(preParados 30-S) El coste de las becas, Opositar o hacer la maletas, retrato amargo

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OPOSITAR O HACER LA MALETA

Opositar o hacer la maleta
Me entristece mucho que todo el trabajo que hacemos los jóvenes no se valore, no se potencie, y que las únicas posibilidades que nos queden sean opositar o irnos al extranjero

ISABEL (HISTORIAS DE LOS LECTORES) - Madrid - 30/09/2010

Resulta penosamente "reconfortante"comprobar que no soy la única precaria que se siente laboralmente desaprovechada. Agradezco enormemente que prestéis atención a este tema. Me llamo Isabel, tengo 30 y vivo en Madrid. Soy diplomada en Biblioteconomía y Documentación, y estoy a punto de licenciarme en Filología Hispánica, con una nota media que se acerca al sobresaliente, dentro de un amplio currículo.

En los inicios de mi vida laboral, mi currículo a los empresarios les parecía poco contundente, ahora les resulta demasiado grueso para contratarme, ya que creen que tendrían que pagarme más ?????¿¿¿¿¿

Este es ya mi segundo año trabajando como becaria en el Ministerio de Cultura. ¿Cómo no van a aprovecharse de nosotros los empresarios si el propio Estado nos contrata como becarios siendo titulados? Llevo a las espaldas, entre una y otras becas, más de cuatro años de trabajo sin cotizar, y es bastante frustrante ver, cómo, amigos que tengo que han hecho un FP ganan más de dos mil euros; por ahora no le veo recompensa económica, ni social, ni laboral a mi esfuerzo.

Vista la situación, la única salida para seguir viviendo en este país parecen las oposiciones, ya que tras haber sido becaria (como no) de investigación en el CSIC, mi tutor, el pobre hombre me comentaba que era muy bonito hacer el doctorado con otra beca durante cuatro años, pero que lo que venía después eran más becas y más precariedad laboral.

Me entristece mucho que todo el trabajo que hacemos muchos jóvenes no se valore, no se potencie, y que las únicas posibilidades que nos queden sean u opositar o hacer la maleta para marcharnos al extranjero, donde saben muy bien aprovechar los cerebros españoles. La tercera posibilidad es seguir viviendo de las becas ad eternum (y gracias mil).

Opositar o hacer la maleta · ELPAÍS.com

¿"Y este chico, con este currículo quiere trabajar aqui?".

Me niego a creer que le fruto de 28 años de formación sea el tener que enraizarse en otro país que no es el tuyo, por muy gratificante que sea la experiencia

FERNANDO PERALES (HISTORIAS DE LOS LECTORES) - Madrid - 30/09/2010

Leo con agrado que alguien pone a disposición de los jóvenes un lugar donde poder contar nuestras experiencias y por lo menos que la gente se entere en qué condiciones estamos los jóvenes investigadores. En mi caso, soy un joven Doctor en Ciencias Físicas por la Universidad Autónoma de Madrid. Acabé la carrera en Junio de 2003 y conseguí una beca con cargo a proyecto en Abril 2004. Pese a algún cambio de centro realicé la tesis en el ICMM de Madrid y la propia Universidad y en diciembre de 2008 vió la luz la esperada tesis sobre recubrimientos ópticos.

Esos fueron los únicos años de estabilidad laboral. Tres años y medio son sueldo a fin de mes. Después un año de contrato en un Centro de Investigación de la Universidad Politécnica. Bien?? no. Durante ese año "disfruté" de cuatro contratos! Muy buen ambiente de trabajo, pero escasa visión de futuro. Ahora, desde marzo estoy en paro, tiempo en el que he recibido multitud de respuestas divertidas desde todos los ámbitos empresariales. Una gran empresa de construcción: ¿"Y este chico, con este currículo quiere trabajar aqui??". Una empresa de busqueda de candidatos me entrevista y argumenta: "Te queremos conocer porque con este currículo te lloveran las ofertas y no tardaremos en encontrarte algo". Sin más noticias. Y la última, una multinacional de energía española: "Lo contratariamos, pero con este currículo se nos iría enseguida y no nos compensa".

Este es el panorama en el que me encuentro y que supongo que será el mismo que muchos jóvenes investigadores de nuestro país. La estabilidad laboral de mi mujer y la hipoteca que nos une, nos impide buscar trabajo en el extranjero, además todavía me niego a creer que el fruto de 28 años de formación sea el tener que enraizarse en otro país que no es el tuyo, por muy gratificante que sea la experiencia.

Resumen: 7 meses sin trabajo y una media de 1 entrevista mensual, este es el panorama.

¿"Y este chico, con este currículo quiere trabajar aqui?". · ELPAÍS.com

El coste de las becas
España invirtió en mí casi diez millones de pesetas y ahora lo está aprovechando otro país

ANÓNIMO * (HISTORIAS DE LOS LECTORES) - Costa del Pacífico de EE UU - 29/09/2010

Estudié toda mi vida con becas. Eso, dicho así, parece una frase hecha, pero no. Estudié toda mi vida con becas, que significan -entre otras cosas- dinero de todos los contribuyentes. Con 14 años, el estado empezó a pagarme 14.000 pesetas anuales a modo de beca para materiales. Tengo 31 años, así que hablamos de 14.000 pesetas del año 1993. Desde los 17 me becaron con 32.000, con lo cual para cuando acabé el instituto el Estado había ingresado en mi cuenta 92.000 pesetas contantes y sonantes.

Entré en la Universidad y también tuve becas, nunca tuve que pagar ni una sola matrícula. A una media de, pongamos, 75.000 pesetas por curso, eso hacen 375.000. Además, recibí una beca escolar que, de media, eran unas 150.000 pesetas anuales: 750.000 en los cinco años. En quinto de carrera tuve, además, una beca de colaboración de mi Departamento. Se suponía que era para aprender investigar, pero lo único que me enseñaron fue a cargar carretillas de papel para la fotocopiadora, hacer funcionar la fotocopiadora y cambiar el tóner de la fotocopiadora. Me pagaron 23.000 pesetas al mes, diez meses. Total hasta aquí 1.447.000 pesetas. Unos 8700 euros.

Recibí cuatro becas diferentes para hacer el doctorado. La primera que acepté era de una fundación que me pagaba cuando le parecía oportuno, no me daba recibos del pago y, además, me metió en líos con Hacienda. En cualquier caso, seis meses a 600 euros, 3600 euros. Poco tiempo después recibí otra con patrones que me timaron en menos aspectos. No me contrataron, pero me hicieron firmar dedicación completa. Trabajé para ellos bajo la perversos forma de una beca: di clases, publiqué en revistas, hice estancias de investigación... pero días cotizados, cero. 800 euros al mes, 36 meses, 28.800 euros en total. A eso hay que sumar tres estancias de investigación en prestigiosos centros del extranjero, a digamos 1200 euros de subvención cada una. Esto ya parece el 1, 2, 3... 41.100 euros de todos los españoles. El último año, por fin, los becarios de investigación conseguimos que se nos hiciera un contrato. A la hora de firmarlo, te daban un papelito donde tenías que firmar que renunciabas a tu baja maternal, en caso de quedarte embarazada. Eso sí que son políticas de conciliación y lo demás cuentos. Nos daban, por primera vez, paga extra. Se la llevó Hacienda, pero la sumo igual. Doce meses, catorce pagas, a 1100 euros, 15400 euros, 56.500 en total.

Ahora viene la pirueta. Después de seis años trabajando para la Universidad, había cotizado un año. Cobré el paro y envié currículos. 630, mi progenitora lo recuerda bien. Durante mis dieciséis años en el mercado laboral español tuve los empleos más diversos además de la Universidad: guía turística para la tercera edad, traductora de manuales deportivos, profe particular, manufacturera -que no diseñadora- de bolsos y abalorios, dobladora de anuncios de radio... Que no se diga que no lo intenté en varios campos.

Lo intenté con todas mis fuerzas. Me agarré a la tierra de Asturias con pies y manos. Estuve un año en el paro, con una carrera, un máster, un doctorado, cuatro idiomas y dispuesta a trabajar de lo que saliese... pero no salió nada. En unos estaba demasiado formada, en otros no daba, literalmente, la talla -hasta para dependienta de tienda de ropa de adolescentes me presenté-, así que decidí emigrar. El camino fuera de Europa no es sencillo: veo a mis padres por Skype, mi presencia empieza a borrarse de los recuerdos de mis amigas -"¿todavía vivías aquí cuando pasó eso?"- y suplico a las alturas que el señor de inmi gración no se quede con mi barra de turrón de Suchard y mis latas de bonito en aceite cuando vuelvo, siempre antes de Reyes, a incorporarme a mis clases en una estupenda Universidad de la soleadísima costa estadounidense del Pacífico. Lo más triste es que soy feliz aquí, a pesar de que veo la tristeza inmensa en los ojos de mis padres.

En resumen, España invirtió en mí, directamente, casi diez millones de pesetas, además de la formación universitaria, y ahora lo está aprovechando otro país: un lugar donde me siento un miembro útil y productivo de la sociedad. El problema más grande es que mi caso no es único. De mis quince compañeros del doctorado, solo dos están trabajando en España, en condiciones lamentables, eso sí, en la Universidad. Solo en nosotros, solo en nuestro pequeño rinconcito de la sala de becarios con sus palomas anidadas en una ventana, el Estado español tiró a la sarama 130.000.000. Ciento treinta millones de pesetas que estábamos deseando revertir a la sociedad en aquello para lo que nos habíamos formado, pero no nos resulta posible. Trabajamos un tiempo gratis, mucho tiempo sin contrato, muchas más horas que una jornada estándar, sin sanidad, sin derecho a baja maternal, sin derecho a paro y, sobre todo, sin derecho a quejarnos. Porque éramos unos privilegiados, la creme de la creme de la intelectualidad que iba a llevar a España a cotas nunca antes conocidas. Y eso último es lo único cierto. Somos la generación que va a llevar a España a cotas nunca antes conocidas de desesperación, de frustración, de angustia, de parturientas añosas, de abuelos que van a tener que aprender chino o inglés para preguntarle a sus nietos -por skype- de qué tonalidad es la bici que piden a los Reyes Magos en casa de los abuelitos y que les va a llegar por correo.

* Este lector ha pedido expresamente que no facilitemos su nombre.

El coste de las becas · ELPAÍS.com

Yo me quedo
Trabajo ocho horas al día en un laboratorio por... ¡exacto! Cero euros. Pero este es mi sitio y no voy a rendirme. Aunque trabaje sin beca ni contrato, aunque fuera caigan chuzos de punta

HÉCTOR TOLEDO PORTEROS (HISTORIAS DE LOS LECTORES) - Salamanca - 30/09/2010

Sí, yo también, yo también hice todo. El bachillerato con matrícula de honor, la carrera (dos carreras, de hecho), el máster... cumplí a la perfección con el papel que la sociedad había diseñado para mi. Dediqué mis 24 años de vida a hacer lo que tenía que hacer para ser un miembro útil en el gran pastel del mundo. Para el día de mañana, poder comprar una casa, un coche, un trabajo, unos niños, un televisor de 50 pulgadas. En fin, para comprar la felicidad.

Pero el otro día llego a la tienda... ¡y se les había acabado! No, para usted ya no nos queda, me dicen. No hay dinero, no hay trabajo, no hay ni becas. Pero gracias por traer el currículum en papel, nos vendrá muy bien, esta mesa está coja. Ahora mismo trabajo ocho horas al día en un laboratorio por, adivinen cuanto... ¡exacto! Nada. Cero euros. Y adivinen quién ha tenido que pagar el seguro de accidentes. ¿No se les ocurre? ¡Venga! ¡Hagan un esfuerzo! ¿Yo? ¡Sí, yo! Y mi único plan de futuro es que en 5 o 6 meses me den una de esas maravillosas becas de 1000 euros al mes para hacer una tesis doctoral. Esas becas que, por cierto, cada vez son más escasas.

Visto lo visto, mi única alternativa sería emigrar. Largarme lejos, muy lejos de aquí. Cuanto más lejos, mejor. Pero no me da la real gana. Vivo en Salamanca, probablemente una de las ciudades más frustrantes cuando acabas la carrera. La inmensísima mayoría de los licenciados emigra en los dos primeros años tras acabar los estudios, porque aquí no hay nada. Hostelería, ganadería, rentistas. Pero no te contratan por saber mucho sobre bacterias y esa clase de cochinadas. Es un lugar francamente triste, si lo miras así. Pero es mi lugar. Y yo, me quedo. Porque si todos los que queremos hacer de este sitio nuestro lugar, nos marchamos, estamos condenando a dejar esta ciudad anclada en su miseria.

Porque si todos los que queremos hacer de este país nuestro hogar, nos marchamos, estamos condenándolo a vivir ahogado en sus vicios para siempre. Y porque somos la generación más preparada de la historia, porque tenemos las ideas, tenemos los medios y tenemos las herramientas para tomar el control de la situación y hacer del país, nuestro país, de la ciudad, nuestra ciudad, del barrio, nuestro barrio. El lugar que un día soñamos que sería. Pero no lo hacemos, porque nos han robado la ilusión.

Nos prometieron una vida fácil y ahora resulta que no lo es. Ahora nos dicen que estamos acabados. Que somos una generación perdida. Que estamos condenados a pasar por el mundo a trompicones y agachando las orejas. Pues yo digo que les den a todos. Tengo 24 años, mucha ilusión y toda la vida por delante. Y nadie va a convencerme de lo contrario. Y pienso pelear por la vida que siempre quise. Me cueste lo que me cueste. Este es mi sitio y no voy a rendirme. Aunque trabaje sin beca ni contrato. Aunque tenga que pagarme yo el seguro. Aunque ahí fuera caigan chuzos de punta. Yo, me quedo.

Yo me quedo · ELPAÍS.com
 
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