Da Grappla Reloaded
Madmaxista
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La Excepción Española
Vientos de cambio soplan en Europa y se comienza a tambalear todo el edificio ideológico construido tras el Mayo del 68. Nuevas corrientes de opinión, partidos políticos, movimientos sociales y juveniles de corte disidente crecen y brotan a lo largo del continente. Los dogmas que desde entonces habían gobernado y socavado la vida de las sociedades europeas, tales como el feminismo, el multiculturalismo o el repruebo a las propias raíces, comienzan a caer lentamente como caducas hojas de Otoño frente a la imparable Reacción Europea.
Pero no en todas partes...
Europa se rebela contra la UE
Existe un lugar que permanece aislado, impasible hacia esta corriente de cambio. Sus habitantes, a pesar de sufrir igualmente las consecuencias de estos dogmas, resisten como la aldea de Astérix estancados desde hace décadas en un sistema de ideas y valores cada vez más anacrónico, y todo el debate y pluralismo político se reduce a pelearse por ver quien hace de mejor garante de los mismos dogmas en una extraña carrera de ratas del ultramontanismo progre más rancio. Ese país, como habrá podido comprobar el lector, es España.
¿Qué lleva a la piel de toro a obcecarse con la defensa de estos valores? ¿Por qué la Reacción no ha llegado aquí? ¿Cuales son las perspectivas de futuro al respecto?
Izquierdización de la política y de la sociedad
España tiene un tras*fondo cultural católico muy arraigado y antiguo que afecta a toda su población aunque tenga otras creencias o ninguna, resultado de siglos de férrea influencia de la Iglesia y de la estrecha relación de la identidad hispánica con el catolicismo durante la Reconquista. En el XIX los liberales y en el XX los republicanos atacaron a esta institución y a sus valores con el objetivo de que los suyos propios ocupasen su lugar y por tanto poder erigirse como los nuevos creadores de jovenlandesal, pero fracasaron: ni las ideas ilustradas primero ni el socialismo científico marxista después consiguieron reemplazar los valores de la sociedad tradicional, por ser conceptos demasiado fríos y racionales. No ofrecían la emotividad necesaria para poder sustituirlos.
Habrá que esperar unas décadas más para encontrar un sistema ideológico capaz de aprovecharse del catolicismo para utilizarlo a su favor y reemplazar los valores tradicionales ofreciendo los suyos propios, que a diferencia del marxismo-leninismo y del liberalismo ilustrado, tienen una vocación religiosa y emotiva que sí cala en las masas: el marxismo cultural. Los ideólogos de la Escuela de Frankfurt se basaron en las ideas del teórico marxista italiano Antonio Gramsci, quien sostenía que el poder político se mantiene mediante la hegemonía cultural por lo que para que la revolución triunfe no basta con derrocar el sistema político sino que es necesario antes cambiar la cultura vigente, a través de la difusión de sus ideas en el marco educativo y de los medios de comunicación:
A partir de los años 60, instituciones como la ONU, la UNESCO, las fundaciones Ford y Rockefeller, ONGs-tapadera de la CIA, etc...se sirvieron de esta brillante estrategia y se dedicaron a subvertir el orden tradicional vigente, surgiendo así la llamada "contracultura" en todo Occidente. Los movimientos que invocaban la xenofilia, la endofobia, el anticlericalismo, el feminismo, el pacifismo, el veganismo, el relativismo jovenlandesal, el hedonismo, la visibilización LGTB...crecieron como la espuma entre los jóvenes bajo la atrayente etiqueta de rebeldía a pesar de que estaban financiados y fomentados desde arriba. Todos los valores tradicionales quedaban automáticamente descartados por antiguos, sin entrar a valorar su utilidad o su razón de existir, y en su lugar eran sustituidos por unos nuevos de los que tampoco se valoraban sus motivos o utilidad, eran necesariamente positivos solo por ser modernos y alcanzaban categoría de dogma. Ahora sí, había nacido un sistema capaz de reemplazar al anterior.
España no fue ajena a este proceso y aunque las iglesias habían quedado vacías, la población conservaba la jovenlandesal católica y este es uno de los motivos por los que prendió con tanta fuerza el progresismo: apelando a una interpretación propia de valores cristianos como la solidaridad y la caridad hacia el débil o la igualdad y hermandad universal fue muy fácil convencer a la sociedad española de la necesidad de aceptar a todo viajero tercermundista que se colase ilegalmente en el país o de la rehabilitación en vez del castigo para los delincuentes . Aprovechándose del tradicional respeto, veneración y caballerosidad hispánica hacia la mujer (con su reflejo en el ancestral culto mariano como Diosa progenitora), no resultó complicado sensibilizar a la población de un ficticio gravísimo problema de violencia y actitudes machistas que se debían solventar con leyes discriminatorias hacia el hombre y que luego daría lugar a la expansión de la ideología feminista a otros ámbitos. Y tampoco costó manipular el concepto de Pecado Original para hacer cargar a la población con la culpabilidad de los males del mundo y su redención en forma de tolerancia radical a extremos absurdos o incluso sumisión.
Aunque en un principio tuvo una implantación gradual durante décadas de programación institucional, educativa y mediática haciendo uso y abuso de sus conceptos típicos, fue durante los años del gobierno de Zapatero (2004-2011) cuando el progresismo caló con inusitada virulencia. Durante su gobierno se acabó de establecer como la nueva religión e implantarse definitivamente la corrección política. Se revivieron los fantasmas de la Guerra Civil. La ideología de género, con su máximo exponente en la Ley de Viogen, se convirtió en un dogma inapelable. La Tierra pasó a ser del viento, no de sus habitantes. En la mass media, las series normalizaban la nueva sociedad progre que se estaba gestando, mientras actores, cantantes, humoristas y presentadores se subían al carro ganador de la nueva ideología bajo pena de querían quedar como rancios y anticuados.
En la política, el espectro ideológico se movió hacia la izquierda en una reacción en cadena iniciada por el PSOE, que llegó a comerse buena parte del voto a Izquierda Unida adoptando un programa muy parecido al suyo, a verse con recelo por parte del Partido Socialista Europeo e incluso a provocar una escisión del sector socialista más moderado naciendo así UPyD. El PP hizo lo propio, pasando de la derecha al centro y provocando la escisión del sector derechista ahora bajo las siglas VOX, y desde entonces ningún partido más a la derecha que ellos ha sido capaz de obtener representación parlamentaria. Pero a la mayor parte del electorado español no le parece suficiente la izquierdización de la política y ahí nace Podemos, aún más izquierdista que el PSOE y más cerca de la izquierda bolivariana sudamericana que de la europea. Incluso Ciudadanos, que no deja de ser un partido socialdemócrata normal, en la extremadamente progretizada política española pasa por ser un partido de derechas o incluso de extrema derecha.
Todos los partidos con representación parlamentaria están de acuerdo en los dogmas del progresismo, con la única diferencia de que unos proponen una aplicación más rápida y radical de los mismos mientras que otros apoyan una aplicación más moderada y gradual. La disensión política es, por tanto, prácticamente nula y reducida a detalles insignificantes y debates superfluos. Y es que hoy en día, socialmente, hay un consenso: una buena persona es progre. Una convención social que convierte en apestado fascista, casposo y carca al que lo niegue. En la actualidad ser de izquierdas ya no trata de control de los medios de producción, lucha de clases, plusvalías o economía planificada, sino de ser y pensar como un progre...que en países comunistas no duraría ni medio minuto sin ser arrestado.
Problemas de autoestima
Los españoles somos un pueblo terriblemente acomplejado, ignorante acerca de nuestra historia y de nuestra posición en el mundo. El español medio tiene unas nociones históricas muy bajas y distorsionadas, consecuencia de la mala calidad de la educación, de la progretización social y de la nula difusión de nuestras gestas, por ejemplo en series o películas. Así, la imagen que tenemos de nuestra historia es de un atraso perpetuo, intolerancia religiosa, paletismo y genocidios, algo que no resiste ni el más mínimo análisis histórico, y mitos fundacionales como la Reconquista o el Descubrimiento de América son juzgados bajo el prisma progresista y considerados no algo que celebrar sino como una verguenza genocida que acabó con sus declarados Paraísos terrenales de la América pre-colombina o Al Andalus. ¿Cómo alguien puede estar orgulloso de la historia de su país si se presenta la misma como una sucesión de derrota, matanzas y oscurantismo? El resultado es un pueblo que reniega de su propia historia mientras admira la de otros, incluso de la de fueron sus enemigos históricos como los fiel a la religión del amores, hasta el ridículo punto de ser el único país del mundo donde un porcentaje muy alto de su población considera una aberración su fiesta nacional el 12 de Octubre o donde es políticamente incorrecto exhibir su bandera.
Relacionado con lo anterior está el rechazo a su propio país. El español se caracteriza por ser incapaz de separar el Estado de la Patria, y no reacciona renegando solamente del gobierno por los problemas económicos y de corrupción, sino que también lo hace respecto de su nación a la que considera culpable de todos sus males personales. Esto ha llevado a que mucha gente se posicione en contra de la misma idea de España, ya sea mediante el anti-patriotismo tradicional entre la izquierda o el separatismo. Tal desprecio no es algo que solamente se quede en casa, sino que se airea a los extranjeros criticando nuestro país y alarmándoles contándoles nuestras miserias...y lo único que se consigue con ello es que extiendan el rumor y lo exageren. Como ejemplo, en Europa se cree que España es un país muy machista, donde todos los dias se dan el pasaporte mujeres y creen que somos mucho peores que ellos en ese aspecto... cuando en realidad somos de los países de Europa con menores tasas de feminicidio. De esta forma tenemos una imagen que no solamente se devalúa interiormente sino que también lo hace exteriormente, con sus consecuentes perjuicios para una economía que depende enormemente de su imagen (turismo, exportaciones, marcas españolas).
Lo que sale de todo esto es un pueblo que no tiene apego ni arraigo hacia la idea de país, un caldo de cultivo perfecto para que una idea para acomplejados como el progresismo pueda calar, y la consecuencia más visible es la falta del instinto territorial: España deja de ser propiedad de sus habitantes, que renuncian a ella, y se convierte en la casa para todo el mundo: las potencias pueden montar las bases militares que quieran (EEUU), ir haciéndose poco a poco con nuestro tejido comercial (China) o imponernos directrices dañiñas (UE) sin oposición alguna. Cualquier persona puede entrar ilegalmente en el país y ser premiado con el derecho a todo tipo de prestaciones o incluso la posibilidad de entrar en política en tiempo récord, y la nacionalidad española está tan devaluada que prácticamente se regala con tapas de yogur. Y es que un país de acomplejados no está en posición de exigir respeto a los otros cuando ni él mismo se lo tiene.
Falta de voluntad y de alternativas
A la explicada progretización de la política y de la sociedad española no le ha seguido una reacción articulada contra la misma, sino que las instituciones que podrían haberla organizado trataron de subirse a ese mismo proceso progretizante, ya fuese por apostar a caballo ganador o por miedo a perder apoyos, pero con nefastos resultados. El ejemplo más claro es la Iglesia católica, que a pesar de haber intentado adaptarse con el II Concilio Vaticano al golpe de Estado cultural de los 60, lo único que ha conseguido ha sido quedar en tierra de nadie: para los progres sigue siendo una institución fascista, y para los disidentes se ha convertido en una institución progre. La derecha optó por el mismo camino y el resultado fue el gaiservadurismo, una corriente que acepta todo el dogmatismo progresista basándose en las interpretaciones más perrofláuticas de los Evangelios.
Este pasotismo, que en este caso no es patrimonio exclusivo español sino de toda la UE, podría haber sido suplido por una reacción social y política dirigida por nuevos partidos o movimientos ciudadanos tal y como está pasando en Europa, pero que sin embargo en España no ocurre principalmente por dos motivos: el primero, como ya hemos visto no existe una verdadera demanda social pues somos un país de acomplejados incapaces de hacer algo más que quejarnos en la barra del bar (o en foros) y el segundo, los partidos de corte identitario en España tienen una imagen que resulta repulsiva para la mayoría de la población y que les incapacita para ser vistos como una alternativa a la hegemonía de la izquierda progre en España. La estética skinhead, los coqueteos con la imaginería nancy, la nostalgia franquista y una imagen poco cuidada de sus partidos son la mejor garantía para no comerse un rosco aquí.
Juventud viejoven
Es comprensible que las generaciones que vivieron en los primeros años de la irrupción del marxismo cultural en Europa sigan conservando un actitud positiva hacia el tipo de sociedad y política resultante de esta ideología, al fin y al cabo eso fue algo revolucionario para ellos y la mayoría no ha sufrido las consecuencias. Lo que cuesta más de entender es que sus hijos tengan el mismo pensamiento, a pesar de haberlas sufrido en forma de familias desestructuradas, emputecimiento femenino, delincuencia y dumping laboral viajero, y que incluso sea visto como algo rebelde y rompedor aún habiendo pasando más de 50 años. No hay ruptura ideológica generacional.
El debate se reduce a dos posiciones hegemónicas: por un lado los que están a favor de mantener el actual status quo resultante de la Constitución de 1978 con unos cambios mínimos de saneamiento, y por otro los que piensan que es demasiado conservador y tradicional y abogan por un cambio radical en forma de más progresismo. Sin embargo todos están de acuerdo en lo principal: el sistema actual debe mantenerse, los valores progres son dogmas a seguir y la pérdida de soberanía nacional en pro de la integración en la UE no es algo negativo sino incluso deseable. Estos dos planteamientos tienen su representación política en Ciudadanos y Podemos respectivamente, dando lugar a una continuación del viejo bipartidismo entre el segmento de edad más joven de la sociedad.
Como resultado, la política española como fiel reflejo de sus votantes es una anomalía en Europa, con presencia mayoritaria de partidos socialdemócratas (PP y PSOE) como fuerzas pujantes un partido socialdemócrata (Ciudanos) y otro de izquierda radical (Podemos), en contraposición a la mayoría de países de la UE donde las fuerzas que más suben son euroescépticas e identitarias, completamente ausentes en nuestra política.
Perspectivas de futuro
El cambio comienza por uno mismo. Sí, vivimos en uno de los países más progres del mundo, pero no sirve de nada quejarse, ya sea en la barra del bar o en forocoches, si eso no va acompañado de una actitud constructiva según las capacidades que tengamos. Castiga al empresario español si su política es contratar casi o exclusivamente extranjeros no consumiendo en su establecimiento. Si eres empresario, no contrates pagapensiones si ese trabajo lo puede hacer un local. Atrévete a hablar y a convencer a gente de tu entorno. No votes a partidos que crean en los valores progres (todos los mayoritarios), y hazles saber por qué no les votas.
Vientos de cambio soplan en Europa y se comienza a tambalear todo el edificio ideológico construido tras el Mayo del 68. Nuevas corrientes de opinión, partidos políticos, movimientos sociales y juveniles de corte disidente crecen y brotan a lo largo del continente. Los dogmas que desde entonces habían gobernado y socavado la vida de las sociedades europeas, tales como el feminismo, el multiculturalismo o el repruebo a las propias raíces, comienzan a caer lentamente como caducas hojas de Otoño frente a la imparable Reacción Europea.
Pero no en todas partes...
Europa se rebela contra la UE
Existe un lugar que permanece aislado, impasible hacia esta corriente de cambio. Sus habitantes, a pesar de sufrir igualmente las consecuencias de estos dogmas, resisten como la aldea de Astérix estancados desde hace décadas en un sistema de ideas y valores cada vez más anacrónico, y todo el debate y pluralismo político se reduce a pelearse por ver quien hace de mejor garante de los mismos dogmas en una extraña carrera de ratas del ultramontanismo progre más rancio. Ese país, como habrá podido comprobar el lector, es España.
¿Qué lleva a la piel de toro a obcecarse con la defensa de estos valores? ¿Por qué la Reacción no ha llegado aquí? ¿Cuales son las perspectivas de futuro al respecto?
Izquierdización de la política y de la sociedad
España tiene un tras*fondo cultural católico muy arraigado y antiguo que afecta a toda su población aunque tenga otras creencias o ninguna, resultado de siglos de férrea influencia de la Iglesia y de la estrecha relación de la identidad hispánica con el catolicismo durante la Reconquista. En el XIX los liberales y en el XX los republicanos atacaron a esta institución y a sus valores con el objetivo de que los suyos propios ocupasen su lugar y por tanto poder erigirse como los nuevos creadores de jovenlandesal, pero fracasaron: ni las ideas ilustradas primero ni el socialismo científico marxista después consiguieron reemplazar los valores de la sociedad tradicional, por ser conceptos demasiado fríos y racionales. No ofrecían la emotividad necesaria para poder sustituirlos.
Habrá que esperar unas décadas más para encontrar un sistema ideológico capaz de aprovecharse del catolicismo para utilizarlo a su favor y reemplazar los valores tradicionales ofreciendo los suyos propios, que a diferencia del marxismo-leninismo y del liberalismo ilustrado, tienen una vocación religiosa y emotiva que sí cala en las masas: el marxismo cultural. Los ideólogos de la Escuela de Frankfurt se basaron en las ideas del teórico marxista italiano Antonio Gramsci, quien sostenía que el poder político se mantiene mediante la hegemonía cultural por lo que para que la revolución triunfe no basta con derrocar el sistema político sino que es necesario antes cambiar la cultura vigente, a través de la difusión de sus ideas en el marco educativo y de los medios de comunicación:
El socialismo es precisamente la religión que debe abrumar al cristianismo. En el nuevo orden, el socialismo triunfará por la primera captura de la cultura a través de la infiltración de las escuelas, universidades, iglesias y medios de comunicación mediante la tras*formación de la conciencia de la sociedad.
A partir de los años 60, instituciones como la ONU, la UNESCO, las fundaciones Ford y Rockefeller, ONGs-tapadera de la CIA, etc...se sirvieron de esta brillante estrategia y se dedicaron a subvertir el orden tradicional vigente, surgiendo así la llamada "contracultura" en todo Occidente. Los movimientos que invocaban la xenofilia, la endofobia, el anticlericalismo, el feminismo, el pacifismo, el veganismo, el relativismo jovenlandesal, el hedonismo, la visibilización LGTB...crecieron como la espuma entre los jóvenes bajo la atrayente etiqueta de rebeldía a pesar de que estaban financiados y fomentados desde arriba. Todos los valores tradicionales quedaban automáticamente descartados por antiguos, sin entrar a valorar su utilidad o su razón de existir, y en su lugar eran sustituidos por unos nuevos de los que tampoco se valoraban sus motivos o utilidad, eran necesariamente positivos solo por ser modernos y alcanzaban categoría de dogma. Ahora sí, había nacido un sistema capaz de reemplazar al anterior.
España no fue ajena a este proceso y aunque las iglesias habían quedado vacías, la población conservaba la jovenlandesal católica y este es uno de los motivos por los que prendió con tanta fuerza el progresismo: apelando a una interpretación propia de valores cristianos como la solidaridad y la caridad hacia el débil o la igualdad y hermandad universal fue muy fácil convencer a la sociedad española de la necesidad de aceptar a todo viajero tercermundista que se colase ilegalmente en el país o de la rehabilitación en vez del castigo para los delincuentes . Aprovechándose del tradicional respeto, veneración y caballerosidad hispánica hacia la mujer (con su reflejo en el ancestral culto mariano como Diosa progenitora), no resultó complicado sensibilizar a la población de un ficticio gravísimo problema de violencia y actitudes machistas que se debían solventar con leyes discriminatorias hacia el hombre y que luego daría lugar a la expansión de la ideología feminista a otros ámbitos. Y tampoco costó manipular el concepto de Pecado Original para hacer cargar a la población con la culpabilidad de los males del mundo y su redención en forma de tolerancia radical a extremos absurdos o incluso sumisión.
Aunque en un principio tuvo una implantación gradual durante décadas de programación institucional, educativa y mediática haciendo uso y abuso de sus conceptos típicos, fue durante los años del gobierno de Zapatero (2004-2011) cuando el progresismo caló con inusitada virulencia. Durante su gobierno se acabó de establecer como la nueva religión e implantarse definitivamente la corrección política. Se revivieron los fantasmas de la Guerra Civil. La ideología de género, con su máximo exponente en la Ley de Viogen, se convirtió en un dogma inapelable. La Tierra pasó a ser del viento, no de sus habitantes. En la mass media, las series normalizaban la nueva sociedad progre que se estaba gestando, mientras actores, cantantes, humoristas y presentadores se subían al carro ganador de la nueva ideología bajo pena de querían quedar como rancios y anticuados.
En la política, el espectro ideológico se movió hacia la izquierda en una reacción en cadena iniciada por el PSOE, que llegó a comerse buena parte del voto a Izquierda Unida adoptando un programa muy parecido al suyo, a verse con recelo por parte del Partido Socialista Europeo e incluso a provocar una escisión del sector socialista más moderado naciendo así UPyD. El PP hizo lo propio, pasando de la derecha al centro y provocando la escisión del sector derechista ahora bajo las siglas VOX, y desde entonces ningún partido más a la derecha que ellos ha sido capaz de obtener representación parlamentaria. Pero a la mayor parte del electorado español no le parece suficiente la izquierdización de la política y ahí nace Podemos, aún más izquierdista que el PSOE y más cerca de la izquierda bolivariana sudamericana que de la europea. Incluso Ciudadanos, que no deja de ser un partido socialdemócrata normal, en la extremadamente progretizada política española pasa por ser un partido de derechas o incluso de extrema derecha.
Todos los partidos con representación parlamentaria están de acuerdo en los dogmas del progresismo, con la única diferencia de que unos proponen una aplicación más rápida y radical de los mismos mientras que otros apoyan una aplicación más moderada y gradual. La disensión política es, por tanto, prácticamente nula y reducida a detalles insignificantes y debates superfluos. Y es que hoy en día, socialmente, hay un consenso: una buena persona es progre. Una convención social que convierte en apestado fascista, casposo y carca al que lo niegue. En la actualidad ser de izquierdas ya no trata de control de los medios de producción, lucha de clases, plusvalías o economía planificada, sino de ser y pensar como un progre...que en países comunistas no duraría ni medio minuto sin ser arrestado.
Problemas de autoestima
Los españoles somos un pueblo terriblemente acomplejado, ignorante acerca de nuestra historia y de nuestra posición en el mundo. El español medio tiene unas nociones históricas muy bajas y distorsionadas, consecuencia de la mala calidad de la educación, de la progretización social y de la nula difusión de nuestras gestas, por ejemplo en series o películas. Así, la imagen que tenemos de nuestra historia es de un atraso perpetuo, intolerancia religiosa, paletismo y genocidios, algo que no resiste ni el más mínimo análisis histórico, y mitos fundacionales como la Reconquista o el Descubrimiento de América son juzgados bajo el prisma progresista y considerados no algo que celebrar sino como una verguenza genocida que acabó con sus declarados Paraísos terrenales de la América pre-colombina o Al Andalus. ¿Cómo alguien puede estar orgulloso de la historia de su país si se presenta la misma como una sucesión de derrota, matanzas y oscurantismo? El resultado es un pueblo que reniega de su propia historia mientras admira la de otros, incluso de la de fueron sus enemigos históricos como los fiel a la religión del amores, hasta el ridículo punto de ser el único país del mundo donde un porcentaje muy alto de su población considera una aberración su fiesta nacional el 12 de Octubre o donde es políticamente incorrecto exhibir su bandera.
Relacionado con lo anterior está el rechazo a su propio país. El español se caracteriza por ser incapaz de separar el Estado de la Patria, y no reacciona renegando solamente del gobierno por los problemas económicos y de corrupción, sino que también lo hace respecto de su nación a la que considera culpable de todos sus males personales. Esto ha llevado a que mucha gente se posicione en contra de la misma idea de España, ya sea mediante el anti-patriotismo tradicional entre la izquierda o el separatismo. Tal desprecio no es algo que solamente se quede en casa, sino que se airea a los extranjeros criticando nuestro país y alarmándoles contándoles nuestras miserias...y lo único que se consigue con ello es que extiendan el rumor y lo exageren. Como ejemplo, en Europa se cree que España es un país muy machista, donde todos los dias se dan el pasaporte mujeres y creen que somos mucho peores que ellos en ese aspecto... cuando en realidad somos de los países de Europa con menores tasas de feminicidio. De esta forma tenemos una imagen que no solamente se devalúa interiormente sino que también lo hace exteriormente, con sus consecuentes perjuicios para una economía que depende enormemente de su imagen (turismo, exportaciones, marcas españolas).
Lo que sale de todo esto es un pueblo que no tiene apego ni arraigo hacia la idea de país, un caldo de cultivo perfecto para que una idea para acomplejados como el progresismo pueda calar, y la consecuencia más visible es la falta del instinto territorial: España deja de ser propiedad de sus habitantes, que renuncian a ella, y se convierte en la casa para todo el mundo: las potencias pueden montar las bases militares que quieran (EEUU), ir haciéndose poco a poco con nuestro tejido comercial (China) o imponernos directrices dañiñas (UE) sin oposición alguna. Cualquier persona puede entrar ilegalmente en el país y ser premiado con el derecho a todo tipo de prestaciones o incluso la posibilidad de entrar en política en tiempo récord, y la nacionalidad española está tan devaluada que prácticamente se regala con tapas de yogur. Y es que un país de acomplejados no está en posición de exigir respeto a los otros cuando ni él mismo se lo tiene.
Falta de voluntad y de alternativas
A la explicada progretización de la política y de la sociedad española no le ha seguido una reacción articulada contra la misma, sino que las instituciones que podrían haberla organizado trataron de subirse a ese mismo proceso progretizante, ya fuese por apostar a caballo ganador o por miedo a perder apoyos, pero con nefastos resultados. El ejemplo más claro es la Iglesia católica, que a pesar de haber intentado adaptarse con el II Concilio Vaticano al golpe de Estado cultural de los 60, lo único que ha conseguido ha sido quedar en tierra de nadie: para los progres sigue siendo una institución fascista, y para los disidentes se ha convertido en una institución progre. La derecha optó por el mismo camino y el resultado fue el gaiservadurismo, una corriente que acepta todo el dogmatismo progresista basándose en las interpretaciones más perrofláuticas de los Evangelios.
Este pasotismo, que en este caso no es patrimonio exclusivo español sino de toda la UE, podría haber sido suplido por una reacción social y política dirigida por nuevos partidos o movimientos ciudadanos tal y como está pasando en Europa, pero que sin embargo en España no ocurre principalmente por dos motivos: el primero, como ya hemos visto no existe una verdadera demanda social pues somos un país de acomplejados incapaces de hacer algo más que quejarnos en la barra del bar (o en foros) y el segundo, los partidos de corte identitario en España tienen una imagen que resulta repulsiva para la mayoría de la población y que les incapacita para ser vistos como una alternativa a la hegemonía de la izquierda progre en España. La estética skinhead, los coqueteos con la imaginería nancy, la nostalgia franquista y una imagen poco cuidada de sus partidos son la mejor garantía para no comerse un rosco aquí.
Juventud viejoven
Es comprensible que las generaciones que vivieron en los primeros años de la irrupción del marxismo cultural en Europa sigan conservando un actitud positiva hacia el tipo de sociedad y política resultante de esta ideología, al fin y al cabo eso fue algo revolucionario para ellos y la mayoría no ha sufrido las consecuencias. Lo que cuesta más de entender es que sus hijos tengan el mismo pensamiento, a pesar de haberlas sufrido en forma de familias desestructuradas, emputecimiento femenino, delincuencia y dumping laboral viajero, y que incluso sea visto como algo rebelde y rompedor aún habiendo pasando más de 50 años. No hay ruptura ideológica generacional.
El debate se reduce a dos posiciones hegemónicas: por un lado los que están a favor de mantener el actual status quo resultante de la Constitución de 1978 con unos cambios mínimos de saneamiento, y por otro los que piensan que es demasiado conservador y tradicional y abogan por un cambio radical en forma de más progresismo. Sin embargo todos están de acuerdo en lo principal: el sistema actual debe mantenerse, los valores progres son dogmas a seguir y la pérdida de soberanía nacional en pro de la integración en la UE no es algo negativo sino incluso deseable. Estos dos planteamientos tienen su representación política en Ciudadanos y Podemos respectivamente, dando lugar a una continuación del viejo bipartidismo entre el segmento de edad más joven de la sociedad.
Como resultado, la política española como fiel reflejo de sus votantes es una anomalía en Europa, con presencia mayoritaria de partidos socialdemócratas (PP y PSOE) como fuerzas pujantes un partido socialdemócrata (Ciudanos) y otro de izquierda radical (Podemos), en contraposición a la mayoría de países de la UE donde las fuerzas que más suben son euroescépticas e identitarias, completamente ausentes en nuestra política.
Perspectivas de futuro
El cambio comienza por uno mismo. Sí, vivimos en uno de los países más progres del mundo, pero no sirve de nada quejarse, ya sea en la barra del bar o en forocoches, si eso no va acompañado de una actitud constructiva según las capacidades que tengamos. Castiga al empresario español si su política es contratar casi o exclusivamente extranjeros no consumiendo en su establecimiento. Si eres empresario, no contrates pagapensiones si ese trabajo lo puede hacer un local. Atrévete a hablar y a convencer a gente de tu entorno. No votes a partidos que crean en los valores progres (todos los mayoritarios), y hazles saber por qué no les votas.
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