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Madmaxista
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Aunque el link es de una noticia del año pasado, este año ha vuelto a suceder lo mismo: la anguila desaparece debido a las escasas tormentas y a las variaciones bruscas de temperatura y otros factores que sufre el clima en Galicia.
Y AHORA, SIN ANGUILAS Y SIN ANGULAS / EL MUNDO
Y AHORA, SIN ANGUILAS Y SIN ANGULAS / EL MUNDO
PESCA / ¿OTRA VICTIMA DEL lo del calor?
Y AHORA, SIN ANGUILAS Y SIN ANGULAS
EN 2007 se capturó un 66% menos de anguila que hace dos años. Los pescadores de la ría de Vigo acusan al cambio climático.
La Unión Europea ha dado la voz de alarma
PACO REGO
Antonio conoce al dedillo el lenguaje de las aguas. Sabe, como el dicho, que cuando bajan revueltas anuncian ganancia. Aunque cada vez menos. «Ya pocas tormentas caen y la anguila va desapareciendo». La queja del veterano pescador -54 años, 41 en el oficio- resuena unánime en este rincón de la ría de Vigo. Pocos quedan ya que vivan sólo del manjar. De los 43.000 kilos capturados en 2005, se ha pasado a 19.000 kilos en 2007. Un 66% menos de anguila en sólo dos años. En toda Galicia se declararon 28.240 kilos la pasada temporada. Y descendiendo.
Antes fue la anchoa, el atún rojo, la pescadilla azul o el siluro de los ríos, especies, todas ellas, que a día de hoy siguen engrosando la nómina de pescados amenazados. Y ahora la anguila. Catalogada «en peligro de extinción» en la Comunidad de Madrid. En situación «crítica», según la Comisión de Pesca de la Unión Europea. Aunque el mal ya está hecho, de cara al futuro los eurodiputados quieren recuperar el esplendoroso pasado de este pez en los estuarios europeos. Y han fijado el 31 de diciembre como fecha límite para intentar, entre todos, frenar la progresiva merma de la anguila.
Desde los 13 años que empezó a faenar, Antonio Alvarez no recuerda haber visto las aguas tan enfermas y la pesca tan escasa. [El 60% de las especies comerciales más importantes del mundo están sobreexplotadas o agotadas, y sólo el 25% de los recursos pesqueros actuales se consideran constantes].
«El cambio climático ese terminará llevándonos al cierre. Si no hay temporales y el viento no sopla fuerte, no hay anguilas. Nunca falla. Y como no llueve, o cae cada vez menos, pues eso... Una ruina», avanza el presidente de la Asociación de Naseiros Alvedosa, que agrupa a 32 embarcaciones. La calma chicha de las aguas en esta zona del Miño -donde el viejo cauce, reserva de la Biosfera, va a morir al Atlántico, cerca de Arcade, Redondela y Ponte Sampaio- ha obligado a los pescadores a salir en busca de otras especies, especialmente marisco, para poder ir tirando. Pinta mal.
Lo que está pasando en la otrora prolífica ría viguesa, cada vez más azotada por los vaivenes del clima, no sólo es un anuncio del mañana. También es el espejo de lo que hoy está ocurriendo en otros lugares de España. En Navarra se ha prohibido la pesca de la anguila, y en el Ebro, donde dos décadas atrás se contaban anguilas por millones, hoy apenas asoman. Y en el Tajo, el Duero, la albufera de Valencia, el Guadiana... Ni anguila, ni angula.
La escasez progresiva de este misterioso depredador de hábitos nocturnos -capaz de recorrer 5.000 kilómetros para reproducirse en el océano Atlántico sin comer, proeza que los científicos no se explican- ha disparado las alarmas. En Galicia, biólogos de la Xunta están trabajando en el diseño de tres planes de explotación de la anguila (en Vigo, Arosa y Ferrol) y en estrategias contra el impacto del cambio climático sobre la especie. Pues, a diferencia del rodaballo, la trucha o la lubina, la anguila contiene otro misterio: ni se reproduce, ni cría fuera de su hábitat natural. No hay forma de cultivarlas en piscifactorías. Entre otras causas porque su ciclo vital aún no es bien conocido.
«La alteración de las corrientes, de las temperaturas y las pocas tormentas que descargan hacen que se estén desplazando hacia latitudes más al norte. Creemos que el cambio climático ha afectado mucho a la especie. Aunque desconocemos hasta qué punto. Si queremos salvarla, necesitamos saber mucho más sobre este extraño animal. Y en eso estamos», explica la bióloga Carmen jovenlandesales, al frente del plan gallego.
RACION DE LUJO
Fritas, estofadas o en empanada. El manjar al que los griegos de la antigüedad rendían culto culinario, se ha convertido en un lujo (una ración de 12 anguilas llega a costar 30 euros en un restaurante) y también en reto para la ciencia. Se trata de un pez peculiar, que vive y crece en el río, y se reproduce en aguas saladas. Cuando las hembras están listas -entonces miden entre 60 y 80 centímetros y pesan entre 400 gramos y un kilo- comienzan a bajar por los ríos hacia el mar. Llenas de grasa para aguantar el largo viaje tras*oceánico que les espera. Más de 5.000 kilómetros hasta el mar de los Sargazos, y en total ayuno. Un misterio. Lo único cierto es que, durante el año y medio o los dos años que dura la travesía, su aparato digestivo se atrofia. No prueban bocado.
Antes de partir en otoño, cuando los ríos tienen más caudal, las anguilas se entrenan para afrontar el largo periplo oceánico. Pasan unos días en las desembocaduras y estuarios adaptándose a la salinidad marina. Su destino: el Mar de los Sargazos. Allí, entre el triángulo de las Bermudas, escenario de inexplicables desapariciones de barcos y aviones, y Puerto Rico, las anguilas ponen sus bemoles. Entre siete millones y 20 millones por hembra. «Lo hacen», explica Carmen jovenlandesales, «a unos 600 metros de la superficie, sin tocar el fondo. ¿Cuántos sobreviven? Es otro misterio».
Veinticuatro horas después de la puesta se produce de nuevo el milagro: millones de larvas eclosionan. Una semana más tarde, con los cuerpos aplanados como si fueran hojas de sauce, emprenden el viaje de regreso a los ríos de Europa. Llegan convertidas en preciadas angulas. Entre 700 y 1.000 euros el kilo. Las que logren escapar seguirán creciendo en los cauces hasta convertirse en anguilas. Y allí, en la ría de Vigo, estará Antonio con sus nasas para atraparlas. «O con el barco en el muelle. Pues si la anguila va a peor, habrá que comer de otra cosa. ¿De qué? No lo sé», dice el pescador. El lo fía todo al clima y a las tormentas. Sabe que sus ganancias dependen de que las aguas bajen revueltas.