KUTRONIO
Será en Octubre
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En un episodio de El Ala Oeste de la Casa Blanca, los protagonistas discutían sobre los asuntos pendientes a pocos meses de terminar la legislatura. Su reflexión era que iban a poder hacer más en los pocos meses que les quedaban en el gobierno que en todo el resto de su vida fuera de la Casa Blanca. Pues bien, esto parece que no lo tuvo claro un efímero vicepresidente español llamado Pablo Iglesias. Iglesias prefirió abandonar el gobierno y dedicarse a las tertulias en vez de estar en el centro de decisión de la política española. Por lo visto es mucho más cómodo estar criticando en una tertulia que ser criticado. Y es mucho más importante no ser criticado que estar donde de verdad pueden cambiarse las cosas.
El caso es que, ahora desde la barrera de sus tertulias, este opinador que eligió su comodidad frente al poder de decisión se dedica a criticar a los que eligieron gobernar, y a dirigir el mundo desde la comodidad de un micrófono, diciendo eso sí de vez en cuando alguna cosa llamativa. Por ejemplo, Iglesias apela a Yolanda Díaz y a la unidad de la izquierda diciendo que nos jugamos la democracia y la ilegalización de Bildu. Como si los filoetarras no fueran una amenaza para la democracia española sino sus defensores. Como si la libertad fuera la característica más llamativa en todos los lugares en donde Bildu tiene el poder, o siquiera una presencia importante. El caso es que Iglesias le plantea a Yolanda Díaz que asuma el desembarco de la tropa podemita en los puestos de cabeza de su nueva plataforma o que se haga responsable del fin de la democracia española, si por la división electoral de la izquierda la derecha llega al poder.
La cosa tiene su gracia porque resulta muy fácil darle la vuelta al argumento de Pablo Iglesias. O sea, entre la democracia o renunciar al puesto en la lista de su mujer, Iglesias elige acabar con la democracia. Pese a la evidencia de que Irene Montero y su equipo son ahora mismo un cáncer electoral, Iglesias prefiere que gane la derecha e incluso que se ilegalice a Bildu a pedir a Irene Montero que asuma su fracaso electoral y de un paso a un lado. Según su propio planteamiento, entre Irene o pegarle fuego al país Pablo prefiere a su Irene. Lo de Pablo Iglesias no es un libro rojo, es una novela rosa.
Más allá de otras consideraciones sobre la coherencia, la pertenencia a la casta o el apego al poder, lo cierto es que también se podría pensar que pese a los discursos en su contra esto es amor romántico del más puro, bonito y tóxico. Pablo Iglesias e Irene Montero son la pareja más tradicional, heteronormativa y romántica de la clase política española. La figura de Iglesias como macho protector no tiene precio. Son todo lo que odian en su máxima expresión. Entre las democracia y la pareja eligen la pareja. Por Ïrene están dispuestos incluso al mayor de los esfuerzos, al sacrificio supremo, a la renuncia al bien más preciado que sería la ilegalización de Bildu. El amor romántico es más fuerte que todo.
Para despejar toda duda sobre si el amor es a la pareja o al poder vicario, sería interesante ver la durabilidad de esta relación en la oposición. Lo que desde luego parece claro es que donde no aparece el amor romántico es en la relación entre Yolanda Díaz e Irene Montero. Entre prácticamente lo que sea y pegarle fuego (políticamente) a Irene Montero, Yolanda Díaz apuesta por quemar a Irene Montero, que electoralmente ya no tiene valor ni como material combustible. Hará bien la nueva líder emergente en excluir a los restos de Podemos porque no se puede atraer a los desencantados de Podemos incluyendo a las figuras de Podemos que más rechazo electoral provocan entre los votantes. Ni se puede escapar del yugo de Iglesias metiendo a su mujer en el gallinero. Donde empieza el “marxista algo perverso convertido en orate”, terminan la democracia y los liderazgos alternativos.
