OYeah
Madmaxista
- Desde
- 16 Nov 2017
- Mensajes
- 36.252
- Reputación
- 55.324
Más o menos lo de los Insiders y Outsiders. Vamos a un sistema de castas y el que caiga en la de abajo ya no podrá subir arriba.
El articulo es de cuando el confinamiento pero lo veo igual de válido.
El futuro del empleo
Privilegiados, esenciales y excluidos: las tres castas laborales que quedarán tras la esa época en el 2020 de la que yo le hablo.
El impacto de la el bichito deja una sociedad partida, con una élite que opera desde casa y el resto luchando por sobrevivir. "No podemos permitirnos que la situación empeore", alertan los economistas
Privilegiados: tienen una alta formación y trabajan desde casa. Son la élite
28/02/2021 20:30
Hace un año todavía creíamos ingenuamente que lo que más nos iba a impactar en 2020 procedente del continente asiático sería la ceremonia de apertura de los Juegos de Tokio, con su escenografía futurista y su banda sonora de tambores taiko. Sin embargo, lo que acabó propagándose desde el otro extremo del mundo no fue el espíritu olímpico, sino un bichito tan letal como desconocido. Y entonces... "Los cambios que predijimos para dentro de 10 años han ocurrido en seis semanas", resumió el acelerón tecnológico propiciado por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo y su impacto súbito en el entorno laboral Ben Hammersley, director de la revista Wired UK.
Todavía lo tenemos fresco: en un parpadeo, oficinas, colegios, tiendas, fábricas y polígonos industriales se vaciaron de currantes, que se atrincheraron en casa para intentar esquivar la peste del siglo XXI y se aferraron al teletrabajo -los que pudieron- como un náufrago al tablón. Lo que no sabíamos entonces era que esta división en castas, marcada por la capacidad para operar a distancia, se perpetuaría tras el confinamiento severo e, incluso, tras la propia crisis sanitaria global. Así es como la lucha de los trabajadores por su supervivencia se ha convertido en un cruel muestrario de triunfadores y perdedores.
En la Universidad de Stanford, el campus donde Steve Jobs pronunció su discurso más famoso, el profesor de Economía Marcel Fafchamps acaba de lanzar su pronóstico sobre el impacto de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo en el futuro de trabajo. Y, a diferencia de muchos colegas y todólogos con pedigrí, este belga de 65 años ha ido más allá del recuento especulativo de oficios que se extinguirán o surgirán en los próximos años. En cambio, ha establecido una tipología de los trabajadores en tres castas: los confinados (los privilegiados que acreditan una formación cualificada, se han instalado en casa y se benefician de las ventajas de la economía digitalizada), los esenciales (con ocupaciones que exigen presencialidad antes, durante y después de la cuarentena) y los desempleados (los que directamente quedarán excluidos por la implantación de las nuevas tecnologías).
Al profesor Fafchamps, que antes de dar clases en California investigó el desarrollo rural de los países jovenlandeses para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), le inquieta sobre todo una cuestión: que el entorno laboral hoy sea terreno abonado para la desigualdad económica y social pasado mañana.
"Debido a que los empleadores se ahorran dinero con ellos, los 'confinados' seguirán prosperando", vaticina en una encuesta reciente del prestigioso Pew Research Center. "En consecuencia, cualquiera que no pueda trabajar desde casa ganará comparativamente menos que los que adopten el teletrabajo como medio de vida. Muchos trabajadores serán desplazados o despedidos por este cambio. Por ejemplo, aquellos que sirven de apoyo a la vida laboral (restauración, tras*porte, fabricación de automóviles, mantenimiento de edificios de oficinas, etc.). Surgirá una economía para satisfacer las necesidades de quienes están en casa, pero sus empleados trabajarán en una industria muy competitiva (que se disputará cada domicilio-cliente) y tendrán mucho más difícil organizarse en sindicatos, etc. Ganarán menos y se volverán invisibles, como las asistentas o los jardineros".
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) coincide con Fafchamps en su preocupación. Su director general, Guy Ryder, reconocía hace un mes que vivimos "la crisis más grave para el empleo desde la Gran Depresión" y que "la angustia financiera y social para millones de personas continuará en 2021 y más allá". De hecho, el séptimo observatorio de la OIT sobre la repercusión de la el bichito en el mercado laboral confirma que las mujeres y los jóvenes están siendo los trabajadores más perjudicados. La pérdida de empleo entre los jóvenes de 15 a 24 años se sitúa en el 8,7%, frente al 3,7% de los adultos, lo que a juicio de Ryder pone de manifiesto "el riesgo demasiado real de una generación perdida".
Carl Benedikt Frey es economista, fundador del programa de Tecnología y Empleo en la Oxford Martin School de la universidad británica y uno de los mayores especialistas del mundo en la automatización del trabajo. Él es el gurú al que la prensa internacional ha acudido en busca de respuestas en los últimos años, cuando aumentaba el miedo a los robots quitaempleos, y también ahora, en una era de desconcierto en la que una élite teclea frente al ordenador en pantalón de pijama mientras una mayoría de asalariados se ve forzada a salir a la calle y exponerse al bichito cada día para ganarse las lentejas.
Esenciales: ejercen una labor que exige presen-cialidad antes, durante y después de la crisis sanitaria.
"Sería extremadamente imprudente no prestar atención a la desigualdad económica y social causada por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo", subraya Frey por email. "Ya antes incluso de la el bichito-19 existía un descontento generalizado, especialmente entre la vieja clase trabajadora, que con razón siente que la automatización y la globalización los han dejado atrás. Eso llevó al surgimiento del populismo y la polarización que vemos hoy. No podemos permitirnos que la situación empeore aún más".
El experto sueco-alemán contempla con una mezcla extraña de entusiasmo y recelo la consolidación del teletrabajo como algo más que una opción voluntaria. "Es bueno tanto para el bienestar como para la productividad del trabajador", concede. Pero matiza: "El riesgo para muchas empresas es que el trabajo a distancia es malo para la creatividad. La innovación a menudo surge en interacciones esporádicas que sólo son posibles en persona. Eso significa que es necesario pasar algo de tiempo junto al equipo, o la innovación se verá afectada. La mayoría de las empresas buscará un modelo híbrido en el futuro".
Sostiene una legión de fans que "Todo está en Los Simpsons". Pero hay ocasiones en las que el mundo no puede explicarse a través de las peripecias de los personajes amarilllos creados por Matt Groening, por mucho que el meme de un Homer obeso y con batín de flores que iba del ordenador al sofá se viralizase en los momentos más duros del estado de alarma. El profesor Fafchamps desconoce la coincidencia, pero se casó en Nairobi en 1983, el mismo año que la televisión americana empezó a emitir un espacio infantil protagonizado por marionetas y que ha pasado a la historia como un hito de la cultura pop a la altura de familia de Springfield: Fraggle Rock. En España, Los Fraguel.
Excluidos: se han quedado sin empleo por la implantación a gran escala de las nuevas tecnologías.
Creado por Jim Henson, el genio detrás -o debajo- de la rana Gustavo, el monstruo de las galletas o la cerdita Peggy, el programa presentaba un mundo con un "relativamente complejo sistema de relaciones simbióticas entre diferentes tipos de criaturas, una alegoría del mundo real, donde cada grupo ignoraba lo interconectados que estaban y lo importantes que eran para los demás".
Fafchamps admite por mail que para hacer su radiografía se inspiró "en parte" en el sistema de castas de la India, donde permaneció ocho meses realizando trabajos de campo antes de doctorarse en Economía Agrícola por la Universidad de Berkeley. "Pero probablemente me inspiré más en la literatura sobre segregación residencial y laboral", tercia el docente. "Existen pruebas de que, abandonados a su suerte, los seres humanos tienden a juntarse con sus iguales: lo llamamos homofilia. Esto explica por qué la segregación residencial (por estatus socioeconómico, raza, religión, etc.) es normalmente más fuerte que la laboral, porque las personas tienen mucha libertad para elegir dónde vivir y menos para elegir con quién trabajar. El teletrabajo reducirá las interacciones sociales entre diferentes grupos y, como resultado de la reducción del contacto social, podrían aumentar el provincianismo y el etnocentrismo".
El también profesor universitario y economista Robert B. Reich, que fue Secretario de Trabajo con Bill Clinton y formó parte del consejo asesor de tras*ición de Barack Obama, ha calculado qué porcentaje de empleados estadounidenses se corresponde con cada casta. Según sus cálculos, en los EEUU pandémicos habría un 35% de confinados, un 30% de esenciales, un 25% de desempleados... y un 10% de invisibles, una cuarta categoría social en la que incluye a quienes se hacinan en lugares que la mayoría de sus compatriotas no ve: cárceles, campamentos para trabajadores agrícolas pagapensiones, reservas de nativos americanos, refugios para personas sin hogar y residencias de ancianos.
¿Y en España? Un informe de Randstad publicado en septiembre dejó constancia de que la cúspide de la pirámide laboral en nuestro país estaría ocupada por el 16,20% de teletrabajadores (3.015.000 empleados). Los parados representan un porcentaje casi idéntico, el 16,13% (3.719.799 personas), según la Encuesta de Población Activa que se dio a conocer a principios de este mes. Más complicado es detectar cuántos de ellos han sido víctimas del desempleo tecnológico incentivado por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo.
En enero de 2017, el columnista Thomas L. Friedman, ganador de tres Pulitzer, dijo aquello de que los seres humanos que pretendan adaptarse en una era de aceleración deberán desarrollar "estabilidad dinámica", que tanto atufa a eufemismo en el actual contexto de castas laborales, donde un traspié puede conducir al escalafón inferior.
Elena Ibáñez es CEO y fundadora de Singularity Experts, una empresa española que con big data es capaz de encontrar la profesión con más futuro y que mejor se ajusta a cada cliente en función de su vocación y sus habilidades. Algo así como una red de seguridad. "Principalmente ayudamos a escolares que no saben qué bachillerato o qué carrera/FP escoger, universitarios que, o bien se han equivocado de grado, o bien buscan la forma de complementar su formación de cara al futuro, y profesionales que necesiten reciclarse o quieren asegurar un futuro exitoso en el ecosistema tecnológico que se avecina", explica.
Cae la tarde en el campus de Stanford y el profesor Fafchamps, que no se anima a poner en práctica esas mínimas nociones de español a las que alude en su currículum, termina de atender el correo en su despacho antes de marcharse a casa.
-¿Alguna vez había oído hablar de programa de televisión de Henson?
-No conocía nada de Fraggle Rock. Eso sí, leí mucha ciencia ficción en su momento. Isaac Asimov, en la serie protagonizada por Elijah Baley los Robots, describe un mundo en el que los superricos viven en permanente confinamiento mientras los pobres subsisten en condiciones que favorecen la propagación de enfermedades...
En el mundo real, por suerte, tenemos gel hidroalcohólico.
El articulo es de cuando el confinamiento pero lo veo igual de válido.
El futuro del empleo
Privilegiados, esenciales y excluidos: las tres castas laborales que quedarán tras la esa época en el 2020 de la que yo le hablo.
El impacto de la el bichito deja una sociedad partida, con una élite que opera desde casa y el resto luchando por sobrevivir. "No podemos permitirnos que la situación empeore", alertan los economistas
Privilegiados: tienen una alta formación y trabajan desde casa. Son la élite
28/02/2021 20:30
Hace un año todavía creíamos ingenuamente que lo que más nos iba a impactar en 2020 procedente del continente asiático sería la ceremonia de apertura de los Juegos de Tokio, con su escenografía futurista y su banda sonora de tambores taiko. Sin embargo, lo que acabó propagándose desde el otro extremo del mundo no fue el espíritu olímpico, sino un bichito tan letal como desconocido. Y entonces... "Los cambios que predijimos para dentro de 10 años han ocurrido en seis semanas", resumió el acelerón tecnológico propiciado por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo y su impacto súbito en el entorno laboral Ben Hammersley, director de la revista Wired UK.
Todavía lo tenemos fresco: en un parpadeo, oficinas, colegios, tiendas, fábricas y polígonos industriales se vaciaron de currantes, que se atrincheraron en casa para intentar esquivar la peste del siglo XXI y se aferraron al teletrabajo -los que pudieron- como un náufrago al tablón. Lo que no sabíamos entonces era que esta división en castas, marcada por la capacidad para operar a distancia, se perpetuaría tras el confinamiento severo e, incluso, tras la propia crisis sanitaria global. Así es como la lucha de los trabajadores por su supervivencia se ha convertido en un cruel muestrario de triunfadores y perdedores.
En la Universidad de Stanford, el campus donde Steve Jobs pronunció su discurso más famoso, el profesor de Economía Marcel Fafchamps acaba de lanzar su pronóstico sobre el impacto de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo en el futuro de trabajo. Y, a diferencia de muchos colegas y todólogos con pedigrí, este belga de 65 años ha ido más allá del recuento especulativo de oficios que se extinguirán o surgirán en los próximos años. En cambio, ha establecido una tipología de los trabajadores en tres castas: los confinados (los privilegiados que acreditan una formación cualificada, se han instalado en casa y se benefician de las ventajas de la economía digitalizada), los esenciales (con ocupaciones que exigen presencialidad antes, durante y después de la cuarentena) y los desempleados (los que directamente quedarán excluidos por la implantación de las nuevas tecnologías).
Al profesor Fafchamps, que antes de dar clases en California investigó el desarrollo rural de los países jovenlandeses para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), le inquieta sobre todo una cuestión: que el entorno laboral hoy sea terreno abonado para la desigualdad económica y social pasado mañana.
"Debido a que los empleadores se ahorran dinero con ellos, los 'confinados' seguirán prosperando", vaticina en una encuesta reciente del prestigioso Pew Research Center. "En consecuencia, cualquiera que no pueda trabajar desde casa ganará comparativamente menos que los que adopten el teletrabajo como medio de vida. Muchos trabajadores serán desplazados o despedidos por este cambio. Por ejemplo, aquellos que sirven de apoyo a la vida laboral (restauración, tras*porte, fabricación de automóviles, mantenimiento de edificios de oficinas, etc.). Surgirá una economía para satisfacer las necesidades de quienes están en casa, pero sus empleados trabajarán en una industria muy competitiva (que se disputará cada domicilio-cliente) y tendrán mucho más difícil organizarse en sindicatos, etc. Ganarán menos y se volverán invisibles, como las asistentas o los jardineros".
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) coincide con Fafchamps en su preocupación. Su director general, Guy Ryder, reconocía hace un mes que vivimos "la crisis más grave para el empleo desde la Gran Depresión" y que "la angustia financiera y social para millones de personas continuará en 2021 y más allá". De hecho, el séptimo observatorio de la OIT sobre la repercusión de la el bichito en el mercado laboral confirma que las mujeres y los jóvenes están siendo los trabajadores más perjudicados. La pérdida de empleo entre los jóvenes de 15 a 24 años se sitúa en el 8,7%, frente al 3,7% de los adultos, lo que a juicio de Ryder pone de manifiesto "el riesgo demasiado real de una generación perdida".
Carl Benedikt Frey es economista, fundador del programa de Tecnología y Empleo en la Oxford Martin School de la universidad británica y uno de los mayores especialistas del mundo en la automatización del trabajo. Él es el gurú al que la prensa internacional ha acudido en busca de respuestas en los últimos años, cuando aumentaba el miedo a los robots quitaempleos, y también ahora, en una era de desconcierto en la que una élite teclea frente al ordenador en pantalón de pijama mientras una mayoría de asalariados se ve forzada a salir a la calle y exponerse al bichito cada día para ganarse las lentejas.
Esenciales: ejercen una labor que exige presen-cialidad antes, durante y después de la crisis sanitaria.
"Sería extremadamente imprudente no prestar atención a la desigualdad económica y social causada por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo", subraya Frey por email. "Ya antes incluso de la el bichito-19 existía un descontento generalizado, especialmente entre la vieja clase trabajadora, que con razón siente que la automatización y la globalización los han dejado atrás. Eso llevó al surgimiento del populismo y la polarización que vemos hoy. No podemos permitirnos que la situación empeore aún más".
El experto sueco-alemán contempla con una mezcla extraña de entusiasmo y recelo la consolidación del teletrabajo como algo más que una opción voluntaria. "Es bueno tanto para el bienestar como para la productividad del trabajador", concede. Pero matiza: "El riesgo para muchas empresas es que el trabajo a distancia es malo para la creatividad. La innovación a menudo surge en interacciones esporádicas que sólo son posibles en persona. Eso significa que es necesario pasar algo de tiempo junto al equipo, o la innovación se verá afectada. La mayoría de las empresas buscará un modelo híbrido en el futuro".
Para terminar de embrollarlo todo, o para añadir grises al debate, Jed Kolko, economista jefe de Indeed -la web líder en búsqueda de empleo con más de 250 millones de usuarios únicos al mes-, apunta a Papel otro matiz: "Las personas con más educación tienen muchas más probabilidades de trabajar de forma remota, por lo que es un 'privilegio' que no estará al alcance la mayoría. No obstante, el teletrabajo también crea nuevas oportunidades para quienes no pueden vivir donde hay buenos empleos. Por tanto, hay formas en las que agrava las desigualdades existentes y formas en las que las reduce".Sería imprudente no prestar atención a la desigualdad económica y social causada por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo. Eso llevó al populismo y la polarización que vemos hoy
Carl Benedikt Frey, economista y experto en automatización del trabajo
Sostiene una legión de fans que "Todo está en Los Simpsons". Pero hay ocasiones en las que el mundo no puede explicarse a través de las peripecias de los personajes amarilllos creados por Matt Groening, por mucho que el meme de un Homer obeso y con batín de flores que iba del ordenador al sofá se viralizase en los momentos más duros del estado de alarma. El profesor Fafchamps desconoce la coincidencia, pero se casó en Nairobi en 1983, el mismo año que la televisión americana empezó a emitir un espacio infantil protagonizado por marionetas y que ha pasado a la historia como un hito de la cultura pop a la altura de familia de Springfield: Fraggle Rock. En España, Los Fraguel.
Excluidos: se han quedado sin empleo por la implantación a gran escala de las nuevas tecnologías.
Creado por Jim Henson, el genio detrás -o debajo- de la rana Gustavo, el monstruo de las galletas o la cerdita Peggy, el programa presentaba un mundo con un "relativamente complejo sistema de relaciones simbióticas entre diferentes tipos de criaturas, una alegoría del mundo real, donde cada grupo ignoraba lo interconectados que estaban y lo importantes que eran para los demás".
La definición de Wikipedia se ajusta al escenario que plantea el docente belga de Stanford: sus confinados serían los propios fraguel, el grupo de muñecos humanoides de distintos colores que vive de forma disfrutona sin salir de su cueva; los esenciales se corresponderían con los curris, unos monigotes verdes que visten cascos y botas de obrero y se pasan el tiempo construyendo estructuras en la misma caverna que los fraguel; y forzando un poco más, los desempleados podrían identificarse con los goris, una familia de gigantes peludos sin ocupación alguna que habita fuera de la cueva, se abastece de su propio huerto y tiene como vecinos a una montaña de sarama y dos ratas. Sociología de peluche para quien quiera verla.Las personas tienen mucha libertad para elegir dónde vivir y menos para elegir con quién trabajar
Marcel Fafchamps, profesor de Economía en la Universidad de Stanford
Fafchamps admite por mail que para hacer su radiografía se inspiró "en parte" en el sistema de castas de la India, donde permaneció ocho meses realizando trabajos de campo antes de doctorarse en Economía Agrícola por la Universidad de Berkeley. "Pero probablemente me inspiré más en la literatura sobre segregación residencial y laboral", tercia el docente. "Existen pruebas de que, abandonados a su suerte, los seres humanos tienden a juntarse con sus iguales: lo llamamos homofilia. Esto explica por qué la segregación residencial (por estatus socioeconómico, raza, religión, etc.) es normalmente más fuerte que la laboral, porque las personas tienen mucha libertad para elegir dónde vivir y menos para elegir con quién trabajar. El teletrabajo reducirá las interacciones sociales entre diferentes grupos y, como resultado de la reducción del contacto social, podrían aumentar el provincianismo y el etnocentrismo".
El también profesor universitario y economista Robert B. Reich, que fue Secretario de Trabajo con Bill Clinton y formó parte del consejo asesor de tras*ición de Barack Obama, ha calculado qué porcentaje de empleados estadounidenses se corresponde con cada casta. Según sus cálculos, en los EEUU pandémicos habría un 35% de confinados, un 30% de esenciales, un 25% de desempleados... y un 10% de invisibles, una cuarta categoría social en la que incluye a quienes se hacinan en lugares que la mayoría de sus compatriotas no ve: cárceles, campamentos para trabajadores agrícolas pagapensiones, reservas de nativos americanos, refugios para personas sin hogar y residencias de ancianos.
¿Y en España? Un informe de Randstad publicado en septiembre dejó constancia de que la cúspide de la pirámide laboral en nuestro país estaría ocupada por el 16,20% de teletrabajadores (3.015.000 empleados). Los parados representan un porcentaje casi idéntico, el 16,13% (3.719.799 personas), según la Encuesta de Población Activa que se dio a conocer a principios de este mes. Más complicado es detectar cuántos de ellos han sido víctimas del desempleo tecnológico incentivado por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo.
En enero de 2017, el columnista Thomas L. Friedman, ganador de tres Pulitzer, dijo aquello de que los seres humanos que pretendan adaptarse en una era de aceleración deberán desarrollar "estabilidad dinámica", que tanto atufa a eufemismo en el actual contexto de castas laborales, donde un traspié puede conducir al escalafón inferior.
Elena Ibáñez es CEO y fundadora de Singularity Experts, una empresa española que con big data es capaz de encontrar la profesión con más futuro y que mejor se ajusta a cada cliente en función de su vocación y sus habilidades. Algo así como una red de seguridad. "Principalmente ayudamos a escolares que no saben qué bachillerato o qué carrera/FP escoger, universitarios que, o bien se han equivocado de grado, o bien buscan la forma de complementar su formación de cara al futuro, y profesionales que necesiten reciclarse o quieren asegurar un futuro exitoso en el ecosistema tecnológico que se avecina", explica.
Cae la tarde en el campus de Stanford y el profesor Fafchamps, que no se anima a poner en práctica esas mínimas nociones de español a las que alude en su currículum, termina de atender el correo en su despacho antes de marcharse a casa.
-¿Alguna vez había oído hablar de programa de televisión de Henson?
-No conocía nada de Fraggle Rock. Eso sí, leí mucha ciencia ficción en su momento. Isaac Asimov, en la serie protagonizada por Elijah Baley los Robots, describe un mundo en el que los superricos viven en permanente confinamiento mientras los pobres subsisten en condiciones que favorecen la propagación de enfermedades...
En el mundo real, por suerte, tenemos gel hidroalcohólico.