¿Por qué se quiere africanizar Europa?

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AD.- Los europeos ya no tenemos a nadie en quien confiar. Hasta Meloni ha sucumbido y terminado aceptando las masivas y bien orquestadas masivas llegadas de ilegales a territorio italiano. Africanizar Europa es el objetivo de las élites globalistas. El problema es que nos ha sido vetado abordar estos asuntos con toda su crudeza porque prevalece el matiz subjetivo de la corrección política. Uno de los mayores logros del marxismo cultural está siendo la entronización de la mentira informativa con el consiguiente destierro de cualquier tipo de verdad.
Nadie habla del cupo de pagapensiones que bajo ninguna circunstancia debería ser sobrepasado sin poner el peligro la supervivencia de la Europa que ha sido punta de lanza de la humanidad. Por ejemplo, si permites la entrada en Europa de cientos de millones de jovenlandeses, lo que haces es trasladar al Viejo continente los problemas estructurales que tiene África. Es Europa la que ha llevado al mundo la filosofía griega, el derecho romano, el Renacimiento, la universidad, la imprenta, el cine, la ciencia, las operaciones de cataratas, la penicilina, la lucha contra el dolor, la neurocirugía, los implantes ortopédicos, los trenes, los aviones, los automóviles, la radio, el teléfono, la televisión, entre otras miles de aportaciones sin las cuales la humanidad estaría hoy más cerca de Atapuerca que del siglo XXI. El genio europeo no vino determinado por los ríos o las montañas de sus territorios, por sus paisajes o sus atardeceres, sino por la herencia biológica tras*mitida desde hace centenares de años.
El antropólogo Gunnar Heinsohn ofreció hace años algunos datos demoledores que probarían la pulsión al suicidio de la vieja Europa. De los 12 millones de pagapensiones llegados a Alemania desde 1990, sólo un 10% pudo ser laboralmente aprovechado. «Alemania fue a buscar trabajadores al extranjero. Los que vinieron eran analfabetos o fracasados escolares en sus países. La incapacidad de muchos de estos pagapensiones para integrarse no ha sido ajeno a su escasa formación. Si tenemos en cuenta que los países productores de pagapensiones tienen un promedio IQ entre su población inferior al de Alemania y que, a pesar de ello, nosotros nos traemos a sus fracasados escolares, los resultados están a la vista», señaló Heinsohn.
Denunció asimismo que los políticos alemanes, no sólo favorecen esta inmi gración escasamente cualificada, sino que también animan a sus integrantes a que tengan hijos, muchos hijos, obteniendo por ello toda clase de beneficios. Advirtió que el resultado será una inmensa clase proletaria de incontrolable crecimiento frente a una minoría productora de riquezas. En la actualidad, más del 33% de los niños por debajo de los 5 años nacidos en Alemania provienen de familias pagapensiones frente a un 19% de niños alemanes. Ello ya ha provocado que se tengan que poner en marcha servicios de integración en la enseñanza pública, lo que está repercutiendo negativamente en su calidad y reduciendo por tanto el valor del capital humano de la nación que alumbró a Beethoven. ¿Es esto lo que mejor que pueden darle los progresistas a los ciudadanos europeos?
Al tiempo que los Estados jovenlandeses se niegan a tomar medidas para restablecer un parecido de civilización en sus países, ¿no sería más lógico europeizar África y no africanizar Europa, con lo que europeos y jovenlandeses saldríamos ganando? ¿Dónde está la lógica de las políticas migratorias puestas en marcha? No hay ninguna.
África es un continente fallido y casi enteramente poblado de decenas de millones de personas que sobreviven gracias a la ayuda internacional, es decir occidental. Atraer a Europa a esas decenas de millones de personas no impedirá que África resuelva sus problemas, ni que esos problemas se trasladen a Europa.
Esta es una situación pintada con trazos gruesos, sin duda. Pero es así que la Historia pinta a menudo sus episodios más sórdidos, los más decisivos también. Japón, China, Rusia, Corea, Polonia, Alemania, Vietnam, Laos, Camboya y otros han tenido que superar situaciones mucho más duras que las que soporta África. Muchos de esos países ayudan hoy a este continente e invierten en él, mientras que África, con sus enormes savanas y sus opulentos pastizales no aporta prácticamente nada a nadie.
Mientras tanto, las poblaciones africanas agotan sus recursos y provocan daños ecológicos catastróficos. En 2050, la población de Etiopía alcanzará los 177.000.000: el equivalente de Francia, Alemania y el Benelux juntos, pero situados en la zona más árida y devastada del Valle del Rift, donde las fuentes de proteínas son cada vez más escasas.
¿Qué sentido tiene fomentar activamente el aumento de la población de un país ya sobrepoblado, con un entorno devastado y económicamente dependiente?
El drama que sufren las naciones con democracias liberales es que sus ,mandatarios tienen que establecer un diagnóstico basado en las exigencias de la opinión pública, cautiva de la mafia mediática, y no en la enfermedad real del enfermo. De nada sirve la coherencia intelectual en democracia. Tienes que hacer lo que sea necesario para tener éxito. Lo ideal, sin embargo, sería que un dirigente hiciera lo que debe, a pesar de las consecuencias personales, a pesar de los obstáculos, peligros y presiones, porque esa y no otra es la base de la jovenlandesalidad humana.
Las izquierdas ya no camuflan sus objetivos aniquiladores. El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo de la ignorancia, y la cúspide de la envidia, su virtud inherente es compartir con igualdad la miseria.
Tampoco la derecha liberal se libra a la hora de afrontar el problema. Hace unos meses, durante una visita a Ceuta, Pablo Casado apostó por un programa de ayudas “tipo ‘Plan Marshall” para África. Hay una terca pulsión en sectores de la derecha a pretender resolver los problemas a golpe de talonario. El dinero no puede imponerse al dictado de las leyes naturales.
No hay un continente que haya recibido más ayudas que África en los últimos decenios. Miles de millones de euros en ayudas evaporadas como un chorro de agua en mitad del desierto. Sabemos que el de África no se trata de un problema económico y que si Casado se atuviese al diagnóstico verdadero, se le sometería a un linchamiento sin tregua; pero nosotros, que nos debemos sólo a Dios y a los lectores, afrontamos ese riesgo. Así pues, hagamos un ejercicio de simulación basada en circunstancias reales. Imaginemos que los más de 190 millones de nigerianos son trasladados a Alemania y Austria, con sus infraestructuras, su PIB y su potencial económico intacto, y que los 90 millones de alemanes y austriacos de origen se desplazan a Nigeria, también con sus actuales estructuras económicas intactas. Imaginemos ahora el resultado de este doble asentamiento al cabo de cuarenta años. ¿Sería disparatado concebir una Nigeria convertida en un parecido de civilización, económicamente pujante, con un elevado desarrollo social, un potencial fabril de primer orden y unas ciudades tras*formadas en ejemplos de prosperidad y belleza arquitectónica? ¿Sería al mismo tiempo descabellado imaginar una Alemania empobrecida, caótica, llena de desigualdades y devastada por las guerras tribales?
Ya es hora de que dejemos de pedir perdón por crímenes que no hemos cometido, que nos sintamos orgullosos del legado científico, artístico, humano y cultural que ha sido Europa para toda la humanidad y que convirtamos en asunto capital, prioritario, la supervivencia de ese legado.
Hoy cada africano nace con el sueño de venir a Europa. No aspiran a tras*formar ni a mejorar lo que tienen. Sus sociedades son un fracaso, solo porcentajes mínimos tienen asistencia medica, medios de subsistencia, educación, y ni siquiera acceso a agua potable. Y esto no va a cambiar aunque se les riegue con toneladas de dinero. Todos vendrían a Europa si no hubiera fronteras y cualquiera puede imaginarse el futuro que nos esperaría.
La solución, lamentablemente, no es permitirle la entrada a los pagapensiones extraeuropeos que quieran vivir en Europa. Esto nos creará problemas tan serios en el futuro como los que hoy tiene África. Estamos ya más que hartos de todo este tinglado buenista. Nos toman por el pito de un sereno. Somos los europeos los malos malísimos de la película, la hez del mundo, el cáncer de la humanidad, pero siempre somos nosotros los que hemos de salvarle el cuello a todos los demás pueblos de la tierra, incapaces de salir adelante sin que estemos perpetuamente asistiéndolos como a eternos menores de edad.
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¿Cómo las ONG y las "ayudas económicas" internacionales han multiplicado la pobreza en África? La ayuda que mata: El fantástico título de este apartado no se me ocurrió a mí, sino a la economista de Zambia, Dambisa Moyo, quién escribió un
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libro con ese nombre “La ayuda que mata”, para denunciar como la hipocresía de lo políticamente correcto no hacía otra cosa que, continuar empobreciendo al continente africano a través de ayudas internacionales. Dambisa Moyo tiene un doctorado en ciencias económicas por la Universidad de Oxford, un máster en Administración Pública de la Universidad de Harvard, además de haber trabajado como consultora del Banco Mundial durante un par de años y en Goldman Sachs donde fue jefe de investigaciones económicas y estratégicas para el África subsahariana

. El argumento principal del texto de la economista del sur muy sur, es que las ayudas destinadas a África, en vez de propiciar crecimiento económico, lo que hizo fue condenar al continente a la pobreza y a continuar dependiendo de las ayudas internacionales para sobrevivir. Moyo asegura que más de 50.000 millones de dólares son recibidos anualmente por África, y sin embargo sus naciones continúan sumidas en la miseria. El crecimiento económico es extremadamente lento, y las naciones africanas están cada día más endeudadas, y sus economías sumergidas en la inflación. Esto hace crecer la inestabilidad gubernamental, los conflictos civiles, y por supuesto, paraliza el desarrollo social. La economista puntualiza que la ayuda es un completo desastre en lo político, en lo económico y en lo humanitario. Sus afirmaciones las sustenta en datos: “Durante los últimos 60 años, se han tras*ferido desde los países ricos a África miles de millones de dólares en ayuda al desarrollo. Sin embargo, la renta per cápita hoy es menor de lo que lo era en los años 70, y más del 50 % de la población (350 millones de personas) vive con menos de un dólar diario, una cifra que casi se ha doblado en dos décadas”. Ella afirma que el victimismo de algunos colectivos jovenlandeses es la mayor traba para el desarrollo del continente “… mírelo de esta forma. China tiene una población de 1.300 millones de personas y sólo 300 millones viven como nosotros (con un alto estándar de calidad de vida). Hay 1.000 millones de chinos que viven en condiciones por debajo de ese estándar. ¿Conoce usted a alguien que esté preocupado por China? Nadie”.
El trasfondo detrás de todo esto es que el dinero destinado a las ayudas en África se utiliza para paliar el hambre, atender urgencias médicas, potabilizar fuentes de agua, y otras necesidades básicas, lo cuál, por supuesto es sumamente importante, pero solo atacan la enfermedad y no la causa. Si el dinero enviado no se pone a producir, la gente continuará sobreviviendo a duras penas con las ayudas externas, pero nunca podrá superar la pobreza; además que, parte de este dinero sirve en ocasiones para perpetuar y sostener en el poder a regímenes totalitarios, pues para hacer llegar los recursos a la población hay que pasar por ellos, y gran parte de los recursos se pierde por la corrupción. Lo que necesita un continente como África es inversión a campos económicos que genere estructuras d
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e desarrollo sostenido, para esto es necesario, por supuesto, educación, pero también el fomento de una cultura empresarial, para producir empleo y elevar la producción del continente, que es lo único que puede permitir que en un par de décadas los jovenlandeses puedan tener sus propios hogares y comer sus alimentos, sin tener que depender de la llegada de dinero de los países desarrollados. Se ha denunciado que incluso las ayudas internacionales han debilitado a los pocos productores locales que existen en África, pues estos envían productos subsidiados (hasta gratuitos) a la región que compite directamente con los productos allá fabricados. En el año 1990 vivían en África 280 millones de personas en extrema pobreza, actualmente esa cifra supera los 430 millones, países como Sudán del Sur y Níger tienen tasas de pobreza extrema por encima del 90 %, por lo que se estima que para el 2030 aproximadamente 9 de cada 10 personas extremadamente pobre vivirá en el África al sur del Sahara. En contraste con la situación de África, según el Banco Mundial, en todo el planeta había 1.900 millones de personas en extrema pobreza para el año 1990, y hoy, esa cifra ha disminuido hasta los 736 millones de personas; es decir, que mientras más de 1.100 millones de personas en todo el mundo han salido de la pobreza extrema en los últimos 30 años, en África ocurrió todo lo contrario, pues la cifra aumentó al menos en 150 millones de personas. Durante los últimos años se han llevado adelante iniciativas en África para potenciar la economía, el turismo es una de ellas, de hecho, en las últimas dos décadas esta industria tiene un crecimiento anual del 9 %, lo cuál es positivo, pero falta más, mucho más.


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¿Quiénes usan el socialismo a su beneficio?

Bueno, la respuesta es muy concreta: los socialistas. Pero vamos un poco más allá, de estas ideas se benefician todos los burócratas, ONG, pensadores improductivos, y un sinfín de personas que se consideran incapaces de generar un valor agregado para la sociedad y de competir en mercados abiertos por lo que terminan pidiendo Estados paternalistas que los mantengan. Por ejemplo, ¿qué harían la mayoría de trabajadores de las ONG del mundo si de un día para otro la pobreza fuera erradicada y desaparecen los regímenes totalitarios? ¿Qué haría un burócrata dedicado a cobrar por ejemplo “impuestos a las exportaciones”, si dicho impuesto es eliminado?

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