Operaciones híbridas contra españa (ricardo rúiz de la serna en la gaceta de la fachosfera)

Eric Finch

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Operaciones híbridas contra España​

JULIO 15, 2024

El parlamento finlandés aprobó la semana pasada una ley que permite las llamadas «devoluciones en caliente» de pagapensiones de terceros países que intenten entrar a través de la frontera con la Federación de Rusia. Se trata de evitar operaciones híbridas como las que vivieron Polonia y Lituania en 2021 y como la que sufrió España cuando se produjo la avalancha de pagapensiones, muchos de ellos presuntos menores, sobre Ceuta.

Se suele hablar de la inmi gración ilegal desde la perspectiva de los asuntos sociales o de la política internacional. A veces se la enfoca desde la perspectiva de las crisis humanitarias. En todos estos casos parece soslayarse que los problemas sociales y los desastres humanitarios pueden ser inducidos y formar parte de operaciones de desestabilización.

La afluencia de pretendidos menores extranjeros no acompañados —en su mayoría, procedentes de jovenlandia— al territorio nacional (Ceuta, Melilla, las Canarias, las costas de Andalucía) levanta inevitables sospechas. jovenlandia no es un país en guerra, aunque sufre terribles desigualdades sociales y un deterioro ambiental en el sur del país producto de los cultivos intensivos para la exportación a bajo coste. Las frutas y las verduras marroquíes no sólo tienen menores costes de producción e inferiores estándares de calidad que los productos españoles, sino que también están arruinando los acuíferos de nuestro vecino del sur. Sin embargo, nada de eso es comparable a una guerra ni a una catástrofe humanitaria. Al contrario, sus causas son decisiones de política económica de un Estado que debería responder ante sus ciudadanos

Esta población extranjera, joven y en edad de combatir es un problema social que, a la vista de las cifras, devendrá un problema de orden público y de seguridad ciudadana allí donde se encuentren. A finales de 2023, LA GACETA publicaba que se habían registrado más de 10.000 en ese año. Estos jóvenes destruyen sus documentos antes de llegar a España. Se trata de una acción para entorpecer la investigación en torno a ellos y dificultar las expulsiones. Llegados a territorio español, se despliega sobre ellos un aparato protector del que a menudo se abusa. Se benefician de él personas que ni son menores de edad ni huyen de conflicto alguno. El resto ya lo conocen ustedes.

Hay que cambiar el modelo. Hay que dejar de enfocar el problema sólo como un asunto social o humanitario y empezar a verlo, al modo finlandés, como un intento de desestabilizar nuestra sociedad aumentando la inseguridad, creando conflictos entre los territorios y crispando un debate que debería ser más frío y menos emotivo. El chantaje «humanitarista» —me resisto a llamarlo humanitario— se hace ya asfixiante. Los abanderados de la solidaridad suelen vivir en barrios y urbanizaciones que nunca acogerán un centro de menores de esta naturaleza. Recuerden a Irene Montero hablando de «nuestros niños» desde la comodidad y la seguridad de su vivienda.

Todo este sentimentalismo político resulta muy útil a las mafias de los tratantes de seres humanos y quienes se sirven de ellas para desestabilizar nuestro país. Bueno, en realidad, estos intentos se dirigen a toda Europa, una de cuyas puertas de entrada por mar es España. Vean los casos de Francia, Bélgica y los Países Bajos, donde la mafia jovenlandés, la Mocro Maffia, ha amenazado incluso a la familia real. Suecia ha tras*formado su modelo migratorio después de concluir que, al cabo de varias generaciones, no se había producido integración social sino fractura.

Finlandia ha acertado al comprender que hoy la inmi gración se emplea en las operaciones híbridas y que, por tanto, son necesarios instrumentos legales adecuados a la naturaleza de la amenaza. Lo que vimos en Ceuta en 2021, lo que se sufre cada cierto tiempo en Melilla con los saltos a la valla y la afluencia de cayucos desde naves nodriza a las costas de Canarias forman parte de este tipo de operaciones. El falso humanitarismo da alas a peligros reales.
 
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Ha costado pero los Finlandeses lo van pillando.
 
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