Os presento al que manda en la Casa Blanca

hugolp

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O al menos el que ejecuta las ordenes.

Curiosamente, mientras Bill Clinton era presidente, Hillary se lo cargó, y ahora, 15 años después, es él el que ha parado iniciativas de Hillary.

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Emanuel Wields Power Freely, and Faces the Risks

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WASHINGTON — As White House chief of staff, Rahm Emanuel was the one to bring the hammer down on Sidney Blumenthal.

Secretary of State Hillary Rodham Clinton wanted to hire Mr. Blumenthal, a loyal confidant who had helped her promote the idea of a “vast right-wing conspiracy” more than a decade ago. But President Obama’s campaign veterans still blamed him for spreading harsh attacks against their candidate in the primary showdown with Mrs. Clinton last year.

So Mr. Emanuel talked with Mrs. Clinton, said Democrats informed about the situation, and explained that bringing Mr. Blumenthal on board was a no-go. The bad blood among his colleagues was too deep, and the last thing the administration needed, he concluded, was dissension and drama in the ranks. In short, Mr. Blumenthal was out.

Perhaps nothing illustrates how far Mr. Emanuel has come than that conversation last month. Sixteen years ago, it was Mrs. Clinton, then first lady, who helped have Mr. Emanuel demoted as a senior official in Bill Clinton’s White House after he ruffled antiestéticathers with his aggressive style. Now all these years later, it is Mr. Emanuel telling Mrs. Clinton what she cannot do as a member of the cabinet.

Seven months after moving into his office in the West Wing, Mr. Emanuel is emerging as perhaps the most influential White House chief of staff in a generation. But with his prominence in almost everything important going on in Washington comes a high degree of risk.

As the principal author of Mr. Obama’s do-everything-at-once strategy, he stands to become a figure of consequence in his own right if the administration stabilizes the economy and financial markets, overhauls the health care system and winds down one war while successfully prosecuting another.

If things do not go well — and right now Mr. Obama’s political popularity is declining, his health care legislation is under conservative assault, the budget deficit is at an eye-popping level and Afghanistan remains volatile — it is Mr. Emanuel whose job will be on the line before Mr. Obama’s.

“He’s about to be tested; he’s spinning a lot of plates over there and he breaks a lot of china,” said Joel Johnson, a close friend and fellow veteran official of the Clinton White House. “They’ve had some good success early on, but they’ve got a number of major pieces of the agenda in the queue, and it’s going to be really difficult.”

The caricature of Mr. Emanuel as a profanity-spewing operative has given way to a more nuanced view: as a profanity-spewing operative with a keen understanding of how to employ power on behalf of a new president with relatively little experience in Washington.

Although relentlessly deferential to the president, Mr. Emanuel is clearly more chief than staff. While some predecessors husbanded their authority, lest it be diluted, friends said he believed the more someone used power, the more power that person had.

He knows how to pull all the levers of influence in Washington — raising money, mobilizing interest groups and harvesting the latest policy ideas from research groups. At the same time, his relentless campaign-style approach sometimes leaves some colleagues worried they spend too much time reacting to events.

At times, it seems as if Mr. Emanuel is White House chief of staff, political director, legislative director and communications director all rolled into one. He has fingers in almost every decision, like who gets invited to social events at the White House and how to shape economic and foreign policy.

He carries a notecard in his pocket with a list of things to accomplish and marks them off obsessively. He requires cabinet secretaries and all West Wing departments to submit written reports each week and returns them with terse notes in the margins.

As negotiations intensified on health care recently, he was a constant presence on Capitol Hill — one day alone, he was there 8.5 hours before returning to the White House to tend to other duties.

“He can juggle 20 or 25 things in one day, in part by delegating and in part by picking only the things that matter,” said tras*portation Secretary Ray LaHood, a Republican congressman recruited by Mr. Emanuel to serve in the cabinet.

A Frantic Pace

Where Mr. Obama is known for cool detachment, Mr. Emanuel presses until the breaking point, then presses some more. “The president has a zenlike quality,” said Mr. Obama’s senior adviser, David Axelrod. “Rahm is a pile driver.”

Attention has focused on Mr. Emanuel’s larger-than-life personality, but it is his operating style that matters more to Mr. Obama at this crucial juncture. What comes through in interviews with roughly 60 people in the White House, on Capitol Hill and around Washington is an intense engagement built on a series of testosterone-driven aphorisms:

“Put points on the board.”

“In politics, you’re either pitching or catching.”

“A man never stands as tall as when he is on all fours kissing” rear ends.

In other words, take what victories you can, stay on the offensive and do not be afraid to stroke big egos to advance the president’s agenda.

(y sigue en el link)
 
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JMK, ¿Sería mucho pedir especificar cuál de los dos?. Gracias. :D

Je, je, es verdad, los dos están bastante servidos, pero yo iba por el prota del hilo.... cierto es que el presi tiene la tocha bastante apañada, pero es que el otro como se quede dormido de pie va a tener la fin del loro....
 
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