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Madmaxista
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Voy pateando la calle y no hago más que ver carapaters autóctonos con su ropa de los domingos empujando el carrito de su retoño con cara de caérseles la baba: "mi hijo el día de mañana será lo que él quiera y tendrá una vida longeva y plena. ¡Estoy seguro que se va a comer el mundo!", pensarán para sus adentros mientras van empujando el cochecito y su "churri" se detiene para dedicarse a mirar escaparates.
Nada más lejos de la realidad, pardillo. Tu larva con total seguridad será el mismo pardillo que eres tú; carne de cañón que muy posiblemente experimentará en sus carnes las frutadas de jovenlandeses ninis en el colegio y se pasará su adolescencia y buena parte de su junventud pelándosela como un bonobo, mientras esos mismos jovenlandeses de cosa que le putearon en el colegio, se hinchan a amarse a zorritas sin esfuerzo a cambio de una piedra de hachís o una raya de farlopa.
Después, ya en la edad adulta, el panorama seguirá siendo igual o más neցro. Llegarán las obligaciones para con esta sociedad de cosa que te puteó en la infancia y, sólo si tienes un buen curro o un negociete propio, quizá entonces alguna charo a la que le empiezan a asomar las patas de gallo se fije en ti. Tú vida será monótona y aburrida: de casa al trabajo y del trabajo a casa, y para colmo, después de trabajar como un mulo, tendrás que aguantar en casa a la misma tipa de siempre con peor humor que un sargento de Regulares.
El tema de la salud es otra fruta cosa, ya que nadie te garantiza que vayas a vivir muchos años y bien. Como la naturaleza es así de hijaputa, puede que te venga marcado de serie en tu código genético un puñetero cáncer y te toque terminar tus días antes de tiempo en un puñetero hospital de cosa rodeado de charofuncionarias mientras esperas a que te llegue tu hora y otro pardillo venga a ocupar tu lugar en este sitio poco agradable después de haber remado sin haber recibido recompensa alguna a cambio.
Un final patético, para una existencia patética, en un mundo de cosa.
Nada más lejos de la realidad, pardillo. Tu larva con total seguridad será el mismo pardillo que eres tú; carne de cañón que muy posiblemente experimentará en sus carnes las frutadas de jovenlandeses ninis en el colegio y se pasará su adolescencia y buena parte de su junventud pelándosela como un bonobo, mientras esos mismos jovenlandeses de cosa que le putearon en el colegio, se hinchan a amarse a zorritas sin esfuerzo a cambio de una piedra de hachís o una raya de farlopa.
Después, ya en la edad adulta, el panorama seguirá siendo igual o más neցro. Llegarán las obligaciones para con esta sociedad de cosa que te puteó en la infancia y, sólo si tienes un buen curro o un negociete propio, quizá entonces alguna charo a la que le empiezan a asomar las patas de gallo se fije en ti. Tú vida será monótona y aburrida: de casa al trabajo y del trabajo a casa, y para colmo, después de trabajar como un mulo, tendrás que aguantar en casa a la misma tipa de siempre con peor humor que un sargento de Regulares.
El tema de la salud es otra fruta cosa, ya que nadie te garantiza que vayas a vivir muchos años y bien. Como la naturaleza es así de hijaputa, puede que te venga marcado de serie en tu código genético un puñetero cáncer y te toque terminar tus días antes de tiempo en un puñetero hospital de cosa rodeado de charofuncionarias mientras esperas a que te llegue tu hora y otro pardillo venga a ocupar tu lugar en este sitio poco agradable después de haber remado sin haber recibido recompensa alguna a cambio.
Un final patético, para una existencia patética, en un mundo de cosa.
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