KUTRONIO
Será en Octubre
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Pese al Holocausto y la persecución que sufrieron los judíos, nadie más allá de reconocer y condenar aquello tuvo la ocurrencia de llenar las calles y los edificios oficiales de estrellas de David. No se creó el Día del Orgullo judío. No se organizaron cabalgatas ni desfiles para exaltar el judaísmo. No se llenaron las aulas de los niños de banderas israelíes ni se les colocaron estrellas de seis puntas. Una cosa era respetar a los judíos y otra promover el judaísmo. ¿Qué está pasando entonces con el movimiento LGTB y la dictadura ideológica del colectivo?
De algún modo estamos pasando de respetar al gays y condenar la violencia contra los gayses, cosa que nadie cuestiona, a promover el gaysismo. Sólo así se explica que lo que se pretende alcanzar ya no sea el respeto, sino que los niños empiecen a experimentar con la gaysidad o a cuestionarse su sexualidad, incluso forzando los plazos naturales para plantearse todo este tipo de cuestiones y buscando una confusión inducida.
Llenar tan exageradamente las calles, los edificios oficiales o las escuelas de simbología gays salta a la vista que es algo más que perseguir el respeto a los gayses. Constantemente los medios publican encuestas y estudios celebrando que haya más gayses e induciendo a que haya más gayses. Es como si no se tratara de respetar a los gayses, sino de que cada vez hubiera más gayses. Un medio no puede negar la gaysidad. No se le puede decir a un gays que su gaysidad es una construcción social y que podría volverse heterosexual, pero constantemente en cambio se publican titulares, supuestamente respaldados por estudios científicos, que niegan la heterosexualidad.
¿Y por qué se pretende promover la gaysidad y negar o aminorar la heterosexualidad? Tal vez el enemigo a batir no es propiamente la heterosexualidad sino la familia, y se ataque la heterosexualidad al entender que la familia es su consecuencia. A ninguna dictadura le gustan las familias. Las familias son un contrapoder al gobierno. En las más feroces dictaduras, los hijos se convierten en delatores de los padres. Un individuo sin raíces y sin familia es más fácilmente manipulable para el estado, es una página en blanco para que se escriba sin tachones y sin contradicciones lo que quiera el gobierno.
La heterosexualidad también es un enemigo para quienes predican del degrowth y una ecosostenibilidad basada en la limitación del crecimiento de la población. El maltusianismo actual se llama gaysismo. El gaysismo no es optativo. No se ofrece la libertad de rechazarlo. Todo lo que no es gaysismo es tachado de homófobo. No cabe nada fuera del gaysismo que no sea homofobia. La proliferación tan exagerada de lo gays y sus símbolos salta tanto a la vista que se nota que va mucho más allá de promover el respeto. No hay nadie que no condene la agresión a un gays. No hay enemigo. La inundación de simbología gays y su conversión en discurso dominante e indiscutible ya no es un fenómeno defensivo sino ofensivo, en el sentido que ataca y avanza ocupando todo el terreno. Ya no se trata de que los padres acepten a un hijo gays, sino que acepten que su hijo no es realmente heterosexual, que su heterosexualidad es una construcción social, un molde del que hay que liberarlo para que pueda alcanzar la felicidad. El gaysismo es empezar a convertir a los padres en enemigos de la felicidad de su hijo heterosexual.