Antonio Blackgooines
Si te pones la 33ª dosis ayudas a Ucoñia
En 2020, Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la Organización Mundial de la Salud, nombró a Mazzucato Presidente del Consejo de Economía de la Salud para Todos de la Organización Mundial de la Salud.[35] De 2022 a 2023, formó parte del Grupo Asesor de Alto Nivel de la Agencia Espacial Europea sobre Exploración Espacial Humana y Robótica para Europa.[36] En la actualidad, también es miembro de la Junta Asesora de Alto Nivel sobre Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas,[37] el Consejo de Liderazgo de la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas,[38] el Comité de Políticas de Desarrollo de las Naciones Unidas[39] y la Comisión para la Salud Universal convocada por Chatham House.[40]
Publicado: 21 Oct 2020
Autor: Mariana Mazzucato
Tipo: Visión
Este artículo fue publicado originalmente por Project Syndicate y republicado por WBCSD
Mariana Mazzucato, Profesora de Economía de la Innovación y el Valor Público en el University College de Londres, es Directora Fundadora del Instituto de Innovación y Propósito Público de la UCL. Es autora de The Value of Everything: Making and Taking in the Global Economy, The Entrepreneurial State: Debunking Public vs. Private Sector Myths y, más recientemente, Mission Economy: A Moonshot Guide to Changing Capitalism.
A medida que el bichito-19 se propagó a principios de este año, los gobiernos introdujeron cierres para evitar que una emergencia de salud pública se saliera de control. En un futuro cercano, es posible que el mundo deba recurrir a los bloqueos nuevamente, esta vez para abordar una emergencia climática.
Los cambios en el hielo del Ártico, los incendios forestales en los estados occidentales de los Estados Unidos y en otros lugares, y las fugas de metano en el Mar del Norte son señales de advertencia de que nos estamos acercando a un punto de inflexión en el cambio climático, cuando proteger el futuro de la civilización requerirá intervenciones dramáticas.
Bajo un "bloqueo climático", los gobiernos limitarían el uso de vehículos privados, prohibirían el consumo de carne roja e impondrían medidas extremas de ahorro de energía, mientras que las compañías de combustibles fósiles tendrían que detener la perforación.
Para evitar tal escenario, debemos revisar nuestras estructuras económicas y hacer el capitalismo de manera diferente.
Muchos piensan que la crisis climática es distinta de las crisis sanitarias y económicas causadas por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo. Pero las tres crisis – y sus soluciones-están interconectadas.
El el bichito-19 es en sí mismo una consecuencia de la degradación ambiental: un estudio reciente lo denominó "la enfermedad del Antropoceno."
Además, el cambio climático exacerbará los problemas sociales y económicos resaltados por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo. Estos incluyen la capacidad cada vez menor de los gobiernos para abordar las crisis de salud pública, la capacidad limitada del sector privado para resistir la interrupción económica sostenida y la desigualdad social generalizada.
Estas deficiencias reflejan los valores distorsionados que subyacen a nuestras prioridades. Por ejemplo, exigimos lo máximo de los "trabajadores esenciales" (incluidas enfermeras, trabajadores de supermercados y conductores de reparto) y les pagamos lo mínimo. Sin un cambio fundamental, el cambio climático empeorará esos problemas.
La crisis climática es también una crisis de salud pública. El calentamiento global hará que el agua potable se degrade y permitirá que prosperen las enfermedades respiratorias relacionadas con la contaminación. Según algunas proyecciones, 3.500 millones de personas en todo el mundo vivirán en un calor insoportable para 2070.
Abordar esta triple crisis requiere reorientar los sistemas de gobierno corporativo, finanzas, políticas y energía hacia una tras*formación económica ecológica. Para lograr esto, se deben eliminar tres obstáculos: negocios impulsados por los accionistas en lugar de impulsados por las partes interesadas, finanzas que se utilizan de manera inadecuada e inapropiada, y gobierno que se basa en un pensamiento económico obsoleto y suposiciones defectuosas.
El gobierno corporativo ahora debe reflejar las necesidades de las partes interesadas en lugar de los caprichos de los accionistas. La construcción de una economía inclusiva y sostenible depende de la cooperación productiva entre los sectores público y privado y la sociedad civil. Esto significa que las empresas deben escuchar a los sindicatos y colectivos de trabajadores, grupos comunitarios, defensores de los consumidores y otros.
Del mismo modo, la asistencia gubernamental a las empresas debe ser menos sobre subsidios, garantías y rescates, y más sobre la creación de asociaciones. Esto significa imponer condiciones estrictas a cualquier rescate corporativo para garantizar que el dinero de los contribuyentes se utilice de manera productiva y genere valor público a largo plazo, no ganancias privadas a corto plazo.
En la crisis actual, por ejemplo, el gobierno francés condicionó sus rescates para Renault y Air France-KLM a compromisos de reducción de emisiones. Francia, Bélgica, Dinamarca y Polonia negaron la ayuda estatal a cualquier empresa domiciliada en un paraíso fiscal designado por la Unión Europea, y prohibieron a los grandes beneficiarios pagar dividendos o recomprar sus propias acciones hasta 2021. Del mismo modo, a las corporaciones estadounidenses que reciben préstamos del gobierno a través de la Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica por cobi19 (CARES) se les prohibió usar los fondos para recompras de acciones.
Estas condiciones son un comienzo, pero no son lo suficientemente ambiciosas, ni desde una perspectiva climática ni en términos económicos. La magnitud de los paquetes de asistencia del gobierno no coincide con los requisitos de las empresas, y las condiciones no siempre son legalmente vinculantes: por ejemplo, la política de emisiones de Air France se aplica solo a vuelos domésticos cortos.
Se necesita mucho más para lograr una recuperación ecológica y sostenible. Por ejemplo, los gobiernos podrían usar el código tributario para disuadir a las empresas de usar ciertos materiales. También podrían introducir garantías de empleo a nivel empresarial o nacional para que el capital humano no se desperdicie ni se erosione. Esto ayudaría a los trabajadores más jóvenes y de mayor edad, que han sufrido pérdidas de empleo desproporcionadas debido a la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, y reduciría las probables crisis económicas en las regiones desfavorecidas que ya sufren el declive industrial.
Las finanzas también necesitan ser arregladas. Durante la crisis financiera mundial de 2008, los gobiernos inundaron los mercados con liquidez. Pero, debido a que no lo dirigieron hacia buenas oportunidades de inversión, gran parte de ese financiamiento terminó en un sector financiero inadecuado para su propósito.
La crisis actual presenta una oportunidad para aprovechar las finanzas de manera productiva para impulsar el crecimiento a largo plazo. La financiación paciente a largo plazo es clave, porque un ciclo de inversión de 3 a 5 años no coincide con la larga vida útil de una turbina eólica (más de 25 años) ni fomenta la innovación necesaria en la movilidad eléctrica, el desarrollo de capital natural (como los programas de reforestación) y la infraestructura verde.
Algunos gobiernos ya han puesto en marcha iniciativas de crecimiento sostenible. Nueva Zelanda ha desarrollado un presupuesto basado en métricas de "bienestar", en lugar de PIB, para alinear el gasto público con objetivos más amplios, mientras que Escocia ha establecido el Banco Nacional de Inversión Escocés orientado a misiones.
Además de dirigir las finanzas hacia una tras*ición ecológica, debemos responsabilizar al sector financiero por su impacto ambiental, a menudo destructivo. El banco central holandés estima que la huella de biodiversidad de las instituciones financieras holandesas representa una pérdida de más de 58,000 kilómetros cuadrados (22,394 millas cuadradas) de naturaleza prístina, un área 1.4 veces más grande que los Países Bajos.
Debido a que los mercados no liderarán una revolución verde por sí solos, la política gubernamental debe guiarlos en esa dirección. Esto requerirá un Estado emprendedor que innove, asuma riesgos e invierta junto con el sector privado. Por lo tanto, los responsables de la formulación de políticas deben rediseñar los contratos de adquisición para alejarse de las inversiones de bajo costo de los proveedores tradicionales y crear mecanismos que "agrupen" la innovación de múltiples actores para lograr objetivos ecológicos públicos.
Los gobiernos también deben adoptar un enfoque de cartera para la innovación y la inversión. En el Reino Unido y los Estados Unidos, una política industrial más amplia sigue apoyando la revolución de la tecnología de la información. Del mismo modo, el recientemente lanzado Pacto Verde Europeo, la Estrategia Industrial y el Mecanismo de tras*ición Justa de la UE están actuando como motor y brújula para el fondo de recuperación de la "Próxima Generación de la UE" de €750 mil millones ($888 mil millones).
Por último, debemos reorientar nuestro sistema energético en torno a las energías renovables, el antídoto contra el cambio climático y la clave para hacer que nuestras economías sean seguras energéticamente. Por lo tanto, debemos desalojar los intereses y el cortoplacismo de los combustibles fósiles de los negocios, las finanzas y la política. Las instituciones financieramente poderosas, como los bancos y las universidades, deben desinvertir de las compañías de combustibles fósiles. Hasta que lo hagan, prevalecerá una economía basada en el carbono.
La ventana para lanzar una revolución climática, y lograr una recuperación inclusiva de el bichito – 19 en el proceso, se está cerrando rápidamente. Necesitamos avanzar rápidamente si queremos tras*formar el futuro del trabajo, el tránsito y el uso de la energía, y hacer realidad el concepto de una "buena vida ecológica" para las generaciones venideras. De una forma u otra, el cambio radical es inevitable; nuestra tarea es asegurarnos de lograr el cambio que queremos, mientras todavía tenemos la opción.
