ATARAXIO
Madmaxista
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El surco nasolabial en los humanos es un vestigio evolutivo de nuestros antepasados.
En tiempos antiguos, el olfato tenía una función mucho más importante para nuestros ancestros antes de subir a los árboles, y este surco cumplía un papel en el traslado de humedad desde la boca hacia el hocico, similar a lo que ocurre en algunos animales. Sin embargo, con el tiempo, el olfato fue perdiendo relevancia frente a la visión, que se convirtió en el sentido predominante en los seres humanos.
En los animales que dependen de su olfato, como algunos mamíferos, el surco nasolabial juega un papel clave para mantener el hocico hidratado, lo que mejora su capacidad para detectar olores. Sin embargo, en los humanos, este rol ya no es necesario, ya que el olfato no tiene la misma importancia que en otras especies, y la función del surco ha quedado como un remanente de esa evolución.

En resumen, el surco nasolabial en los humanos es un vestigio de un pasado en el que el olfato tenía mayor relevancia, pero con el tiempo ha perdido su función primaria a medida que la visión y otros sentidos se hicieron más predominantes.
El olfato está muy directamente conectado con dos áreas del cerebro muy importantes y evolutivamente muy antiguas que son el hipocampo para la memoria y amígdala para las emociones. La información olfativa llega a estas dos estructuras en dos sinapsis o conexiones neuronales desde el exterior.
Para entender estas dinámicas hay que imaginar cómo se comportaron nuestros antepasados durante decenas de miles de años, incluso remontarse a los primates y sus antecesores. Nuestro cerebro evolucionó como capas de una cebolla, por lo tanto todos ellos somos nosotros que siguen presentes en nuestras reacciones, nuestras emociones, deseos y miedos.
La nariz de los perros y los gatos ( y resto de animales no primates ) es un órgano sensorial muy potente del que desconocemos su verdadera función, que sin duda es mucho más amplia que el simple olfato. Es posible que sea como un radar que permita vislumbrar lo que no se ve con los ojos. No es solo el olfato porque yo he hecho pruebas con mis perros colocando un trozo de carne escondida y no la notan. Sin embargo pueden percibir la llegada de un familiar mucho antes de que se escuche y otras asombrosas percepciones.
La trufa está conectada con las vibrisas que son “ los bigotes de los perros y los gatos “ que realmente son antenas que rodean toda la cabeza incluso encima de los ojos y debajo de la mandíbula. En los humanos esas vibrisas se recogieron para dentro de la nariz y son lo que equivocadamente la gente cree que son pelos, pero realmente están conectados al cerebro y no deben ser arrancados. La trufa se convirtió en el epitelio olfativo.
La función perdida
Este surco se comparte con otros mamíferos.
En ellos tiene una función muy clara que, en algunos casos, aún se utiliza.
Los animales que más dependen de su olfato utilizan el surco para trasladar algo de la humedad de la boca hacia el hocico para mantenerlo hidratado.
Los animales como los primates, que tienen la visión potenciada por encima del olfato además de no usarlo, en ciertos casos es inexistente.
En los humanos esta función no existe. El surco nasolabial no cumple ese rol porque no es necesario.
“este surco es un vestigio que quedó de la evolución de la especie. Antiguamente el olfato cumplía una función mayor en los humanos que la vista”.


En tiempos antiguos, el olfato tenía una función mucho más importante para nuestros ancestros antes de subir a los árboles, y este surco cumplía un papel en el traslado de humedad desde la boca hacia el hocico, similar a lo que ocurre en algunos animales. Sin embargo, con el tiempo, el olfato fue perdiendo relevancia frente a la visión, que se convirtió en el sentido predominante en los seres humanos.
En los animales que dependen de su olfato, como algunos mamíferos, el surco nasolabial juega un papel clave para mantener el hocico hidratado, lo que mejora su capacidad para detectar olores. Sin embargo, en los humanos, este rol ya no es necesario, ya que el olfato no tiene la misma importancia que en otras especies, y la función del surco ha quedado como un remanente de esa evolución.

En resumen, el surco nasolabial en los humanos es un vestigio de un pasado en el que el olfato tenía mayor relevancia, pero con el tiempo ha perdido su función primaria a medida que la visión y otros sentidos se hicieron más predominantes.
El olfato está muy directamente conectado con dos áreas del cerebro muy importantes y evolutivamente muy antiguas que son el hipocampo para la memoria y amígdala para las emociones. La información olfativa llega a estas dos estructuras en dos sinapsis o conexiones neuronales desde el exterior.
Para entender estas dinámicas hay que imaginar cómo se comportaron nuestros antepasados durante decenas de miles de años, incluso remontarse a los primates y sus antecesores. Nuestro cerebro evolucionó como capas de una cebolla, por lo tanto todos ellos somos nosotros que siguen presentes en nuestras reacciones, nuestras emociones, deseos y miedos.
La nariz de los perros y los gatos ( y resto de animales no primates ) es un órgano sensorial muy potente del que desconocemos su verdadera función, que sin duda es mucho más amplia que el simple olfato. Es posible que sea como un radar que permita vislumbrar lo que no se ve con los ojos. No es solo el olfato porque yo he hecho pruebas con mis perros colocando un trozo de carne escondida y no la notan. Sin embargo pueden percibir la llegada de un familiar mucho antes de que se escuche y otras asombrosas percepciones.
La trufa está conectada con las vibrisas que son “ los bigotes de los perros y los gatos “ que realmente son antenas que rodean toda la cabeza incluso encima de los ojos y debajo de la mandíbula. En los humanos esas vibrisas se recogieron para dentro de la nariz y son lo que equivocadamente la gente cree que son pelos, pero realmente están conectados al cerebro y no deben ser arrancados. La trufa se convirtió en el epitelio olfativo.
La función perdida
Este surco se comparte con otros mamíferos.
En ellos tiene una función muy clara que, en algunos casos, aún se utiliza.
Los animales que más dependen de su olfato utilizan el surco para trasladar algo de la humedad de la boca hacia el hocico para mantenerlo hidratado.
Los animales como los primates, que tienen la visión potenciada por encima del olfato además de no usarlo, en ciertos casos es inexistente.
En los humanos esta función no existe. El surco nasolabial no cumple ese rol porque no es necesario.
“este surco es un vestigio que quedó de la evolución de la especie. Antiguamente el olfato cumplía una función mayor en los humanos que la vista”.


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