Vlad_Empalador
Será en Octubre
Okupas, robos y drojas, a la orden del día en A Coruña
ALBERTO MAHÍAA CORUÑA / LA VOZ
A CORUÑA
ANGEL MANSO
El alza en el consumo de heroína está detrás del aumento de la criminalidad, que subió un 34 %
18 sep 2022. Actualizado a las 12:32 h.
Comentar · 49
La policía está convencida de que el incremento de la criminalidad en A Coruña se debe principalmente al aumento del consumo de heroína. A eso se suma, según los sindicatos del 091, la escasez de personal y, por tanto, de vehículos patrulla, que casi nunca son más de tres durante las noches. Así, con gente en la calle robando o cometiendo cualquier delito para saciar la adicción y con pocos medios policiales para que eso no ocurra u ocurra menos, la situación es «insostenible» en algunos barrios.
A Coruña ha visto cómo se han incrementado los delitos por robo con fuerza en domicilios, establecimientos y otras instalaciones, que pasan de los 156 del 2021 a los 226 actuales, lo que supone un 44,9 % más. De ellos, también muestran un mal comportamiento los que afectan solo a viviendas, ya que el año pasado fueron 96 y ahora 128, un 33,3 % más. También ascienden, entre otras infracciones, las sustracciones de vehículos en un 64,3 % al pasar de 14 a 23. No es malo, por contra, el dato de delitos sensuales, que se mantienen estables en el 2022, al igualar los 40 del 2021.
Las inmobiliarias detectan más de 600 viviendas okupadas en Galicia
C. PUNZÓN
Es la ciudad gallega con más infracciones penales. Ya en el 2021 se registraba un aumento de los índices de delincuencia que, según las últimas estadísticas del Ministerio del Interior, mantiene la senda del crecimiento en el primer semestre del 2022. Así, las infracciones penales han aumentado un 34,5 % con respecto al primer semestre del 2021.
Tráfico de drojas. «Cada vez se ven más toxicómanos pidiendo en la calle o cometiendo todo tipo de tropelías», dice Antonio Nogueira, de la asociación de Os Mallos. La droja, que nunca ha desaparecido de los barrios, se está incrustando en algunos de manera alarmante. Ya no solo se trata de los clientes, sino también de los que venden, que montan narcopisos y vuelven inhabitable la zona donde se establecen, añaden desde el colectivo vecinal del Agra do Orzán. Quienes consumen, buscan dinero rápido. La mayoría lo encuentra en pequeños hurtos o mendigando. Una minoría no duda en emplear la violencia.
Así operan en A Coruña las mafias que «alquilan» casas a okupas o las usan como narcopisos
ALBERTO MAHÍA
Okupas. Hay barrios, como el de Os Mallos, la Sagrada Familia u O Castrillón, donde la okupación mantiene en vilo a los vecinos. Si bien las autoridades judiciales actúan ahora con mayor celeridad a la hora de desalojar un piso, todavía quedan muchos. En Os Mallos, la policía vació varios. En la ronda de Nelle o en la calle San Lucas, por ejemplo. Pero ahí continúan los de la calle Noia o Mariana Pineda. En esas viviendas no solo se vende droja. También sirven de guarida para ladrones. De hecho, cuando se desalojó el piso de la calle San Lucas, la policía se encontró hasta con cañas de pescar. Necesitaron dos furgones para llevarse los objetos robados que allí dentro había. Por su parte, en O Castrillón, Cuatro Caminos y A Gaiteira funcionan narcopisos. Algunos fueron desarticulados en los últimos meses. Eso convirtió la zona en un foco de delincuencia. «Se drojan en los portales, en las terrazas de los bares, en el parque...», lamenta Paulo Sexto, presidente del colectivo vecinal. Las autoridades estiman que en la ciudad puede haber unas cien viviendas okupadas, en las que incluyen a los que no pagan el alquiler. Pero las empresas de desokupación elevan esa cifra a 300.
Narcopisos. Si la okupación es considerada como una lacra, los narcopisos son su peor cara. Los delincuentes, generalmente integrados en una banda, se hacen con una propiedad para vender todo tipo de droja. Y lo que ahí dentro ocurre se traslada a la calle, con la presencia de toxicómanos en los alrededores. Vecinos de la Sagrada Familia, Os Mallos, Monte Alto o A Gaiteira son los principales afectados.
Una vecina frustra la entrada de okupas en un piso de la calle Ribadavia, en el barrio coruñés de Os Mallos
TONI SILVA
Hurtos en supermercados. «Ya no podemos más. Nos pasamos el día persiguiendo a gente que intenta llevarse algo oculto en la ropa», comenta un empleado de un supermercado de la Sagrada Familia. Los hurtos en este tipo de establecimientos se han disparado. En el 2021 se registraron más de 4.000. El doble que el año anterior. Unos se llevan unas latas de conserva o un queso para comer, pero la mayoría, para vender en la calle o en los bares a mitad de precio que en el mercado. Durante los fines de semana, los hurtos se disparan. Y los profesionales de seguridad alertan de que cuando llega la Navidad, los robos alcanzan cotas inimaginables.
Atracos. En el 2021 fueron contabilizados 284 delitos de robos con violencia e intimidación frente a los 186 del año anterior, lo que supuso un incremento del 52,77 %. El consumo de droja está detrás. El perfil del delincuente capaz de ponerle una navaja en el cuello a un viandante es el de un toxicómano de larga trayectoria que necesita dinero con urgencia para drojarse, sin importarle las consecuencias.
Peleas o ajustes de cuentas. En el barrio de Os Mallos se produjeron en diciembre tres incendios intencionados. Clanes rivales se enfrentaban por tomar el control y así se las gastaban unos contra otros. Se trataba de enfrentamientos entre grupos de extranjeros, principalmente de origen joven. La policía logró controlar las disputas. Pero las peleas se pueden producir por cualquier motivo. La del pasado miércoles por la noche se originó por una riña vecinal por ruido. Ocho hombres propinaron una brutal paliza a la persona que se había quejado.
«Me dijeron que si contrataba a una empresa para echarlos irían a por mi hijo»
No quiere dar su nombre la persona que lleva un año con su vivienda de Os Castros okupada por una pareja que solo le pagó el primer mes de alquiler. Tiene miedo. Pero contratar a una empresa especializada en desalojos dice que es lo único que puede hacer. Y eso que el día que les dijo a los usurpadores que lo iba a hacer, le dijeron que si contrataba a una empresa «para echarlos, irían a por mi hijo». Pero dice que no tiene otra opción. «En el año que llevan robándome mi piso, he dejado de percibir 550 euros al mes. Además, los vecinos me contaron que la vivienda la tienen destrozada, por lo que me costará un dineral volverla a poner en condiciones», dice. Por tanto, recurrir a una de esas empresas «resulta más barato que lo que te gastas en abogados, procuradores y lo que pierdas durante la espera a que un juez acuerde el desalojo», añade. Ya se puso en contacto con una y le aseguraron que en apenas una semana volverá a ser dueño de lo suyo. En cuanto a las amenazas, ya le dejaron de preocupar. «Estoy tan quemado que me da igual todo», advierte. La vivienda de este hombre la heredó de sus padres. Al principio, pensó en venderla, pero finalmente optó por alquilarla, «algo de lo que me arrepentiré toda mi vida», señala. Los cinco primeros años todo funcionó bien. «Tuve unos inquilinos muy buenos que jamás me dejaron de pagar. Pero se fueron y puse el piso en una agencia. Entonces apareció esa pareja. Pagaron el primer mes y la fianza, pero dejaron de hacerlo. Al principio, me pedían un tiempo para poder abonar la renta. Luego ya pasaron a los insultos. Él me dijo que no tenía pensado pagarme y que si quería que lo denunciase. Luego pasó a las amenazas. Espero que pase pronto esta pesadilla», dice.
«Estuve dos años esperando a que el juez ordenase el desalojo de mi casa»
Mónica ha vuelto a poder disfrutar de su casa tras dos años de papeleo en los juzgados. No solo ella fue la afectada por la okupación. Aunque la sufrió más que nadie, los vecinos próximos no lo padecieron menos, pues la vivienda de Mónica estaba okupada «por unos verdaderos salvajes». Cuenta que su propiedad se convirtió en un punto de venta de droja en Os Mallos. Hubo peleas, toxicómanos robando por los alrededores y constantes visitas de la policía, que nada podía hacer porque el asunto ya estaba en los juzgados y había que esperar a que estos se pronunciaran. En una ocasión, uno de los clientes que iban a comprar droja sacó un gran cuchillo y la emprendió contra todo el que pasaba. Si se pone a sumar todo lo que se gastó y dejó de ganar en esos dos años, Mónica lo cifra en 24.000 euros. Lo detalla: «Tuve que pagar abogado y procurador. Luego, no pude percibir los 600 euros mensuales que me llevaría por la renta. Y lo peor es que cuando recuperé mi casa tuve que gastarme un montón de dinero en rehabilitarla porque la dejaron como si pasara el Séptimo de Caballería». Mónica no entiende que esto siga sucediendo en una sociedad moderna. «No es de sentido común que si un delincuente se mete en mi coche, llamo a la policía e inmediatamente lo sacan. Pero si se mete en mi casa, no lo pueden hacer. ¿Qué es más importante?», se pregunta. Nada más recuperar la propiedad, la puso a la venta y ahí continúa en un portal inmobiliario. Con la puerta y las ventanas tapiadas, quiere deshacerse de la vivienda porque dice que no quiere correr de nuevo el riesgo de que se la okupen. «Cuando la venda lo celebraré con champán con todos mis amigos y familia», anuncia.
ALBERTO MAHÍAA CORUÑA / LA VOZ
A CORUÑA
ANGEL MANSO
El alza en el consumo de heroína está detrás del aumento de la criminalidad, que subió un 34 %
18 sep 2022. Actualizado a las 12:32 h.
Comentar · 49
La policía está convencida de que el incremento de la criminalidad en A Coruña se debe principalmente al aumento del consumo de heroína. A eso se suma, según los sindicatos del 091, la escasez de personal y, por tanto, de vehículos patrulla, que casi nunca son más de tres durante las noches. Así, con gente en la calle robando o cometiendo cualquier delito para saciar la adicción y con pocos medios policiales para que eso no ocurra u ocurra menos, la situación es «insostenible» en algunos barrios.
A Coruña ha visto cómo se han incrementado los delitos por robo con fuerza en domicilios, establecimientos y otras instalaciones, que pasan de los 156 del 2021 a los 226 actuales, lo que supone un 44,9 % más. De ellos, también muestran un mal comportamiento los que afectan solo a viviendas, ya que el año pasado fueron 96 y ahora 128, un 33,3 % más. También ascienden, entre otras infracciones, las sustracciones de vehículos en un 64,3 % al pasar de 14 a 23. No es malo, por contra, el dato de delitos sensuales, que se mantienen estables en el 2022, al igualar los 40 del 2021.
Las inmobiliarias detectan más de 600 viviendas okupadas en Galicia
C. PUNZÓN
Es la ciudad gallega con más infracciones penales. Ya en el 2021 se registraba un aumento de los índices de delincuencia que, según las últimas estadísticas del Ministerio del Interior, mantiene la senda del crecimiento en el primer semestre del 2022. Así, las infracciones penales han aumentado un 34,5 % con respecto al primer semestre del 2021.
Tráfico de drojas. «Cada vez se ven más toxicómanos pidiendo en la calle o cometiendo todo tipo de tropelías», dice Antonio Nogueira, de la asociación de Os Mallos. La droja, que nunca ha desaparecido de los barrios, se está incrustando en algunos de manera alarmante. Ya no solo se trata de los clientes, sino también de los que venden, que montan narcopisos y vuelven inhabitable la zona donde se establecen, añaden desde el colectivo vecinal del Agra do Orzán. Quienes consumen, buscan dinero rápido. La mayoría lo encuentra en pequeños hurtos o mendigando. Una minoría no duda en emplear la violencia.
Así operan en A Coruña las mafias que «alquilan» casas a okupas o las usan como narcopisos
ALBERTO MAHÍA
Okupas. Hay barrios, como el de Os Mallos, la Sagrada Familia u O Castrillón, donde la okupación mantiene en vilo a los vecinos. Si bien las autoridades judiciales actúan ahora con mayor celeridad a la hora de desalojar un piso, todavía quedan muchos. En Os Mallos, la policía vació varios. En la ronda de Nelle o en la calle San Lucas, por ejemplo. Pero ahí continúan los de la calle Noia o Mariana Pineda. En esas viviendas no solo se vende droja. También sirven de guarida para ladrones. De hecho, cuando se desalojó el piso de la calle San Lucas, la policía se encontró hasta con cañas de pescar. Necesitaron dos furgones para llevarse los objetos robados que allí dentro había. Por su parte, en O Castrillón, Cuatro Caminos y A Gaiteira funcionan narcopisos. Algunos fueron desarticulados en los últimos meses. Eso convirtió la zona en un foco de delincuencia. «Se drojan en los portales, en las terrazas de los bares, en el parque...», lamenta Paulo Sexto, presidente del colectivo vecinal. Las autoridades estiman que en la ciudad puede haber unas cien viviendas okupadas, en las que incluyen a los que no pagan el alquiler. Pero las empresas de desokupación elevan esa cifra a 300.
Narcopisos. Si la okupación es considerada como una lacra, los narcopisos son su peor cara. Los delincuentes, generalmente integrados en una banda, se hacen con una propiedad para vender todo tipo de droja. Y lo que ahí dentro ocurre se traslada a la calle, con la presencia de toxicómanos en los alrededores. Vecinos de la Sagrada Familia, Os Mallos, Monte Alto o A Gaiteira son los principales afectados.
Una vecina frustra la entrada de okupas en un piso de la calle Ribadavia, en el barrio coruñés de Os Mallos
TONI SILVA
Hurtos en supermercados. «Ya no podemos más. Nos pasamos el día persiguiendo a gente que intenta llevarse algo oculto en la ropa», comenta un empleado de un supermercado de la Sagrada Familia. Los hurtos en este tipo de establecimientos se han disparado. En el 2021 se registraron más de 4.000. El doble que el año anterior. Unos se llevan unas latas de conserva o un queso para comer, pero la mayoría, para vender en la calle o en los bares a mitad de precio que en el mercado. Durante los fines de semana, los hurtos se disparan. Y los profesionales de seguridad alertan de que cuando llega la Navidad, los robos alcanzan cotas inimaginables.
Atracos. En el 2021 fueron contabilizados 284 delitos de robos con violencia e intimidación frente a los 186 del año anterior, lo que supuso un incremento del 52,77 %. El consumo de droja está detrás. El perfil del delincuente capaz de ponerle una navaja en el cuello a un viandante es el de un toxicómano de larga trayectoria que necesita dinero con urgencia para drojarse, sin importarle las consecuencias.
Peleas o ajustes de cuentas. En el barrio de Os Mallos se produjeron en diciembre tres incendios intencionados. Clanes rivales se enfrentaban por tomar el control y así se las gastaban unos contra otros. Se trataba de enfrentamientos entre grupos de extranjeros, principalmente de origen joven. La policía logró controlar las disputas. Pero las peleas se pueden producir por cualquier motivo. La del pasado miércoles por la noche se originó por una riña vecinal por ruido. Ocho hombres propinaron una brutal paliza a la persona que se había quejado.
«Me dijeron que si contrataba a una empresa para echarlos irían a por mi hijo»
No quiere dar su nombre la persona que lleva un año con su vivienda de Os Castros okupada por una pareja que solo le pagó el primer mes de alquiler. Tiene miedo. Pero contratar a una empresa especializada en desalojos dice que es lo único que puede hacer. Y eso que el día que les dijo a los usurpadores que lo iba a hacer, le dijeron que si contrataba a una empresa «para echarlos, irían a por mi hijo». Pero dice que no tiene otra opción. «En el año que llevan robándome mi piso, he dejado de percibir 550 euros al mes. Además, los vecinos me contaron que la vivienda la tienen destrozada, por lo que me costará un dineral volverla a poner en condiciones», dice. Por tanto, recurrir a una de esas empresas «resulta más barato que lo que te gastas en abogados, procuradores y lo que pierdas durante la espera a que un juez acuerde el desalojo», añade. Ya se puso en contacto con una y le aseguraron que en apenas una semana volverá a ser dueño de lo suyo. En cuanto a las amenazas, ya le dejaron de preocupar. «Estoy tan quemado que me da igual todo», advierte. La vivienda de este hombre la heredó de sus padres. Al principio, pensó en venderla, pero finalmente optó por alquilarla, «algo de lo que me arrepentiré toda mi vida», señala. Los cinco primeros años todo funcionó bien. «Tuve unos inquilinos muy buenos que jamás me dejaron de pagar. Pero se fueron y puse el piso en una agencia. Entonces apareció esa pareja. Pagaron el primer mes y la fianza, pero dejaron de hacerlo. Al principio, me pedían un tiempo para poder abonar la renta. Luego ya pasaron a los insultos. Él me dijo que no tenía pensado pagarme y que si quería que lo denunciase. Luego pasó a las amenazas. Espero que pase pronto esta pesadilla», dice.
«Estuve dos años esperando a que el juez ordenase el desalojo de mi casa»
Mónica ha vuelto a poder disfrutar de su casa tras dos años de papeleo en los juzgados. No solo ella fue la afectada por la okupación. Aunque la sufrió más que nadie, los vecinos próximos no lo padecieron menos, pues la vivienda de Mónica estaba okupada «por unos verdaderos salvajes». Cuenta que su propiedad se convirtió en un punto de venta de droja en Os Mallos. Hubo peleas, toxicómanos robando por los alrededores y constantes visitas de la policía, que nada podía hacer porque el asunto ya estaba en los juzgados y había que esperar a que estos se pronunciaran. En una ocasión, uno de los clientes que iban a comprar droja sacó un gran cuchillo y la emprendió contra todo el que pasaba. Si se pone a sumar todo lo que se gastó y dejó de ganar en esos dos años, Mónica lo cifra en 24.000 euros. Lo detalla: «Tuve que pagar abogado y procurador. Luego, no pude percibir los 600 euros mensuales que me llevaría por la renta. Y lo peor es que cuando recuperé mi casa tuve que gastarme un montón de dinero en rehabilitarla porque la dejaron como si pasara el Séptimo de Caballería». Mónica no entiende que esto siga sucediendo en una sociedad moderna. «No es de sentido común que si un delincuente se mete en mi coche, llamo a la policía e inmediatamente lo sacan. Pero si se mete en mi casa, no lo pueden hacer. ¿Qué es más importante?», se pregunta. Nada más recuperar la propiedad, la puso a la venta y ahí continúa en un portal inmobiliario. Con la puerta y las ventanas tapiadas, quiere deshacerse de la vivienda porque dice que no quiere correr de nuevo el riesgo de que se la okupen. «Cuando la venda lo celebraré con champán con todos mis amigos y familia», anuncia.
