KUTRONIO
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Pedro Sánchez reapareció el sábado pese al el bichito para llevar a cabo una intervención telemática en la IV edición del Foro de La Toja, defendiendo el paquete de medidas fiscales acordado esta semana por el Ejecutivo. El presidente trató de convencernos de las bondades de una elevada y siempre creciente fiscalidad, lo cual resulta un tanto irónico porque al mismo tiempo se nos ha estado vendiendo que ese paquete significa para el 99% una rebaja fiscal. Si queremos tener servicios como los finlandeses pues tendremos que tener impuestos como los finlandeses. A ver quién le dice que no.
Más allá del simplismo de su mensaje, salta a la vista la evidencia de la contradicción. Por un lado nos dice que los ricos tienen que pagar más impuestos que los pobres, pero por otro lado nos dice que si queremos ser como los ricos tenemos que pagar los mismos impuestos que los ricos. Si lo justo es que los ricos paguen más, ¿cómo va a ser justo que los españoles paguen los mismos impuestos que los habitantes de otros países mucho más ricos? ¿Tienen que pagar más los ricos que los pobres o no?
Atendiendo a su discurso, da la impresión de que Pedro Sánchez plantea una fiscalidad dual, en la que por un lado estén los pobres no pagando nada o casi nada y por otro lado los ricos pagándolo todo o casi todo. Salta a la vista que para mantener este sistema hace falta mantener constante un importante contingente de ricos. ¿Cuál es el plan de Pedro Sánchez para mantener en España un grupo de ricos que sean como un rebaño de vacas que nos den toda la leche que necesitan los españoles? ¿Cómo va a conseguir el número necesario de vacas, cómo las va a mantener encerradas y cómo va a alimentarlas? Sus socios y planes, ¿atraen y multiplican las vacas o las espantan? ¿Qué piensan las vacas de sus planes de vacas? Si todo el plan para sostener el estado del bienestar es tirar de los ricos habrá que tratar muy bien a los ricos. Otra cosa no encaja demasiado bien con su plan.
Evidentemente una cosa es querer pagar los mismos impuestos que los suecos y otra cosa es poder pagar los mismos impuestos que los suecos. O sea, el PIB per cápita en España es de 27.000 euros frente a los 52.000 de los noruegos. Para tener servicios noruegos hay que pagar impuestos noruegos, pero para poder pagar impuestos noruegos hay que tener salarios noruegos. Lo de los impuestos noruegos el PSOE lo tiene claro, ¿pero para cuándo lo de los salarios noruegos? Si se pudieran tener servicios noruegos, ergo pagar impuestos noruegos, con salarios españoles, peruanos o mozambiqueños, todo el mundo sería Noruega. Nunca vas a recaudar lo mismo que los noruegos poniendo los mismos impuestos porque, aunque pongas los mismos impuestos a los que ganan 100.000 euros, en Noruega habrá cuatro veces más de gente ganando 100.000 euros que en España.
Pedro Sánchez, y por extensión todo el PSOE y todo Podemos, se piensan que Suecia, Noruega o Finlandia tienen un estado del bienestar muy fuerte porque tienen unos impuestos muy altos. Se piensan por tanto que sólo con tener unos impuestos muy altos ya tendremos un estado del bienestar muy fuerte. Se trata de un error de perspectiva garrafal. Suecia, Noruega o Finlandia pueden pagar unos impuestos muy altos y tener un estado del bienestar muy fuerte porque tienen un sector privado fortísimo. Lo que tiene que hacer Pedro Sánchez si quiere que podamos pagar impuestos noruegos o suecos, y tener un estado del bienestar tipo nórdico, es conseguir primero un sector privado tan potente como el sueco o el noruego. Y eso, ¿cómo va a conseguirlo exactamente? ¿Subir impuestos es la consecuencia de enriquecerse o enriquecerse es la consecuencia de subir impuestos? Esto es tan absurdo como debatir si comer todos los días en Arzak es la consecuencia o la causa de hacerse rico. Todos comeríamos en Arzak. Todos seríamos Noruega. Sin un sector privado tan potente como para ser capaz de mantener el estado del bienestar sueco o finlandés, en lo que te convierte un estatalismo desmedido no es en Suecia sino en Cuba, en Venezuela o a este paso en España a precios constantes.
Comenzábamos diciendo sin embargo que el socialismo es estatalista porque es una ideología triste. Efectivamente, el socialismo parte de la base de que el ser humano es una especie de petulante incapaz, que no puede valerse por sí mismo, que toda su vida permanece en un estado infantil y de indefensión, que por tanto necesita la constante tutela a lo largo de toda su vida de una instancia superior, que es el estado. El estado lo dirigen seres superiores de naturaleza totalmente distinta a los dirigidos. Los dirigidos, por su naturaleza humana, son totalmente incapaces de gestionar sus propias vidas pero los dirigentes dirigen su vida y la de los demás guiados por un conocimiento y una naturaleza superior. Es por ello que el socialismo parte de la base de una concepción triste, oscura y derrotista de la naturaleza humana, por lo menos hasta que un humano llega a ser dirigente del estado, entonces deja de ser una termita y se convierte en un ser de luz.
Lo cierto es que todo el dinero que nos quitan lo justifican hablando de colegios y hospitales, pero después resulta que tenemos una educación muy costosa con un nivel muy bajo y un sistema sanitario que, después de pagar impuestos, deja a la gente atrás.
No es un caso asilado. Si alguien no tiene techo se le permite ocupar o impagar, de forma que es el propietario que ya ha pagado sus impuestos el que debe ocuparse de proporcionar techo a su costa al inquilino o el ocupante en vez de solucionar el problema el estado, por lo menos el problema de los auténticos necesitados.
Pero finalmente y acaso sobre todo, los seres humanos no son incapaces. No son menores de edad a los que el gobierno tiene que desposeer primero para darles comida y sanidad después. No sólo se trata de una creencia falsa, sino además peligrosa. Un gobierno que se crea por encima de los gobernados, o que piense que los gobernados son incapaces, es difícil que respete su libertad. Un planteamiento de este tipo, además de triste, parte ya de una falta de respeto hacia las personas. Por otro lado, en Navarra el gasto sanitario por habitante alcanza los 1.900 euros. Si cada navarro se las puede apañar para pagar 1.900 euros de impuestos en Sanidad, a lo mejor también se las podía apañar para pagar un seguro privado y hasta ahorraba dinero. Hagan los números comparando lo que cuesta un seguro privado y lo que están ya pagando en gasto público sanitario. Obviamente habría gente con problemas que no podría pagarse un seguro médico privado, pero tampoco podría pagar impuestos. ¿Por qué pagar un sistema público universal en vez de atender sólo a la minoría que por diversos problemas no tenga recursos para pagar? Que Pedro Sánchez o Patxi López se crean que no somos nadie sin que ellos se encarguen de gestionar nuestro dinero es triste, pero mucho más triste es que nosotros mismos nos lleguemos a creer que no somos nadie sin que Pedro Sánchez o Patxi López gestionen nuestro dinero. No olvidemos que el estado estaba quebrado en 2011. Y que a la vista de las cuentas puede quebrar en cualquier momento. De hecho no estamos quebrados porque el BCE no para de crear moneda (y generar inflación) para comprar deuda pública de casi todos los estados de la Unión. En este momento los políticos nos garantizan mucho más la ruina que la sanidad y la educación.
Son muchos los debates que podrían abrirse ya sólo a partir de lo expuesto pero lo cierto es que para poder tener un estado del bienestar potente primero hay que tener un sector privado potente. A más potente que sea el sector privado, más potente podrá ser el estado del bienestar capaz de sostener. Un estado sin un sector privado detrás es Cuba, y un estado sin un sector privado potente detrás es Zimbabue. Además de un sector privado potente detrás, un estado del bienestar potente tiene que estar bien gestionado. En España los políticos gestionan muy mal y cada vez gestionan una parte mayor de los recursos, lo que nos aboca a un estancamiento brutal. Suban los impuestos por encima de nuestra capacidad de generar recursos y tendremos una economía estrangulada, en vez de un maravilloso estado del bienestar.