Prejuicios y "postureo" desde la ciencia

Talib al 3ilm

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Tu fijate lo extendidos que estan los prejuicios en el mundo que muchisimos españoles jamas en la vida se creerian que casi toda la musica que sale en este video del mejor espectaculo y mejor montado de todo el año 2017 esta compuesta por lo que suelen llamar los racista un "jovenlandés cosa", jovenlandes de siempre,... Y ni aunque se lo presentes en persona y atestiguandolo la misma Lady Gaga y ni asi se lo cree y puede hasta explotar de envidia o quedarse deforme de racismo. Y Ole
Lady Gaga's FULL Pepsi Zero Sugar Super Bowl LI Halftime Show | NFL - YouTube
Los sesgos cognitivos (también llamados prejuicios cognitivos) son unos efectos psicológicos que causan una alteración en el procesamiento de la información captada por nuestros sentidos, lo que genera una distorsión, juicio errado, interpretación incoherente o ilógica sobre el fundamento de la información de que disponemos.

Los sesgos de tipo social son los que refieren a sesgos de atribución y perturban nuestras interacciones con otras personas en nuestra vida diaria.
Sesgos cognitivos: la mente nos engaña

El fenómeno de los sesgos cognitivos nace como una necesidad evolutiva para que el ser humano pueda emitir juicios inmediatos que emplea nuestro cerebro para responder ágilmente ante determinados estímulos, problemas o situaciones, que por su complejidad resultaría imposible de procesar toda la información, y por tanto requiere de un filtrado selectivo o subjetivo. Es cierto que un sesgo cognitivo nos puede llevar a equivocaciones, pero en ciertos contextos nos permite decidir más rápido o tomar una decisión intuitiva cuando la inmediatez de la situación no permita su escrutinio racional.

La Psicología cognitiva se encarga de estudiar este tipo de efectos, así como otras técnicas y estructuras que usamos para procesar la información.
Concepto de prejuicio o sesgo cognitivo

El sesgo o prejuicio cognitivo surge de distintos procesos que no son fácilmente distinguibles. Estos incluyen el procesamiento heurístico (atajos mentales), motivaciones de tipo emocional y jovenlandesal, o la influencia social.

El concepto de sesgo cognitivo apareció por primera vez gracias a Daniel Kahneman en el año 1972, cuando se percató de la imposibilidad de las personas de razonar de forma intuitiva con magnitudes muy grandes. Kahneman y otros académicos fueron demostrando la existencia de patrones de escenarios en los que los juicios y las decisiones no se basaban en lo previsible según la teoría de la elección racional. Dieron sustento explicativo a estas diferencias hallando la clave del heurismo, procesos intuitivos pero que suelen ser el origen de errores sistemáticos.

Los estudios sobre sesgos cognitivos fueron ampliando su dimensión y otras disciplinas también investigaron sobre ellos, como la medicina o las ciencias políticas. De este modo surgió la disciplina de la Economía conductual, que encumbró a Kahneman tras ganar el Premio Nobel de Economía en el año 2002 por haber integtado la investigación psicológica a la ciencia económica, descubriendo asociaciones en el juicio humano y la toma de decisiones.

Sin embargo, algunos críticos de Kahneman sostienen que la heurística no debe llevarnos a concebir el pensamiento humano como un puzzle de prejuicios cognitivos irracionales, sino más bien de entender la racionalidad como una herramienta de adaptación que no se mimetiza con las reglas de la lógica formal o probabilística.
Sesgos cognitivos más estudiados

Sesgo retrospectivo o sesgo a posteriori: es la propensión a percibir los eventos pasados como predecibles.

Sesgo de correspondencia: también llamado error de atribución: es la tendencia de enfatizar excesivamente en las explicaciones fundamentadas, conductas o experiencias personales de otras personas.

Sesgo de confirmación: es la tendencia a averiguar o interpretar información que confirma preconcepciones.

Sesgo de autoservicio: es la tendencia a exigir más responsabilidad para los éxitos que por los fracasos. Se muestra también cuando tendemos a interpretar como provechosa para sus intenciones información ambigua.

Sesgo de falso consenso: es la tendencia de juzgar que las propias opiniones, creencias, valores y costumbres están más extendidos entre las otras personas que lo que realmente lo están.

Sesgo de memoria: el sesgo en la memoria puede trastornar el contenido de lo que recordamos.

Sesgo de representación: cuando asumimos que algo es más probable a partir de una premisa que, en realidad, no predice nada.
Un ejemplo de sesgo cognitivo: Bouba o Kiki

El efecto bouba/kiki es uno de los sesgos cognitivos más comúnmente conocidos. Fue detectado en 1929 por el psicólogo estonio Wolfgang Köhler. En un experimento en Tenerife (España), el académico mostró formas parecidas a las de la Imagen 1 a varios participantes, y detectó una gran preferencia entre los sujetos, que vincularon la forma puntiaguda con el nombre “takete”, y la forma redondeada con el nombre “baluba”. En el año 2001, V. Ramachandran repitió el experimento usando los nombres “kiki” y “bouba”, y preguntaron a muchas personas cuál de las formas recibía el nombre de “bouba”, y cuál “kiki”.

En este estudio, más del 95% de personas eligió la forma redonda como “bouba” y la puntiaguda como “kiki”. Eso supuso una base experimental para comprender que el cerebro humano extrae propiedades en abstracto de formas y sonidos. De hecho, una reciente investigación de Daphne Maurer mostró que incluso los niños de menos de tres años (que aún no son capaces de leer) ya reportan este efecto.
Explicaciones sobre el efecto Kiki/Bouba

Ramachandran y Hubbard interpretan el efecto kiki/bouba como una demostración de las implicaciones para la evolución del lenguaje humano, porque da pistas que apuntan que la denominación de ciertos objetos no es del todo arbitraria.

Llamar “bouba” a la forma redondeada podría sugerir que este sesgo nace de la forma en que pronunciamos la palabra, con la boca en una posición más redondeada para emitir el sonido, mientras que empleamos una pronunciación más tensa y angular del sonido “kiki”. También cabe resaltar que los sonidos de la letra “k” son más duros que los de la “b”. La presencia de este tipo de “mapas sinestésicos” apunta que este fenómeno puede constituir la base neurológica para el simbolismo auditivo, en el que los fonemas son mapeados y vinculados a ciertos objetos y eventos de una forma no arbitraria.

Las personas que sufren autismo, sin embargo, no muestran una preferencia tan acusada. Mientras que el conjunto de sujetos estudiados puntúa por encima del 90% en atribuir “bouba” a la forma redondeada y “kiki” a la forma angulada, el porcentaje cae hasta un 60% en personas con autismo.
Fuente:
Sesgos cognitivos: descubriendo algunos efectos psicológicos

Pongamos que estás viendo un partido de baloncesto y uno de los jugadores lleva ya tres triples seguidos. Es probable que pienses que está en racha y que puede encestar todos los triples que quiera. Pues no. Estás siendo víctima de un sesgo cognitivo y le estás dando más importancia a tres eventos aislados que a toda la serie de tiros de tres de este jugador.

Un sesgo o prejuicio cognitivo es una interpretación errónea e ilógica de la información disponible, al dar demasiada importancia o demasiada poca a algunos aspectos. Estos errores no son consecuencia de que nuestro cerebro funcione mal. Al contrario: no podemos analizar todos los datos a nuestro alcance por lo que procesamos la información mediante intuición, prueba y error, y otros métodos informales (heurística).

Normalmente (y sobre todo cuando vivíamos en la sabana hace varios miles años y nos estaba persiguiendo un depredador de unos cuatrocientos kilos de peso), estos métodos heurísticos nos ayudan a pensar más rápido y mejor, pero en ocasiones nos llevan a cometer errores. Con más frecuencia de lo que creemos. Aquí van unos cuantos ejemplos.
Fotograma de "El hombre con dos cerebros" (Getty Images)

SÓLO ESCUCHAMOS LO QUE QUEREMOS ESCUCHAR

Sesgo de confirmación. Aceptamos sin más las pruebas que apoyan nuestras ideas mientras que nos mostramos escépticos con las que son contrarias, considerándolas parciales o interesadas. Como explica Michael Shermer en The Believing Brain, reaccionamos de forma emocional a datos conflictivos y después racionalizamos por qué nos gustan o no.
Ilusión de serie o apofenia. A veces vemos patrones donde no los hay. Como explica también Shermer, estamos preparados para interpretar en conjunto hechos que puede parecer que no están relacionados. Si oímos ruido en la maleza, podría ser un depredador. O sólo el viento. Y es mejor equivocarnos con un falso positivo que con un falso negativo, ya que un error podría suponer nuestra fin por exceso de confianza. El problema es cuando esto nos lleva a ver teorías de la conspiración por todas partes.
La ilusión de grupo, la falacia del apostador y la creencia en rachas deportivas son similares a la apofenia: aunque en una ruleta cada tirada es independiente y el rojo tiene las mismas probabilidades de salir que el neցro, tendemos a creer que un suceso es más probable cuando lleva tiempo sin haber ocurrido, o menos porque lleva mucho tiempo ocurriendo.
La correlación ilusoria también es parecida a la apofenia. Es la tendencia a asumir que hay relación entre dos variables aunque no haya datos que lo confirmen, como por ejemplo en el caso de los estereotipos. La falacia post hoc, ergo propter hoc asume que esta relación es causal por el hecho de que una variable suceda detrás de la otra, como si el canto del gallo provocara la salida del sol.
Efecto Barnum o Forer. Los horóscopos parecen creíbles por su culpa, ya que tendemos a tratar las descripciones vagas y generales como si fueran descripciones específicas y detalladas, cosa que les ocurre especialmente a los géminis, a pesar de ser pensadores independientes y de no aceptar las afirmaciones de los demás sin pruebas.
Heurística de disponibilidad. Tomamos decisiones rápidas sin tener todos los datos, simplificando lo máximo posible los pasos que deberíamos tener en cuenta. Por ejemplo: María tiene 31 años, es soltera, independiente e inteligente. Estudió Filosofía y en la universidad estaba muy interesada por temas de discriminación y de justicia social, participando por ejemplo en manifestaciones en contra de las centrales nucleares. ¿Qué es más probable, que María trabaje en un banco o que María trabaje en un banco y sea participante activa del movimiento feminista? El 89% opina que lo más probable es lo segundo. Y esto no es correcto porque la segunda posibilidad es un subconjunto de la primera.
Ceguera por falta de atención. Mira este vídeo y cuenta los pases del equipo vestido de blanco:

¿Has visto al gorila? ¿No? Normal: cuando nos centramos en detalles específicos podemos perder de vista hechos obvios.

selective attention test - YouTube

Sesgo de observación selectiva. Te rompes una pierna. Sales a la calle y sólo ves a gente con muletas. Te da la impresión de que todo el mundo se ha roto la pierna. Tranquilo, no has puesto las lesiones de moda: sólo ocurre que ahora te fijas más. Y sí, pasa lo mismo con las embarazadas.

YO, YO Y YO

Sesgo de autojustificación. Si después de gastarte 3.000 euros en asientos de cuero para tu Seat Panda tienes remordimientos, sólo te quedan dos opciones: o racionalizar tu decisión (son elegantes, aumentan el valor del coche, huelen bien) o reconocer que estabas equivocado. Y eso no apetece.
Sesgo de retrospectiva. Reconstruimos el pasado con conocimiento actual. El lunes es muy fácil saber lo que tendría que haber hecho el Barça para ganar el partido del domingo y el 8 de diciembre de 1941 era sencillo unir los puntos y deducir que los japoneses atacarían Pearl Harbour el día anterior.
Y ya a nivel personal, mezclamos nuestros recuerdos con la imaginación y con lo que nos explican otras personas en el llamado sesgo de fabulación.
Hay más sesgos de memoria, incluido el de retrospección “tonalidad de rosa”, por el que recordamos los eventos pasados como más positivos de lo que realmente fueron. (Cualquier tiempo pasado fue un sesgo cognitivo).
Sesgo de experimentador. Los observadores y en especial los experimentadores científicos a menudo notan, seleccionan y publican los datos que están de acuerdo con las expectativas previas al experimento, descartando los que puedan contradecir el punto de partida.
Ilusión de control. La tendencia a creer que podemos controlar o al menos influir en hechos sobre los que no podemos realmente actuar.
Fenómeno del mundo justo. Buscamos motivos que nos hagan pensar que la víctima de un hecho desafortunado ha hecho algo para merecerlo. Ejemplo: cuando alguien dice que la culpa de que le roben fotos a Jennifer Lawrence es de Jennifer Lawrence por hacerse fotos.
Inclinación a la negatividad. Damos más peso a las creencias y hechos negativos que a los positivos. Por ejemplo, cuando únicamente tenemos en cuenta los accidentes de aviación antes de coger un vuelo. El sesgo de normalidad sería lo contrario: creer que nunca nos pasará algo malo, como un accidente de avión, sólo porque nunca nos ha pasado antes.
Profecía autocumplida. Partimos de una definición falsa de una situación, seguimos con un comportamiento que se adecúe a estas expectativas y acabamos convirtiendo en real la definición previa. Ejemplo: “Mi novia me va a dejar porque me preocupo demasiado por las cosas, así que me comienzo a preocupar por la posibilidad de que mi novia me deje y al final mi novia me acaba dejando. OS LO DIJE”.

TODO ES RELATIVO

Anclaje. Es la tendencia a tener demasiado en cuenta una referencia o información anterior. Por ejemplo, si en tu ciudad pagas 500 euros al mes de alquiler, esa será la referencia que uses cuando te mudes a otra ciudad, aunque sea mucho más cara. Incluso los últimos números de tu DNI pueden usarse como anclaje.
Efecto de encuadre. La tendencia a extraer diferentes conclusiones dependiendo de cómo se presenten los datos. Por ejemplo, consideramos mejor una cura para el 90% de los afectados por una enfermedad que otra que suponga la fin del 10%. Aunque sean lo mismo, como explica Daniel Kahneman en esta entrevista.
Pasa algo parecido con el efecto señuelo. X parece mejor que Y si presentamos una tercera opción parecida a X, pero algo peor. Por este motivo, Dan Ariely recomienda en Predictably Irrational que vayas a ligar con un amigo que sea parecido a ti, pero un poco peor.
Efecto de la primera impresión. Percibimos, recordamos y damos más importancia al primer evento que a los siguientes, aunque puedan contradecirlo o atenuar su valor. Cuando te presentan a Juan, se le cae el vaso. A partir de entonces, es JUAN EL TORPE. Eso sí, también existe el efecto de último evento, por el que damos más valor a los acontecimientos recientes, habiendo olvidado los anteriores.
Coste irrecuperable. Tendemos a sobrevalorar aquello en lo que hemos invertido tiempo y esfuerzo, ya sean los doce minutos que llevamos en espera en el servicio de atención al cliente o los doce años de matrimonio (hipoteca incluida) con esa persona a la que ya no amamos. Una variante es lo que Dan Ariely, Daniel Mochon y Michael I. Norton llaman efecto IKEA: nos gusta más lo que hemos construido con nuestras propias manos porque ¡eh!, lo hemos construído nosotros con nuestras propias manos.
Otros frenos al cambio son la aversión a la pérdida y el sesgo de statu quo: valoramos más lo que tenemos que lo que podríamos conseguir, aunque a veces esto signifique perder oportunidades.

ES QUE LA GENTE...

Sesgo de atribución. Nosotros hemos conseguido nuestro empleo porque hemos trabajado duro y somos inteligentes y creativos, pero Juan está ahí porque es el sobrino del gerente. También tendemos a pensar que nuestra personalidad, comportamiento y creencias son más flexibles y menos dogmáticas que las ajenas.
Eso sí, en ocasiones valoramos en exceso las opiniones de un experto, valorando únicamente su prestigio y no sus argumentos, siguiendo el sesgo de autoridad.
Y por eso nos influye a menudo el efecto halo, que tiene lugar cuando nos llama la atención un rasgo positivo de alguien y lo generalizamos al total de esa persona: por ejemplo, tendemos a pensar que la gente guapa es más inteligente y más bondadosa que las personas menos atractivas, a pesar de que una cosa no tiene que ver con la otra. También por este motivo los altos ganan más dinero.
Subirse al carro. ¿Cuál de las tres líneas de la derecha mide lo mismo que la de la izquierda?
Pongamos que estás viendo un partido de baloncesto y uno de los jugadores lleva ya tres triples seguidos. Es probable que pienses que está en racha y que puede encestar todos los triples que quiera. Pues no. Estás siendo víctima de un sesgo cognitivo y le estás dando más importancia a tres eventos aislados que a toda la serie de tiros de tres de este jugador.

Un sesgo o prejuicio cognitivo es una interpretación errónea e ilógica de la información disponible, al dar demasiada importancia o demasiada poca a algunos aspectos. Estos errores no son consecuencia de que nuestro cerebro funcione mal. Al contrario: no podemos analizar todos los datos a nuestro alcance por lo que procesamos la información mediante intuición, prueba y error, y otros métodos informales (heurística).

Normalmente (y sobre todo cuando vivíamos en la sabana hace varios miles años y nos estaba persiguiendo un depredador de unos cuatrocientos kilos de peso), estos métodos heurísticos nos ayudan a pensar más rápido y mejor, pero en ocasiones nos llevan a cometer errores. Con más frecuencia de lo que creemos. Aquí van unos cuantos ejemplos.
Fotograma de "El hombre con dos cerebros" (Getty Images)

SÓLO ESCUCHAMOS LO QUE QUEREMOS ESCUCHAR

Sesgo de confirmación. Aceptamos sin más las pruebas que apoyan nuestras ideas mientras que nos mostramos escépticos con las que son contrarias, considerándolas parciales o interesadas. Como explica Michael Shermer en The Believing Brain, reaccionamos de forma emocional a datos conflictivos y después racionalizamos por qué nos gustan o no.
Ilusión de serie o apofenia. A veces vemos patrones donde no los hay. Como explica también Shermer, estamos preparados para interpretar en conjunto hechos que puede parecer que no están relacionados. Si oímos ruido en la maleza, podría ser un depredador. O sólo el viento. Y es mejor equivocarnos con un falso positivo que con un falso negativo, ya que un error podría suponer nuestra fin por exceso de confianza. El problema es cuando esto nos lleva a ver teorías de la conspiración por todas partes.
La ilusión de grupo, la falacia del apostador y la creencia en rachas deportivas son similares a la apofenia: aunque en una ruleta cada tirada es independiente y el rojo tiene las mismas probabilidades de salir que el neցro, tendemos a creer que un suceso es más probable cuando lleva tiempo sin haber ocurrido, o menos porque lleva mucho tiempo ocurriendo.
La correlación ilusoria también es parecida a la apofenia. Es la tendencia a asumir que hay relación entre dos variables aunque no haya datos que lo confirmen, como por ejemplo en el caso de los estereotipos. La falacia post hoc, ergo propter hoc asume que esta relación es causal por el hecho de que una variable suceda detrás de la otra, como si el canto del gallo provocara la salida del sol.
Efecto Barnum o Forer. Los horóscopos parecen creíbles por su culpa, ya que tendemos a tratar las descripciones vagas y generales como si fueran descripciones específicas y detalladas, cosa que les ocurre especialmente a los géminis, a pesar de ser pensadores independientes y de no aceptar las afirmaciones de los demás sin pruebas.
Heurística de disponibilidad. Tomamos decisiones rápidas sin tener todos los datos, simplificando lo máximo posible los pasos que deberíamos tener en cuenta. Por ejemplo: María tiene 31 años, es soltera, independiente e inteligente. Estudió Filosofía y en la universidad estaba muy interesada por temas de discriminación y de justicia social, participando por ejemplo en manifestaciones en contra de las centrales nucleares. ¿Qué es más probable, que María trabaje en un banco o que María trabaje en un banco y sea participante activa del movimiento feminista? El 89% opina que lo más probable es lo segundo. Y esto no es correcto porque la segunda posibilidad es un subconjunto de la primera.
Ceguera por falta de atención. Mira este vídeo y cuenta los pases del equipo vestido de blanco:

¿Has visto al gorila? ¿No? Normal: cuando nos centramos en detalles específicos podemos perder de vista hechos obvios.

Sesgo de observación selectiva. Te rompes una pierna. Sales a la calle y sólo ves a gente con muletas. Te da la impresión de que todo el mundo se ha roto la pierna. Tranquilo, no has puesto las lesiones de moda: sólo ocurre que ahora te fijas más. Y sí, pasa lo mismo con las embarazadas.

YO, YO Y YO

Sesgo de autojustificación. Si después de gastarte 3.000 euros en asientos de cuero para tu Seat Panda tienes remordimientos, sólo te quedan dos opciones: o racionalizar tu decisión (son elegantes, aumentan el valor del coche, huelen bien) o reconocer que estabas equivocado. Y eso no apetece.
Sesgo de retrospectiva. Reconstruimos el pasado con conocimiento actual. El lunes es muy fácil saber lo que tendría que haber hecho el Barça para ganar el partido del domingo y el 8 de diciembre de 1941 era sencillo unir los puntos y deducir que los japoneses atacarían Pearl Harbour el día anterior.
Y ya a nivel personal, mezclamos nuestros recuerdos con la imaginación y con lo que nos explican otras personas en el llamado sesgo de fabulación.
Hay más sesgos de memoria, incluido el de retrospección “tonalidad de rosa”, por el que recordamos los eventos pasados como más positivos de lo que realmente fueron. (Cualquier tiempo pasado fue un sesgo cognitivo).
Sesgo de experimentador. Los observadores y en especial los experimentadores científicos a menudo notan, seleccionan y publican los datos que están de acuerdo con las expectativas previas al experimento, descartando los que puedan contradecir el punto de partida.
Ilusión de control. La tendencia a creer que podemos controlar o al menos influir en hechos sobre los que no podemos realmente actuar.
Fenómeno del mundo justo. Buscamos motivos que nos hagan pensar que la víctima de un hecho desafortunado ha hecho algo para merecerlo. Ejemplo: cuando alguien dice que la culpa de que le roben fotos a Jennifer Lawrence es de Jennifer Lawrence por hacerse fotos.
Inclinación a la negatividad. Damos más peso a las creencias y hechos negativos que a los positivos. Por ejemplo, cuando únicamente tenemos en cuenta los accidentes de aviación antes de coger un vuelo. El sesgo de normalidad sería lo contrario: creer que nunca nos pasará algo malo, como un accidente de avión, sólo porque nunca nos ha pasado antes.
Profecía autocumplida. Partimos de una definición falsa de una situación, seguimos con un comportamiento que se adecúe a estas expectativas y acabamos convirtiendo en real la definición previa. Ejemplo: “Mi novia me va a dejar porque me preocupo demasiado por las cosas, así que me comienzo a preocupar por la posibilidad de que mi novia me deje y al final mi novia me acaba dejando. OS LO DIJE”.

TODO ES RELATIVO

Anclaje. Es la tendencia a tener demasiado en cuenta una referencia o información anterior. Por ejemplo, si en tu ciudad pagas 500 euros al mes de alquiler, esa será la referencia que uses cuando te mudes a otra ciudad, aunque sea mucho más cara. Incluso los últimos números de tu DNI pueden usarse como anclaje.
Efecto de encuadre. La tendencia a extraer diferentes conclusiones dependiendo de cómo se presenten los datos. Por ejemplo, consideramos mejor una cura para el 90% de los afectados por una enfermedad que otra que suponga la fin del 10%. Aunque sean lo mismo, como explica Daniel Kahneman en esta entrevista.
Pasa algo parecido con el efecto señuelo. X parece mejor que Y si presentamos una tercera opción parecida a X, pero algo peor. Por este motivo, Dan Ariely recomienda en Predictably Irrational que vayas a ligar con un amigo que sea parecido a ti, pero un poco peor.
Efecto de la primera impresión. Percibimos, recordamos y damos más importancia al primer evento que a los siguientes, aunque puedan contradecirlo o atenuar su valor. Cuando te presentan a Juan, se le cae el vaso. A partir de entonces, es JUAN EL TORPE. Eso sí, también existe el efecto de último evento, por el que damos más valor a los acontecimientos recientes, habiendo olvidado los anteriores.
Coste irrecuperable. Tendemos a sobrevalorar aquello en lo que hemos invertido tiempo y esfuerzo, ya sean los doce minutos que llevamos en espera en el servicio de atención al cliente o los doce años de matrimonio (hipoteca incluida) con esa persona a la que ya no amamos. Una variante es lo que Dan Ariely, Daniel Mochon y Michael I. Norton llaman efecto IKEA: nos gusta más lo que hemos construido con nuestras propias manos porque ¡eh!, lo hemos construído nosotros con nuestras propias manos.
Otros frenos al cambio son la aversión a la pérdida y el sesgo de statu quo: valoramos más lo que tenemos que lo que podríamos conseguir, aunque a veces esto signifique perder oportunidades.

ES QUE LA GENTE...

Sesgo de atribución. Nosotros hemos conseguido nuestro empleo porque hemos trabajado duro y somos inteligentes y creativos, pero Juan está ahí porque es el sobrino del gerente. También tendemos a pensar que nuestra personalidad, comportamiento y creencias son más flexibles y menos dogmáticas que las ajenas.
Eso sí, en ocasiones valoramos en exceso las opiniones de un experto, valorando únicamente su prestigio y no sus argumentos, siguiendo el sesgo de autoridad.
Y por eso nos influye a menudo el efecto halo, que tiene lugar cuando nos llama la atención un rasgo positivo de alguien y lo generalizamos al total de esa persona: por ejemplo, tendemos a pensar que la gente guapa es más inteligente y más bondadosa que las personas menos atractivas, a pesar de que una cosa no tiene que ver con la otra. También por este motivo los altos ganan más dinero.
Subirse al carro. ¿Cuál de las tres líneas de la derecha mide lo mismo que la de la izquierda?

¿Es la C? ¿Y si otras seis personas dicen que es la B, seguirías pensando que es la C? Pues es bastante posible que cambies de opinión, por no llevar la contraria.

Falso consenso. La tendencia a sobreestimar el grado en el que otras personas están de acuerdo con nuestras creencias y comportamientos. Es similar al sesgo de proyección, por culpa del cual atribuimos a los demás nuestras propias creencias.
No se ha inventado aquí. La tendencia a no creer una fuente de información porque es ajena al grupo o a la comunidad.

PUNTO CIEGO

Shermer explica que este metasesgo consiste en la tendencia a reconocer el poder de los sesgos cognitivos en los demás, pero creer que a nosotros no nos influyen tanto. Te ha afectado si te has pasado todo el artículo pensando frases como: “Sí, esto es lo que le pasa a Juan… Y esto es lo que le ocurre a mi hermano… Ah, mira, como mi jefe…”

¿Es la C? ¿Y si otras seis personas dicen que es la B, seguirías pensando que es la C? Pues es bastante posible que cambies de opinión, por no llevar la contraria.

Falso consenso. La tendencia a sobreestimar el grado en el que otras personas están de acuerdo con nuestras creencias y comportamientos. Es similar al sesgo de proyección, por culpa del cual atribuimos a los demás nuestras propias creencias.
No se ha inventado aquí. La tendencia a no creer una fuente de información porque es ajena al grupo o a la comunidad.

PUNTO CIEGO

Shermer explica que este metasesgo consiste en la tendencia a reconocer el poder de los sesgos cognitivos en los demás, pero creer que a nosotros no nos influyen tanto. Te ha afectado si te has pasado todo el artículo pensando frases como: “Sí, esto es lo que le pasa a Juan… Y esto es lo que le ocurre a mi hermano… Ah, mira, como mi jefe…”

Sesgos cognitivos: Guía para luchar contra tu cerebro: los sesgos cognitivos | Verne EL PAÍS
 
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