Opinión: Es momento de que toda la Derecha se mancomune para hacerle frente a la Izquierda

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Sábado, 22 de mayo de 2021 AD AT
Opinión: Es momento de que toda la Derecha se mancomune para hacerle frente a la Izquierda

¡Por una Derecha unida y fuerte!


Es momento de que toda la Derecha—autoritaria y libertaria—se mancomune para hacerle frente a la Izquierda
.
Por Lord Stob.

En mis más de quince años de activismo, he observado cómo la Izquierda nos tiene divididos a los derechistas. He notado como prácticamente todos están peleados con todos; como todas las corrientes derechistas se insultan entre sí, y no sólo es que los derechistas autoritarios critiquen negativamente a los libertarios y viceversa, sino que, dentro de ambas vertientes, se insultan todos entre las distintas corrientes. Es decir, la situación es tan grave, que no sólo se pelean derechistas libertarios y paleoconservadores contra fascistas y demás tercerposicionistas; sino que he visto con profunda tristeza como por ejemplo, muchos tradicionalistas monárquicos odian a los fascistas y viceversas, también cómo nacionalsindicalistas (falangistas) odian a nacionalcatólicos (franquistas); incluso cómo hay hasta nacionalsindicalistas que odian a nacionalsocialistas, y hasta cómo fascistas odian a nacionalsocialistas y viceversa; o incluso llegando a ver cosas tan ridículas como diversos grupos falangistas enfrentados entre sí, o también diversos grupos de nacionalsocialistas pugnando a fin entre sí: por ejemplo, las típicas riñas interminables entre católicos, protestantes y paganos.
Infelizmente yo mismo, en mi pasado como derechista autoritario, he contribuido en cierta manera con esas divisiones; ya que por ejemplo a mí nunca me cayeron bien en general a los nacionalsocialistas, ya que el socialismo es de izquierda, pero lo importante aquí es la parte nacional de ellos, es decir, la parte en que defienden a la tradición. También es verdad que yo nunca he soportado a los llamados “neonazis” paganos, ni tampoco a los “skinhead”.
Pero a mi favor, debo decir que yo sí desde un principio comprendí, por ejemplo, que todos los tradicionalistas y conservadores en general deben estar unidos. Por ejemplo, no sólo basta en que todos los tradicionalistas monárquicos se encuentren en comunión o en consonancia entre sí (por ejemplo, carlistas, jacobitas, legitimistas franceses, zaristas rusos, etcétera), sino que también los tradicionalistas monárquicos deben llevarse bien con aquellos tradicionalistas que no son monárquicos—o no son enteramente monárquicos o son esencialmente republicanos—como los nacionalsindicalistas, fascistas y demás. Eso es lo que intentó por ejemplo hacer el gran Caudillo Francisco Franco con el nacionalcatolicismo: fusionar el tradicionalismo con el nacionalsindicalismo, y así, crear un único movimiento nacional.
Pero hemos llegado a un punto histórico, en el cual la Izquierda se nos presenta como tan poderosa—porque está unida—y omnipresente, en que todos los derechistas debemos dejar de lado nuestras diferencias—incluso, aunque me pese a mí mismo, nuestras diferencias religiosas (católicos, protestantes, paganos)—para poder hacerle frente a esa Izquierda tan fuerte; porque la Izquierda ha logrado sintetizar todas sus vertientes ideológicas en una especie de impresionante religión universalista denominada como progresismo. Por eso, no basta sólo con que todos los derechistas autoritarios estemos unidos, sino que también todos los derechistas autoritarios y libertarios debemos estar unidos.
Y yo mismo, he llegado a un punto de mi vida, en que no sólo he logrado unir en mí mismo a todo el pensamiento de la derecha autoritaria, sino que he mancomunado en mi mente, tanto a la derecha autoritaria como a la derecha libertaria. En otras palabras, ¡yo soy todo derechista!; apoyo tanto a los derechistas autoritarios como a los derechistas libertarios, porque en el fondo, ¡somos exactamente lo mismo! La única diferencia entre la derecha autoritaria y la derecha libertaria es una diferencia de métodos, una diferencia de estrategias; puesto que mientras que la derecha autoritaria pretende imponer las ideas correctas por la fuerza, la derecha libertaria pretende propulsar la libertad para que el hombre elija voluntariamente a las ideas correctas. Así entonces, comparando estas dos diversas metodologías, me he dado cuenta que no caben dudas de la superioridad ética de la derecha libertaria, y por eso yo he abrazado sin reservas los principios estratégicos de la derecha libertaria.
Mi camino básicamente ha sido el siguiente: primero, comencé interesándome por asuntos de religión católica, hasta que me volví tradicionalista monárquico y carlista sixtino; acto seguido, apoyé a todos los tradicionalismos monárquicos, pero luego, poco a poco, me di cuenta de la importancia de apoyar a todos los tradicionalismos, incluyendo a los no-monárquicos (o no muy monárquicos) como el nacionalsindicalismo y el fascismo. Así, apoyé también al nacionalsocialismo, pero nunca en su completitud, sino sólo la parte “nacional” del mismo. Sin embargo, en materia económica, yo mismo antiguamente todavía tenía la influencia batllista propia del Uruguay; pero cada vez más, fui desintoxicándome de todo socialismo, hasta abrazar por completo al capitalismo puro. Paralelamente, también me interesé por defender la civilización occidental y cristiana en su conjunto, por lo cual también me volví un nacionalista blanco, es decir, para defender la raza blanca, estando en contra de la inmi gración ilegal y del mestizaje excesivo e indiscriminado. En cierto momento, llegué a pensar que la raza blanca era superior a todas las otras razas; pero luego me di cuenta de que eso era sólo un sesgo del observador, puesto que, en realidad, lo normal es que cada persona piense que sus opiniones son mejores que las de las demás, que su pueblo es mejor que los otros pueblos, que su país es lo máximo comparado con los demás, y que su raza es superior en comparación con las otras. Eso es algo que cualquier persona de mente sana llega a pensarlo, basándose en sus propios instintos; sin embargo, si apelamos a la razón, nos damos cuenta de que eso posee el sesgo del observador y por ende, ninguno de nosotros puede saber qué pueblo o qué raza es mejor que cual, etcétera. Sólo podemos asumir defender lo nuestro, comenzando por el individuo, siguiendo por la familia, la nación, la raza y luego la humanidad entera de la que todos formamos parte. De ahí pues, que surja la importancia de la defensa de la vida, de la libertad y de la propiedad; es decir, de los derechos humanos más fundamentales.
Entonces, llegado a ese punto—después de muchos años de pensamiento y reflexión—me di cuenta que éticamente los libertarios tenían razón; y así, me convertí en un fascista libertario, eso todo, sin dejar de ser tradicionalista monárquico. Entonces, desperté por completo: es como si mi mente se hubiera liberado y así abracé los principios del anarcocapitalismo y de la panarquía. ¿Por qué? Porque comprendí que la única forma en que la Derecha pueda triunfar es haciendo todas las cosas de forma correctas y dando el ejemplo. Así comprendí, por ejemplo, que en realidad, en estos tiempos pareciera que la raza blanca se ha vuelto la más petulante de todas, porque es la que con mayor facilidad se dejó contaminar por la mugre del marxismo cultural, llegando al punto tan bajo de considerar que una progenitora asesine a su propio hijo en su útero, es un “derecho”. Me di cuenta pues, de que Occidente está tocando fondo en su nivel jovenlandesal; y que la única forma de regenerar jovenlandesalmente a Occidente, es que cada uno de nosotros los derechistas o conservadores, se haga una autocrítica y luego que comencemos a predicar con el ejemplo.
Pero eso todo tampoco basta. Falta que todos los derechistas nos mancomunemos en pro de nuestro fin común que todos nosotros tenemos: la generación de una sociedad recta donde impere el bien, la justicia, la jovenlandesal y las buenas costumbres. Por eso, todos los derechistas debemos estar unidos entre nosotros; y por ello, en primer lugar, es completamente contraproducente que falangistas estén peleados con franquistas. ¡Eso es un absurdo! Todos los derechistas autoritarios deben de estar unidos en primer lugar; luego, todos los derechistas libertarios—no importa que sean minarquistas, o liberales-conservadores o anarcocapitalistas como yo—deben estar unidos; y finalmente, todos los derechistas en su conjunto, debemos estar unidos. En mi caso, esa unión se da increíblemente en mi propia mente: quiero decir que, yo siendo anarcocapitalista y panarquista, no dejé sin embargo de ser en mi alma, un fascista ni mucho menos un tradicionalista monárquico. Y eso es lo mejor del anarcocapitalismo: que mi ideología es para mí y tu ideología es para ti.
Bajo este panorama actual, yo diría que la mejor estrategia para todos los derechistas, es que se vuelvan lo más libertarios que puedan (sin necesariamente abandonar en sus fueros internos, su autoritarismo fascista o monárquico), porque así todos juntos podemos enfrentarnos al enemigo palpable en común: el Estado. Por supuesto que muchos hablarán acerca de la conspiración ****o-masónica internacional; pero esos enemigos se encuentran siempre ocultos y la única forma de atacarlos es a través de su títere, el Estado. Sencillamente, los derechistas autoritarios deberían desistir de la idea de que algún día van a tomar el poder en el Estado, para luego, a través de éste, imponer las ideas correctas hacia las personas. Yo antes creía ingenuamente eso: creía que podíamos o bien hacer un golpe de Estado o bien—más comúnmente—con un partido político, llegar al poder y una vez en el mismo, educar a las personas para que sean buenas. Pero no, eso es contraproducente y es doblemente incorrecto. Desde el punto de vista ético está equivocado, porque el bien no se puede imponer, sino que debe ser mostrado a través del ejemplo (si una persona hace el bien, por miedo al castigo que puede recibir si hace el mal; entonces esa persona en el fondo, no es buena, sino malvada; y eso no es lo que debemos procurar); y desde el punto de vista utilitarista nunca nos funcionará bajo el contexto actual, ya que, por la fuerza no podremos nunca tomar el poder, comenzando por el hecho de que somos pocos, y siguiendo porque no tenemos armas, ni entrenamiento para usarlas, etcétera; y por las elecciones jamás podremos ganar, porque las personas comunes jamás nos votarían. ¿Algún tercerposicionista realmente cree que alguna vez en Grecia va a ganar Michaloliakos, o que en Francia va a ganar Le Pen? ¡No, jamás sucederá!
¿Por qué? Por culpa del marxismo cultural. El Estado posee todos los medios necesarios para asegurarse de que ese tipo de personas fascistas, jamás llegue al poder; pues la prensa dirá por ejemplo “quieren ejecutar a judíos en las cámaras de gas”, “son peligrosos”, “son terroristas”, esto y aquello. La prensa siempre se encargará de difamarlos, y no importa cuán populares ellos intenten ser antes las personas; de hecho, por ejemplo, en el caso de Marine Le Pen, lo único que ella ha podido hacer es endulzar su discurso, entibiarlo con respecto al discurso de su propio padre, el gran Jean-Marie Le Pen. Es decir, que esos líderes en el fondo son políticos y quieren votos, y para intentar lograr su objetivo, ellos ablandarán su discurso. Lo mismo sucede con Vox. Todos ellos pactarán con la Izquierda, del mismo modo que aquí en Uruguay, toda la “oposición” de la Coalición Multicolor pactó con el Frente Amplio. No importa cuán “miliquero” o “facho” parezca ser Manini Ríos; él nunca logrará nada, porque él ya pactó con la Izquierda.
Lo máximo a lo que los derechistas podemos aspirar a tener de políticos son personas como Trump y Bolsonaro. Y ya vimos qué pasó con Trump; él intentó hacer todo lo que pudo, pero al final, no pudo hacer mucho y él mismo se terminó rindiendo el pasado 7 de enero, cuando condenó a los patriotas estadounidenses que ingresaron al capitolio. Él mismo los incitó a hacer aquello, pero al final, le dio miedo y se rindió. Yo pienso que Bolsonaro no es tan fistro como Trump, pero llegará un punto en que el globalismo también logrará librarse de Bolsonaro. Y conste, Trump y Bolsonaro son derecha moderada, y además con tendencias sionistas, así que, de antemano, ellos ya pactaron con la Izquierda. ¿Qué los hace creer a las personas de la tercera posición que sería diferente con Le Pen? Aún en el caso de que ella—misteriosamente—llegara al poder en Francia, existe una cosa mugrosa llamada Parlamento, el cual no la dejaría nunca hacer nada verdaderamente útil para liberar Francia.
Por eso, es que la estrategia de llegar al poder—sea por los votos o por la fuerza—y tomar las riendas del Estado, para intentar hacer que la gente sea buena, nunca dará resultado. No sólo es que se trata de una estrategia no ética (llegado el caso de que realmente pudiésemos llegar al poder y establecer un régimen derechista autoritario, estilo Pinochet de Chile o Bordaberry de Uruguay), sino que sencillamente se trata de una estrategia que jamás funcionará. Y no funcionará por el simple hecho de que la Izquierda ya tiene casi todo el poder absoluto: tiene el Estado, tiene a la prensa, tiene a la academia, tiene al poder judicial, tiene al poder político, tiene a los lobbies y organizaciones sociales, incluso hasta tiene a los ejércitos, ¡la Izquierda tiene todo el poder! Lo han tomado todo, lo han copado todo, han abarcado todo. Sencillamente, vivimos en Occidente bajo un régimen totalitario, donde cada vez más hay menos derechos individuales.
Y eso es precisamente lo que debemos defender los derechistas: los derechos individuales, como mencioné anteriormente: la vida, la libertad y la propiedad. Lo que debemos hacer nosotros los derechistas es unirnos y todos juntos defender la libertad de expresión; por ejemplo, si los “neonazis” en lugar de haber hecho tonterías y lloriqueado durante ochenta años, se hubieran vuelto más libertarios y hubieran luchado por preservar la libertad de expresión, no hubiéramos llegado a este punto. Hemos llegado a una situación que se ha vuelto insostenible; ahora resulta que, por ejemplo, no podemos criticar a los invertidos sodomitas, porque si no resulta que somos “homofóbicos”. Entonces, por ejemplo, Manini Ríos en Uruguay se tiene que andar defendiendo diciendo que él no es homofóbico; cuando lo que debería hacer es decir que esa palabra es un sinsentido. Lo mismo con la palabra “machista”, o tantas otras palabras-policía. Se ha llegado a un punto, en que la libertad de expresión se encuentra muy limitada por culpa de la farsa del “delito de repruebo”; esa farsa, es opuesta a las constituciones de los países occidentales y también a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Fuente: Opinión: Es momento de que toda la Derecha se mancomune para hacerle frente a la Izquierda
 
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