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Beriaru

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Estas pasadas semanas el periodista César Calderón publicaba sendos artículos en su Blog alojado en público (que reproduzco aquí para no darles visitas, y si les molesta me comen los bemoles por detrás):

Una oposición responsable
En estas ya casi cuatro semanas que llevamos de encierro hogareño se ha instalado entre las certezas patrias indiscutibles la estulta idea de que mientras dure la crisis del cobi19, la oposición no puede criticar al gobierno sin caer en felonía, deslealtad e incluso traición.

En una especie de consenso orquestado y borreguil, tertulianos y opinadores se rasgan las vestiduras al escuchar la más pequeña crítica al aspecto más lateral de la acción del gobierno, y expulsan a las tinieblas exteriores a quienes las profieren.

Como si del mantra de una secta suicida que administran estos nuevos sacerdotes del consenso se tratase, la más mínima duda sobre las medidas tomadas por el gobierno, ya sean estas sanitarias, estratégicas, económicas o meramente de tras*porte de mercancías son contestadas por estos nuevos inquisidores con condenas de pública infamia, paseo vistiendo el preceptivo sambenito y hoguera liberadora tras la oportuna confesión de los pecados; emulando en cierto modo a Salvatore, el hereje dulcinista que tan magistralmente dibujó Umberto Eco en El nombre de la rosa con su "¡Penitenciagite!".

En algún punto de nuestra educación para la ciudadanía hemos fallado para que alguien llegue siquiera a pensar ( he visto incluso a algunos defenderlo en los medios) que un gobierno en estado de alarma no es susceptible de crítica política y de fiscalización parlamentaria. Lo es, y además lo es en grado sumo.

Cuando el legislador introdujo en la constitución los artículos del 162 al 165, posteriormente desarrollados por ley orgánica en 1981, lo hizo equilibrando las capacidades extraordinarias que podía el gobierno de turno asumir en determinadas circunstancias (también extraordinarias) introduciendo la muy constitucional capacidad de control ex-post por parte de la oposición.

Es decir, en el estado de alarma no se suspende nuestra democracia, no se suspende la libertad de prensa y por supuesto no se suspende el papel central del Congreso de los Diputados, que como órgano en el que reside la soberanía nacional es quien ha de convalidar estas medidas excepcionales en su pleno precedidas por el preceptivo debate.

En política el consenso no es un estado del alma, ni siquiera en medio de un estado de alarma, es una gimnasia. Una gimnasia que ha de ejercitarse cada día moviendo los músculos del diálogo, la corresponsabilidad y el pacto. Y son músculos muy difíciles de mover si el presidente del gobierno no llama al líder de la oposición durante 12 días.

Miren, en una democracia, el papel de la oposición, y más en circunstancias en las que se ha otorgado poderes extraordinarios al gobierno, es ejercer su papel fiscalizador de mismo, cuestionando sus decisiones cuando les parezca oportuno e incluso votando contra las que consideren perniciosas para el país, que para eso les han votado libremente varios millones de españoles.

Y no se preocupen, la oposición, si no mide bien, también deberá responder ante su electorado en las siguientes elecciones. Tal es la belleza de la democracia.

Basta ya, por tanto, de acusaciones, anatemas y reconvenciones, necesitamos una oposición responsable, es decir, una oposición que cuestione, critique, debata, y si procede, consensue y si no, censure. No una oposición que calle mansamente.

Ese es el rol que le otorgó el legislador a la oposición, el de vigilancia permanente del gobierno, y más aún de un gobierno que posee los extraordinarios poderes que le otorga estado de Alarma.

Nuestra libertad depende de ello.

Los trucos de Moncloa para sobrevivir a la esa época en el 2020 de la que yo le hablo
Al parecer fue el presidente norteamericano Harry Truman, que a pesar de ser un superviviente nato no era precisamente ningún prodigio de virtudes éticas, el autor de una de las frases más terribles y no por ello menos bellas sobre la comunicación política y gubernamental: "Si no puedes convencerlos, confúndelos".

Y bueno, tras un mes de gestión política y comunicacional de la crisis del el bichito-19 ya no es aventurado afirmar que nuestro gobierno, asustado por su falta de previsión en el origen de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, por el implacable número de cadáveres diarios, por habernos convertido en el país del mundo con mayor porcentaje de fallecidos y sobre todo por el cabreo creciente de la ciudadanía española, decidió a pasar a la segunda parte de la frase de Harry Truman, la de confundir, sin pasar por la primera, ya saben, la de tratar de convencer, que como todo el mundo sabe es mucho más engorrosa y desagradecida.

Y he de decir que, en este capítulo, el de generar confusión usando herramientas más propias de ilusionistas que de gobernantes, el gobierno ha sido particularmente prolífico. Aunque tengo serias dudas de que ese alto número de bombas de humo vaya a la postre a ser demasiado eficaz.

¿Y cuáles han sido esos trucos? Se preguntarán ustedes. Pues vamos con ellos.

El 'Efecto Bandwagon'
El llamado Efecto Bandwagon es un conocido y estudiado sesgo cognitivo también llamado "efecto arrastre" por el que los seres humanos aceptamos automáticamente que cuando un grupo grande de personas piensan o se comportan de determinada forma, esa y no otra es la forma correcta de pensar y actuar y nos sumamos a la manada de forma gregaria, acrítica y en cierto sentido, oportunista.

Si miramos hacia atrás solo tres semanas, veremos cómo ha influido ese Efecto bandwagon en nuestro comportamiento ante el posicionamiento político de los diferentes partidos en esta crisis, que se puede resumir en una frase que habrán escuchado e incluso repetido ustedes mismos en distintas declinaciones, me refiero a la ya famosa: "La oposición lo que debe hacer es callarse y apoyar al gobierno hasta que pase la crisis".

No existe lógica alguna en esa idea, no responde a nuestro ordenamiento político-constitucional (la democracia no se suspende en medio de una crisis sanitaria y la oposición tiene una misión de control que cumplir), y ni tan siquiera nos beneficia, pero a pesar de todo ello (reconozcanlo) tienen en su cabeza esa falsa idea esculpida en bajorrelieve.

Tal es el poder del efecto arrastre y el gobierno lo ha usado en su favor maniatando a la oposición e impidiendo que cumpla su función constitucional so pena de ser acusados de crímenes de lesa democracia.

El relato de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo
¿Cuáles es la idea que más relacionan con este periodo de cuarentena?

Estoy seguro de que una de ellas es que "Este bichito lo paramos unidos", que responde a la campaña institucional del gobierno de España. Una bonita frase, sin duda.

Pero es mucho más que una frase, es la punta de lanza de un relato que ha corrido por todos los medios y canales de forma machacona durante el último mes convenciendonos de la importancia de nuestro papel para solucionar la crisis, llenando nuestros corazones de solidaridad, heroísmo y sentimiento de comunidad.

Según esa idea, repetida ad nauseam en una campaña institucional sin límite de gasto, no hay otra forma de parar el bichito que no sea sumándonos no solo a las instrucciones sanitarias del gobierno, sino incluso a su visión política y económica de la crisis.

Solo así podremos ser incluidos en el lado del bien, la luz y la verdad, en el panteón de los héroes de los balcones evitando además caer en traición. Porque (y esto es fundamental) quien critique al gobierno nos critica a todos.

Tal es el poder de un relato bien trabajado y poderoso, cualquiera que no se una al gobierno (no al estado) en su justa causa se convierte en extraño, en sospechoso, en alienado. Y como todo alienado debe ser duramente reconvenido por la vanguardia del pueblo.

El tesauro de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo
Las palabras son importantes, de hecho, son los sillares con los que está construida nuestra democracia, con ellas se pueden entronizar reyes y también destruir imperios.

Esa es la razón por la que Moncloa ha creado su propio tesauro para enmarcar y difuminar las palabras habituales en una situación de crisis como la que padecemos.

De tal suerte que el parón de la economía se ha convertido en "hibernación", los espacios de reclusión de los enfermos asintomáticos en "arcas de Noé" y el número de fallecidos en "la curva", por poner solo tres ejemplos.

Tal es el poder de las palabras, que quien las elige y populariza, domina el escenario.

Y no quiero entretenerlos más por hoy, por supuesto que hay muchos más trucos como ocupar los informativos con la imagen del presidente del gobierno sin límite de tiempo, manejar los datos oficiales para que se ajusten al relato, atacar a las CCAA para evadir las responsabilidades propias, ofrecer un "pacto de estado" con una mano mientras con la otra se atiza a la oposición… pero esos dan para otra columna.

En ambos casos se puede leer al final de los artículos un texto para animar a la gente a suscribirse:

En Público defendemos un periodismo independiente, valiente y de calidad. Nuestra misión no solo es informar, sino también tras*formar la realidad. Para lograrlo necesitamos el apoyo de personas como tú.

Tras leer dichos artículos podemos estar más o menos de acuerdo con César Calderón, pero lo que no podemos negar es que publicar eso en Público.es lo cataloga de valiente e independiente.

Curiosamente, Público.es prescindía ayer de su colaboración:



Debe ser que se les atragantó la ración de independencia de dicho periodista.
 
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