Votamos más con las vísceras que con la razón". Ya Drew Westen, profesor de Psicología de la Universidad de Emory, teorizó en El cerebro político que la razón no dominaba las decisiones políticas. El votante no es una fría calculadora. Existe en política, según el asesor Antoni Gutiérrez-Rubí, un desprecio por el caudal emocional en la toma de decisiones que es equivocado. En una campaña manipular datos es grave pero rastreable. Sin embargo manipular emociones es complicadísimo de rastrear. "Las emociones son fácilmente vulnerables", apunta.
¿Pueden los genes decidir tu voto? | Historias