Clavisto
Será en Octubre
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- 10 Sep 2013
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La noche del viernes iba por el cauce habitual hasta que llegó Pedrito y la desbordó.
Es un chico alto, desgarbado, con una antiestética dentadura en el lugar donde nosotros tenemos los labios y él la sonrisa, que no paró de sonreír durante la escasa media hora que terremoteó nuestro bar. Su corazón andará por los once años de bombeo, pero su cabeza se quedó en unos cuantos menos. Y de ahí ya no se moverá.
Me lo presentó su tío, un nuevo cliente que no es santo de mi devoción, precisamente:
- Kufisto...te presento a mi sobrino Pedrito, mi ojito derecho -dijo mientras le pasaba el brazo por los hombros.
- Hola, Pedrito, aquí un amigo -y le tendí la mano.
Me miró sin fijeza, como si yo no fuera nada del otro mundo, como luz que nada puede mirar porque lo suyo es hacer de ver, sonriendo de tal manera que era para preguntarse si la boca está para sonreír antes que para comer y beber. Le echó varios vistazos a su tío y otros tantos a mi mano: "¡dale la mano a Kufisto, como un hombre!". Pedrito tendió blandamente la suya y yo la estreché suavemente; "¡así se hace, Pedrito!" gritó su tío estallando en una nerviosa carcajada de ojos brillantitos. Y enseguida se marchó como un relámpago para continuar jugando con sus primos pequeños y los amigos de estos.
- Es un buen chico...
- Lo es, Paco, lo es...
Nos miramos un instante que no olvidaré.
Los chicos corrían y gritaban. Pedrito era la estrella. Todos estaban pendientes de él, ¡Pedrito esto! ¡Pedrito lo otro!, y Pedrito como un pollo sin cabeza, sonriendo, yendo torpemente de un lado a otro...Acabó pasándose a la barra, "¡Pedrito se ha pasado con Kufisto! ¡Pedrito está con el camarero!" Y él sonriendo, parado junto a la cafetera sin saber qué hacer, excitado, mirándolo todo, tal vez preguntándose cual era el siguiente paso para que sus amigos siguieran riéndose, siendo felices con él. Me acerqué y le pasé mi brazo por sus hombros, "¿todo bien Pedrito?", el chaval me echó un sonriente vistazo y no se movió, estaba más pendiente de las reacciones de sus amigos. "¿Quieres unas patatas fritas?", volvió a echarme un vistazo y no dijo nada. Pasé a la cocina y puse unas pocas en un trozo de papel, "toma, para ti" Entró su progenitora, "sal de ahí, hijo"; salió obediente, sonriendo triunfal. Había conseguido algo: nada menos que unas patatas fritas. Sus amigos le vitorearon. Su progenitora me pagó su descafeinado y el café de su marido:
- ¿Y las patatas?
- No, por favor...Invita la casa.
Sólo he visto esos ojos de cansancio en las caras de los padres de estos niños.
La noche del sábado marchaba bastante bien. Llevo toda la vida en el negocio y jamás sé con certeza cuando puede saltar la liebre: noches que esperas hacer un duro y te comes los mocos y noches que no esperas nada y llenas las alforjas. Esta fue una de ellas.
A eso de las tres de la mañana pasó una subida de peso feísima, nauseabunda, a vender lotería del jueves:
- ¿Quieres un décimo? -me preguntó
- No
- ¿Puedo ofrecérsela a los clientes?
- Bueno
Al menos fue educada, eso la salvó. Yo arrastraba una resaca descomunal y tenía el garito lleno, poniendo copas a diestro y siniestros. En esas andaba, tirando unas cañas despistadas, cuando me dí cuenta que una niña de unos 7 años estaba mirando desde la puerta como caía el chorro de cerveza en la copa de cristal. Se encontraba junto a dos parejas que había atendido un poco antes, así que pensé que una de ellas serían sus padres; le hice una mueca que pretendía ser graciosa, ella me miró sin cambiar el gesto y siguió observando como caía la cerveza.
De vez en cuando le echaba un vistazo y veía como Ojosnegros seguía pendiente de mi trabajo: grandes vasos llenos de cubitos de hielo y líquidos de diferentes colores. Es bonito si se ve desde fuera y tienes siete años. A mí me pasaba igual. Ojosnegros no se movía de la puerta. Pensé que sus padres no deberían estar ahí, con esa criatura, a esas horas, la música a toda leche y el personal comenzando a pasarse de copas, pero...pensar no es hacer y cada uno sabe lo que tiene que hacer con sus hijos. Así que allá cada cual.
En un momento de calma chicha salí a fumarme un pito. Al pasar junto a Ojosnegros le hice una carantoña. Tenía tal carita de sueño que daba lástima. Mientras estaba fumándomelo junto a unos colegas ví salir a la subida de peso de la lotería y ofrecérsela a la gente de la terraza.
Detrás de ella salió Ojosnegros. Era su progenitora. No me lo podía creer..."Pero hijadeputa -pensé- ¿como tienes los santos huevones de ir vendiendo lotería por los bares de copas con tu hija arrastras? ¿no tienes otro momento?". Vi que le quedaba muy poca y fui hacia ella, "dame uno", "tres con cincuenta", "toma cuatro, no me devuelvas nada" Volví a acariciar el pelo de Ojosnegros, que me miró como si estuviera cansada de verme por primera vez, y allí la dejé, durmiéndose de pie junto a su progenitora.
Y es que la Genética es un Misterio de los rellenitos.
Que se lo digan a Pedrito y a Ojosnegros.
Es un chico alto, desgarbado, con una antiestética dentadura en el lugar donde nosotros tenemos los labios y él la sonrisa, que no paró de sonreír durante la escasa media hora que terremoteó nuestro bar. Su corazón andará por los once años de bombeo, pero su cabeza se quedó en unos cuantos menos. Y de ahí ya no se moverá.
Me lo presentó su tío, un nuevo cliente que no es santo de mi devoción, precisamente:
- Kufisto...te presento a mi sobrino Pedrito, mi ojito derecho -dijo mientras le pasaba el brazo por los hombros.
- Hola, Pedrito, aquí un amigo -y le tendí la mano.
Me miró sin fijeza, como si yo no fuera nada del otro mundo, como luz que nada puede mirar porque lo suyo es hacer de ver, sonriendo de tal manera que era para preguntarse si la boca está para sonreír antes que para comer y beber. Le echó varios vistazos a su tío y otros tantos a mi mano: "¡dale la mano a Kufisto, como un hombre!". Pedrito tendió blandamente la suya y yo la estreché suavemente; "¡así se hace, Pedrito!" gritó su tío estallando en una nerviosa carcajada de ojos brillantitos. Y enseguida se marchó como un relámpago para continuar jugando con sus primos pequeños y los amigos de estos.
- Es un buen chico...
- Lo es, Paco, lo es...
Nos miramos un instante que no olvidaré.
Los chicos corrían y gritaban. Pedrito era la estrella. Todos estaban pendientes de él, ¡Pedrito esto! ¡Pedrito lo otro!, y Pedrito como un pollo sin cabeza, sonriendo, yendo torpemente de un lado a otro...Acabó pasándose a la barra, "¡Pedrito se ha pasado con Kufisto! ¡Pedrito está con el camarero!" Y él sonriendo, parado junto a la cafetera sin saber qué hacer, excitado, mirándolo todo, tal vez preguntándose cual era el siguiente paso para que sus amigos siguieran riéndose, siendo felices con él. Me acerqué y le pasé mi brazo por sus hombros, "¿todo bien Pedrito?", el chaval me echó un sonriente vistazo y no se movió, estaba más pendiente de las reacciones de sus amigos. "¿Quieres unas patatas fritas?", volvió a echarme un vistazo y no dijo nada. Pasé a la cocina y puse unas pocas en un trozo de papel, "toma, para ti" Entró su progenitora, "sal de ahí, hijo"; salió obediente, sonriendo triunfal. Había conseguido algo: nada menos que unas patatas fritas. Sus amigos le vitorearon. Su progenitora me pagó su descafeinado y el café de su marido:
- ¿Y las patatas?
- No, por favor...Invita la casa.
Sólo he visto esos ojos de cansancio en las caras de los padres de estos niños.
La noche del sábado marchaba bastante bien. Llevo toda la vida en el negocio y jamás sé con certeza cuando puede saltar la liebre: noches que esperas hacer un duro y te comes los mocos y noches que no esperas nada y llenas las alforjas. Esta fue una de ellas.
A eso de las tres de la mañana pasó una subida de peso feísima, nauseabunda, a vender lotería del jueves:
- ¿Quieres un décimo? -me preguntó
- No
- ¿Puedo ofrecérsela a los clientes?
- Bueno
Al menos fue educada, eso la salvó. Yo arrastraba una resaca descomunal y tenía el garito lleno, poniendo copas a diestro y siniestros. En esas andaba, tirando unas cañas despistadas, cuando me dí cuenta que una niña de unos 7 años estaba mirando desde la puerta como caía el chorro de cerveza en la copa de cristal. Se encontraba junto a dos parejas que había atendido un poco antes, así que pensé que una de ellas serían sus padres; le hice una mueca que pretendía ser graciosa, ella me miró sin cambiar el gesto y siguió observando como caía la cerveza.
De vez en cuando le echaba un vistazo y veía como Ojosnegros seguía pendiente de mi trabajo: grandes vasos llenos de cubitos de hielo y líquidos de diferentes colores. Es bonito si se ve desde fuera y tienes siete años. A mí me pasaba igual. Ojosnegros no se movía de la puerta. Pensé que sus padres no deberían estar ahí, con esa criatura, a esas horas, la música a toda leche y el personal comenzando a pasarse de copas, pero...pensar no es hacer y cada uno sabe lo que tiene que hacer con sus hijos. Así que allá cada cual.
En un momento de calma chicha salí a fumarme un pito. Al pasar junto a Ojosnegros le hice una carantoña. Tenía tal carita de sueño que daba lástima. Mientras estaba fumándomelo junto a unos colegas ví salir a la subida de peso de la lotería y ofrecérsela a la gente de la terraza.
Detrás de ella salió Ojosnegros. Era su progenitora. No me lo podía creer..."Pero hijadeputa -pensé- ¿como tienes los santos huevones de ir vendiendo lotería por los bares de copas con tu hija arrastras? ¿no tienes otro momento?". Vi que le quedaba muy poca y fui hacia ella, "dame uno", "tres con cincuenta", "toma cuatro, no me devuelvas nada" Volví a acariciar el pelo de Ojosnegros, que me miró como si estuviera cansada de verme por primera vez, y allí la dejé, durmiéndose de pie junto a su progenitora.
Y es que la Genética es un Misterio de los rellenitos.
Que se lo digan a Pedrito y a Ojosnegros.