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«««Medidas de emergencia en una crisis petrolera.
Fase 1: Primer shock de precios.
Síntomas:
El precio del petróleo comienza a subir aceleradamente, y en cuestión de meses supera los 120 $/barril. La actividad económica se ralentiza a escala global, y particularmente en España. Se disparan las cifras de paro.
Reacción estándar:
Se considera que es una crisis económica más, reconociendo, eso sí, que los altos precios del petróleo son un ingrediente importante en ella, pero solamente uno más. Se toman nuevas medidas para estimular la tras*ición a la "economía post carbono", pero en la práctica las necesidades presupuestarias y el día a día hacen que no se haga nada realmente efectivo a ese respecto.
El Gobierno toma medidas clásicas para estimular la actividad económica: rebajas de impuestos a las empresas, incentivos a la contratación, líneas de crédito públicas... Como consecuencia del incremento de gasto que suponen estas medidas y de la caída de ingresos se reducen las prestaciones sociales. Se vuelve al discurso de "vivíamos por encima de nuestras posibilidades" y de la austeridad.
A pesar de todo cierran muchas fábricas y bajan las exportaciones. El paro sube al 20%, y el PIB cae un 10%.
La crisis dura entre un año y dos años. Tras la crisis, los ingresos fiscales no se recuperan y eso hace que no se retiren la mayoría de medidas de austeridad.
Reacción más apropiada:
Se reconoce públicamente que la crisis energética es la mayor componente de esta crisis, y que durante los próximos años se sucederán más crisis como ésta. Se discute abiertamente la situación entre todos los partidos, hasta que se consigue un consenso político sobre la gravedad de la situación y la necesidad de una reacción concertada delante de la crisis energética.
Se introducen cambios legislativos para reconocer un nuevo estado de emergencia nacional, en el que las condiciones de necesidad son permanentemente graves y requieren ajustes y sacrificios por la parte de todos. Se declara el estado de emergencia nacional por la crisis energética.
Se crea una mesa de diálogo con las empresas, para que comprendan la gravedad de la situación y lo drástico de las medidas que se tienen que tomar por su propio interés a medio y largo plazo.
Se toman medidas taxativas para reducir el consumo de petróleo. Se limita la velocidad de los coches en ciudad a 30 km/h y en carretera a los 80 km/h. Eso incluye las autopistas; los concesionarios no reciben compensación debido a la emergencia nacional.
Se crean diversas tablas sectoriales para la adopción de medidas urgentes para el ahorro energético. Por ejemplo, se propone reducir el volumen de mercancías tras*portadas por carretera a un 25% del actual y el de los barcos a un 10%, en un plazo de 10 años. Se fomenta la relocalización de actividades. Se toman medidas estratégicas para garantizar el suministro de recursos básicos y estratégicos. Se toman medidas para incrementar la soberanía alimentaria. Se obliga a la disminución y reutilización de envases. Se plantean planes para la reconversión industrial de muchos sectores que verán su demanda bajar drásticamente en los siguientes años, comenzando por el turismo.
A pesar de todas las precauciones tomadas y todos los consensos conseguidos, las medidas despiertan un gran rechazo y oposición entre la ciudadanía y muchas de las empresas, así que se requiere muchísima pedagogía y repetir numerosas veces el trasfondo del mensaje: o hacemos esto juntos o nos vamos al garete juntos.
A consecuencia de todas estas medidas, el PIB se contrae un 20%. Hay bastante descontento pero al final del período de crisis (que dura entre un año y dos) se relajan ligeramente algunas de las restricciones. La gente comienza a acostumbrarse a vivir de otra manera y modifica expectativas.
Fase 2: Segundo shock de precios.
Síntomas:
Tras uno o dos años de relativa tranquilidad (precio del barril relativamente alto pero asequible) el precio del petróleo se vuelve a disparar. Esta vez supera los 150$/barril en muy poco tiempo, y encima se mantiene en esos niveles durante meses (esto es debido a que no se destruye demanda tan rápidamente porque ya no quedan tantos sectores de bajo valor añadido).
Reacción estándar:
El Gobierno comienza una reacción al estilo de la anterior, pero pronto se ve que esta crisis es más grave que la anterior y que hay que tomar medidas más drásticas. Después de muchos nervios y rumores sobre la caída del Gobierno, al final se aprueba un paquete de medidas urgentes para la contención del gasto en petróleo y el impulso de la energía renovable. Se limita la circulación de vehículos (por ejemplo, por el número de matrícula) y se penaliza a los coches en los que viaja solo el conductor. Se mejoran ostensiblemente la bonificaciones a la producción renovable; desde el sector eléctrico se avisa que están saturados de producción y que esa nueva producción agravará los problemas existentes sin resolver ningún problema, pero el Gobierno los ignora.
El turismo entra en una recesión muy profunda, porque la crisis es global y los turistas no vienen. Las playas están vacías y, lo que es peor, también lo están bares y restaurantes. El paro en el sector de la hostelería se dispara.
La crisis económica se hace muy intensa. El paro supera el 25% y se acerca peligrosamente al 30%. Hay manifestaciones continuamente en las calles y menudean los robos y los hurtos. El Gobierno implanta nuevas medidas de orden público, con el incremento de la plantilla de policías; a pesar de la reducción de salarios de los funcionarios públicos, es una salida profesional para mucha gente.
Al final de este período se empiezan a aplicar medidas de choque muy drásticas, con recortes sociales y de libertades individuales. Se restringe el derecho a la manifestación, se penalizan gravemente las convocatorias no autorizadas. Se empiezan a poner en marcha las primeras plantas de creación de combustibles líquidos a partir de carbón, con el objetivo de aprovechar el carbón nacional. España amenaza varias veces a Argelia por su falta de compromiso en el suministro de gas natural, y crea una comisión conjunta con Francia para seguir la crisis argelina.
La crisis dura tres largos años, con una contracción del PIB desde los niveles pre-crisis del 20%. Al final de la crisis se ve un ligero repunte de actividad y el Gobierno se felicita por la eficacia de sus buenas medidas. Acto seguido, cae el Gobierno, pero el Gobierno entrante no cambia en nada el rumbo marcado por el anterior.
Reacción más apropiada:
Se reconoce públicamente que la nueva crisis de precios es un síntoma del declive inevitable de la producción de petróleo. Se propone profundizar en las medidas tomadas en el período anterior.
Se cambian los planes de estudios y de capacitación profesional, de manera que se aprendan nuevas técnicas que tengan en cuenta la necesidad de reparar, reutilizar y reciclar. Se introducen asignaturas obligatorias de horticultura desde la primaria. Se fomenta la extensión de huertos urbanos y de proximidad; todos los municipios deben destinar un área mínima a huertos, y se cambian las leyes para incentivar el paso de terrenos urbanos a rústicos. Se dan incentivos para la producción alimentaria nacional, y se carga con grandes aranceles la importación de alimentos del exterior, y con fuertes tasas la exportación de alimentos de los que España no es excedentaria.
Se modifica la red eléctrica para hacerla más local y operar con menos pérdidas, y que pueda integrar pequeños sistemas locales. Se desincentiva la actividad industrial de alto consumo energético. Se crean planes para la recuperación de materiales útiles en vertederos. Se cierran todas las centrales nucleares, reconociendo que el coste de gestionar los residuos nucleares es muy oneroso y que no conviene hacerlo crecer. La red eléctrica está perfectamente cubierta con el resto de sistemas, y más ahora que el consumo eléctrico es mucho menor.
Se fomenta la creación de economías lo más locales posible.
Se establece un plan para el abandono total del coche y la disminución drástica del tras*porte de carretera. Los vehículos desechados se aprovechan por piezas para la reparación y mantenimiento vehículos de emergencia y maquinaria indispensable Se establecen unas cuotas para la producción de biocombustibles, que están reservadas para el uso exclusivo de los vehículos y maquinaria que se mantienen.
Son años de ajustes duros, y el PIB está ya por debajo del 50% de los años pre-crisis, pero de acuerdo con la percepción social general la crisis es menos profunda de lo que se esperaba. La sensación de crisis en España dura menos de dos años y aunque el mundo en su conjunto sigue en crisis un año más, en ese último año las cosas van mejor en España: de hecho, el paro disminuye y se queda por debajo del 10%. Se abandona la medición del PIB.
Francia presiona para formar un grupo de trabajo para abordar el problema argelino, pero España descarta inmiscuirse en problemas de otros países. El consumo de gas natural ha descendido con la reconversión industrial y se comienza a producir gas natural nacional en biodigestores y pequeños yacimientos.
Fase 3: Tercer shock de precios.
Síntomas:
La tranquilidad dura menos de un año; el precio del petróleo empieza a dispararse de nuevo, pero esta vez muestra un comportamiento salvajemente errático: algunas semanas toca los 200$ por barril, para después caer hasta los 80$. Empieza a haber conflictos internacionales de envergadura y eso hace que las líneas de suministro dejen de ser fiables y que se origine escasez: no hay suficiente petróleo, es igual el precio que se quiera pagar.
La contestación interna es muy fuerte. La contracción económica es brutal. El paro supera el 30% y avanza peligrosamente hacia el 40%. El PIB está alrededor del 40% de lo que era en los años pre-crisis. Los debates al Parlamento son muy broncos. En medio de una intensa presión al Gobierno para que reaccione a la crisis de suministro, España decide formar una fuerza aliada con Francia e Italia, e invade Argelia con la intención de "pacificar el país" (envuelto en una cruenta guerra civil entre dos facciones del ejército) y "llevar la democracia".
La guerra en Argelia es un desastre, porque es un país fuertemente armado y la oleada turística está lejos de ser un paseo militar. España reestablece la recluta obligatoria y comienza a enviar soldados no profesionales a Argelia. En algunas ciudades, como Barcelona, la marcha de los quintos degenera en graves disturbios; hay combates con fuego real por las calles. El Gobierno tiene que destinar parte de las tropas para apaciguar el país.
Empieza a haber problemas de abastecimiento de alimentos en las ciudades, lo que origina tumultos y asaltos a comercios. La población comienza a abandonar las ciudades. El Gobierno cae y le suceden otros de manera muy caótica. En algunas zonas no se pueden celebrar elecciones dado el grado de la revuelta. Cataluña se proclama independiente y el Gobierno de turno envía el ejército a sofocar la rebelión, cosa que consigue pero a un alto precio: falto de efectivos, el ejercito español en Argelia es aniquilado. Cae el Gobierno. El País Vasco amenaza con declararse independiente, pero el Gobierno no es capaz de enviar tropas y se ve forzado a aceptar ciertas imposiciones. En Cataluña, somatenes populares hostigan permanentemente al ejército.
Tras meses de arduas negociaciones, sin saber quién tiene el poder realmente, acaba habiendo un acuerdo mutilateral en el que se hacen muchas concesiones al País Vasco y a Cataluña. Se comienzan a distribuir a gran escala combustible derivado de carbón, pero se limita por ley su uso; de hecho, se prohíbe el coche privado. Se estable un servicio agrario obligatorio para toda la población, para garantizar la producción de alimentos nacionales. Se nacionalizan muchas empresas y se hacen requisas de recursos indispensables. España se convierte en una humeante autarquía muy autoritaria, con pequeños oasis de libertad relativa, sobre todo en el País Vasco y Cataluña.
Esta crisis se hace permanente. Nadie vuelve a mirar el precio del petróleo, ni confía en que se pueda reestablecer su mercado.
Reacción más apropiada:
Se reconoce que estamos llegando a una fase terminal de la crisis del petróleo, y que el mercado internacional no puede garantizar ni siquiera el abastecimiento de lo que se produce.
Se implementa un plan de abandono total del petróleo, y de reducción drástica del carbón y gas natural (el uranio ya no se consume desde la crisis anterior).
Se profundizan las medidas de las fases anteriores. A pesar de la gravedad de la crisis internacional, España evoluciona de una manera suave porque tiene una muy baja, y decreciente, dependencia exterior. La producción se estabiliza en una valor adecuado para satisfacer las necesidades de la población. Al cabo de pocos años, para sorpresa del caótico entorno internacional, España logra prácticamente el pleno empleo.
España no está interesada en los suministros energéticos exteriores y su comercio exterior se basa en el intercambio de productos no indispensables. España rechaza implicarse en ninguna aventura militar exterior, y de hecho reduce su industria armamentística.
España ha logrado un economía de estado estacionario y la paz social interna. Su gran reto de futuro es hacer frente a las amenazas exteriores.
******************************************
Éste es el resumen de las medidas, las que probablemente se tomarán y las que se tendrían que tomar. ¿Cuáles creee Vd., querido lectores, que se adoptarán al final? En realidad, eso depende de todos nosotros.
Salu2.
AMT»»»
Medidas de emergencia en una crisis petrolera
Fase 1: Primer shock de precios.
Síntomas:
El precio del petróleo comienza a subir aceleradamente, y en cuestión de meses supera los 120 $/barril. La actividad económica se ralentiza a escala global, y particularmente en España. Se disparan las cifras de paro.
Reacción estándar:
Se considera que es una crisis económica más, reconociendo, eso sí, que los altos precios del petróleo son un ingrediente importante en ella, pero solamente uno más. Se toman nuevas medidas para estimular la tras*ición a la "economía post carbono", pero en la práctica las necesidades presupuestarias y el día a día hacen que no se haga nada realmente efectivo a ese respecto.
El Gobierno toma medidas clásicas para estimular la actividad económica: rebajas de impuestos a las empresas, incentivos a la contratación, líneas de crédito públicas... Como consecuencia del incremento de gasto que suponen estas medidas y de la caída de ingresos se reducen las prestaciones sociales. Se vuelve al discurso de "vivíamos por encima de nuestras posibilidades" y de la austeridad.
A pesar de todo cierran muchas fábricas y bajan las exportaciones. El paro sube al 20%, y el PIB cae un 10%.
La crisis dura entre un año y dos años. Tras la crisis, los ingresos fiscales no se recuperan y eso hace que no se retiren la mayoría de medidas de austeridad.
Reacción más apropiada:
Se reconoce públicamente que la crisis energética es la mayor componente de esta crisis, y que durante los próximos años se sucederán más crisis como ésta. Se discute abiertamente la situación entre todos los partidos, hasta que se consigue un consenso político sobre la gravedad de la situación y la necesidad de una reacción concertada delante de la crisis energética.
Se introducen cambios legislativos para reconocer un nuevo estado de emergencia nacional, en el que las condiciones de necesidad son permanentemente graves y requieren ajustes y sacrificios por la parte de todos. Se declara el estado de emergencia nacional por la crisis energética.
Se crea una mesa de diálogo con las empresas, para que comprendan la gravedad de la situación y lo drástico de las medidas que se tienen que tomar por su propio interés a medio y largo plazo.
Se toman medidas taxativas para reducir el consumo de petróleo. Se limita la velocidad de los coches en ciudad a 30 km/h y en carretera a los 80 km/h. Eso incluye las autopistas; los concesionarios no reciben compensación debido a la emergencia nacional.
Se crean diversas tablas sectoriales para la adopción de medidas urgentes para el ahorro energético. Por ejemplo, se propone reducir el volumen de mercancías tras*portadas por carretera a un 25% del actual y el de los barcos a un 10%, en un plazo de 10 años. Se fomenta la relocalización de actividades. Se toman medidas estratégicas para garantizar el suministro de recursos básicos y estratégicos. Se toman medidas para incrementar la soberanía alimentaria. Se obliga a la disminución y reutilización de envases. Se plantean planes para la reconversión industrial de muchos sectores que verán su demanda bajar drásticamente en los siguientes años, comenzando por el turismo.
A pesar de todas las precauciones tomadas y todos los consensos conseguidos, las medidas despiertan un gran rechazo y oposición entre la ciudadanía y muchas de las empresas, así que se requiere muchísima pedagogía y repetir numerosas veces el trasfondo del mensaje: o hacemos esto juntos o nos vamos al garete juntos.
A consecuencia de todas estas medidas, el PIB se contrae un 20%. Hay bastante descontento pero al final del período de crisis (que dura entre un año y dos) se relajan ligeramente algunas de las restricciones. La gente comienza a acostumbrarse a vivir de otra manera y modifica expectativas.
Fase 2: Segundo shock de precios.
Síntomas:
Tras uno o dos años de relativa tranquilidad (precio del barril relativamente alto pero asequible) el precio del petróleo se vuelve a disparar. Esta vez supera los 150$/barril en muy poco tiempo, y encima se mantiene en esos niveles durante meses (esto es debido a que no se destruye demanda tan rápidamente porque ya no quedan tantos sectores de bajo valor añadido).
Reacción estándar:
El Gobierno comienza una reacción al estilo de la anterior, pero pronto se ve que esta crisis es más grave que la anterior y que hay que tomar medidas más drásticas. Después de muchos nervios y rumores sobre la caída del Gobierno, al final se aprueba un paquete de medidas urgentes para la contención del gasto en petróleo y el impulso de la energía renovable. Se limita la circulación de vehículos (por ejemplo, por el número de matrícula) y se penaliza a los coches en los que viaja solo el conductor. Se mejoran ostensiblemente la bonificaciones a la producción renovable; desde el sector eléctrico se avisa que están saturados de producción y que esa nueva producción agravará los problemas existentes sin resolver ningún problema, pero el Gobierno los ignora.
El turismo entra en una recesión muy profunda, porque la crisis es global y los turistas no vienen. Las playas están vacías y, lo que es peor, también lo están bares y restaurantes. El paro en el sector de la hostelería se dispara.
La crisis económica se hace muy intensa. El paro supera el 25% y se acerca peligrosamente al 30%. Hay manifestaciones continuamente en las calles y menudean los robos y los hurtos. El Gobierno implanta nuevas medidas de orden público, con el incremento de la plantilla de policías; a pesar de la reducción de salarios de los funcionarios públicos, es una salida profesional para mucha gente.
Al final de este período se empiezan a aplicar medidas de choque muy drásticas, con recortes sociales y de libertades individuales. Se restringe el derecho a la manifestación, se penalizan gravemente las convocatorias no autorizadas. Se empiezan a poner en marcha las primeras plantas de creación de combustibles líquidos a partir de carbón, con el objetivo de aprovechar el carbón nacional. España amenaza varias veces a Argelia por su falta de compromiso en el suministro de gas natural, y crea una comisión conjunta con Francia para seguir la crisis argelina.
La crisis dura tres largos años, con una contracción del PIB desde los niveles pre-crisis del 20%. Al final de la crisis se ve un ligero repunte de actividad y el Gobierno se felicita por la eficacia de sus buenas medidas. Acto seguido, cae el Gobierno, pero el Gobierno entrante no cambia en nada el rumbo marcado por el anterior.
Reacción más apropiada:
Se reconoce públicamente que la nueva crisis de precios es un síntoma del declive inevitable de la producción de petróleo. Se propone profundizar en las medidas tomadas en el período anterior.
Se cambian los planes de estudios y de capacitación profesional, de manera que se aprendan nuevas técnicas que tengan en cuenta la necesidad de reparar, reutilizar y reciclar. Se introducen asignaturas obligatorias de horticultura desde la primaria. Se fomenta la extensión de huertos urbanos y de proximidad; todos los municipios deben destinar un área mínima a huertos, y se cambian las leyes para incentivar el paso de terrenos urbanos a rústicos. Se dan incentivos para la producción alimentaria nacional, y se carga con grandes aranceles la importación de alimentos del exterior, y con fuertes tasas la exportación de alimentos de los que España no es excedentaria.
Se modifica la red eléctrica para hacerla más local y operar con menos pérdidas, y que pueda integrar pequeños sistemas locales. Se desincentiva la actividad industrial de alto consumo energético. Se crean planes para la recuperación de materiales útiles en vertederos. Se cierran todas las centrales nucleares, reconociendo que el coste de gestionar los residuos nucleares es muy oneroso y que no conviene hacerlo crecer. La red eléctrica está perfectamente cubierta con el resto de sistemas, y más ahora que el consumo eléctrico es mucho menor.
Se fomenta la creación de economías lo más locales posible.
Se establece un plan para el abandono total del coche y la disminución drástica del tras*porte de carretera. Los vehículos desechados se aprovechan por piezas para la reparación y mantenimiento vehículos de emergencia y maquinaria indispensable Se establecen unas cuotas para la producción de biocombustibles, que están reservadas para el uso exclusivo de los vehículos y maquinaria que se mantienen.
Son años de ajustes duros, y el PIB está ya por debajo del 50% de los años pre-crisis, pero de acuerdo con la percepción social general la crisis es menos profunda de lo que se esperaba. La sensación de crisis en España dura menos de dos años y aunque el mundo en su conjunto sigue en crisis un año más, en ese último año las cosas van mejor en España: de hecho, el paro disminuye y se queda por debajo del 10%. Se abandona la medición del PIB.
Francia presiona para formar un grupo de trabajo para abordar el problema argelino, pero España descarta inmiscuirse en problemas de otros países. El consumo de gas natural ha descendido con la reconversión industrial y se comienza a producir gas natural nacional en biodigestores y pequeños yacimientos.
Fase 3: Tercer shock de precios.
Síntomas:
La tranquilidad dura menos de un año; el precio del petróleo empieza a dispararse de nuevo, pero esta vez muestra un comportamiento salvajemente errático: algunas semanas toca los 200$ por barril, para después caer hasta los 80$. Empieza a haber conflictos internacionales de envergadura y eso hace que las líneas de suministro dejen de ser fiables y que se origine escasez: no hay suficiente petróleo, es igual el precio que se quiera pagar.
La contestación interna es muy fuerte. La contracción económica es brutal. El paro supera el 30% y avanza peligrosamente hacia el 40%. El PIB está alrededor del 40% de lo que era en los años pre-crisis. Los debates al Parlamento son muy broncos. En medio de una intensa presión al Gobierno para que reaccione a la crisis de suministro, España decide formar una fuerza aliada con Francia e Italia, e invade Argelia con la intención de "pacificar el país" (envuelto en una cruenta guerra civil entre dos facciones del ejército) y "llevar la democracia".
La guerra en Argelia es un desastre, porque es un país fuertemente armado y la oleada turística está lejos de ser un paseo militar. España reestablece la recluta obligatoria y comienza a enviar soldados no profesionales a Argelia. En algunas ciudades, como Barcelona, la marcha de los quintos degenera en graves disturbios; hay combates con fuego real por las calles. El Gobierno tiene que destinar parte de las tropas para apaciguar el país.
Empieza a haber problemas de abastecimiento de alimentos en las ciudades, lo que origina tumultos y asaltos a comercios. La población comienza a abandonar las ciudades. El Gobierno cae y le suceden otros de manera muy caótica. En algunas zonas no se pueden celebrar elecciones dado el grado de la revuelta. Cataluña se proclama independiente y el Gobierno de turno envía el ejército a sofocar la rebelión, cosa que consigue pero a un alto precio: falto de efectivos, el ejercito español en Argelia es aniquilado. Cae el Gobierno. El País Vasco amenaza con declararse independiente, pero el Gobierno no es capaz de enviar tropas y se ve forzado a aceptar ciertas imposiciones. En Cataluña, somatenes populares hostigan permanentemente al ejército.
Tras meses de arduas negociaciones, sin saber quién tiene el poder realmente, acaba habiendo un acuerdo mutilateral en el que se hacen muchas concesiones al País Vasco y a Cataluña. Se comienzan a distribuir a gran escala combustible derivado de carbón, pero se limita por ley su uso; de hecho, se prohíbe el coche privado. Se estable un servicio agrario obligatorio para toda la población, para garantizar la producción de alimentos nacionales. Se nacionalizan muchas empresas y se hacen requisas de recursos indispensables. España se convierte en una humeante autarquía muy autoritaria, con pequeños oasis de libertad relativa, sobre todo en el País Vasco y Cataluña.
Esta crisis se hace permanente. Nadie vuelve a mirar el precio del petróleo, ni confía en que se pueda reestablecer su mercado.
Reacción más apropiada:
Se reconoce que estamos llegando a una fase terminal de la crisis del petróleo, y que el mercado internacional no puede garantizar ni siquiera el abastecimiento de lo que se produce.
Se implementa un plan de abandono total del petróleo, y de reducción drástica del carbón y gas natural (el uranio ya no se consume desde la crisis anterior).
Se profundizan las medidas de las fases anteriores. A pesar de la gravedad de la crisis internacional, España evoluciona de una manera suave porque tiene una muy baja, y decreciente, dependencia exterior. La producción se estabiliza en una valor adecuado para satisfacer las necesidades de la población. Al cabo de pocos años, para sorpresa del caótico entorno internacional, España logra prácticamente el pleno empleo.
España no está interesada en los suministros energéticos exteriores y su comercio exterior se basa en el intercambio de productos no indispensables. España rechaza implicarse en ninguna aventura militar exterior, y de hecho reduce su industria armamentística.
España ha logrado un economía de estado estacionario y la paz social interna. Su gran reto de futuro es hacer frente a las amenazas exteriores.
******************************************
Éste es el resumen de las medidas, las que probablemente se tomarán y las que se tendrían que tomar. ¿Cuáles creee Vd., querido lectores, que se adoptarán al final? En realidad, eso depende de todos nosotros.
Salu2.
AMT»»»
Medidas de emergencia en una crisis petrolera