Danito10
Madmaxista
- Desde
- 12 Sep 2019
- Mensajes
- 1.662
- Reputación
- 8.932
Lagrimas de fruta. NUTRICIÓN. Encima de no pagar impuestos aún tiene los santos bemoles de llorar.
OLEG ELKOV VIA GETTY IMAGES
Debería haberme dado cuenta cuando empezó a pedirme cada vez más cosas, pero necesitaba el dinero.
Llevaba muchos años siendo cortesana. Filtrar a tus clientes es un lujo. Algunas compañeras más privilegiadas se podían permitir rechazar clientes. Yo no podía, así que siempre me tocó hacer de tripas corazón. Siempre fui una superviviente; es decir, no me quedaba otra que arriesgarme.
PUBLICIDAD
Aquella vez, fuimos a un hotel y tuve que pagar yo porque él estaba casado y no quería que su mujer se enterara de que había reservado una habitación. Antes de llegar, habíamos acordado que me pagaría 1000 dólares por hacerlo sin condón.
Igual fui ingenua, pero estaba desesperada por conseguir ese dinero. Lo necesitaba para pagar el alquiler, las facturas y la comida. Incluso el agua corriente era un lujo para mí.
No fue la experiencia más brutal o traumática que he vivido con un cliente, y hay miles de trabajadoras sensuales como yo que han sufrido cosas peores, incluidas agresiones sensuales y violaciones. Y lo peor de todo es que las violaciones que se sufren en esta profesión son habituales. Cosa del día a día, casi. Por desgracia.
“¿¡No llevas el dinero encima!?”, le grité, aunque era consciente de que no podía hacer nada al respecto.
Salió por la puerta para “coger el dinero” y ahí me quedé, tumbada en la cama en la que había sufrido un encuentro sensual nauseabundo con una persona que no quería que me volviera a tocar en la vida. Mientras oía de fondo las noticias de la CNN, a un volumen casi hipnótico, supe que el hombre no iba a volver.
PUBLICIDAD
Me había mentido y engañado de forma totalmente premeditada. Había representado un papel para conseguir sesso gratis porque sabía que solo así lo conseguiría. Mi consentimiento estaba ligado intrínsecamente al dinero. Temblando sobre las sábanas de la cama, tuve claro que me acababa de violar.
Quizás algunos piensen que esto no es una violación. Al fin y al cabo, nadie me puso una pistola en la cabeza, ni me habían golpeado ni yo había pedido auxilio. Si me dieran un dólar cada vez que alguien me pregunta por qué no denuncié las cosas que me pasaron o por qué no fui a la policía, no tendría que dedicarme a esto. El fraude, que es lo que ese hombre cometió para que yo le diera sesso, también es una violación. De hecho, es un tipo de trata de personas. Según la ONU, lo es cualquier actividad sensual que tenga lugar mediante la fuerza, el fraude o la coerción.
Los trabajadores del sesso también podemos ser objetos de violación, que quede claro. Y somos más propensos a ser forzados que las personas que no se dedican al trabajo sensual. Precisamente por dedicarnos a una profesión criminalizada, somos unos blancos excelentes para los depredadores sensuales, que saben aprovecharse de nuestra vulnerabilidad. Según la Organización Mundial de la Salud, “los hombres, las mujeres y las personas tras*género que se dedican al trabajo sensual sufren una mayor violencia debido al estigma que se asocia al trabajo sensual o debido a la discriminación de género, de raza, por tener el VIH o por el consumo de drojas”.
Yo nunca denuncié mi violación a la Policía porque mi trabajo es ilegal, y tampoco fui a urgencias porque no me apetecía decirles a un montón de médicos privilegiados que era tan pobre que tenía que arriesgar mi vida para pagar el alquiler y llevar un plato de comida a la mesa.
Como consecuencia de esta violación, me da grima solamente plantearme volver a esa profesión. No quiero que me toquen ni me apetece tener que interactuar con un hombre heterosexual cisgénero. Pero soy pobre y no puedo quedarme en la cama llorando, como me gustaría hacer. Sentir mis sentimientos es un lujo que todavía no me puedo permitir. Tengo que dar las gracias a la gente, sobre todo a mis excompañeras de profesión, que me han apoyado económicamente para permitirme un tiempo para recuperarme.
Nuestras vidas como trabajadoras sensuales no tienen ningún valor. Somos pobres, estamos desesperadas y muchas veces no tenemos familia, marido o novio para ayudarnos a salir del pozo. O arriesgamos nuestra vida o morimos. Todos los días tenemos que tomar este tipo de decisiones: elegir entre “posiblemente mueras” y “mueres seguro”; entre “probablemente te violen” y “te vas a morir de hambre como no lo hagas”.
Si alguien quiere comprender la invisibilidad de las mujeres, solo tiene que preguntarle a una cortesana. Las violaciones a las cortesanas son casi siempre invisibles, aunque sucedan mediante la fuerza, el fraude, la coerción o las tres a la vez.
No espero que lo comprendas al leer esto. Tampoco espero que lo hagas. Solo te pido que te importe. No necesitas comprender nuestras decisiones para sentir compasión por nosotras. Aunque nos pongamos en peligro o nos veamos envueltas en situaciones precarias, merecemos compasión.
El 17 de diciembre fue el Día Internacional para poner fin a la violencia contra las trabajadoras sensuales. Son muchísimas las trabajadoras sensuales que han sido forzadas en su trabajo y no lo pueden hacer público. Me gustaría que esta publicación fuera como encender una vela para todas las trabajadoras sensuales cuyas voces han sido silenciadas por las violaciones y las agresiones. Somos hermosas, valiosas y merecemos que nos vean y nos escuchen.
OLEG ELKOV VIA GETTY IMAGES
Debería haberme dado cuenta cuando empezó a pedirme cada vez más cosas, pero necesitaba el dinero.
Llevaba muchos años siendo cortesana. Filtrar a tus clientes es un lujo. Algunas compañeras más privilegiadas se podían permitir rechazar clientes. Yo no podía, así que siempre me tocó hacer de tripas corazón. Siempre fui una superviviente; es decir, no me quedaba otra que arriesgarme.
PUBLICIDAD
Aquella vez, fuimos a un hotel y tuve que pagar yo porque él estaba casado y no quería que su mujer se enterara de que había reservado una habitación. Antes de llegar, habíamos acordado que me pagaría 1000 dólares por hacerlo sin condón.
Igual fui ingenua, pero estaba desesperada por conseguir ese dinero. Lo necesitaba para pagar el alquiler, las facturas y la comida. Incluso el agua corriente era un lujo para mí.
No fue la experiencia más brutal o traumática que he vivido con un cliente, y hay miles de trabajadoras sensuales como yo que han sufrido cosas peores, incluidas agresiones sensuales y violaciones. Y lo peor de todo es que las violaciones que se sufren en esta profesión son habituales. Cosa del día a día, casi. Por desgracia.
Al llegar a la habitación, el hombre me dijo que me pagaría después. No me dio buena espina y me entró miedo, pero sentí que no tenía más remedio que aceptar. No voy a entrar en detalles sobre la violación porque eso es algo que guardo para mí y no necesito demostrárselo a nadie. Cuando acabamos, me dijo que iba a buscar el dinero, que se lo había dejado en el coche.“No espero que lo comprendas al leer esto. Tampoco espero que lo hagas. Solo te pido que te importe”
“¿¡No llevas el dinero encima!?”, le grité, aunque era consciente de que no podía hacer nada al respecto.
Salió por la puerta para “coger el dinero” y ahí me quedé, tumbada en la cama en la que había sufrido un encuentro sensual nauseabundo con una persona que no quería que me volviera a tocar en la vida. Mientras oía de fondo las noticias de la CNN, a un volumen casi hipnótico, supe que el hombre no iba a volver.
PUBLICIDAD
Me había mentido y engañado de forma totalmente premeditada. Había representado un papel para conseguir sesso gratis porque sabía que solo así lo conseguiría. Mi consentimiento estaba ligado intrínsecamente al dinero. Temblando sobre las sábanas de la cama, tuve claro que me acababa de violar.
Quizás algunos piensen que esto no es una violación. Al fin y al cabo, nadie me puso una pistola en la cabeza, ni me habían golpeado ni yo había pedido auxilio. Si me dieran un dólar cada vez que alguien me pregunta por qué no denuncié las cosas que me pasaron o por qué no fui a la policía, no tendría que dedicarme a esto. El fraude, que es lo que ese hombre cometió para que yo le diera sesso, también es una violación. De hecho, es un tipo de trata de personas. Según la ONU, lo es cualquier actividad sensual que tenga lugar mediante la fuerza, el fraude o la coerción.
Los trabajadores del sesso también podemos ser objetos de violación, que quede claro. Y somos más propensos a ser forzados que las personas que no se dedican al trabajo sensual. Precisamente por dedicarnos a una profesión criminalizada, somos unos blancos excelentes para los depredadores sensuales, que saben aprovecharse de nuestra vulnerabilidad. Según la Organización Mundial de la Salud, “los hombres, las mujeres y las personas tras*género que se dedican al trabajo sensual sufren una mayor violencia debido al estigma que se asocia al trabajo sensual o debido a la discriminación de género, de raza, por tener el VIH o por el consumo de drojas”.
Y la situación es aún más dramática para las cortesanas de tonalidad y las tras*exuales, y aún más si son tras*exuales negras. Tal y como señaló la trabajadora sensual y activista Kaniya Walker para la organización ACLU, “tanto la policía como el resto de los ciudadanos catalogan como cortesanas a las mujeres tras*exuales negras, aunque no se dediquen a ello. Somos objetivos fáciles, especialmente si venimos de comunidades pobres. En Washington, D.C., donde vivo, 4 de cada 5 mujeres tras*exuales denuncian sufrir agresiones verbales, físicas o sensuales. Y es una violencia que está muy extendida”.“Somos pobres y estamos desesperadas. O arriesgamos nuestra vida o morimos”
Yo nunca denuncié mi violación a la Policía porque mi trabajo es ilegal, y tampoco fui a urgencias porque no me apetecía decirles a un montón de médicos privilegiados que era tan pobre que tenía que arriesgar mi vida para pagar el alquiler y llevar un plato de comida a la mesa.
Como consecuencia de esta violación, me da grima solamente plantearme volver a esa profesión. No quiero que me toquen ni me apetece tener que interactuar con un hombre heterosexual cisgénero. Pero soy pobre y no puedo quedarme en la cama llorando, como me gustaría hacer. Sentir mis sentimientos es un lujo que todavía no me puedo permitir. Tengo que dar las gracias a la gente, sobre todo a mis excompañeras de profesión, que me han apoyado económicamente para permitirme un tiempo para recuperarme.
Nuestras vidas como trabajadoras sensuales no tienen ningún valor. Somos pobres, estamos desesperadas y muchas veces no tenemos familia, marido o novio para ayudarnos a salir del pozo. O arriesgamos nuestra vida o morimos. Todos los días tenemos que tomar este tipo de decisiones: elegir entre “posiblemente mueras” y “mueres seguro”; entre “probablemente te violen” y “te vas a morir de hambre como no lo hagas”.
Si alguien quiere comprender la invisibilidad de las mujeres, solo tiene que preguntarle a una cortesana. Las violaciones a las cortesanas son casi siempre invisibles, aunque sucedan mediante la fuerza, el fraude, la coerción o las tres a la vez.
No espero que lo comprendas al leer esto. Tampoco espero que lo hagas. Solo te pido que te importe. No necesitas comprender nuestras decisiones para sentir compasión por nosotras. Aunque nos pongamos en peligro o nos veamos envueltas en situaciones precarias, merecemos compasión.
El 17 de diciembre fue el Día Internacional para poner fin a la violencia contra las trabajadoras sensuales. Son muchísimas las trabajadoras sensuales que han sido forzadas en su trabajo y no lo pueden hacer público. Me gustaría que esta publicación fuera como encender una vela para todas las trabajadoras sensuales cuyas voces han sido silenciadas por las violaciones y las agresiones. Somos hermosas, valiosas y merecemos que nos vean y nos escuchen.