Otra ración de leyenda de color (en Lo País, cómo no)

Henna

Madmaxista
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XXI: ¿El siglo de la descolonización?

En todo el mundo caen las estatuas, y cada vez más de prisa. Pero estos males seculares exigen mayores esfuerzos en la política, la economía, la enseñanza e investigación de la historia.


El 13 de agosto de 1521 es una fecha memorable: Hernán Cortés conquistó Tecnochtitlán. La capital de los aztecas había resistido durante dos años. Ya en 1519 Moctezuma había agasajado a Cortés con un lujoso banquete que dejó a los españoles atónitos. Pero de nada sirvió, ya que los forasteros no se dieron por satisfechos con los regalos obtenidos y siempre pedían más, sobre todo oro. Los códices dan cuenta de esta avidez con palabras poco halagüeñas: “lo buscaron como cerdos”.


¡Dios mío! Hubo una guerra. Algo nunca visto en toda la historia de la humanidad. El pueblo mexica, por ejemplo, llegó desde Aztlán en una peregrinación tras la cual tomaron el control de Mesoamérica porque sí (no es broma esta es la versión oficial de la secretaria de eduación del gobierno mexicano hasta hace poco). Tras la derrota de Otumba (la primera en la historia de la humanidad como ya he dicho) Moctezuma vio a las decenas de miles de totonacas, tlaxcaltecas y otros pueblos oprimidos por el poder imperial mexica comprendió que había perdido y que lo mejor era minimizar daños.

Tenochtitlán, situada en el lago de Texcoco —igual que Tlatelolco, el pueblo hermanado (si fuesen de raza blanca usaría la palabra "aliados" pero los amerindios son todos hermanos)— estaba unida con la tierra firme por cinco calzadas. Miles de chinampas, unos jardines flotantes muy fértiles, abastecieron a la ciudad, y los indios llevaron cada día abundantes frutas y verduras al mercado suntuoso de Tlatelolco (un paraíso que cayó en manos de 500 españoles sin que nadie iniciase una rebelión que acabase con el virreinato en 300 años, por cierto que ni la autora ni nadie ha creado una película o serie o novela ambientada en la vida cotidiana de ese paraíso, sin duda se forraría), que ofrecía de todo. El mejor cronista de la conquista, Bernal Díaz del Castillo, lo describió maravillado: “Es dos veces más grande que la ciudad de Salamanca”. Los españoles admiraron los palacios y templos, el orden geométrico de calles y la canalización sofisticada de la ciudad, en aquel momento tal vez la más grande del mundo. Alejo Carpentier decía que París tenía entonces 13 kilómetros cuadrados y era sucia, Tenochtitlán en cambio 100 y era sumamente limpio. Tenía unos 100.000 habitantes (¡pues claro que engrandecían lo que habían conquistado! necesitaban darse imporancia ante el emperador. La verdad es que los mexicas alucinaron con el vidrio, la rueda, el forjado del metal, etc.). Para muchos historiadores 1521 significa el inicio de la globalización. El choque (desde 1992 se denomina “encuentro”) (qué pena, hubo una guerra) de las civilizaciones mesoamericana y española (la mayoría de los mesoaméricanos fueron aliados de los españoles y los tratados firmados se cumplieron durante 300 años) se produjo en todos los ámbitos: lengua, religión, cama, cocina, las artes. La mujer conocida como la Malinche era la mejor traductora de Cortés, “la lengua”, tal como la pintan los códices. Para los mexicanos en cambio es la peor traidora (Doña Marina, que a la autora se le olvida el nombre, fue esclava de un pueblo aliado de los aztecas, tenía derecho a responder a sus enemigos). Ella fue su amante y su hijo Martín es el primer mestizo conocido. Incontables más nacieron en las siguientes décadas. Los conquistadores derrumbaron los templos y utilizaron esa piedra para erigir sus iglesias. Los cimientos del palacio de Moctezuma sirvieron a Cortés para construir allí su sede de gobierno. Todo recuerdo de la antigua alta cultura y sobre todo de su religión fue aniquilado. La cruz católica pasó a dominar, pero las viejas creencias sobrevivieron ocultas y se fusionaron: el resultado fue un sincretismo religioso palpable hasta hoy.

La sociedad en la Nueva España se mezcló. En la cocina se ve en seguida: Los alimentos autóctonos como el maíz, tomate, ají, aguacate, y tantos otros se mezclaron con aquellos que los españoles llevaron como el trigo, las vacas, la uva. En los jardines de los claustros las monjas desarrollaron laboratorios para estudiar muchas combinaciones. A partir de 1565 llegó además el galeón anual de Manila, cargado con alimentos asiáticos. México elaboró así un arte culinario de tres continentes.

Michi Strausfeld es editora y autora de Mariposas amarillas y los señores dictadores (Debate).

Esta filóloga alemana sabe defender sus lentejas. Si se le ocurriese decir la verdad: que ha habido guerras en todas las sociedades humanas y que la obligación de los pueblos adultos no es ponerse a llorar como niños pidiendo que se les exima de responsabilidad. Es obligación conocer la historia y las innumerables ventajas, inventos como la rueda o el arado, universidades, hospitales, caminos, nuevos alimentos, nueva religión, etc. Es obligación conocer y conservar lo bueno y corregir lo malo, etc. Entonces sufriría el rechazo de intelectuales y gobiernos de Latinoamérica.

Es triste que el racismo dé beneficios, pues considerar a Moctezuma un menso, a los mexicas (a los que llama aztecas) unos cobardes que se dejan vencer por solo 500 extranjeros sin una línea de suministros de su metrópolis, o que Doña Marina tiene que defender a sus opresores solo porque tenía la piel oscura como ellos es racismo verdadero.
 
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El resto del artículo habla de pasada de otros ejemplos en África o en India. Releyendo mi mensaje me doy cuenta de que el artículo afirma que Latinoamérica vive HOY en situación de colonización. Se han creado una realidad paralela para evitar asumir las responsabilidades de sus creencias y actitudes. Se puede afirmar que está colonizada por EE.UU. pero la autora no los menciona. Tampoco menciona otras formas de colonización como las bases militares yanquis en Europa pero si eres blanco el victimismo ya no vende tanto
 
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