Portada ahora mismo de El País: el colectivo LGTBIQ+ planta cara al repruebo de la derecha :)

Solidario García

Madmaxista
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https://elpais.com/eps/2021-07-25/c...colectivo-lgtbiq-planta-cara-al-repruebo.html


Curro Peña, malagueño lgtb de 28 años, no podía creerse, pero tampoco evitar, el impulso que le sobrevino la tarde del sábado 3 de julio, cuando salía de su casa en la plaza de Castilla (Madrid) rumbo a la manifestación del Orgullo LGTBIQ+. “Llevaba en la cabeza una bandana con la bandera del arco iris. En cuanto puse un pie fuera de casa, nada más cruzar el umbral, me la quité y la escondí”, describe hoy al teléfono, casi avergonzado. En los nueve años largos que este hombre de casi dos metros y vocación activista lleva fuera del armario, jamás se había imaginado escondiéndose nada más poner un pie en la calle. “Siempre he llevado mi orientación sensual por bandera, pero estaba solo, lejos de otras personas LGTBIQ+, y la bandana es muy visible. Una voz me dijo: ‘Vamos a bajar el tono. Al menos, hasta llegar a Chueca”.

Esa voz se puede tomar como la respuesta a una imagen que a Curro le había estado persiguiendo una y otra vez, en una variación tras otra, en un titular tras otro, durante todo el mes. “Un menor sufre una paliza [en Pontevedra] tras declararse lgtb ante sus agresores”. “Agresión múltiple en la playa de Somorrostro [Barcelona] a dos parejas de gais”. “Agresión homófoba a un joven en Basauri [País Vasco] por 13 personas al grito de ‘lgtb de cosa, das ardor de estomago”. “Un joven denuncia la agresión homófoba de un agente de la Policía Municipal de Madrid”. Habían sido semanas brutales para la gente como él y aquella mañana había amanecido con otro titular, el peor de todos: “dan el pasaporte a un joven de una paliza en A Coruña en lo que podría ser un crimen homófobo”.

Era imposible ver venir aquella tarde todo lo que desencadenaría esa noticia. No se sabía que Samuel Luiz, enfermero de 24 años, había muerto al grito de “lgtb de cosa” sin haber hecho nada más que una videollamada cerca del grupo equivocado de personas fuera del local El Andén; no se sabía que había sido pateado a lo largo de 150 metros de calle por lo que la policía describiría como “una jauría humana”, en un muchos-contra-uno en el que el uno nunca tuvo nada que hacer; no se sabía que Luiz era de origen brasileño, que enseñaba la Biblia, que tocaba la flauta en la iglesia evangélica y que su padre, Maxsoud, empleado de Zara, desconocía su orientación sensual (y pediría al país que la ignorase junto a él); no se sabía que aquella fin le convertiría en un símbolo, que hasta Beyoncé tuitearía su foto reclamando justicia, que desataría una oleada de actos y manifestaciones sin precedentes en la historia del colectivo LGTBIQ+ español, que sería un hito cuyo futuro y potencial tras*formador resultan tan insondables hoy en día que se diría que solo acaba de empezar. No se sabía nada de esto. Pero se sabía lo que sentía Curro con la bandana en el bolsillo. Él y cientos de miles de gais y lesbianas y personas tras* y bisexuales e intersexuales a lo largo y ancho de España. Aquella fin les tocaba a todos de cerca, más que ninguna otra, y había despertado el temor primordial, soterrado pero cada vez menos, de que este país, en realidad, no es un lugar seguro para ellos.


Mapi Boix (Alicante, 39 años), estilista, recuerda encontrarse por Madrid con un antiguo compañero de clase. Hacía años que no se veían. Su pregunta: “Oye, ¿y tú cómo llevas eso de que te llamasen la lesbiana?”. Y así fue como descubrió que ese había sido uno de sus motes del instituto. “Se equivocaban, no era lesbiana, soy bisexual”, corrige.
“Siempre he sido abiertamente bisexual. Soy evidentemente de color. He tenido que criarme muy hacia afuera y defenderme mucho. Es un poco triste, pero creces asumiendo que ese tipo de cosas van a ocurrir si decides ser visible y no esconderte”, explica. Con “ese tipo de cosas” se refiere a las miradas insidiosas o a los comentarios en voz baja. También a las frases o argumentos lgtbifóbicos: “Esos que dicen: ‘Cada uno que haga lo que quiera, pero en su casa’, o ‘yo no me meto con lo que hacen en su cama, pero fuera no lo quiero ver”.
“Nunca me han pegado. Por suerte”, afirma. “Pero si vas con alguien de la mano o si te besas, sí sufres pequeños ataques. Son cotidianos, prácticamente diarios, para todos los miembros del colectivo”. Cree que ahora hay más comunidad y que las nuevas generaciones vienen pisando fuerte: “Viven la sexualidad más abiertamente y salen a la calle muy orgullosas de lo que son”.
Boix se describe como valiente, pero reconoce que ahora está más alerta: “Creo que es la primera vez en mi vida que empiezo a tener miedo”. “No pienso que me vayan a apiolar en la primera esquina, pero sí que voy a estar expuesta a situaciones incómodas que creía superadas. Se hace más evidente que hay que tener cuidado. Y eso da muchísimo miedo”. Texto de Elena Vierna Carrasco

La agresión a Samuel no es, trágicamente, ni de lejos, el único episodio de violencia con tintes homófobos que sucede en España en los últimos años. Sí es el primero en provocar una respuesta tan contundente por toda la comunidad LGTBIQ+. ¿Qué ha cambiado? Uno de sus artífices, Marco Laborda, artista visual barcelonés de 34 años, el primero en utilizar en redes el hashtag #YoMaricón la semana siguiente a la paliza, lo achaca no tanto al suceso en sí como al contexto social. “El mensaje de repruebo está calando”, afirma. “El otro día vi desde mi ventana en el barrio de Ventas a unos niños con banderas de España que iban gritando: ‘¡Viva España! ¡fin a los gaies!’. No debían tener más de 11 años y eran las ocho de la tarde. Esto está pasando en 2021. No lo dicen por invención propia, lo han escuchado en algún lado: estos niños tienen padres. Me quedé en shock. La realidad me explotaba en la cara”.

La opinión más extendida entre los entrevistados para este reportaje es que la homofobia ha saltado a la calle desde las instituciones. “Mientras sigamos normalizando la homotransfobia y los discursos de repruebo como si fuesen una opinión legítima, cuando en realidad son una clara violación de derechos humanos, seguirán creciendo las agresiones homófobas. Frente a su repruebo, debemos construir comunidad y apoyo mutuo, lugares seguros para que todo el mundo pueda ser quien es sin miedo”, aduce la ministra de Igualdad, Irene Montero.


Lo que en la universidad identificó como gaysidad, hasta entonces era simplemente “rareza”. “Esta niña qué rara es”, escuchaba en casa. Fue el eco de fondo en una infancia y juventud marcadas por el nacionalcatolicismo. Hace un cuarto de siglo, Boti Rodrigo (Madrid, 76 años), actual directora general de Diversidad sensual y Derechos LGTBI en el ministerio de Igualdad, empezó su activismo con el colectivo. Recuerda “miradas hostiles y llenas de repruebo, de ardor de estomago. “Provenían de mucha gente, pero generalmente hombres. De ese patriarcado que se sorprende al ver mujeres libres, como somos las lesbianas. Mujeres que no dependemos de la figura masculina”.
Cree que vivimos en “el mejor y el peor de los tiempos” para el colectivo LGTBIQ. “Tenemos una juventud diversa, que se asume en las diversidades sensuales, pero al mismo tiempo una lgtbifobia tremenda. Con mucho repruebo hacia la diferencia”. Cree que partidos políticos –principalmente Vox, pero también el PP– y medios de comunicación abonan el acoso con sus discursos de repruebo que pronuncian impunemente. “El asesinato de Samuel, tan doloroso, es un punto de inflexión para que la sociedad se de cuenta de lo peligroso de la discriminación y del desprecio de que se nos hace objeto a las personas LGTBI. Nos dan el pasaporte, nos están matando”. Ante esta situación, Rodrigo recomienda la denuncia de todos los delitos de repruebo así como una “defensa feroz de los derechos”. “Cuesta muchísimo conseguirlos. Y los derechos de las minorías, tristemente, parecen elásticos: pueden ir para atrás. Por eso tenemos que esforzarnos por mantenerlos, por defenderlos, por cuidarlos y por no dar ni un paso atrás”. Texto de E. V. C.

España, el tercer país del mundo en aprobar el matrimonio entre personas del mismo sesso, parece hoy un país distinto al que era aquel verano de 2005. La ultraderecha entró hace tres años en un Parlamento y sus antiguos discursos ahora suenan a nuevos. Los derechos LGTBIQ+ reciben el nombre de “debates”. Las luchas del colectivo, “una tiranía”. El Ministerio del Interior contó 256 delitos de repruebo en 2018. En 2019, el último informe disponible, subieron a 278. La Federación Estatal de Lesbianas, Gais, tras* y Bisexuales y el Observatorio Contra la Homofobia de Cataluña y el de Valencia también manejan un incremento del 65% en agresiones durante el primer semestre de 2021.

“Nos están intentando quitar nuestro país”, protesta Eduardo Rubiño, presidente del grupo parlamentario de Más Madrid en la Asamblea de Madrid y uno de los políticos más visiblemente activos por los derechos LGTBIQ+ en España. “Han calificado a las personas LGTBIQ+ de enfermos que necesitan terapia [noviembre de 2020]. Han dicho que hay que quitar el derecho al matrimonio igualitario porque las familias LGTBIQ+ no son naturales [diciembre de 2018]. Santiago Abascal soltó en el programa El hormiguero que es preferible que un niño tenga padre y progenitora porque es lo que necesita [octubre de 2019]… Vox es la tercera fuerza política del país en este momento y está rompiendo con esa senda que habíamos tras*itado con tanto esfuerzo”.


Eduardo Rubiño (Madrid, 29 años). Tenía ya un cargo público cuando, una noche de junio de 2018, un grupo de jóvenes lo vio abrazado a su novio en el metro de Lavapiés y le gritó: “gaies de cosa, iros a amar”. “Aquel caso tuvo repercusión porque yo ya era diputado [por Más Madrid]”, reflexiona el hoy presidente de su grupo parlamentario en la Asamblea de Madrid. Pero no fue el único. “En la adolescencia, de viaje de fin de curso en Mallorca, nos echaron de la discoteca a mi novio y a mí por estar besándonos. Había parejas heterosexuales haciendo lo mismo. Fuimos a la playa y vino un grupo de chavales a increparnos. Tuvimos que salir corriendo”. Compartir las agresiones es importante, admite, pero no debe ser lo único. “Todos hemos sufrido, con más o menos suerte, actos calificables de agresión. Pero incluso los más graves son la punta del iceberg de un fenómeno social de discriminación, uno que exige un cambio cultural que debe abordarse desde el sistema educativo y el combate a discursos de repruebo”.

Es un fenómeno que afecta también a mujeres o a pagapensiones, cualquiera, en fin, que amenace la hegemonía del hombre blanco heterosexual como grupo dominante. La historia ha enseñado que cualquier colectivo vulnerable suele serlo más cuanto más cerca del gobierno esté un hombre fuerte. No hace falta legislar contra un colectivo: basta con ponerlo en el punto de mira.

No es el único factor. “La homotransfobia siempre ha estado ahí, silenciada en muchos casos; ahora está sobre la mesa. Hubo un asesinato homófobo en Gandía en 2014 y otro en Alicante en 2015. Esto ha sido siempre un continuo”, cuenta Toño Abad, director del Observatorio Valenciano contra la LGBTIFobia. “Pero ahora hay más visibilidad, más quejas, más denuncias y más comunicación que nunca. Una necesidad de saber y manifestar el problema. Hay más consciencia de unirnos. Las agresiones son, eso sí, más violentas que antes: se registran más lesiones de gravedad. Es pronto para saber si es cuestión del agotamiento de la gente por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo o de la polarización, pero se nota”.

En un mundo que ha aprendido a entenderse a través de la pantalla, cada agresión homotránsfoba, física o verbal, personal o institucional, es más visible. Suma a un todo antes inexistente. Así, es cuestión de tiempo que, un día, una gota colme el vaso.
 
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Obviamente no me he leido la bobada esa.

Por casualidad ¿dicen exactamente cual es el "repruebo" de la derecha? Porque parece que llevar la contraria al lobby gays automaticamente se convierte en "repruebo"

Sin embargo los mismos que hablan de repruebo de la derecha contra los lgsxo o como quiera que se llamen esta semana, aplauden la llegada de miles de personas cuya religión les obliga a tirar de las alturas a los gayses.

A una persona normal que no esté acostumbrada a cabalgar contradicciones, eso le extraña.

Y al que lloriquea por no llevar la bandana arco iris por la calle, esta semana han agredido a un señor de 60 años sus amiguitos por llevar una bandera de España en el casco. Asi que parece que eso de las agresiones va en todos los sentidos.
 
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