Heteropatriarca
Madmaxista
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El cine dice sí a la diversidad, pero no a un James Bond feo
Cuando un actor culmina su ciclo como James Bond, el público y la prensa especulan sobre quién protagonizará la saga y, además, qué cambios introducirá la franquicia cinematográfica para adaptarse a los tiempos. En los últimos años, se ha sugerido que el personaje podría ser una mujer, un hombre neցro o un lgtb. En ningún caso, nadie ha planteado que James Bond pudiera ser un tipo feo, aunque con su aquel. Por supuesto, está descartado que tenga sobrepeso, sea desgarbado, mucho más alto o más bajo que la media.
«Una chica guapa es mejor que una antiestética» es la primera ley del decálogo para hacer una comedia del guionista y director Preston Sturges (Los viajes de Sullivan, Las tres noches de Eva). Ninguna línea del decálogo menciona la belleza del actor protagonista de una comedia, que puede ser incluso mediocre.
Aunque la falta de diversidad estética afecta tanto a hombres como a mujeres, las actrices tienen menos oportunidades para trabajar en ciertos géneros.
Seguimos pegados al mismo concepto de chica bonita: chica delgada, pero curvilínea, con cutis claro, rasgos faciales simétricos y cabello saludable. Para ajustarse a este canon, el cine prefiere que las actrices negras que ejerzan como chica bonita tengan la piel más clara acorde con el gusto occidental.
Este atajo de la belleza es lo que perpetúa una estética restrictiva, y con ello la pobreza de las historias. Es un atajo contra el que deberíamos rebelarnos tanto el público como los creadores, porque si el cine es una fábrica de sueños, debería serlo para todos.
Cuando un actor culmina su ciclo como James Bond, el público y la prensa especulan sobre quién protagonizará la saga y, además, qué cambios introducirá la franquicia cinematográfica para adaptarse a los tiempos. En los últimos años, se ha sugerido que el personaje podría ser una mujer, un hombre neցro o un lgtb. En ningún caso, nadie ha planteado que James Bond pudiera ser un tipo feo, aunque con su aquel. Por supuesto, está descartado que tenga sobrepeso, sea desgarbado, mucho más alto o más bajo que la media.
«Una chica guapa es mejor que una antiestética» es la primera ley del decálogo para hacer una comedia del guionista y director Preston Sturges (Los viajes de Sullivan, Las tres noches de Eva). Ninguna línea del decálogo menciona la belleza del actor protagonista de una comedia, que puede ser incluso mediocre.
Aunque la falta de diversidad estética afecta tanto a hombres como a mujeres, las actrices tienen menos oportunidades para trabajar en ciertos géneros.
Seguimos pegados al mismo concepto de chica bonita: chica delgada, pero curvilínea, con cutis claro, rasgos faciales simétricos y cabello saludable. Para ajustarse a este canon, el cine prefiere que las actrices negras que ejerzan como chica bonita tengan la piel más clara acorde con el gusto occidental.
Este atajo de la belleza es lo que perpetúa una estética restrictiva, y con ello la pobreza de las historias. Es un atajo contra el que deberíamos rebelarnos tanto el público como los creadores, porque si el cine es una fábrica de sueños, debería serlo para todos.
