Clavisto
Será en Octubre
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- 10 Sep 2013
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No sé porqué pero al cuarto o quinto tono supe que no iba a coger el teléfono. Esperé hasta el último pensando incluso en dejarle un mensaje de voz al final, pero no tenía activado el servicio, cosa que tampoco sé porqué no me extrañó. "Bueno, aprovechemos el tiempo. Yo he cumplido" Y tiré con el coche hacia el centro comercial para hacer la compra del fin de semana. "Mejor ahora que esta tarde. Una cosa menos. Así tendré tiempo de aprovechar el sol"
Estaba entrando por la puerta cuando recibí su llamada.
- Hola, Gonzalo -respondí-
- Holaaa...-respondió una voz que con toda evidencia acababa de regresar del más profundo de los sueños. Yo no estaba seguro de que me hubiese reconocido. Era la primera vez que hablábamos por teléfono y de hecho tuve que añadir su wasap (nuestro medio de comunicación, digamos, "habitual" aparte del presencial) a mis contactos para hacer la llamada-
- Qué pasa, hombre. Soy Kufisto -le dije-
- Ah sí, Kufisto...
- ¿Oye, hacemos eso que dijimos?
- Sí, sí -respondió la voz- Dame un rato para ducharme y eso-
- Claro, claro...Yo estoy comprando. Una media hora o así, ¿vale?-
- Vale, vale-
- Te llamo cuando esté-
- Vale-
Eran al menos de las once cuando llegué al bar en busca de mi tabaco. Creí habérmelo dejado allí pero no. El que sí estaba era Gonzalo a medio camino entre la barra y la primera mesa alta, como quien no tiene claro donde ponerse, algo que por otra parte no es tan raro en estos días. En el salón uno de mis hermanos estaba reunido con unos proveedores. Saludé desde lejos y pasé a la barra.
- ¿No me he dejado aquí el tabaco? -le pregunté a mi otro hermano-
- No, no he visto nada
Miré y no vi nada. Después de todo tendría que estar en la bolsa que llevo al trabajo, en la misma donde poco antes había buscado, pero llevo tanta cosa dentro que no lo vi. En fin.
- ¿Bueno, qué? Vámonos -dije-
Y salimos del bar mientras pensaba divertido en la cara que debían tener mis hermanos al ver que el mayor había quedado con alguien como Gonzalo.
- Bueno -dije-, yo tengo el coche en dirección contraria. Tira tú para allá y espérame a la entrada del camino-
- Pero vamos en el mío, ¿no?-
- No no no...Tira tú para allá y espérame.
Cuando di la vuelta todavía estaba él sin arrancar. Es un hombre tranquilo, Gonzalo. Cuando está bien.
Conduje rápido. En la avenida industrial que lleva al camino le di caña. Un par de badenes imprevistos, sin señalizar, (sobretodo el primero, hacía años que no pasaba por allí) por poco no me hicieron explotar el cárter. La mañana era magnífica, soleada, poderosa...¿como no pisar el acelerador? Recordé aquella vez, hará 25 años, en la que pusimos el Golf G60 de un amigo a casi 200 en esa misma avenida con el "Exit" de U2 atronándonos los oídos. Esta vez no pasé de 80. Tampoco mi coche corre a 200.
Bajé a esperarlo fumando un cigarrillo. Poco a poco fui quitándome ropa de encima. En verdad la mañana era allí aún más magnífica de lo que parecía. Acabé quedándome en camiseta. Vi venir un coche y al pasar a mi lado lo saludé creyendo que era Gonzalo, pero era un viejo que me miró como si fuese lgtb. No respondió al saludo. Y fue en ese momento que en verdad parecía un lgtb, ¿qué shishi hacía allí, solitario, en zona casi gaiil, un coche parado a las once de las mañana con uno exhibiéndose cual pavo real a su lado? ¡Oh, Dios, no me jorobes! ¡La progenitora que me parió!
Como a los diez minutos recibí una llamada de Gonzalo.
- ¿Donde estás, Kufisto?-
- Donde voy a estar, jorobar. Aquí, esperándote-
- ¿Pero donde?
- Pues donde quedamos. Aquí, al final de la avenida...-
- No, no, no...Espera que ya voy-
jorobar.
Esta vez llegó pronto.
- Venga, sube. Vámonos en el mío- dijo-
- No. Cada uno en el suyo. Tira tú delante y te sigo-
Tiró casi a paso de abuela y enseguida llegamos al camino, apenas al otro lado. Yo había metido la jodida mascarilla en el bolsillo de la cazadora y casi que la eché de menos al ver la procesión que íbamos formando. Un lgtb estaba esperando junto a su coche al final de la avenida correcta. Nos miró. "me acuerdo de la fruta"
Gonzalo entró al camino de tierra a su marcha. En caminos parecidos a esos reventamos unos cuantos coches hace años. Bastantes años.
Y de pronto las ovejas. Un rebaño de ovejas. Estuvimos parados un rato que se hizo eterno. Y ya con vía libre el lactante de Gonzalo no se decidía a tirar. El pastor, un chico joven, le hizo señas para que lo hiciera pero él no se decidía, quizá asustado de asustar a esos animales. Los perrillos iban y venían tirando ovejas a la cuneta y ya cuando no quedaba ninguna nos miraban como si fuésemos orates o gaies. Pité. Gonzalo tiró aún con más cuidado. El pastor nos vio pasar. Volví a acordarme de la fruta mascarilla. El último perro, uno que había dejado baldada a una pobre oveja rezagada, me echó una mirada que no olvidaré.
Un poco más adelante, ¡una liebre!. La vi saltar y perderse como hacen todas las liebres. Gonzalo me llamó:
- ¿Has visto?-
- ¿Qué?-
- ¡La liebre! -dijo entusiasmado-
- Sí
- ¿Te has fijado en sus orejas?-
- (Me cachis, ¿quien se fija en las orejas de una maldita liebre?) No-
- ¡Eran triangulares al final! ¡Una cosa extrañísima! ¿no lo has visto?-
- No, shishi, tira-
- jorobar...¡Triangulares!
- (¿Pero qué huevones?) Venga, tira.
Tiró. Un poco más allá, cuatro árboles mal plantados. Vuelta a parar en la cuneta. Esta vez se bajó del coche.
- Kufisto, ¿te importa si paramos en este bosque un momento? Quiero ver si la liebre vino de aquí-
- (¿Bosque?) No no no...A las doce tengo que estar de vuelta y no da tiempo. Vamos.
Otra parada, esta vez al lado de cuatro piedras. Otra vez que se baja.
- Quiero enseñarte este dolmen -dijo-
- ¿Dolmen?
- Sí, baja -respondió con firmeza-
"Yo a las montañas subí, yo a las cabañas bajé"
Piedras. Algunas grandes y otras pequeñas. Ninguna encima de ninguna. El dolmen.
- Aquí hice un ritual -dijo-
- Sí-
Me explicó algo, no mucho, pues vio musgo en las piedras.
- ¡MIRA, KUFISTO!-
- ¿Qué?
- Aivá chaval...¡Mira que musgo!
Una cosa verde sobre las rocas. Estupendo. Creo haber leído algo del musgo en las novelas de Agatha Christie.
- Sí-
- Aivá chaval...-y se agachaba y lo tocaba. Y no sé porqué me dio ardor de estomago-
- Gonzalo...a las doce tengo que irme-
Al final llegamos, como siempre que se llega al final aunque este no diste más de cinco kilómetros del principio, un mundo para mi.
Aquello era...más piedras. Muchas piedras.
Ya en la parada anterior tuve que ponerme el jersey, pero allí pillé la cazadora y la bufanda mañanera. Con todo, hacía fresquete. Es increíble como cambia la temperatura en campo abierto.
Echamos a andar. Al principio yo detrás de él pero pronto cada uno a su bola, pues no hacía más que pararse a comentar cosas, rituales anteriores en compañía de alguna bruja, aunque él la llamó de una manera que no entendí. Que si aquí, en La Mancha, hubo mar, "¿pero prehistórico, no?", que rituales del fuego a los dioses, que otro dolmen que sólo él veía, que mira esto, "¿musgo?, "¡LÍQUEN!", que un trébol de cinco hojas que casi lo sacó de quicio...lo dejé y eché a andar entre las piedras.
- ¡HUELES EL AIRE, KUFISTO!- bramó-
- Sí, sí...
La verdad es que allí se estaba tan bien como en cualquier sitio en el que uno está solo. El aire era más ligero, sí, y aparte de piedras que mirar para no torcerte el tobillo el buen sol, mi viejo amigo, iluminaba toda la escena como quien tiene el frigorífico lleno de latas de cerveza. A lo lejos oía gritar a Gonzalo por sus nuevos descubrimientos. "Sí, sí..." Poco a poco aquel bosque de piedras, el fuerte silencio y la lejanía del otro hicieron vibrar a mi alma en su estrecha onda correcta. Sí, sin lugar a dudas, ese era un buen sitio.
Miré el reloj. Pronto tendría que irme de allí. Y eché a andar de vuelta.
- Vámonos, Gonzalo-le grité-
Él andaba recogiendo cosas del suelo.
- ¿Qué haces?-
- Hay que mantener limpio esto-
Postas, cristales, latas y algunas piedras maravillosas que se había encontrado.
- Toma, Kufisto. Este cuarzo para ti-
Cerca de donde los coches vimos la pelada calavera de un animal, de uno pequeño. Gonzalo se maravilló pero yo (tras un vistazo y su breve explicación de que era un pequeño depredador, un lobezno o así) seguí adelante, pues ya iba estando fuera de hora.
- Venga, Gonzalo- voceé
Y vino con las manos y los bolsillos llenas de postas, cristales, latas, piedras maravillosas y calaveras.
Intentó abrir el capó del coche pero no pudo.
- Kufisto, por favor, méteme la mano en el bolsillo y ábrelo tú-
Se la metí, lo abrí y aquello era algo inenarrable de la cosa que allí había. Con todo y mucho cuidado fue depositando todo el material como si fueran explosivos.
- Bueno, venga, vamos -dije yo-
- Ku-fis-to -dijo él- ¿te importa irte tú solo? Es que yo tengo que hablar con mi padre...-
- Claro, claro -dije yo como un secundario de Lovecraft- Sin problema-
Arranqué el coche. Él tuvo tiempo para acercarse. Ya estaba todo dentro y bien colocado en su maletero.
- Kufisto- y me tendió su huesuda mano- ¿no te importa, verdad?
- Qué shishi.
El regreso de un viaje siempre es mucho más corto.
Y si se hace sobre arena y sin ovejas a la vista ya es algo casi orgiástico.
Estaba entrando por la puerta cuando recibí su llamada.
- Hola, Gonzalo -respondí-
- Holaaa...-respondió una voz que con toda evidencia acababa de regresar del más profundo de los sueños. Yo no estaba seguro de que me hubiese reconocido. Era la primera vez que hablábamos por teléfono y de hecho tuve que añadir su wasap (nuestro medio de comunicación, digamos, "habitual" aparte del presencial) a mis contactos para hacer la llamada-
- Qué pasa, hombre. Soy Kufisto -le dije-
- Ah sí, Kufisto...
- ¿Oye, hacemos eso que dijimos?
- Sí, sí -respondió la voz- Dame un rato para ducharme y eso-
- Claro, claro...Yo estoy comprando. Una media hora o así, ¿vale?-
- Vale, vale-
- Te llamo cuando esté-
- Vale-
Eran al menos de las once cuando llegué al bar en busca de mi tabaco. Creí habérmelo dejado allí pero no. El que sí estaba era Gonzalo a medio camino entre la barra y la primera mesa alta, como quien no tiene claro donde ponerse, algo que por otra parte no es tan raro en estos días. En el salón uno de mis hermanos estaba reunido con unos proveedores. Saludé desde lejos y pasé a la barra.
- ¿No me he dejado aquí el tabaco? -le pregunté a mi otro hermano-
- No, no he visto nada
Miré y no vi nada. Después de todo tendría que estar en la bolsa que llevo al trabajo, en la misma donde poco antes había buscado, pero llevo tanta cosa dentro que no lo vi. En fin.
- ¿Bueno, qué? Vámonos -dije-
Y salimos del bar mientras pensaba divertido en la cara que debían tener mis hermanos al ver que el mayor había quedado con alguien como Gonzalo.
- Bueno -dije-, yo tengo el coche en dirección contraria. Tira tú para allá y espérame a la entrada del camino-
- Pero vamos en el mío, ¿no?-
- No no no...Tira tú para allá y espérame.
Cuando di la vuelta todavía estaba él sin arrancar. Es un hombre tranquilo, Gonzalo. Cuando está bien.
Conduje rápido. En la avenida industrial que lleva al camino le di caña. Un par de badenes imprevistos, sin señalizar, (sobretodo el primero, hacía años que no pasaba por allí) por poco no me hicieron explotar el cárter. La mañana era magnífica, soleada, poderosa...¿como no pisar el acelerador? Recordé aquella vez, hará 25 años, en la que pusimos el Golf G60 de un amigo a casi 200 en esa misma avenida con el "Exit" de U2 atronándonos los oídos. Esta vez no pasé de 80. Tampoco mi coche corre a 200.
Bajé a esperarlo fumando un cigarrillo. Poco a poco fui quitándome ropa de encima. En verdad la mañana era allí aún más magnífica de lo que parecía. Acabé quedándome en camiseta. Vi venir un coche y al pasar a mi lado lo saludé creyendo que era Gonzalo, pero era un viejo que me miró como si fuese lgtb. No respondió al saludo. Y fue en ese momento que en verdad parecía un lgtb, ¿qué shishi hacía allí, solitario, en zona casi gaiil, un coche parado a las once de las mañana con uno exhibiéndose cual pavo real a su lado? ¡Oh, Dios, no me jorobes! ¡La progenitora que me parió!
Como a los diez minutos recibí una llamada de Gonzalo.
- ¿Donde estás, Kufisto?-
- Donde voy a estar, jorobar. Aquí, esperándote-
- ¿Pero donde?
- Pues donde quedamos. Aquí, al final de la avenida...-
- No, no, no...Espera que ya voy-
jorobar.
Esta vez llegó pronto.
- Venga, sube. Vámonos en el mío- dijo-
- No. Cada uno en el suyo. Tira tú delante y te sigo-
Tiró casi a paso de abuela y enseguida llegamos al camino, apenas al otro lado. Yo había metido la jodida mascarilla en el bolsillo de la cazadora y casi que la eché de menos al ver la procesión que íbamos formando. Un lgtb estaba esperando junto a su coche al final de la avenida correcta. Nos miró. "me acuerdo de la fruta"
Gonzalo entró al camino de tierra a su marcha. En caminos parecidos a esos reventamos unos cuantos coches hace años. Bastantes años.
Y de pronto las ovejas. Un rebaño de ovejas. Estuvimos parados un rato que se hizo eterno. Y ya con vía libre el lactante de Gonzalo no se decidía a tirar. El pastor, un chico joven, le hizo señas para que lo hiciera pero él no se decidía, quizá asustado de asustar a esos animales. Los perrillos iban y venían tirando ovejas a la cuneta y ya cuando no quedaba ninguna nos miraban como si fuésemos orates o gaies. Pité. Gonzalo tiró aún con más cuidado. El pastor nos vio pasar. Volví a acordarme de la fruta mascarilla. El último perro, uno que había dejado baldada a una pobre oveja rezagada, me echó una mirada que no olvidaré.
Un poco más adelante, ¡una liebre!. La vi saltar y perderse como hacen todas las liebres. Gonzalo me llamó:
- ¿Has visto?-
- ¿Qué?-
- ¡La liebre! -dijo entusiasmado-
- Sí
- ¿Te has fijado en sus orejas?-
- (Me cachis, ¿quien se fija en las orejas de una maldita liebre?) No-
- ¡Eran triangulares al final! ¡Una cosa extrañísima! ¿no lo has visto?-
- No, shishi, tira-
- jorobar...¡Triangulares!
- (¿Pero qué huevones?) Venga, tira.
Tiró. Un poco más allá, cuatro árboles mal plantados. Vuelta a parar en la cuneta. Esta vez se bajó del coche.
- Kufisto, ¿te importa si paramos en este bosque un momento? Quiero ver si la liebre vino de aquí-
- (¿Bosque?) No no no...A las doce tengo que estar de vuelta y no da tiempo. Vamos.
Otra parada, esta vez al lado de cuatro piedras. Otra vez que se baja.
- Quiero enseñarte este dolmen -dijo-
- ¿Dolmen?
- Sí, baja -respondió con firmeza-
"Yo a las montañas subí, yo a las cabañas bajé"
Piedras. Algunas grandes y otras pequeñas. Ninguna encima de ninguna. El dolmen.
- Aquí hice un ritual -dijo-
- Sí-
Me explicó algo, no mucho, pues vio musgo en las piedras.
- ¡MIRA, KUFISTO!-
- ¿Qué?
- Aivá chaval...¡Mira que musgo!
Una cosa verde sobre las rocas. Estupendo. Creo haber leído algo del musgo en las novelas de Agatha Christie.
- Sí-
- Aivá chaval...-y se agachaba y lo tocaba. Y no sé porqué me dio ardor de estomago-
- Gonzalo...a las doce tengo que irme-
Al final llegamos, como siempre que se llega al final aunque este no diste más de cinco kilómetros del principio, un mundo para mi.
Aquello era...más piedras. Muchas piedras.
Ya en la parada anterior tuve que ponerme el jersey, pero allí pillé la cazadora y la bufanda mañanera. Con todo, hacía fresquete. Es increíble como cambia la temperatura en campo abierto.
Echamos a andar. Al principio yo detrás de él pero pronto cada uno a su bola, pues no hacía más que pararse a comentar cosas, rituales anteriores en compañía de alguna bruja, aunque él la llamó de una manera que no entendí. Que si aquí, en La Mancha, hubo mar, "¿pero prehistórico, no?", que rituales del fuego a los dioses, que otro dolmen que sólo él veía, que mira esto, "¿musgo?, "¡LÍQUEN!", que un trébol de cinco hojas que casi lo sacó de quicio...lo dejé y eché a andar entre las piedras.
- ¡HUELES EL AIRE, KUFISTO!- bramó-
- Sí, sí...
La verdad es que allí se estaba tan bien como en cualquier sitio en el que uno está solo. El aire era más ligero, sí, y aparte de piedras que mirar para no torcerte el tobillo el buen sol, mi viejo amigo, iluminaba toda la escena como quien tiene el frigorífico lleno de latas de cerveza. A lo lejos oía gritar a Gonzalo por sus nuevos descubrimientos. "Sí, sí..." Poco a poco aquel bosque de piedras, el fuerte silencio y la lejanía del otro hicieron vibrar a mi alma en su estrecha onda correcta. Sí, sin lugar a dudas, ese era un buen sitio.
Miré el reloj. Pronto tendría que irme de allí. Y eché a andar de vuelta.
- Vámonos, Gonzalo-le grité-
Él andaba recogiendo cosas del suelo.
- ¿Qué haces?-
- Hay que mantener limpio esto-
Postas, cristales, latas y algunas piedras maravillosas que se había encontrado.
- Toma, Kufisto. Este cuarzo para ti-
Cerca de donde los coches vimos la pelada calavera de un animal, de uno pequeño. Gonzalo se maravilló pero yo (tras un vistazo y su breve explicación de que era un pequeño depredador, un lobezno o así) seguí adelante, pues ya iba estando fuera de hora.
- Venga, Gonzalo- voceé
Y vino con las manos y los bolsillos llenas de postas, cristales, latas, piedras maravillosas y calaveras.
Intentó abrir el capó del coche pero no pudo.
- Kufisto, por favor, méteme la mano en el bolsillo y ábrelo tú-
Se la metí, lo abrí y aquello era algo inenarrable de la cosa que allí había. Con todo y mucho cuidado fue depositando todo el material como si fueran explosivos.
- Bueno, venga, vamos -dije yo-
- Ku-fis-to -dijo él- ¿te importa irte tú solo? Es que yo tengo que hablar con mi padre...-
- Claro, claro -dije yo como un secundario de Lovecraft- Sin problema-
Arranqué el coche. Él tuvo tiempo para acercarse. Ya estaba todo dentro y bien colocado en su maletero.
- Kufisto- y me tendió su huesuda mano- ¿no te importa, verdad?
- Qué shishi.
El regreso de un viaje siempre es mucho más corto.
Y si se hace sobre arena y sin ovejas a la vista ya es algo casi orgiástico.