Otro borrón en el paraíso del trabajo 'cuqui': por qué le montan un sindicato a Google

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Otro borrón en el paraíso del trabajo 'cuqui': por qué le montan un sindicato a Google
Un grupo de más de 200 ingenieros anuncia la creación de la Alphabet Workers Union, que podría convertirse en la primera gran organización de trabajadores de Silicon Valley

Durante años, Google ha sido, por así decirlo, la oficina perfecta. Aparecía con recurrencia en lo alto de prácticamente todos los 'rankings' elaborados por publicaciones como 'Fortune' o webs como GlassDoor, que recogen las compañías más 'cuquis' para trabajar. Comidas gratuitas con una amplia oferta gastronómica, futbolines o enormes y confortables zonas de descanso. Lavandería, masajes, gimnasio o actividades deportivas. Medidas para facilitar la conciliación familiar, como servicio de guardería o generosos permisos de paternidad o maternidad. Empleados motivados, satisfechos con su oficio y remuneración, que se convierten en embajadores de su propia compañía, que incluso les dejaba reservar parte de su semana para invertirla en proyectos de elección personal. Hace unas semanas, incluso dio dos días más de vacaciones a los empleados y estableció una semana sin reuniones para mitigar la fatiga producida por el teletrabajo debido a la esa época en el 2020 de la que yo le hablo.

Pero el gigante de Silicon Valley vio este lunes cómo se emborronaba de nuevo parte de esa imagen de 'pseudoparaíso' laboral que muchos mortales de a pie tienen grabada a fuego en el imaginario colectivo. Un grupo de más de 200 empleados de Google, la gran mayoría de ellos ingenieros, anunció la creación de un sindicato abierto a los más de 130.000 empleados de Alphabet, empresa matriz del buscador más utilizado del planeta, así como a proveedores y trabajadores temporales. Para ello, han contado con la Communications Workers of America, una de las mayores organizaciones laborales del país.
"Preocupaciones laborales desestimadas"

"Durante demasiado tiempo, miles de nosotros en Google, y otras subsidiarias de Alphabet, hemos tenido preocupaciones laborales desestimadas por nuestros superiores", aseguran en una carta publicada en 'The New York Times' Parul Koul y Chewy Shaw, presidenta y vicepresidente, respectivamente, del Alphabet Union Workers, como ha venido a bautizarse el sindicato. En el escrito, ambos trabajadores recogen duras y variadas críticas respecto a algunos movimientos que ha llevado a cabo la empresa en los años recientes. Reprochan, entre otras cosas, haber colaborado con "gobiernos represivos de todo el mundo", "beneficiarse de la publicidad" pagada por grupos responsables de "campañas de repruebo" o haberse prestado a desarrollar sistemas de inteligencia artificial para el Departamento de Defensa de EEUU. También critican tanto la gestión de denuncias de acoso laboral como el no haber tomado medidas contundentes contra la discriminación por motivos raciales.

Koul y Shaw justifican la necesidad de dar este paso hacia una unión sindical porque, a pesar de las movilizaciones de la plantilla en múltiples ocasiones, solo se han conseguido "promesas simbólicas", que no eran más que remiendos estéticos que no suponían cambios de calado. Aseguran que "estos problemas y otros más graves persisten" y acusan a la dirección de silenciar y actuar contra aquellos empleados "que se atreven a hablar". "Somos los trabajadores los que construimos Alphabet", añaden. "El lema de nuestra empresa solía ser 'No seas malvado'. Una organización laboral nos ayudará a estar a la altura". "Nuestros empleados tienen derechos laborales protegidos que apoyamos. Pero, como siempre hemos hecho, continuaremos interactuando directamente con todos nuestros trabajadores", afirma Kara Silverstein, directora de personal de Google, en un comunicado hecho público por la compañía como respuesta a estos planes. La directiva defiende además el esfuerzo realizado "para crear un lugar de trabajo en el que nuestro personal se sienta respaldado y recompensado".
Conatos de incendio

Desde la Alphabet Workers Union, ponen especial énfasis en el caso de Timnit Gebru, el último gran conflicto que ha puesto a Google en el centro de la polémica. El despido de esta investigadora de color no tardó en convertirse en un escándalo de dimensiones globales. Miles de académicos firmaron un manifiesto de apoyo. No se han esclarecido realmente los motivos de su salida, pero todo parece residir en un 'mail' en el que se quejaba del trato que le habían dispensado sus superiores, sobre los que deslizaba acusaciones de acoso, tras la publicación de un 'paper' en el que se criticaba el enorme consumo que requería esta tecnología o los problemas con los sesgos que se creaban. El problema es que tanto la investigación como el correo electrónico no pudieron ver la luz porque Gebru fue privada del acceso a su cuenta cuando se le comunicó la decisión de prescindir de ella. La polémica llegó a tal punto que Sundar Pichai decidió enviar un 'mail' a la plantilla asegurando que tenía intención de "recobrar" su confianza.

El texto de los responsables del sindicato mete el dedo en una de las llagas más mediáticas que ha tenido que sanar Google en los últimos años: las denuncias de acoso sensual. En 2018, la empresa vio cómo sus trabajadores se organizaban para realizar paros parciales por todo el mundo para protestar contra la gestión de la empresa después de que trascendiese la noticia de que había ocultado que Andy Rubin, creador de Android y exdirectivo de la compañía, había sido denunciado por una empleada por este motivo. La dirección, en aquel momento, salió al paso asegurando que casi medio centenar de personas habían sido despedidas por mala conducta sensual desde 2016, incluyendo altos cargos. También negó que estos recibiesen indemnizaciones millonarias a modo de finiquito cuando eran expulsadas por estos motivos. En aquella ocasión, las altas esferas de Google también fueron acusadas de tomar medidas contra las personas que organizaron y animaron a sus compañeros a tomar parte en estas movilizaciones. "Tienen la cultura de la represalia para silenciar a las mujeres, las personas de tonalidad y las minorías", escribían entonces Claire Stapleton, gerente de Marketing de YouTube, o la investigadora Meredith Whittaker en una carta publicada en 'Wired' con otros compañeros. Explicaban que estos 'castigos' se traducían en "cancelación de proyectos" o "degradaciones" que ellas mismas aseguraban haber sufrido. Un extremo que la compañía negó tajantemente, asegurando que prohíbe terminantemente estas actuaciones y que lleva a cabo investigaciones.

No es ni mucho menos el único conato de incendio que han tenido que enfrentar recientemente. A finales de 2019, el despido de Kathryn Spiers volvió a agitar este supuesto avispero laboral. Esta ingeniera se sumó a la lista de personas que denunciaban estas prácticas en la compañía. Aseguró que fue despedida por crear una herramienta para informar a sus compañeros de sus derechos laborales. Para ello, modificó una extensión de Chrome para empleados que estaba pensada para alertar de riesgos a la hora de navegar para mostrar un mensaje alternativo. La compañía alegó entonces una "violación" de sus políticas por el uso de sus privilegios para alterar dicha funcionalidad sin permiso de nadie. La salida de Spiers se produjo tan solo unas semanas después del culebrón de 'los cuatro de Acción de Gracias'. Cuatro empleados vieron rescindidos sus contratos días antes de esa importante festividad en EEUU y poco después de una protesta frente a la oficina de San Francisco. En este caso, la compañía, en una nota interna que fue recogida por algunos medios, hablaba de que estos despidos se habían producido por incidencias relacionadas con la seguridad de los datos e información sensible de la compañía. Los afectados decían que esa no era más que una excusa, que ellos habían sido expulsados por intentar organizar a sus trabajadores.
Por qué no hay sindicatos en Silicon Valley

Aunque es cierto que Amazon, en su negocio logístico, ha visto cómo se han conformado uniones de trabajadores, lo cierto es que en caso de prosperar este movimiento sindical en uno de los GAFA, supondría un antes y un después en Silicon Valley. En aquel lugar, las empresas de corte tecnológico que cuentan con una organización laboral así se cuentan más que de sobra con los dedos de una mano. Probablemente, el caso que más se le pueda parecer es el de Kickstarter, la mayor plataforma de 'crowdfunding' del mundo, aunque la escala es mucho menor.

Lo cierto es que en la meca de la innovación mundial, estas agrupaciones laborales no habían proliferado hasta ahora. La principal razón no es otra que ser entes tradicionalmente más asociados a asuntos como los salarios u otras condiciones laborales que muchos de los trabajadores de compañías como Google tienen cubiertas. Por eso, entraron primero en industrias como las de los videojuegos, donde las extenuantes jornadas o la temporalidad son problemas que se suelen ver con más frecuencia que en estas compañías. La otra particularidad, como dejan ver en la propia web de la Alphabet Workers Union, es que la naturaleza de las tecnológicas no se asemeja a las tradicionales formas de organización que tenían los sindicatos. "Nuestras metas van más allá de preguntas cómo '¿se remunera suficientemente a las personas?'. Nuestros problemas son mucho más amplios", afirman. "Esto es histórico: el primer sindicato en una empresa importante de tecnología", aseguraba Dylan Baker, una de las personas involucradas, en un comunicado remitido a diversos medios. Sin embargo, el sindicato todavía está pañales, ya que aún no ha sido reconocido oficialmente y supone aún una pequeñísima fracción de la plantilla. Para lograrlo, hay dos posibilidades. La primera opción pasa por que la empresa reconozca de 'motu proprio' esta asociación. Si no acceden a ello, deberían conseguir que al menos el 50% de los trabajadores elegibles para formar parte vote y respalde al sindicato para que legalmente tengan que hacerlo.

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